nuestra vida era una ruleta rusa, dice mientras enciende un cigarrillo filipino con manos temblorosas y recompone como puede el rostro devastado, cada encuentro fortuito por bosques y espesuras sin otra ley ni oficio que aquel amor trocado en ejercicio, cada visita al reino de tinieblas que apaga los enojos con llama que consume y no da pena se convertían en una ordalía, el amado de cuya bodega bebíamos y abandonábamos ahitos de su sabrosa ciencia, no sería el instrumento elegido por el destino para aniquilarnos, el disfraz seductor del sayón por el que la maldita de las dos sílabas procedía a ejecutar su sentencia?, cuántas veces, sobre los brazos que más quiero, repetía en mis adentros los versos del sufí maestro de Ben Sida, el corazón dice que eres mi ruina, sea mi alma tu redención, ya lo sepas o no! y, rotas las telas de tan dulce encuentro, regresábamos a nuestras guaridas aterrorizadas, nos había tocado la negra fortuna?, estábamos contaminadas sin saberlo?, la fuente de contagio circulaba ya por nuestra sangre?, el adefesio había iniciado sus incursiones mortíferas por la aljama de las devotas y extendía desde allí sus estragos como reguero de pólvora, el guardián del pozo de la mina, en donde los ansiosos del cerco de presuras y de goces solían trabar sus miembros hasta hacer una piña, topó un amanecer con un denso e inquietante silencio y, de escalera en escalera, túnel en túnel, aposento en aposento, asistió al espectáculo de la gehena, no ya de los mares de luz oscuridad fuego agua nieve y hielo, sino del de cadáveres y cadáveres maniatados, con grillos en los pies y en el cuello, sujetos entre sí con cadenas, colgados de garfios de carnicero, inmovilizados para siempre en sus éxtasis por el índice conminatorio del pajarraco

qué hacer?, dice arropada con sus prendas de Archimandrita tras corregir levemente el trazado del rouge de sus labios, nuestra apariencia vistosa es nuestra condena y las autoridades exigen que nos disfracemos de pájaros, capturadas en nuestras madrigueras, en espera de las carretas y jaulas que nos deben transportar al estadio, discutimos, discutimos sin parar de la especie avícola que elegiremos como si se tratara de un baile de carnaval, una pardela de capirote negro y garganta blanca, cola ahorquillada, vuelo errático?, una paloma torcaz con obispillo gris, franja alar y cuello moteado?, un estornino negruzco, suavemente irisado de verde y de púrpura?, un ánade de moño colgante, bigotera naranja, anillo y lista ocular pálidos, anterior de las alas azul y espejuelo glauco?

arremolinadas en los columpios y bebederos de la pajarera en donde nos tienen expuestas, nos disputamos como colegialas para escoger nuestros atavíos y galas, combinando el modelo y color de los disfraces en un prurito de armonía delirante, no se duerma usted, por favor, me escucha?

estaba solo, se había eclipsado

sereno, alígero, propenso a volar a lo alto, sutil, incoloro, perfecto, me abismaba en la contemplación de las virtudes del pájaro solitario