TERCERA PARTE
El desenlace
Me pareció que no flotaba hacia la claridad, sino hacia una oscuridad mayor y, al cabo de un instante, mi propia piedad me despertó al atroz temor de que quizá él fuera inocente. Por un momento todo fue confusión y abismamiento, pues si él era inocente, ¿qué diantres era yo? Paralizada por el mero roce de la pregunta, mientras aún esta se enunciaba, dejé que se alejara un poco...
HENRY JAMES, Otra vuelta de tuerca, 1898