UNA CASA RARA
Mi cara bañada en luz amarilla.
—Tienes buen aspecto, Stephen.
—Animo...
—Lo has hecho muy bien. Deberías estar orgulloso.
—Ya lo sé. Pero no puedo evitar desanimarme.
—No digas eso. Lo superarás.
Moví la cuchilla de afeitar por mi mejilla, revelando una zona de piel, y luego me limpié la espuma con una toallita.
—No he conseguido lo que ella quería. ¿No sabes cómo sienta eso?
—¿No lo sé?
Aclaré la cuchilla en el lavabo. El agua parecía sucia.
—De verdad quería complacerla, ¿sabes?
—Ya lo sé.
—Ella deseaba de verdad ese bolso.
—No importa, Stephen. Créeme. De todas formas, tendrá un buen cumpleaños.
—Ya sabes cómo es Des.
—Créeme, nadie lo sabe mejor que yo.
Miré profundamente a los ojos que me miraban. Ojos amarillos.
—¿Entiendes lo que te digo?
El tubo de neón situado sobre el espejo proyectaba una luz amarilla sobre mi cara. La luz parecía casi densa y tenía que empujar suavemente con la mano por el aire para volver a coger la cuchilla. Era la cuchilla de mi padre, afilada con la tira de piel que colgaba junto al lavabo. Él no soportaba que se la cogiera, pero ¿qué demonios? No todos los días tu hermana cumple dieciséis años. Yo iba a salir con ella por la noche. Quería estar guapo. Sobre todo porque...
—Tendría que haber conseguido el bolso...
—¡Stephen!
Estaba hablándome a mí mismo en el espejo del cuarto de baño. Llamándome por mi nombre.
—En cuanto lo vio Des, tendría que haber sacado el dinero en aquel momento. Oh, no. Yo no. Quería darle una sorpresa.
—Así que dejaste que aquel tipo lo robara. Buena idea.
—No, es que...
—¿Le has conseguido algo mejor?
—No. Yo...
—¿No le has conseguido nada?
—No. Ella no hubiera querido ninguna otra cosa... ¡Mierda!
Me había hecho un corte. La sangre cayó en el agua, arremolinándose. Busqué un pañuelo de celulosa y cuando miré al espejo para tapar la herida, ¡me encontré con la cara de mi padre!
—Ya sabes que te tengo prohibido que uses esa hoja.
—Es una cuchilla de hombre.
—Papá... lo siento.
—Dame la cuchilla, Stephen.
—Por favor...
—¿Quieres que vuelva a castigarte?
—No...
—¡Papá!
Él blandió la cuchilla...
La cuchilla acercándoseme a la cara.
—Tienes buen aspecto, Stephen.
—Animo...
—O sea, que no le has comprado nada a Desdémona, ¿eh?
—No me lo recuerdes.
Me estaba atando mi mejor corbata con un nudo Windsor. Mi padre me había enseñado a hacerlo cuando tenía siete años.
—De todas formas, no te habría servido de nada. Ella nunca será tuya.
—Oye...
El nudo estaba mal.
—Lo siento, Stephen, es culpa mía.
—Sí. Deja de meterte conmigo.
Estaba de pie en mi habitación, hablando conmigo mismo en el espejo de mi armario. Deshice el nudo para volver a empezar. Tenía un pequeño corte del afeitado en la mejilla izquierda. El pedacito de celulosa, pegado al corte por una película de sangre seca, no era lo mejor que puedes llevar en la cara, sobre todo el día del cumpleaños de tu hermana. Pero no importaba. Se curaría en un minuto o dos. Estaba esperando a que Desdémona volviera de clase. Íbamos a salir aquella noche, a celebrarlo, y yo me había puesto mi mejor traje, muy limpio y planchado. Ahora tenía que hacerme bien el nudo. Y aquel débil resplandor alimonado de la lamparita de la mesilla de noche no ayudaba mucho. Les daba a mis ojos una tonalidad amarillenta.
—Se va a enfadar mucho, Stephen.
—No lo creo... ¡mierda!
El nudo estaba fatal. Volví a deshacérmelo.
—¿Tienes problemas? Déjame que te ayude...
