§ 8. Libertad y lo ente. El rayo de luz como proyecto de ser (con el ejemplo de la naturaleza, la historia, el arte y la poesía)

Sobre la tercera pregunta: ¿cuál es la conexión entre libertad y ser?

Hacerse libre significa vincularse a lo propiamente iluminador y aclarante, lo que permite pasar haciendo libre, «la luz». Pero la luz es la imagen simbólica de la idea. La idea contiene y da el ser. Vislumbrar las ideas significa: entender el ser-qué y el ser-cómo, el ser de lo ente. Hacerse libre para la luz significa: dejar que se haga una luz,[41] entender el ser[42] y la esencia y, de este modo, experimentar por vez primera lo ente en cuanto tal. Entender el ser desbloquea lo ente en cuanto tal. Sólo en este entender puede lo ente ser un ente. En todo posible ámbito, lo ente sólo puede salirnos al paso, aproximársenos y alejársenos con base en la libertad que desbloquea. La esencia de la libertad es entonces, dicho brevemente, el rayo de luz: dejar de entrada que se haga una luz[43] y vincularse a la luz. Sólo desde y en la libertad (tomando su esencia tal como se ha desarrollado antes) lo ente se hace más ente, porque es en general de tal o cual modo. Hacerse libre significa entender el ser en cuanto tal, entender que deja ser por vez primera a lo ente en cuanto ente. Es decir, que lo ente se haga más o menos ente, eso depende de la libertad del hombre,[44] y la libertad mide su grandeza conforme a la originalidad y el alcance y la resolución de la vinculación, concibiéndose esto individualmente como ser-ahí: vuelto a desplazar al aislamiento y al estar arrojado propios de su procedencia y su futuro históricos. Cuanto más original es la vinculación, tanto mayor es la cercanía a lo ente.

Entender, dijimos antes,[45] significa: poder presidir una cosa, abarcarla de un vistazo, captar a fondo su estructura. Entender el ser significa: proyectar por anticipado la legalidad esencial y la estructura esencial de lo ente. Hacerse libre para lo ente, mirar a la luz, significa llevar a cabo el proyecto de ser, donde se echa en cara y se hace ver una visión (imagen) de lo ente, para así, con vistas a esta visión, comportarse respecto de lo ente en cuanto tal. Cómo tal libertad, en tanto que proyecto preconfigurador de ser, posibilita por vez primera un aproximarse a lo ente, nos lo queremos aclarar brevemente con tres ejemplos fundamentalmente diferentes.

  1. El descubrimiento de la naturaleza, que se llevó a cabo a comienzos de la modernidad en las obras de Galileo, Kepler y Newton, ¿en qué se basa en realidad? No, como se cree la mayoría de las veces, en la introducción del experimento. También la investigación antigua de la naturaleza «experimentaba» ya.[46] La base tampoco reside, como se escucha a menudo, en que ahora, en lugar de las cualidades ocultas de las cosas (escolástica), se busquen, se pongan y se determinen relaciones cuantitativas de medida. También la Antigüedad, y asimismo la Edad Media, midieron y contaron ya. Tampoco es la matematización, sino lo que ésta presupone. Lo decisivo que sucedió es que se llevó a cabo un proyecto mediante el cual, anticipándose, se delimitó lo que en el futuro habría de entenderse por naturaleza y por proceso natural: un plexo de movimiento, determinado espacio-temporalmente, de puntos de masa. En principio, pese a todos los progresos y revoluciones, nada ha cambiado hasta hoy en este proyecto de la naturaleza. Sólo ahora, es decir, a la luz de este concepto de naturaleza, se podía preguntar a la naturaleza así concebida en cuanto a la legalidad de sus procesos particulares, y, en cierta manera, ponerla a prueba en el experimento. Ciertamente, si este descubrimiento de la «naturaleza» en su progreso se acercó a la naturaleza o se alejó de ella, es una cuestión que la ciencia natural misma no es capaz de resolver en absoluto. Es una cuestión propia si, con esta ciencia, lo ente se hizo más ente o si, entre lo ente y el hombre cognoscente, no se intercaló algo totalmente distinto merced a lo cual la relación con lo ente quedó triturada, el instinto para la esencia de la naturaleza fue arrancado del hombre, y el instinto para la esencia del hombre resultó estrangulado.

