MIS PRIMERAS PALABRAS

Bajé de Pleasureville a las dos o quizá las tres de la tarde. Había asistido al lecho de enfermo de mi mejor y peor amigo. Había cortado el pelo. Había separado a dos personas unidas, cortándolas en dos. En fin, era uno de esos días. Y ahora estaba cansado, tan cansado que solo quería dormir, aunque sabía que tenía que moverme, salir de allí, porque los polis tienen tu número, Scribble, y quizá estés en la lista de condenados a muerte. La lista de Murdoch.

Pues ¿sabes qué, Murdoch? Tú estás en la mía.

Con todo aquello, yo no debía quedarme allí echado, pensando en aquel sofá, completamente vestido. Los ojos se me cerraban, bajo el peso del mundo, pensando en cómo había empezado aquella historia: Mandy saliendo de aquella vurtería abierta toda la noche, esquivando a perros y polis.

¡Joder! Ya estaba otra vez rebobinando la memoria.

Me levanté bruscamente, dándole un susto a Karli, que jugaba con Twinkle.

—¡Dame un papel, niña! —le dije, mientras buscaba en los bolsillos algo para escribir. Llevaba algunos restos del viaje y los fui dejando todos sobre la mesa. Mi tarjeta de cumpleaños. La pluma de Tenia que me había dado Beetle. La carta del Loco. Lo puse todo allí y estuve contemplando la colección durante un buen rato.

Mi mente era como un extraño.

Twinkle puso un viejo cuaderno escolar en la mesa y alargó la mano hacia la tarjeta de cumpleaños.

—¡Oh, Scribb! ¡Ha recibido una tarjeta de cumpleaños! ¿De quién es? A ver...

La detuve con una bofetada en la cara.

Mierda...

Ella retrocedió, apretándose la mejilla, con los ojos llorosos.

Oh Dios... no debía haberle pegado... qué me estaba pasando...

—Señor Scribble... —La voz de Twinkle.

Hice lo que pude para olvidar lo que acababa de hacer, cogí el bolígrafo, abrí el cuaderno y garabateé algunas palabras, las primeras que había escrito en semanas. Y recuerdo haber pensado que si alguna vez salía vivo, con aquel cuerpo y alma aún conectados, contaría toda la historia, y así es como empezaría:

Mandy salió de una de esas vurterías abiertas las veinticuatro horas, con una bolsa de la compra en la mano.

Muy bien, han pasado veinte años, y solo empiezo a entrar en ello. Pero ¿quién lo está contando?

Cerré el cuaderno, dejé el bolígrafo, cogí la tarjeta de cumpleaños, leí el mensaje de Desdémona, dejé la tarjeta, cogí la pluma y la carta del tarot. Me movía como un robot barato fabricado en Taiwan.

Volví al sofá, me eché, con la pluma en una mano y la carta del Loco en la otra. Sonó la voz de Twinkle:

—Señor Scribble...

No levanté la vista.

—¿Qué haces?

—Entrar.

Di un último vistazo a la carta del Loco; el joven que da un paso ligeramente hacia el abismo, con todo su mundo envuelto en un zurrón al hombro, y el perro mordisqueándole los talones, intentando detener su caída. Ahora empiezo a captar el mensaje, querida Suze. Felicidades por la carta elegida. ¿Entonces, tú pensabas que yo era un loco? Muy bien, pues actuaré como tal. Seré lo que tú querías, Suze.

—¿Puedo entrar? ¿Puedo? —suplicó Twinkle.

—Esto es privado —le dije, y metí la pluma más adentro, al fondo del pozo. Conozco mis momentos y mis lugares. Y aquel era el momento de irse. Fuera de aquel tiempo y de aquel lugar.

La pluma de la Tenia estaba a medio camino de mi garganta y yo ya sentía las ondas acercándose sobre el tema musical principal que crecía, intercalado con los créditos. Pero luego las ondas empezaron a retroceder, llevándose la música con ellas. Me llegaba primero la bajada y luego el impacto de cada nota, y ya estaba allí, en alguna parte, perdiendo la sensación de inquietud, la conciencia del ahora.

Me estaba invirtiendo.

Mandy salió de una de esas vurterías abiertas las veinticuatro horas, con una bolsa de la compra en la mano.

Eso está bien. Solo que a veces queremos cambiar un poco las cosas. Queremos que las cosas sean mejores. Como deberían haber sido.

¿Eso no es un crimen?

Solo es un momento de estupidez, nada más.

A ver, ¿quién no ha deseado algo así en algún momento? Sentir la bajada antes de la subida, ir hacia atrás...

Le di un último impulso a la pluma y me fui, seguí profundamente la onda, nadando con la ola, surfeando de vuelta a casa, mientras el estribillo y los créditos se desvanecían...