—¡No quiero que me ayudes! ¡Y deja de llamarme Stephen!
—Es el nombre que te puse, chico.
—Me llamo...
Espera...
—Lo has usado condenadamente bien.
Mi padre había cogido los dos extremos de la corbata con sus manazas estropeadas por el trabajo.
—¿Cuántas veces tendré que enseñarte a hacer el nudo Windsor?
—Papá...
—Es un nudo de hombre.
Cruzó la corbata, la parte ancha sobre la estrecha, hizo el lazo abajo, alrededor y atrás, luego arriba a la derecha. El extremo ancho abajo a través de la lazada, cruzado en los ángulos sobre la tira estrecha, tiró por el lazo por última vez y acabó deslizando el extremo ancho por el nudo de delante. Apretó el lazo acabado, tirando de él suavemente hasta que el nudo me quedó justo sobre la garganta.
—Así. Perfecto. Simple. ¡Elegante!
Tensó el nudo de la corbata. ¡Tirante! Tiró de ambos extremos hasta que noté que la garganta se me cerraba y el aliento me abandonaba. Intenté levantar las manos, pero tan débilmente...
—¡Hasta un tonto puede hacerlo!
El aire estaba viciado. Estallidos de luz dentro de los ojos. Dolor. El fiero fulgor de los ojos de mi padre.
—Pero no mi hijo, evidentemente.
La oscuridad y el final del dolor atrayéndome.
El dolor desapareciendo a medida que perdía la voluntad para...
¡Oh, Dios mío!
Estaba tiritando entre los árboles, junto al lago. Las hojas murmuraban con el viento. Yo no podía dejar de temblar.
Lo había conseguido.
Un camino de salida.
Una sombra oscureció la luna.
Qué horror. Y no había ni rastro de Desdémona.
Temblando, temblando...
Tomé bocanadas de aire. Una y otra vez. Me dolían los pulmones y la garganta y tenía un agudo dolor en la mejilla, del filo de la navaja.
Luego solté el aire, en un largo tránsito.
Algo surgió entre la luna y los árboles.
Había encontrado una salida, no sabía cómo.
Las hojas temblaban como si algo las moviera.
Qué podía ser...
—Ya te tengo, Stephen.
Mi padre apartando las ramas, el destello de la cuchilla que llevaba en la mano.
—Ningún hijo mío puede salir después de las diez.
Mi padre acercándose, tapando la luz de la luna por completo, hasta que solo hubo oscuridad. Y la cuchilla...
Su mano rodeándome la garganta...
—Tienes buen aspecto, Scribble.
—Tú sí que estás guapa en tu cumpleaños.
—¿Vamos a salir esta noche?
—Claro que sí, Des.
—¿Dónde?
—A Platt Fields.
—¿A Platt Fields? Pensaba que iríamos a cenar y luego a un club. Me gustaría bailar.
—Ya lo sé. Pero allí hay un bosquecillo, junto al lago. Es un sitio escondido y acogedor, y podríamos... bueno, ya sabes...
—¡Scribble! ¡Eres un cerdo!
—Eres tú la que me hace ser así.
Ella me empujó hacia atrás, sobre la cama. Luego saltó encima de mí y empezó a hacerme cosquillas, justo donde no podía resistirlo.
—¡Des!
—¡No voy a ir a ningún parque sucio! ¡Voy a ir a bailar!
—Tienes que ir.
—¿Qué significa que tengo que ir? ¿Quién lo ha dicho? Oye...
Conseguí agarrar su cuerpo y luego quitármela de encima con suavidad hasta ponerme sobre ella y verla sonreír debajo de mí.
—Tenemos que ir allí, Des. No me preguntes por qué. Solo sé que tenemos que ir.
—¿Por qué?
—Es importante.
Entonces se quedó en silencio.
Su habitación tenía un cálido resplandor amarillo, los últimos rayos de sol se colaban a través de las cortinas echadas. Sus ojos eran demasiado para mí, estaban demasiado llenos de vida.
Me incliné hasta que nuestros cuerpos se tocaron por completo y mis labios se posaron sobre los suyos.
—Cuidado, Scribb.
—¿Por qué?
—Vas a arrugar tu mejor traje.
—Todo es por ti, Desdémona. Todo por ti.
