§ 14. El bien: capacitación de aquello que importa en general
Nos habíamos quedado en que Platón dice: eso de lo que el bien es capaz, hay que valorarlo por encima de las ideas. Quiere decir: cuando preguntamos por la esencia del ser y del no-ocultamiento, cuando nuestras preguntas van más allá de ellos, entonces damos con lo que tiene el carácter de la capacitación, y nada más. La capacitación es el límite de la filosofía (es decir, de la metafísica). A esto que capacita, Platón lo llama: ἀγαθόν. Nosotros lo traducimos como el bien. El significado auténtico y propio de ἀγαθόν se refiere a aquello que vale para algo y que hace que otras cosas valgan para algo, con las que se puede hacer algo. «¡Bien!» significa: ¡se hace! ¡Está decidido! No tiene nada del significado de lo moralmente bueno. La ética ha echado a perder el significado fundamental de esta palabra. Los griegos entienden «bien» en el sentido en que decimos: nos compramos un par de buenos esquíes, tablas que valen para algo y resisten. Lo bueno es lo probo, lo que se impone, lo que resiste, a diferencia del significado inocuo y ñoño de: un buen hombre, decoroso, pero sin visión ni contundencia.
Según la caracterización de la idea del bien, Platón vuelve a insistir sobre ello (509 a 9 - b 10):
ἀλλ᾿ ὧδε µᾶλλον τὴν εἰκόνα αὐτοῦ ἔτι ἐπισκόπει.
—Πῶς;
—Τὸν ἥλιον τοῖς ὁρωµένοις οὐ µόνον οἶµαι τὴν τοῦ ὁρᾶσθαι δύνα-µιν παρέχειν φήσεις, ἀλλὰ καὶ τὴν γένεσιν καὶ αὔξην καὶ τροφήν, οὐ γένεσιν αὐτὸν ὄντα.
—Πῶς γάρ;
—Καὶ τοῖς γιγνωσκοµένοις τοίνυν µὴ µόνον τὸ γιγώσκεσθαι φάναι ὑπὸ τοῦ ἀγαθοῦ παρεῖναι, ἀλλὰ καὶ τὸ εἶναί τε καὶ τὴν οὐσίαν ὑπ’ ἐκε-ίνου αὐτοῖς προσεῖναι, οὐκ οὐσίας ὄντος τοῦ ἀγαθοῦ, ἀλλ’ ἔτι ἐπέκεινα τῆς οὐσίας πρεσβείᾳ καὶ δυνάµει ὑπερέχοντος.
«Pero hazte aún más presente su imagen, en el mismo modo de antes [apura más la esencia del sol, en el que se simboliza la idea del bien].
—¿Cómo? [pregunta Glaucón]
—Quiero decir que el sol, como podrías decir, concede a las cosas visibles no sólo la propiedad de ser vistas, sino también el surgir, el crecimiento, la nutrición, sin que el sol mismo sea un devenir.
—¿Cómo podría ser de otro modo?
—Pues bien, de este modo hay que decir también que a las cosas cognoscibles, en función del bien, les pertenece no sólo el ser conocidas, sino que también esto otro, a saber, el que sean y el que sean en cada caso un qué, forma parte de ellas sólo en función del bien, sin que el bien mismo sea un ser, sino que está por encima del ser [ἐπέκεινα τῆς οὐσίας], sobrepasándolo en dignidad y poder».
Así pues, Platón enfatiza ahora que las cosas agradecen al sol no sólo el ser vistas, sino también el que sean. Lo viviente le agradece que crezca: que lo ente sea. Dicho brevemente: γένεσις, surgir y perecer, es decir, venir al ser y desaparecer del ser. Ciertamente, de tal modo que el sol no es algo en devenir, sino lo que está por encima de todo devenir, constantemente permanente.
