§ 4. Nuevos rasgos de la ἀλήθεια que afloran en el fracaso del intento de liberación
En el segundo estadio sucede algo con el hombre: se le retiran las cadenas. ¿Hacia dónde conduce este suceso, es decir, qué conlleva necesariamente? Platón enfatiza expresamente: οἵα τις εἴη φύσει, «lo que entonces sucede necesariamente» con este desencadenamiento. Eso es lo que Platón quiere en realidad que se tenga en cuenta: ver la φύσις del hombre, adonde apunta la seña. De nuevo (como en el primer estadio) se dice claramente al final de la descripción del segundo estadio: ἡγεῖσθαι αὐτόν τὰ τότε ὁρώµενα ἀληθέστερα ἢ τὰ νῦν δεικνύµενα, el así desencadenado «consideraría que lo visto antes [las sombras] es más desoculto [más verdadero] que lo ahora mostrado», a saber, las cosas a la luz misma. De nuevo se trata clara y palmariamente de lo ἀληθές.
Así pues, en el segundo estadio sucede algo que incumbe al no-ocultamiento. En el primer estadio, hemos visto que lo ἀληθές aparece junto con otros momentos de la situación de estos hombres, sin que percibiéramos su cohesión. Pero ahora, cuando sucede algo con lo ἀληθές, cuando ello mismo se pone en movimiento, tiene que hacerse claro si y cómo, con este suceso, se modifican también sus referencias, es decir, que estas referencias mismas tienen que ponerse de relieve. Por eso, con vistas al segundo estadio, preguntamos: ¿se vuelven ahí más claras las conexiones de las partes constitutivas (hasta ahora sólo enumeradas), que supuestamente forman parte de lo ἀληθές,[19] y por tanto lo ἀληθές mismo, la esencia del no-ocultamiento?
Respondemos volviendo a trazar más nítidamente los rasgos de la imagen, haciéndolo ahora con el segundo estadio precisamente en tanto que segundo, es decir, en una referencia retrospectiva al primero: con ello, este mismo experimenta una nueva iluminación posterior.
- Lo ἀληθές ya no nos sale al paso sólo (como sucedía en el primer estadio) en general, y como lo decisivamente enfatizado, sino que ahora se habla de ἀληθέστερα (en términos puramente lingüísticos, un comparativo): de aquello que es más desoculto. Es decir, lo desoculto puede estar más o menos desoculto. No se quiere decir un más o un menos en cuanto al número (que haya desocultas más sombras), sino según el modo, que otra cosa (en cuanto tal) está más desoculta: las cosas mismas que el desencadenado que ahora se gira debe ver. Es decir, el no-ocultamiento tiene grados y niveles. «Verdad» y «verdadero» no es algo que permanezca en sí mismo inmodificablemente igual, igual de válido y común para todos y a todo respecto. No todos tienen sin más el mismo derecho y la misma fuerza para cada verdad, y cada verdad tiene su tiempo. Al cabo, de la educación sapiencial forma parte reservarle y silenciarle al saber ciertas verdades. Verdad y verdad no son simplemente lo mismo.
- El avance del primer estadio al segundo trae consigo una segunda diferenciación. Es una transición. En la medida en que, en cierta manera, lo que se vio primero (las sombras) se lo deja estar y el desencadenado se aleja de ello girándose, sucede una escisión entre lo anteriormente avistado y lo ahora mostrado (nítidamente diferenciados en el texto: τὰ τότε ὁρώµενα – τὰ νῦν δεικνύµενα). Lo no-oculto se escinde: ahí las sombras, aquí la cosas, dos elementos, pero mantenidos en cohesión por el hecho de que ambos son accesibles (manifiestos).
- Pero estos dos elementos que ahora se escinden (las sombras y las cosas reales) son enjuiciados de modo diverso. Para el que antes estaba encadenado, τὰ τότε ὁρώµενα ἀληθέστερα, las sombras (lo que se muestra directamente) son algo más verdadero, más desoculto, más claro, más presente. A la inversa, el que lo liberó, le dice: τὰ νῦν δεικνύµενα, las cosas mismas y los hombres son µᾶλλον ὄντα, siendo más, más existentes. ¡Lo ente tiene asimismo grados! Ente y ente no son sin más lo mismo. Y así, no sólo es distinto el enjuiciamiento de lo anteriormente visto y de lo ahora mostrado, sino que también el modo como se emite el juicio es característicamente distinto. Ahí, lo anteriormente visto es más desoculto. Aquí, lo ahora mostrado es más existente. Ahí, un más de desocultamiento; aquí, un más de existencia. ¿Guardan ambas cosas una relación? Evidentemente. Pues lo que se llama desoculto, es lo ente y se lo toma como lo ente (cfr. ya el primer estadio). Cuanto más desoculto es lo desoculto, tanto más nos aproximamos a lo ente (µᾶλλον ἐγγυτέρω τοῦ ὄντος). Así pues, el aproximarse a lo ente guarda relación con el incremento de desocultamiento de lo ente, y a la inversa. La proximidad a lo ente, es decir, el «estar ahí» del ser-ahí, la proximidad interna del ser-hombre a lo ente (o su lejanía), el grado de su des-ocultamiento, el incremento del ente mismo como un ente: estas tres cosas están encadenadas entre sí. Sobre todo, tenemos que decretar que lo ente se escinde en lo más ente y lo menos ente. Hay «lo más ente». La proximidad y la lejanía de lo ente modifican a lo ente mismo.