Nos besamos un poco más.
—¿Me has comprado un regalo, Scribb?
—Lo he intentado...
—¡Scribble!
—He intentado conseguir ese bolso que querías. De verdad. Pero...
—No me digas, ¿lo has perdido?
—Me lo han...
—Te odio.
—Me lo han robado, Des. Aquel tío del autobús. Lo llevaba a casa. Iba a envolverlo y todo. Pero ese tipo me lo arrancó, bajó las escaleras y saltó del autobús cuando ya estaba en marcha, yéndose de la parada. No he sabido qué hacer.
—¿Sabes lo que significa eso?
—Ya lo sé.
—Significa que no podemos ir a Platt Fields.
—Ya lo sé. ¿Por qué?
—No lo sé. Es absurdo, ¿verdad?
—Lo siento, Des.
—No importa. Nos quedaremos aquí esta noche. Podríamos...
—No puede ser. Papá...
—¿Ha vuelto a pelearse contigo?
—Ha venido a por mí con la navaja. Yo solo me estaba afeitando...
—Ya lo sé.
—Y luego... en mi habitación... bueno, ha sido horrible.
—Esta casa es rara, ¿verdad, Scribb?
—Es una casa fatal.
Luego le solté la blusa de la cintura para desvelar las duras ondulaciones de las cicatrices que tenía en su hermoso estómago. Acerqué mis labios a ellas, intentando besárselas. Nada salía bien.
—Un día mataré a ese hombre.
—No creo que puedas, Scribble. No es real.
Me aparté de su cuerpo para volver a mirarla a los ojos, intentando entender lo que quería decir. No creo que ni ella misma lo supiera. Ni yo tampoco. Pero era verdad.
—Gracias por la tarjeta, Des.
—¿Qué tarjeta?
—La de mi cumpleaños.
—No seas tonto. Es mi cumpleaños, Scribb, no el tuyo.
—No. Me refiero a hace unos días. Cuando cumplí veintiuno.
—¡Scribble, solo tienes dieciocho! Aquello me detuvo.
—Dios mío.
—Ya lo sé. Pero también recuerdo habértela mandado. ¿Qué está pasando, Scribble?
—Me hicieron un regalo, Des.
—¡Enséñamelo!
Me llevé la mano al bolsillo de la chaqueta y noté algo que aleteaba allí, sin saber lo que era hasta que lo saqué. Y seguía sin saberlo.
—¡Oh, Scribb, es una pluma!
—Eso parece.
—Mira cuántos colores tiene. ¡Todos esos amarillos! Son del mismo color que la luz de esta casa.
—Exacto. Qué curioso...
—Sigo teniendo esa sensación, Scribble. Es como si estuviera hechizada o algo así. No puedo entenderlo. Como si hubiera otro mundo ahí fuera y no pudiera acceder a él.
—A mí me pasa lo mismo. No sé explicarlo.
—¿Para qué sirve la pluma?
—Creo que tengo que hacerte cosquillas con ella.
—Eso suena bien.
Se levantó un poco más la blusa, ofreciéndome el estómago y los pechos. Acaricié su cuerpo suavemente con la pluma. Empecé en el tatuaje del dragón y luego más abajo, y a los lados, y arriba...
—Oh, me gusta. Me hace ver imágenes.
—¿Qué ves?
—A ti y a mí alejándonos de esta casa. Creciendo juntos. Sigue acariciándome. Así. Me gusta. Vivimos en una casita, a kilómetros de aquí. A kilómetros de papá. Sigue, más arriba. Así. Oh, el cuello. Me encanta. A kilómetros de distancia del dolor. En los labios, ¡por favor, Scribble! ¡Sí! A muchos kilómetros del cuchillo. Ahora en la boca. ¡En la boca!
Sujetaba la pluma en los labios de mi hermana y todo mi ser me decía que empujara más, que la dejara cogerla más hondo y ni siquiera sabía por qué. Solo tenía que hacerlo. Empujando suavemente...
—¡Scribble!
—¿Qué?
—¡Tus ojos!
—¿Qué les pasa?
—¡Amarillos! ¡Se están volviendo amarillos!
¡Oh, mierda!