Ahora, la interpretación de la imagen, de modo correspondiente en el campo del conocer. Se conoce lo ente en general. Pues bien, de modo correspondiente a como, ahí, lo ente posee no sólo el ser avistado, sino también el ser, así del νοούµενον forma parte no sólo la ἀλήθεια, sino también al mismo tiempo la οὐσία. Ciertamente, igual que antes el sol no podía ser devenir, sino que concede el devenir, ahora sucede que el ἀγαθόν no puede ser un ser, tampoco no-ocultamiento, sino que está más allá (ἐπέκεινα), por encima tanto del ser como del no-ocultamiento.
Con ello queda evidenciado que el bien es ciertamente δύναµις, es decir, que también tiene además carácter de idea (el carácter del posibilitamiento y la capacitación), es más, que lo tiene en un sentido supremo; ὑπ’ ἐκείνου, bajo su poder capacitante está el ser y el no-ocultamiento. Pero en esta capacitación, el bien sobrepasa a ambos, a saber: a que lo ente sea visto, es decir, conocido, y a que en general un ente sea. Pero este sobrepasar, que se predica de la idea suprema, no es simplemente un indiferente estar por encima y más allá, un estar presente en alguna parte, por así decirlo, en sí mismo, sino que es un sobrepasar en el sentido de las ideas, es decir, en el sentido del ser-idea. Pero en la medida en que ser-idea significa capacitación para ser, hacer manifiesto lo ente, este sobrepasar propio de la idea del bien significa que esta idea sobrepasa al ser en cuanto tal y a la verdad en general. Este capacitar que sobrepasa está orientado justamente a la posibilidad de las ideas, al posibilitamiento de eso que las ideas son: a saber, aquello mismo que hace accesible a lo ente en su no-ocultamiento, y por tanto en tanto que ente, es decir, en su ser.
Por consiguiente, el bien, el ἀγαθόν, es el posibilitamiento del ser en cuanto tal y del no-ocultamiento en cuanto tal. Mejor dicho: a lo que posibilita tanto al ser como al no-ocultamiento para su esencia propia, a esto capacitante Platón lo llama el bien (ἀγαθόν), es decir, lo que importa antes que nada y para todo. Sólo en este sentido se debe entender el ἀγαθόν: capacitación de ser. No un «bien» entitativo (un «valor»), sino aquello que importa antes que todo ser y para todo ser y toda verdad. Lo decisivo no es el nombre (ἀγαθόν), ni menos aún nuestra traducción, que naturalmente es muy confusa, sino lo que se designa con este nombre. ¿Y qué es eso? Justamente esto: lo que estamos preguntando en el preguntar por el ser y el no-ocultamiento, lo que importa en tal preguntar, adonde regresamos en tal preguntar. Estamos preguntando por lo que concede el ser y el no-ocultamiento.
Exactamente esta misma caracterización de la idea suprema da Platón en el segundo pasaje principal, al final de la exposición de la parábola de la caverna (517 c 3 s.):
ἔν τε νοητ ῷ αὐτὴ κυρία ἀλήθειαν καὶ νοῦν παρασχοµένη[60]
«En el campo de lo perceptible con el entendimiento, ella [la idea del bien] es la señora, pues concede no-ocultamiento y νοῦς, es decir, apertura en la comprensión del ser».
De nuevo vemos que el bien es la capacitación del ser y el no-ocultamiento para su esencia única y unitaria.
Más no dice Platón sobre la idea suprema. Pero es suficiente, incluso más que suficiente para quien comprende este poco. Comprender lo poco significa nada menos que preguntar realmente la pregunta por la esencia del ser y de la verdad, concebir y aprehender la tarea que reside encerrada en tal preguntar, acompañar hacia el lugar adonde conduce tal preguntar, aguantar esta pregunta y no evadirse en informaciones superficiales. Tenemos que concebir en su sojuzgamiento unitariamente único la esencia desplegada del ser (comparecencia) y la esencia desplegada de la verdad (manifestabilidad), lo que gobierna, lo que se impone en su esencia (y esto significa: en la unidad de su esencia); en primer lugar, que hay en general un imponerse, un aguantar que resiste.