    El proyecto (como se ha dicho) es, hasta hoy, en principio el mismo. Pero, pese a todo, algo ha cambiado. No tanto las posibilidades del contenido, las revoluciones metódicas, sino sobre todo: el proyecto ha perdido su carácter esencial original de liberación, lo cual se muestra en que lo ente, que hoy es tema por ejemplo en la física teórica y en la física en general, a causa de esta ciencia moderna ya no se nos hizo ni se nos hace más ente, sino al contrario: lo vemos en que eso que hoy se llama filosofía de la naturaleza ha alcanzado su punto más bajo. Es suficiente: al margen de cómo tenga que emitirse la valoración filosófica de la ciencia natural moderna y de su historia, este avanzar hacia la naturaleza sucedió sobre la base y por la vía de un proyecto prefigurante de lo que se quería entender como el ser de este ente, a saber, de la naturaleza.

  2. Ahora bien, la correspondencia en el mundo de una ciencia totalmente distinta muestra un segundo ejemplo: el de la historiografía, la ciencia de la historia del hombre y de la obra del hombre. Un hombre de la talla de Jacob Burckhardt no es un historiador grande y auténtico, en lugar de ser un mero erudito, porque leyera y consignara aplicadamente las fuentes, tampoco porque en algún lugar descubriera un manuscrito, sino porque dejó operar en sí la mirada esencial anticipadora para el destino del hombre, para la grandeza del hombre y para la mezquindad del hombre, para el condicionamiento y el límite del actuar humano, dicho brevemente: la comprensión anticipadora del suceder de eso que llamamos historia, es decir, del ser de este ente. Esta mirada esencial iba alumbrando por anticipado la investigación de los llamados hechos, que otros, mucho antes que él, habían visto y descrito.

    Cuando hoy se oye decir de muchas maneras: al fin y al cabo, pese a todo, el progreso de la ciencia entre tanto ha sacado a la luz tal cantidad de material y conocimientos que un individuo solo ya no puede realizar una síntesis, frente a ello cabe decir: en primer lugar, ya el hecho de que se esté hablando de una síntesis demuestra que no se comprende de qué se trata. ¡Ciertamente no de escribirlo todo junto compilándolo! Pero en segundo lugar, todo el argumento es una inversión. Que el material se haya incrementado y los llamados progresos se hayan hecho tan grandes, no es la causa de la imposibilidad de una relación real con la historia, sino a la inversa: es justamente la consecuencia de un empobrecimiento y una impotencia internos de la existencia humana que existen ya desde hace tiempo, justamente la impotencia de entender el suceder de la historia, es decir, en primer lugar, de ser realmente histórico desde el fondo, en lugar de practicar el historicismo o la vulgaridad de la «sociología». Ciertamente, sería una malcomprensión de lo dicho si ustedes creyeran ahora que el conocimiento histórico no exige ningún trabajo. ¡Todo lo contrario! La pregunta es sólo dónde comienza y quién tiene el derecho y puede tomarse el derecho de trabajar históricamente.

  3. Todavía una indicación, que conduce totalmente fuera del ámbito de las ciencias que hemos considerado hasta ahora, pero que revela tanto más la fuerza interior de la comprensión del ser que tiene el hombre, del rayo de luz. Me refiero al arte, y en él, por ejemplo, a la poesía.

    La esencia del arte no es ser expresión de una vivencia, no consiste en que el artista exprese en la obra su «vida anímica», para que épocas posteriores, como opina Spengler, tengan que preguntar cómo se manifestaba en el arte el alma cultural de una época. Tampoco en que el artista reproduzca la realidad más precisa y nítidamente que otros, o que produzca (exponga) algo en lo que otros tengan un disfrute, un deleite de tipo superior o inferior. Sino en que tiene la mirada esencial para lo posible, en que lleva a la obra las posibilidades ocultas de lo ente, haciendo con ello por vez primera a los hombres videntes para lo realmente existente, en lo que ellos se mueven a ciegas. Lo esencial del descubrimiento de lo real no sucedió ni sucede mediante las ciencias, sino mediante la filosofía original y mediante la gran poesía y sus proyectos (Homero, Virgilio, Dante, Shakespeare, Goethe). La poesía hace a lo ente más ente. ¡Poesía, no literaturismo! Pero para entender qué es la obra de arte y el arte poético en cuanto tales, la filosofía tiene primero que desacostumbrarse de concebir el problema del arte como un problema de la estética.

Con estas indicaciones debía aclararse cómo la libertad, en tanto que vincularse al ser preconfigurado en el proyecto anticipador (la «idea», la constitución esencial de lo ente), posibilita por vez primera una relación con lo ente. En la parábola: cómo el rayo de luz, el mirar a la luz, abre y libera por vez primera la mirada para las cosas.[47] Con base en las referencias que hemos puesto de relieve entre idea y luz, luz y libertad, libertad y ente, ahora queremos abordar la pregunta por la esencia de la ἀλήθεια.