—Saca esa pluma de ahí, Stephen.
—Papá...
—Es un juego de niños.
Yo estaba encima de mi padre y empujaba una pluma hacia su boca. Él levantaba las manos para abrazarme. Yo intentaba meterle la pluma, no sé por qué, sentía que tenía que hacerlo, pero él mordía el plumón con demasiada fuerza y la pluma quedaba atrapada sólidamente entre sus dientes. Luego bajaba las manos por mi espalda y yo sentía la cuchilla entrando en mi carne.
Sentía como si me ardiera la espalda. Volvía a cortarme.
¡Dios!
El dolor era insoportable. Yo hacía todo lo que podía para escapar, pero él tenía demasiada fuerza. Sentí la cuchilla abriéndose camino por la zona lumbar de mi espalda, preparándose para clavarse de nuevo.
—Papá, por favor...
—¡Esto es lo que te mereces, desgraciado!
Pero mientras hablaba, la pluma se le soltó de la boca.
Me maldijo. Me llamó puto incestuoso.
Me clavó la cuchilla.
La cuchilla volvía a cortarme la carne.
El dolor era terrible. Mi padre tenía sangre en la cara. Debía de ser mi sangre.
No importaba.
Un fugaz atisbo de los ojos de Desdémona mirándome desde la cara de mi padre, y su voz diciéndome...
Reuní las pocas fuerzas que me quedaban, luchando contra aquella rabia, aquella locura, hasta ponerle la pluma en la boca. Él volvió a morderla, pero yo ya había llegado demasiado lejos, estaba demasiado invadido por la desesperación.
Hondo, a la garganta de mi padre. Que era la garganta de Desdémona. Inmediatamente, su cuerpo empezó a desaparecer. La cuchilla resbaló de mi piel. Le quité la Rara de la boca y me la metí en la mía.
Donde debía estar.
Y la voz de Desdémona llegando muy nítida...
tienes buen aspecto, stephen hola tienes buen aspecto, stephen hola tienes buen aspecto, stephen hola tienes buen aspecto, stephen hola... mi cara bañada en luz amarilla, bañada a su vez en luz amarilla...
¡¡¡AVISO!!!
que es la cuchilla de un hombre moviéndose en el espejo del espejo de la rara y la cuchilla moviéndose mil veces con...
Capas sobre capas... ¡¡¡AVISO!!!
el reflejo de la otra...
mil veces por el aire amarillo que es amarillo sobre amarillo y tienes buen aspecto stephen...
¡¡¡AVISO!!! ¡¡¡AHORA ESTÁS EN METAVURT!!!
hola más rara y más rara y la cuchilla acercándose a desdémona...
mil cuchillas reflejadas afiladas afiladas en el espejo mientras cortan a mi hermana que era...
¿QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO?
que se agarraba a mí que se agarraba a mí cubierta de sangre...
a su edad por lo menos diecinueve años y en mis brazos veía miles de cortes cada corte duplicado el real y su imagen...
¡ESTÁ JODIENDO GRAVEMENTE MIS SISTEMAS!
hermana desdémona...
cayendo de mí llena de sangre mientras yo la agarro con fuerza mil veces mi padre reflejado en el espejo reflejado en el espejo reflejado mientras veo las cuchillas acercándose otra vez hermana...
¡POR FAVOR, EXPLIQUESE!
AH, ES USTED. DEBERÍA HABÉRMELO IMAGINADO.
ESPERO QUE SE DÉ CUENTA...
sangre por doquier...
... DE LOS PROBLEMAS QUE ESTÁ CAUSÁNDOME.
HA PASADO A META. NO SOLO A CUALQUIER META VIEJA.
hermana gritando de los cortes...
META ESPEJO. ESTÁ EN LA RARA...
más rara y más rara...
... DENTRO DE LA RARA. ¡NADIE HACE ESO! ¡NADIE!
NO HAY SALIDA. ESTÁN ATRAPADOS EN UN AGUJERO.
nuestro padre hundiéndola mil veces en el cuerpo de desdémona cortando y sonriendo...
NO SE PUEDE... NO SÉ CÓMO... NUNCA NADIE...
¡NO PUEDE HACERSE! HOBART... ELLA...
hermana cayendo...