- Pero la proximidad a lo ente, tal como se reclama para el segundo estadio, tiene aún otra consecuencia peculiar: ὁ πρὸς µᾶλλον ὄντα τετραµµένος ὀρθότερον βλέπει. «Quien [como el desencadenado] está vuelto a lo que es más [hacia lo que es más que otra cosa, es decir, hacia el ente auténtico], ve más correctamente.» ὀρθός, ὀρθότης, aparece la «rectitud», asimismo en comparativo, en un incremento: hay grados. La rectitud del ver y del contemplar las cosas, y por tanto del determinar y del enunciar, se basa en el modo respectivo de estar vuelto y de proximidad a lo ente, es decir, en el modo como lo ente está no-oculto en cada caso. La verdad como rectitud se basa en la verdad como no-ocultamiento. Ahora vemos ya aparecer por vez primera, aunque de modo suficientemente impreciso, una conexión entre las dos formas esenciales (conceptos de verdad) que al comienzo nos limitamos a yuxtaponer y a desarrollar por separado. La verdad como rectitud del enunciado no es posible en modo alguno sin la verdad como no-ocultamiento de lo ente. Pues aquello según lo cual tiene que regirse el enunciado para poder llegar a ser correcto, previamente tiene que estar ya desoculto. Eso significa que si la esencia de la verdad se toma exclusivamente como rectitud del enunciado, entonces se está delatando que ni siquiera se entiende qué es lo que se está reclamando como esencia de la verdad. No se está sólo ante un concepto derivado de verdad, sino que, porque no se ve la procedencia de este concepto derivado, se está apelando a una mitad, que no es completada por el hecho de que todo el mundo la haga. Al revés: sólo podrá concebirse la esencia y la necesidad propia de esta forma derivada de verdad, de la verdad como rectitud,[20] cuando se haya aclarado la verdad qua no-ocultamiento y se haya fundamentado su necesidad, es decir, cuando se sea capaz de esclarecer y de fundamentar justamente la derivación y la procedencia mismas, una derivación que sólo se vuelve posible cuando se ve la procedencia. Esto es lo que se dice en la clara y simple frase de Platón: «Quien está vuelto a lo que es más, ve más correctamente». Éste es un paso decisivo para resolver el problema de la relación de los dos conceptos de verdad.
- Sólo que, como hemos dicho, acerca de qué sea lo más verdadero y qué sea lo más ente, el juicio no es sin más unánime. Al contrario: los enjuiciamientos y las valoraciones se enfrentan mutuamente. ¿A qué obedece eso? ¿Con arreglo a qué está valorando el desencadenado cuando quiere regresar a las sombras y las considera a ellas lo más desoculto? Porque a ellas las considera lo ente. ¿Y por qué? Ahí, vuelto a las sombras, no tiene ningún resplandor ante los ojos que le deslumbre, lo cual se produce cuando tiene que mirar a la luz. No tiene dolor en los ojos, y sobre todo: ahí, en las sombras, se mueve en aquello ἃ δύναται, aquello de lo que él es capaz, lo que no le cuesta esfuerzo, lo que, en cierta manera, sucede por sí mismo. Ahí, en las sombras, en las cadenas, está lo viable y lo que va de suyo, lo de todos los días, lo que no exige esfuerzo, lo que no causa inhibiciones, ni reveses, ni confusión, y lo que todo el mundo aprueba. El criterio principal de su valoración del no-ocultamiento superior o menor es la conservación del no perturbamiento del quehacer habitual, que no está expuesto a ninguna pretensión ni a ningún requerimiento, a ninguna exigencia ni a ningún mandato.
- Por otra parte, ¿qué exige el estar vuelto a las cosas mismas? Liberación de las cadenas. Pero eso es sólo la introducción de la liberación. Deben seguir el girarse, el estar vuelto a la luz. Esta liberación fracasa. No llega a realizarse. Demostración: ¡el desencadenado quiere regresar a su situación anterior! ¿Por qué? ¿A causa de qué fracasa esta liberación intentada?
