§ 7. Luz y libertad. Libertad como vinculación con lo iluminante
En el suceso expuesto en la parábola, no menos esencial que lo anterior es el estar encadenado, el desencadenamiento, la liberación y el ser libre; dicho brevemente: el fenómeno de la libertad. La imagen simbólica, es decir, todo el suceso que hemos seguido hasta ahora, también nos hace señas sobre cómo tenemos que entender la libertad. El segundo y el tercer estadio muestran que ella no es sólo retirar las cadenas, como ser liberado de algo. Tal libertad es meramente des-vinculación, algo negativo. La desvinculación no tiene en sí consistencia ni asidero. El desvinculado se vuelve inseguro, confuso, desamparado, no se aclara. Incluso le da la preferencia al estar encadenado frente a esta libertad negativa. A saber: quiere regresar a las cadenas. Con ello, el liberado sólo en sentido negativo revela lo que en realidad está buscando pero no entiende, lo «positivo», lo que la libertad en sentido propio quiere y tiene que ofrecerle: asidero y seguridad, reposo, constancia y firmeza. Y es eso lo que ofrece, pues la libertad auténtica y positiva no es un mero ser libre de…. (apartado de…), sino ser libre para…. (hacia…). El comportamiento con lo que da libertad, con lo que desbloquea (con la luz), es él mismo un hacerse libre. El auténtico hacerse libre es un vincularse que proyecta, no un mero permitir un encadenamiento, sino el «darse a sí mismo para sí mismo una vinculación», y una tal que, de entrada, permanezca vinculante, de modo que todo comportamiento posterior, en sus aspectos particulares, sólo gracias a ella pueda hacerse y ser un comportamiento libre.
En la imagen simbólica, esta liberación positiva hacia el auténtico ser libre se anuncia a través de lo que sucede más allá del mero retiramiento de la cadena: un ascender hacia la luz del día. Hacerse libre significa ahora: mirar a la luz, o dicho más exactamente: rehabituar la mirada gradualmente de lo oscuro a lo claro, y en concreto, nuevamente, desde lo visible en la claridad hacia la claridad, hacia la luz misma, para que la mirada se haga un rayo de luz.[38] Qué significa esto, lo trataremos más tarde.
Ahora, en primer lugar, preguntamos: ¿qué tiene que ver la luz con la auténtica libertad? ¿Acaso la referencia a la luz hace al ser libre más libre? ¿Qué sucede con la luz? La luz alumbra, se difunde como claridad. Con más precisión, decimos: la luz ilumina, aclara.[39] «La noche está iluminada como la claridad del día» (Schillevr[40]. La noche está alumbrada, iluminada. ¿Qué significa eso? La oscuridad está iluminada, aclarada. Hablamos del «claro del bosque». Eso significa un lugar que está despejado, libre de árboles, y que desbloquea, que libera el tránsito, la penetración de la mirada. Iluminar, aclarar, significa entonces desbloquear, liberar, hacer libre. La luz despeja, aclara, hace libre, da paso. La oscuridad cierra, obtura, no deja que las cosas se muestren, las encubre. Que la oscuridad sea iluminada significa: transita a la luz, y con eso se quiere decir: la oscuridad es hecha desbloqueante, liberadora.
La luz ilumina, aclara. Es decir, mirar a la luz significa comportarse de entrada respecto de aquello que desbloquea y libera. Lo desbloqueante es lo liberante, lo que hace libre. Mirar la luz significa hacerse libre para lo liberante respecto de lo cual me comporto. En este comportamiento, me hace ser propiamente libre: vincularme a lo que deja pasar…, ganar poder mediante la vinculación, no desistir. Vinculación no es pérdida de poder, sino tomar en posesión. Así se explica la conexión entre libertad y luz.