¿QUÉ QUIERE DECIR?
sacando la pluma reflejada mil veces de mi bolsillo...
¡NO HAGA ESO!
hermana alargando la mano hacia mí acercándose a mí sangrando y la sangre sangrando las heridas heridas...
¡POR FAVOR!
Empujé al general Olfato dentro mientras empujaba la pluma plateada sobre la amarilla rara...
¡ME ESTÁ EMPUJANDO A MÍ!
dos plumas a la vez, ¿quién había hecho nunca una cosa así?...
NADIE HACE ESO... ¡SCRIBBLE! ¡SCRIBBLE! ¡HACE DAÑO!
Mierda seca.
la plateada saliendo de la amarilla que era amarilla en la amarilla plateada en el amarillo del amarillo los mil espejos rompiéndose... mientras yo...
mi padre agitando la cuchilla ante mi hermana... mientras yo...
espere a que salga el menú...
1. EDITAR
2. COPIAR
3. AYUDA
el menú se detiene...
como yo detuve la mano de mi padre...
NO LE DEJARÁ.
ME ESTÁ TOMANDO POR TONTO, SCRIBBLE. NO LO PERMITIRÉ.
ya basta, padre...
mientras yo...
le quité la cuchilla de la mano y luego...
¡HOBART ME CASTIGARÁ!
Cuatro es la puerta. Cuatro es la puerta. Eso es.
mientras yo acercaba la cuchilla a...
¡¡¡NO!!!
acercaba la cuchilla al ojo de mi padre... me llegaban las sensaciones mientras pensaba en el número cuatro y mi padre chillando llevándose las manos a los ojos...
1. AZUL
2. NEGRO
3. NO VOY A DARLE EL MENÚ.
Está bien, Olfateador. Ya no lo necesito.
mientras pensaba en el número cinco...
Cinco para mantenerme vivo.
una puerta abriéndose mientras el espejo se rompía y mi padre se llevaba las manos rojas a los ojos y la puerta se abría en sus ojos y yo veía los árboles de platt fields por los agujeros de sus ojos
«General Olfato...»
Otra voz.
HOBART... SEÑORA... LO SIENTO...
«¿Cuál es el problema?»
Yo empujaba a des hacia la puerta de los ojos de mi padre...
NADA QUE NO PUEDA CONTROLAR, SEÑORA HOBART.
Intento mantenerme despierta. Por favor, general, explíquemelo.
desdémona no pasaba porque se aferraba a mí, me arrastraba...
TENEMOS UN META ESPEJO EN LA AMARILLA RARA, CON UNA BRECHA ILEGAL DE PUERTA DE VIDA MÁS UN INTENTO DE CANJE NO AUTORIZADO SIN EL MATERIAL DE INTERCAMBIO ADECUADO.
«¿Eso es todo?»
SEÑORA HOBART...
mi hermana hablándome...
«No me haga enfadar, general.»
SEÑORA HOBART... POR FAVOR...
Así que yo pienso en el número uno mientras ellos discuten número uno para un mundo azul viendo miles de nombres azules pasando mientras pienso en P de placer...
—¿Dónde estamos, Scribble?
Mi hermana y yo estábamos sentados en el banco del parque en Pleasureville, escuchando cantar a los pájaros y observando el juego de la luz moteada sobre el césped recién cortado. Había niños saltando. No se veía ni rastro del cartero. Yo tenía dos, quizá tres minutos, antes de que el general me arrancara de aquel dulce mundo azul. Tenía a mi hermana conmigo y ella parecía feliz al fin, tal como yo la recordaba. Esto es Pleasureville azul para ustedes.
—Estamos dentro de un Vurt, Des.
—Es bonito.
—¿Qué recuerdas?
Su sonrisa se desvaneció un segundo mientras buscaba entre sus recuerdos.
—Nada —dijo—. Nada de nada, excepto que el mundo es maravilloso y que tú eres mi hermano y que deberíamos quedarnos aquí para siempre. ¿Lo haremos, Scribble?
—No.
Sus ojos se quedaron inexpresivos un momento, llenos de un vacío azul.
