otra vez el silencio, denso, persistente, compacto mientras acomodado junto al fichero que debe guiarte a la lectura de los textos capciosos, previsoramente retirados de circulación y caídos en un justo y perdurable olvido, observas de soslayo el callado y taciturno enfrascamiento de una docena de autóctonos ocupados al parecer en señalar con un lápiz y registrar en un cuaderno cuantos pasajes de discursos, resoluciones, propuestas y plenos les resultan sospechosos de alteración o novedad tocante al corpus de la doctrina
el señor mayor, la estampa obsesiva del aún joven señor mayor, vestido con su arrugado traje blanco y tocado con el sombrero de paja pese a la glacial temperatura reinante, las corrientes heladas que se filtran por las ventanas desprovistas de burlete, los cristales sucios y semiempañados tras los que cae suavemente la nieve, única imagen que conservas, amarilla, borrosa e incierta después de tantos años
eras él, como te inclinabas a veces a creer, o se trataba de un mero desdoblamiento?
las respuestas del personal de turno al que probablemente hiciste la pregunta no han aclarado tus dudas
había estado realmente allí, en un lugar semejante, durante aquel misterioso viaje al que, en tu entorno familiar, se aludía tan sólo con breves y desaprobadores murmullos?
lo que más te confundía y turbaba era la presencia simultánea en los pupitres de estudio del kirghis de edad indefinible vestido con un pijama listado y el imponente prior del monasterio griego acompañado del fámulo
no te enfrentabas una vez más, como en pasadas visiones, a un caso flagrante de anacronismo?
la primera incursión en los estantes superiores de la biblioteca con ayuda de la barra paralela al suelo en la que se engancha la escala de hierro te ha deparado una casi increíble acumulación de contrariadas sorpresas, los ejemplares que buscas y han motivado tu largo y agotador viaje al frío desde el otro extremo del continente incluyen numerosos fragmentos tachados, páginas arrancadas de cuajo en un santo arrebato de violencia, hojas cuidadosamente despojadas de toda idea molesta mediante la realización oportuna de cortes selectos con tijeras, navajas y guillotinas
borrones y manchas de tinta oscurecen la comprensión de pasajes esenciales, glosas y vituperios de hiena bardaje judehuelo ensucian la nitidez de los márgenes, párrafos de textos ajenos ensalzadores de la línea oficial y sobrehumanas virtudes del Jefe han sido pegados con descaro sobre los apartados y rúbricas más significativos, algunos volúmenes han sido mutilados al punto de resultar ilegibles y el original ha sido reemplazado en otros hoja por hoja con exposiciones doctrinales ortodoxas y comentarios anodinos, caparazones huecos con el título y nombre de autor que figuran en el fichero o rellenos de muy diferente y vulgar contenido, tu decepción es inmensa y, mientras espulgas afanosamente las obras alineadas en los estantes en busca de algún vestigio del pensamiento proscrito, contemplas asombrado a tu vecino, encaramado también a una escala paralela a la tuya con su abrigo de piel y gorro cosaco, absorto en la tarea de desgajar los últimos cuadernillos de un volumen ya destrozado y cambiarlos por otros de igual formato con una desfachatez rayana en cinismo, su empresa falseadora cuenta según adviertes con la condescendencia si no sostén del director de la biblioteca, los ujieres de servicio recogen en una cesta las páginas extirpadas y le tienden obsequiosamente desde abajo las que deben sustituirlas, cómo darle a entender que aquello es un fraude y atenta a tus derechos elementales de investigador?, con muecas y ademanes intentas afear y echarle en cara su desafuero pero el individuo no parece entender siquiera el sentido de tus gestos y, después de desencuadernar y romper los pliegos de un libro comprendido precisamente en tu lista de obras de consulta, te alarga con una beata sonrisa los que acaba de pegar con esmero al lomo interior de su encuadernación
las actas del último cónclave en el que, a pesar de las trabas y coacciones de la mayoría disciplinada y dócil, sumisa por entero al arbitrio del Jefe, unos opositores ya sulfúreos pudieron tomar la palabra han sido suplantadas con la retórica fiambre de un piadoso manual de divulgación!