terraza abalaustrada de la residencia de descanso, descoloridas meridianas entre macetones de hortensias, franja de mar apenas visible tras el arracimado verdor de los pinos, ademán de su mano indicando que no hay peligro, ningún empleado o enfermera ronda los parajes, los playeros han desaparecido, el día es templado y amable, sólo la falta de viento infunde a los abetos ordinariamente susurrantes una extraña y sospechosa quietud

el joven profesor de árabe viste con sencillez a la manera de su tierra, en su rostro magro y ascético, realzado por la espesura de la barba y el bigote negros, sus ojos brillan con remansada diafanidad

me llamo Ben Sida, dice, probablemente sepa de mí o mi nombre le sea familiar por los documentos y libros que ha consultado, es una pena que un conjunto de circunstancias que usted conoce tan bien como yo nos haya impedido comunicar hasta hoy pese al hecho de haber convivido algún tiempo en este infernal balneario, las autoridades habían aceptado la idea de un simposio como un mal menor, un medio de vigilar nuestros pasos y mantenernos bajo control, el acercamiento pluridisciplinar a la obra del santo les llenaba de ansiedad, su ambigua tesitura espiritual, la posible conexión de sus versos no sólo con los tradicionales epitalamios judíos sino también con los raptos y alucinaciones de nuestros místicos y alumbrados les hacía temer que les arrastráramos a un terreno escabroso y erizado de peligros, el de un ejido común a experiencias distintas y aparentemente enfrentadas, la mera idea de sus afinidades secretas con la mahometana secta e incluso con las nieblas de la ciega gentilidad conturbaba profundamente sus almas, el prior y los inquisidores juzgaban la iniciativa blasfema, cómo un santo y doctor de la Iglesia podía haber incurrido en esos dislates y extravagancias?, ni los frailes fugitivos de sus conventos, dados al trato asiduo de brujas y mujerzuelas, habían llegado a extremos de temeridad semejante!, no les cabía en la cabeza que, bastantes siglos atrás, nuestros poetas hubieran predicado también la vía unitiva, la indispensable referencia a Ibn Arabi, Ibn al Farid, Mawlana y Al Hallax les confundía y alborotaba, la radicalidad de un lenguaje que entroncaba con la embriaguez mística, saliva con vino entremezclados en boca del Amado, sacudía la firmeza de su propio suelo, lo que para nosotros es aguja del norte que guía y protege a los mareantes encarna para ellos la ingénita maldad asociada en sus espíritus a la religión execrada, el cúmulo de coincidencias, similitud de imágenes, vaguedad conceptual, ruptura del sistema de equivalencias, expansión infinita del sentido de los vocablos captados por los comentaristas y exégetas de los dos campos les parecía el fruto de una conspiración perversa contra la figura embalsamada que celan, cómo sensibilizarles al fulgor de una visión poética capaz de traducir una experiencia sin límites en sus derrames y desbordamientos, hacerles comprender que la variedad y fluidez de los estados del alma en trance de amor no puedan expresarse sino mediante un lenguaje igualmente rico y complejo como el que hallamos en el Elogio del vino, Diván de Chams Tabrizi o Intérprete de los deseos, persuadirles de que las nociones y símbolos de apretura y anchura, subida al monte, fuente interior, lámparas de fuego o pájaro solitario sobre los que unos y otros trabajamos no obedecen muy probablemente a lecturas furtivas del santo sino a vivencias convergentes en un deliquio y suspensión ajenos al cuerpo de las doctrinas?, sus sicarios se habían adueñado de nuestras ponencias y las escudriñaban febrilmente, don Blas invocaba al espíritu de la Cruzada y exigía un auto de fe de las obras impías, después de retenernos con mil pretextos en la casa de descanso exhibían abiertamente su fuerza y pretendían amedrentarnos, todo error o imprudencia les procuraba la ocasión que perseguían, el señor mayor, el Archimandrita y su fámulo cayeron uno tras otro en las redes de su justicia, habían pillado al seminarista en la cámara oscura de una alhama y, sometido a tortura, un testigo afirmó haberle oído exclamar en su gozoso derretimiento «por qué no vendrá el Turco y ganará esta tierra para que cada uno viva como quiera?», frase que, admitida por él, ante la amenaza de la inmersión repetida en una tinaja, determinó su rigurosa condena, de nada le valió que en su terror diera la lista completa de sus cómplices y les abrumara a cargos delirantes y falsos, exhibido en la jaula, con las contaminadas, fue conducido en procesión al polideportivo y entregado a las llamas, sus voces y lamentos de oh cuitada de mí se prolongaron durante minutos, no los escuchó usted?, no hubo modo de escapar a ellos aunque me había tapado los oídos y sepultado la cabeza bajo un montón de almohadas

en el escenario vacío de la mansión de reposo no se mueve una hoja ni se divisa a un alma

el silencio!, por qué este silencio?

(eres tú quien ha hablado, transformando la pregunta en una especie de grito?)

no le han prevenido? dice Ben Sida, la región entera ha sido evacuada, hablan de una nube radiactiva para eliminar el virus pero no confío en sus palabras, temía que, si no me escondía, me obligaran a subir en los camiones y me llevaran con los demás al estadio