—Esto no es el mundo real, Des. El mundo real no es hermoso, pero es al que perteneces. No, no intentes entenderlo. Simplemente créeme, cree lo que estoy diciendo. Te voy a mandar de vuelta, Des. Si es que puedo.
—¿Tú vienes conmigo, Scribble?
—Yo no soy de allí, hermana. Este es mi sitio. Esto es lo que soy.
—¡Scribble!
—No puede ser, Des. No puede ser. Te quiero demasiado. O tú no me quieres suficiente.
Miré profundamente a los ojos azules de mi hermana, vi la verdad allí y luego aparté la vista. Mi hermana no dijo nada. Un chico y una chica sentados en un banco del parque en un día soleado, la chica mirando al sol, el chico con la cabeza entre las manos.
¡AQUÍ ESTÁN! ¡LES HE ESTADO BUSCANDO POR TODAS PARTES!
—Hobart le ha dicho que se ocupe, general.
ME PIDE LO IMPOSIBLE, SEÑOR.
—¡Mande a mi hermana de vuelta!
NO TIENE NADA CON QUE CANJEARLA. NO PUEDE SER...
—Yo me quedo aquí.
AH...
—¡Scribble! ¿Qué pasa?
La voz de mi hermana llamándome...
EN ESE CASO... DÉJEME COMPROBAR LA CONSTANTE...
—Scribble, por favor, no...
Ella me apretó la mano con fuerza, intentando llevarme con ella. Pero yo estaba bien arraigado, utilizando el Vurt como si hubiera nacido en él.
—Tú sabes la verdad, Des. Mantén la fe. No dejes de pensar en mí.
Los ojos de mi padre abriéndose, rojo sangre en un cielo azul de Pleasureville.
—¡¡¡Scribble!!!
AHORA. YA LO TENGO... ESTÁ BIEN, SEÑOR.
—¡Hágalo!
y desdémona cayendo el roce de sus dedos el regalo de sus ojos cayendo cayendo en los ojos de nuestro padre y hacia un lugar del que atisbo las ramas moviéndose y la luna en el lago en el parque donde el mundo es bueno y la lluvia tierna...
Me saqué la Amarilla Rara de la boca, dejando allí la Plateada. Todas las capas cayeron hasta que solo vi oscuridad.
SUPONGO QUE DEBERÍAMOS HACER ALGO CON USTED.
—Supongo que sí —contesto.
El menú se despliega.
1. AZUL
2. NEGRO
3. ROSA
4. PLATEADO
5. VIDA
6. GATO
7. AMARILLO
8. HOBART
POR FAVOR, SELECCIONE LA PUERTA QUE DESEE. NO ES QUE TENGA MUCHAS OPCIONES...
—Deme un seis, por favor... general.
Cayendo...
El general Olfato estaba sentado a la mesa, preparando tres rayas de polvo Ahogo.
—Dios mío, lo necesitaba.
Yo no dije nada. La puerta del Gato Cazador estaba un poco más allá.
—Ahora tengo un problema con la señora Hobart. —Hizo una pausa entre esnifada y esnifada—. Hay que dar cuenta de todo, ¿sabe? Ella quiere un informe completo. Eso es mucho trabajo y la culpa es toda suya. Ella por poco se despierta. ¿Conoce las consecuencias de que la señora Hobart se despierte antes de la hora adecuada? ¿Lo sabe? ¿Y si tuviera que dejar de soñar? Es impensable. Todos perderíamos nuestro trabajo, incluyéndole a usted, señor Scribble... —Me miró—. Oiga, ¿está usted llorando?
Yo no sé lo que estaba haciendo. Solo que la espalda me mataba. Me sentía débil y la habitación se ladeaba levemente.
—Oiga, ¿puedo...? —El general Olfato se había levantado de su silla y había cogido un pañuelo de celulosa. No sé qué aspecto tenía yo, pero el general se detuvo en seco incluso antes de acercarse mucho—. Dios mío... cómo le han cortado... déjeme...
—Déjelo, general. Me gustaría ver al Gato, por favor.
—Ahora mismo, señor.
Empecé a desmayarme.
Pero ahora la puerta del despacho estaba abierta.
El Gato Cazador esperaba allí para saludarme.
<**s_a_l_t_o***d_e***p_a_g_i_n_a**>