NANA AZUL
Me desperté dentro de un sueño. Estaba rodeado de lana, en un estado de absoluta comodidad. Derivaba lentamente hacia las densas capas de murmullos y suave tacto, con cinco preciosos ángeles que me cantaban nanas. Era muy agradable.
Como un sueño.
Cinco ángeles acariciándome con plumas de una tonalidad azul celeste.
Uno de los ángeles tenía el pelo rubio y un tatuaje en forma de dragón en el antebrazo izquierdo. Se llamaba Desdémona. Otro teñía el pelo negro y los ojos negros perfilados con lápiz de ojos y los párpados caídos, y el humo salía de su cuerpo. Se llamaba Bridget. El tercero tenía seis brazos, para acariciarme mejor. Se llamaba la Cosa. El cuarto tenía los dientes como diamantes, patas blandas y una larga lengua húmeda y feliz. Se llamaba Karli. El último ángel era gordo, pero lo llevaba bien, y tenía dos pares de ojos, uno rojo y otro blanco. Se llamaba Furgoneta.
Los cinco tenían plumas en las manos y cada uno utilizaba una técnica distinta para tocar. Sus suaves aleteos me recorrían la piel. Yo estaba desnudo. No sentía vergüenza. Algo nada habitual en mí. Solo disfrutaba con las sensaciones; las voces de los ángeles, la cálida presa del sueño.
¿Era solo un sueño?
Alargué la mano para tocar el primer ángel. Desdémona. La sangre había empezado a gotear de diminutos pinchazos en su piel. Tenía mis dedos en su boca y los chupaba. Luego me mordió uno con fuerza, el dedo se abrió y ella empezó a chupar la sangre.
—¿Me encontrarás alguna vez, Scribble? —me preguntó.
Yo no tenía respuestas que darle a mi hermana, excepto acercarme a ella y abrazarla. Nos fundimos en un beso...
—¡Scribble! ¡Quítate esa mierda de pluma de la boca!
Aquella era la voz de Beetle que entraba en el sueño. Y alguien me abría la boca a la fuerza.
—Ya sabes que está prohibido. ¡Nadie entra solo!
Abrí los ojos. A la fuerza. Los ojos de Beetle me miraban fijamente, desde muy cerca. Me metía las manos en la boca, como si fuera un puto dentista.
—¡Deja de morderla! —exclamó.
¿Morder qué? El metió los dedos hasta el fondo y sacó algo suave y aleteante que se había refugiado allí.
—¡La tengo! —anunció Beetle, sacando una pluma azul de lo más hondo de mi garganta. La blandió como si fuera un tesoro mientras yo tenía arcadas y me convulsionaba, boqueando para tomar aliento.
—Lo siento —jadeé—. Estaba soñando... Soñando...
—¡No estabas soñando, desgraciado! —dijo Beetle—. Estabas entrando solo. Y eso no se hace.
—Lo siento, Bee...
—A tomar por culo. Vete a tomar por culo y muérete si te da la gana. Pero hazlo fuera de aquí.
Yo miré la pluma azul que me había sacado de la boca.
—¿Qué estaba haciendo?
—Una Nana Azul. Ya sabes que es para niños.
Yo respiré.
Volví a respirar.