Comprendemos mal la idea del bien de Platón si creemos aproximarnos a ella rebuscando afanosamente en sus restantes diálogos pasajes en los que se hable de ella o en los que quizá emplee también la palabra ἀγαθόν. O incluso creyendo que Platón renunció más tarde a esta idea del bien, porque en ninguna otra parte vuelve a hablar de ella. ¡Tendría que haber renunciado por completo a la idea de la filosofía! Todo lo contrario: siempre que se pregunta por el ser y por la verdad, ahí se está preguntando por el «bien». Así sucede, todavía a su edad más anciana, en la Carta VII: el nombre no aparece, y sin embargo no se está pensando en otra cosa. Pues se dice que lo propiamente cognoscible, es decir, lo máximamente indagable, es τὸ ἀληθῶς ὄν,[61] lo que es y constituye por antonomasia el ser y el no-ocultamiento. Todavía aquí se vuelve a enfatizar, con una nitidez y una dureza asombrosas, que esto no puede pergeñarse ni percibirse de golpe,[62] sino que el inquiriente, y sólo el inquiriente (y no un soñador y un fantasioso cualquiera), viene a lo último y primero sólo avanzando gracias a un constante preguntar a lo largo de lo inicialmente cuestionable, en determinados niveles particulares de las ciencias. Todo lo inicialmente cuestionable es τὸ ποῖον, pero lo último y primero es: τὸ τί.[63]
Y precisamente donde, más tarde, Platón llegó más lejos en el preguntar por el ser y la verdad, en el diálogo Sofista, la esencia del ser es hallada en la δύναµις, en algo que es sólo capacitación y nada más (247 d-e). Le ha quedado reservado a la interpretación actual de Platón «demostrar» (en el modo como ella demuestra) que Platón no hablaba en serio de este pensamiento, del carácter de δύναµις del ser.
El bien es la capacitación, la δύναµις, el posibilitamiento del ser y del no-ocultamiento en su esencia. Diciéndolo de otro modo: lo que importa en el preguntar por el ser y el no-ocultamiento, es la capacitación de éstos para su esencia. Qué sea este capacitamiento y cómo suceda, hasta hoy no se ha respondido. No sólo no se ha respondido, sino que ni siquiera ha sido preguntado en el sentido platónico original. Entre tanto, ha pasado a ser casi una trivialidad que omne ens es un bonum. Para quien pregunta filosóficamente, Platón dice más que suficiente. Para quien sólo quiere tener constatado qué es el bien para su uso doméstico, dice demasiado poco, o incluso nada. Pues con lo que hay ahí, tomándolo sólo así, no se puede hacer nada. Sólo al preguntar filosófico le dice algo este esclarecimiento de la idea del bien.
Pero si «el bien», es decir, lo que importa en el preguntar por el ser y la verdad, es todavía él mismo, y precisamente él, «idea», entonces, esta idea suprema rige en una medida suprema lo que ya hemos dicho de la idea en general. Idea es lo avistado, lo visible, lo referido esencialmente a un ver, no algo que está en suspenso en sí mismo, sino que es visible y vislumbrable sólo en aquel ver y mirar que, en cuanto tal, engendra lo visible vislumbrándolo, que configura a la idea misma, que se pre-configura. Lo que hay que engendrar vislumbrando en un sentido supremo, exige el más profundo engendrar vislumbrando. Lo supremo y lo más profundo: ninguno sin el otro. La idea, y sobre todo la idea suprema, no es ni algo objetivamente presente ni algo sólo subjetivamente ideado. Por otra parte, es justamente lo que capacita a toda objetividad y a toda subjetividad para lo que ellas son, tensando el yugo entre sujeto y objeto, yugo bajo el cual se constituyen por vez primera en general en sujeto y objeto; pues sujeto es sólo aquello que se refiere a un objeto. Este yugo es lo decisivo, y por consiguiente la primera determinación de lo que está sojuzgado y va bajo el yugo. Al cabo, justamente la definición insuficiente, es más, errónea, de lo que está bajo el yugo, es lo que impide captar el yugo y determinar lo uncido (como se dice usualmente: «objeto» – «sujeto»; como se dice propiamente: manifestabilidad, comprensión del ser).