- Porque la liberación de las cadenas, el levantarse, el girarse, el mirar a la luz, deben suceder repentinamente (ἐξαίφνης), la liberación (λύσις) no puede llegar a ser un ἴασις τῆς ἀφροσύνης, la curación de la insensatez. Ἀφροσύνη —así llama Platón al estado de los prisioneros— es el concepto contrario a φρόνησις, σωφρσύνη. Φρόνησις es para Platón el título para conocimiento en general, es decir, para percibir lo verdadero, prudencia e intelección, mirada en torno y mirada interior,[21] referidas al mundo y a sí mismo, ambas en unidad. Esto lo enfatizo porque luego, en Aristóteles, el concepto de φρόνησις se toma de otro modo, y sobre todo de forma reducida. Donde ella falta, donde todo, mundo y sí mismo, se vuelve sombrío para el hombre, no hay ninguna relación para con lo propiamente verdadero y no-oculto. Ἀφροσύνη es el estado de la insensatez y la imprudencia, en el que el hombre está alejado de lo verdadero en todo sentido, no tiene ninguna mirada en torno al mundo ni ninguna mirada interior a sí mismo. Ahí le falta algo al hombre, está enfermo, ahí es necesaria la curación. Pero la curación presupone una captación correcta de la enfermedad. A eso no se llega en tal desencadenamiento. Al fin y al cabo, el desencadenado no conoce lo que veía antes como sombras. En lugar de eso, simplemente es apartado de lo anteriormente avistado y es puesto ante las cosas que brillan a la luz. Para él, esas cosas sólo pueden ser algo distinto de alguna manera a lo anterior. A causa de esto meramente distinto, sólo surge confusión. Lo que se le muestra no gana univocidad ni determinación. Por eso el desencadenado quiere regresar a las cadenas.
- Por eso, retirar las cadenas no es ninguna
liberación real del hombre. Queda como algo externo, no afecta al
hombre en su propio sí mismo. Sólo cambian las circunstancias, pero
no se modifica su estado interior, su querer. Ciertamente, el
desencadenado quiere algo, pero lo que quiere es regresar a
la cadenas. Queriendo de este modo, quiere el no querer: no quiere
estar él mismo implicado. Elude y retrocede ante una pretensión en
la que se exige de él una renuncia completa a su situación
anterior. Además, está muy lejos de entender que el hombre, en cada
caso, sólo es aquello a lo cual tiene fuerzas para
atreverse, y en la medida en que las tiene.
Con el fracaso de esta liberación termina el segundo estadio. La liberación fracasa porque el que debe ser liberado no la comprende. La liberación sólo es una auténtica liberación cuando él mismo se hace libre en ella, es decir, cuando viene a sí mismo y llega a estar en el fondo de su esencia.
Repetimos nuestra pregunta conductora: ¿qué nos dice el segundo estadio sobre la ἀλήθεια? ¿Experimentamos algo positivo sobre la esencia de la verdad como no-ocultamiento? ¿Hemos ido más allá de lo que ya mostró el primer estadio: que con lo ἀληθές van unidos otros momentos diversos? ¿Vemos ya incluso una referencia interna entre éstos?
El suceso del segundo estadio es un no resultar. ¿Qué es lo que, en realidad, no resulta? Esto: que el encadenado y desencadenado tope con el no-ocultamiento en cuanto tal. No llega a él. ¿Pero no dice Platón que los prisioneros están puestos desde la infancia ante lo ἀληθές, lo no-oculto? Ciertamente. Pero no ante lo no-oculto en tanto que no-oculto. No saben que ni cómo lo no-oculto, a lo que propenden, es tal, que ahí sucede tal cosa como el no-ocultamiento. Para el desencadenado, este suceder el no-ocultamiento tampoco existe. ¿En qué se evidencia esto? No puede distinguir entre las sombras y las cosas, lo no-oculto y lo no-oculto en cuanto a su no-ocultamiento respectivo.
Sólo que, después de todo, ¿no dijimos que la diferencia se abre? Cierto, la diferencia entre sombras y cosas reales se presenta. Pero el desencadenado no lleva a cabo la diferenciación, no puede captar en cuanto tal la diferencia que se abre y que de este modo se sugiere, ni llevarla a cabo realmente, no puede ponerse a sí mismo en una relación con ella. Pero la diferencia sucede llevando a cabo la diferenciación. Llevar a cabo la diferenciación sería ser-hombre, existir.
Que la diferencia meramente se presente, ¿a qué se debe? Eso no podemos decirlo sin más. Sólo podemos ver que la liberación iniciada no resulta. De ahí sólo podemos obtener ahora la conjetura de que el suceder y la existencia del no-ocultamiento en cuanto tal guarda relación con la liberación del hombre, o dicho más exactamente: con que la liberación resulte, es decir, con el auténtico ser-libre. Y aún podemos conjeturar una cosa: que la liberación resulte, tiene que darse en la dirección contraria al no resultar. El no resultar se muestra en querer regresar a las cadenas, lejos de la luz. La dirección contraria, en la que la liberación llega a su final, viene indicada entonces por el «hacia la luz», liberarse como «ponerse hacia la luz». En el volverse a la luz, lo ente debe hacerse más ente, y lo desoculto más desoculto.
Con ello queda indicado claramente que la esencia de la verdad como no-ocultamiento hay que situarla en la conexión entre libertad, luz y ente, o dicho más exactamente: el ser-libre del hombre, el «mirar a la luz» y el comportamiento respecto de lo ente. Libertad, luz, ente, no-ocultamiento, no se refieren unos a otros como cosas, fragmentos y momentos individuales. ¿Sino? Es más, volvemos a preguntar: ¿cuál es la conexión que estamos buscando? La que el segundo estadio aún no nos muestra, pero que en el tercer estadio de la parábola nos salta a la vista. ¿Habrá una respuesta?