FULGOR
—Todo bien, oficiales. Tenemos a este.
Al oír a Murdoch, los cuatro policías retrocedieron un poco, apoyándose contra sus coches, como si fuera una jugada fácil.
Yo estaba en el umbral de la casa de los perros, rodeando firmemente a Twinkle por los hombros y el pecho con ambos brazos. Karli gruñía al polisombra, pero se mantenía bajo control. Mandy estaba delante de nosotros, bajo la lluvia, y vi el brillo del agua en su pelo. A mis espaldas, la puerta de Turdsville seguía abierta, pero yo no podía arriesgarme a hacer ningún movimiento con Takshaka enfocándome. Estábamos entre la espada y la pared.
—Lástima lo de Tristán —dijo Murdoch.
Tenía el pelo completamente empapado. Parecía una ahogada agonizante y la intensa expresión de su objetivo, en aquella cara mordida por el perro, empezaba a decirme algo.
—¿Sí? —le contesté.
—Sí. Murió durante la custodia.
—Ah, ya —dije, pero mi corazón cayó rápidamente en la desesperación y sentí como si el mundo se deslizara ligeramente hacia un lado, tal vez como la lluvia que caía inclinada hacia un extremo.
—Lo han encontrado esta mañana —estaba diciendo Murdoch—. Se ha colgado de los barrotes de la ventana. Supongo que no ha podido soportarlo.
—Supongo que no. —Yo la esquivaba, la dejaba pasar, esperando a que llegara cierto momento, cierto momento perdido.
—¿Adónde ha ido a parar el tipo duro? —preguntó Murdoch.
¡Buena pregunta, joder!
—¿Quién? —le pregunté yo.
Ver colores...
—Beetle.
—Tú lo mataste, Murdoch. Aquel Mandel acabó con él.
—Él se cargó a uno de los nuestros.
La voz de Murdoch era dura y fría cuando habló, y entonces entendí la historia, lo que estaba pasando y por qué hacía retroceder a los estúpidos polis.
Aquella policía se lo había tomado personalmente.
Supongo que esperaba a que hiciéramos algún movimiento, cualquier pretexto legal para disparar.
¡MURDOCH! CAPTO UNA PISTOLA, ¡VA ARMADO!
Sus focos oscilaban a mi alrededor, intentando encontrar el arma perdida. No parecía cómoda en el aire nocturno, como si su hogar real estuviera en el Vurt Takshaka y aquello fuera solo una vida aburrida y empapada de lluvia.
—¿Quieres usarla, Scribble? —preguntó Murdoch.
... y no preocupándote de la esquina de la casa...
—No podría contigo, Murdoch —contesté, representando mi papel—. Tú eres la mejor.
Vislumbré un movimiento cuando Mandy sacó la pistola de detrás de los pantalones, manteniéndola escondida a la espalda.
Cuidado, soldado. Solo queda una bala.
Murdoch sonrió. Luego, alguien la llamó.
—¡Murdoch!
¡La voz de Beetle! Llena de colores.
La agente volvió la cabeza, solo una fracción, lo justo, hacia el lado del edificio. Todos nos volvimos para ver a Beetle en todo su esplendor, saliendo del callejón lateral, bañado en su arco iris.
Karli empezó a aullar.
Beetle estaba desnudo. Su cuerpo era una ráfaga de formas cambiantes. Beetle ya no era de carne. Los fractales habían tomado posesión de él, moviéndose en giros y arabescos por todo su cuerpo. Era el Hombre Brillante, el fuego de artificio andante. La oscuridad se fundía y brotaba a su alrededor cuando se movía, a través de un halo de fuego, y la lluvia se convertía en chispas al tocar su piel. Lo mejor de todo era que Beetle andaba con aquella calma y soltura de Viajero Furtivo que yo nunca había conseguido dominar.
Aquello era estilo. El tío tenía estilo.
—¡Murdoch! —gritó de nuevo, y las palabras llegaron en colores—. ¡Déjalos en paz! —Los polis de carne y hueso hicieron un torpe movimiento alejándose de sus vehículos, cogiendo sus armas para tranquilizarse, cegados y alterados. Uno de ellos intentó coger a Beetle. ¡Mala idea, colega! Con solo tocarlo y aquel poli ya estaba chisporroteando. Se puso de todos los colores antes de caer sobre el pavimento. El poli dejó un bonito cuerpo. En la confusión, empujé a Twinkle hacia atrás, hacia la puerta abierta. Ella sujetaba a Karli por la correa, y a la roboperra no le gustaba perderse la acción.
—Entra en la casa, niña —susurré con dureza—. ¡Venga!
La eché hacia atrás, con la perra, situándome entre ellas y el conflicto. Quería que Twinkle y la perra estuvieran juntas, en caso de que todo saliera mal.
Murdoch vio a Beetle acercarse a ella e hizo girar su pistola, gritando a los demás polis:
—¡No os compliquéis!
Solo Shaka mantenía sus focos alineados, yendo de mí a Mandy.
¡MURDOCH! ¡NO ES SCRIBBLE! ¡ÉL NO TIENE EL ARMA!
—¿Qué? —Ahora Murdoch parecía nerviosa, sin saber dónde mirar.
¡NO ES SCRIBBLE!
Takshaka había enloquecido, disparando sus rayos hacia todas partes. Uno de aquellos rayos, rojo ardiente, tocó a Beetle en el pecho. El Hombre Brillante se limitó a llevarse el calor a bordo, adorándolo, hasta que sus colores brillaron como diamantes de serpiente.
Uno de los otros polis de carne lo recuperó, lo perdió, se dejó invadir por el pánico y empezó a disparar. Beetle ni siquiera se movió. Algunos fragmentos de su cuerpo se separaron por el impacto de la bala, mientras los colores ardían. Beetle siguió erguido...
Oh, Bee.
... erguido mientras otros polis abrían fuego. Ya estaba casi con Murdoch y ella también le disparó. Le dio de lleno y su cuerpo estalló, astillándose en una lluvia de fractales. Y los colores empezaron a desecarse en mi vida. En espacios. Me llegaba la voz de Beetle.
Mi nombre escrito en una nube de chispas en el aire de la noche, en el aire nocturno de Manchester. Y luego cayendo a ninguna parte, donde viven los ángeles.
¡ES LA CHICA! Takshaka había enfocado a Mandy.
Murdoch empezó a volverse de nuevo hacia nosotros, pistola en mano, pero Mandy ya estaba fuera, en el borde de la nada, observando cómo Beetle perdía la carrera y ella lo llamaba por su nombre mientras...
¡Guarda algo por si acaso!
Yo me tambaleé hacia atrás dirigiéndome a la puerta de la casa de los perros.
... Mientras ella apuntaba con la pistola, activándola.
Ruido y llama.
Una bala trazando un camino de fuego.
Y mientras yo caía, bajo el peso de la Cosa, en el umbral, vi el cuerpo de Murdoch recibiendo la bala de fuego, de lleno, en el lugar del corazón.
Murdoch chilló y luego se oyó la explosión de disparos cuando los polis le dieron a Mandy. Su cuerpo cayó hacia atrás, salpicando de sangre y carne todas las paredes, mientras ella saltaba hacia las escaleras del fondo para aterrizar a nuestros pies. Yo tenía a Twinkle y a Karli apretadas contra la pared. Twinkle lloraba por Mandy y la perra aullaba. La Cosa seguía sujeta a mi espalda, contorsionándose, llamándome por mi nombre en voz alta. Y yo cerré la puerta de una patada mientras las balas abrían agujeros en la madera.
Una lluvia de astillas, dura como el cristal.
Estaba cerrando el pestillo, pero las balas acabaron con él.
Ahora estaba en el suelo, la Cosa me servía de cojín, Twinkle estaba a mi lado y Karli. Mandy en mis brazos, estrujada por mí.
En vano.
Aquello no la devolvía a la vida.
Los disparos se acallaron y llegó la transmisión de Takshaka, fuerte y furiosa, casi humana.
OS TENEMOS. SALID LIMPIAMENTE. NO TENÉIS OTRA SALIDA.
Perros aullando escaleras arriba.
Das Uberdog y Bridget de pie en el rellano de arriba, rodeados de perros gimientes. Toda la manada reunida, convertida en una perversa banda. Bridget me llamó para que subiera.
—¿Aquí es donde se acaba, señor Scribble? —me preguntó Twinkle.
—Todavía no —le contesté.
—Nosotros somos los Viajeros Furtivos, ¿verdad?
Volví los ojos a aquella cara bañada en lágrimas.
—Exacto —le dije—. Siempre al filo, nos gustan los extremos.
SALID LIMPIAMENTE.
NO TENÉIS OTRA SALIDA. NINGUNA OTRA.
¿Queréis apostar?
Nos dieron quizá dos segundos para decidir antes de disparar una sola bala en la parte superior de la puerta, como advertencia.
Twinkle chilló.
—No dejes que te asusten, Twink —le susurré.
—No tengo miedo, señor Scribble —contestó—. ¿No lo ha entendido?
Miré profundamente a aquellos ojos fuertes.
—Sigue chillando, pequeña —le dije.
Twinkle chillaba como una niña herida, como Cinders en una climática escena de amor.
VAMOS A MONTÁRNOSLO FÁCIL.
—¡Oye, Shaka! —grité—. Tenemos una niña aquí. ¡Esa mierda la ha herido!
LO SIENTO, SCRIBBLE. AQUÍ FUERA TENEMOS UNOS AGENTES MUY DISGUSTADOS. ACABAMOS DE PERDER A UNO DE LOS MEJORES. NO HAY PROBLEMA CON LA NIÑA. ENVÍALA FUERA, LA LLEVAREMOS AL HOSPITAL. ¿ESTÁS DE ACUERDO?
—No puedo fiarme de vosotros para eso —le grité.
¿POR QUÉ NO?
Lo dejé esperando cinco segundos antes de contestar:
—De acuerdo, Shaka. Mandaré a la chica fuera. Pero con calma. Nada de trucos.
DE ACUERDO. DE ACUERDO.
—Está muy mal.
TÓMATE TU TIEMPO.
Eso era todo lo que necesitaba.
Corrí escaleras arriba, arrastrando a Twinkle conmigo. Pasé junto a Das Uberdog, que sujetaba a sus pupilos con las manos, a la espera de una orden. Aquellos perros locos aullaban ansiosos, pidiendo sangre.
Sangre de policía.
El peor enemigo. La mejor carne.
—¡Echa a esos polis, Das! —gritó Bridget.
Cuando yo pasé, Das Uber ya conducía a los perros abajo, hacia la puerta principal. Karli observó a la manada mientras bajaban. La roboperra tenía una expresión de anhelo en los ojos.
—¿Quieres ir con ellos, Karli? —le preguntó Twinkle.
Karli saltó ante la ocasión, dirigiéndose escaleras abajo, detrás de Das Uberdog.
La policía esperaba que saliera una niña. Pero iban a encontrarse con una manada de devoradores de polis.
Me preguntaba cómo se lo tomarían.
—¿Tienes alguna otra salida, Brid?
Ella me sonrió y luego me dio la respuesta.
La chicasombra ni siquiera tuvo que abrir la boca.