recuerdo de pasos por el largo corredor del piso alto, baldosas blanquinegras en forma de damero, muebles de época, grabados de tema alegórico, estatuilla de la Virgen como una nínfula exangüe y doliente envuelta en un manto morado, retratos de damas provectas y antepasados severos, calor veraniego, zumbido de insectos, probablemente caminas descalzo
estás en el despacho del tío y examinas los libros encuadernados de rojo y oro alineados en los estantes de la librería, manuales de historia, recopilaciones de obras jurídicas, tratados de divulgación médica y científica, obras piadosas, estampa en color de un santo varón cobardemente asesinado por los del otro bando, dueño y señor de aquel aposento solitario, entregado al brujuleo de tu curiosidad precoz, estimulante comezón impulsiva
has abierto una de las puertecillas laterales de ebanistería del mueble escritorio dentro del cual se apilan cajas de cartón con fotografías, recuerdos familiares, fajos de cartas vetustas y descubres pronto una imagen, su imagen, el señor mayor con un traje blanco arrugado y un sombrero de paja que no sabes todavía quién es aunque su figura te atrae y cautiva
has adivinado, pese a tu corta edad, que se trata precisamente del que ha sido proclamado para siempre inexistente, eliminado de la memoria del clan, excluido como un ser fantasmal de las pláticas y evocaciones de sobremesa en la terraza de balaustrada musgosa y macetones de hortensias?, del hombre sin faz cuyos signos han sido borrados, esfumado en un sueño remoto, desdibujado y efímero?, qué vínculo secreto os une, no obstante la hostilidad del entorno, capaz de convocarte día tras día a su contemplación silenciosa aprovechando el momento en que los adultos leen, conversan o rezan el Santo Rosario en las meridianas y sillones de ostentoso respaldo distribuidos en la terraza y jardín?, es el mismo que protagonizará luego tu aproximación biográfica trunca, compuesta con retazos dispersos, como un puzzle de piezas perdidas e imposibles de recobrar?, la saña rememorada por el Archimandrita tocante a la destrucción de documentos y pruebas molestos no hallaba una confirmación fulgurante en los anales de tu propia familia?
el señor mayor, la imagen única, ya tenue y casi desvanecida del señor mayor con su traje blanco arrugado y sombrero de paja que te fue brusca y definitivamente arrancada de las manos cuando, absorto del todo en examinarla, no advertiste los pasos del tío en el pasillo ni su entrada sigilosa en el cuarto, sorprendido en flagrante delito de una ocupación vergonzosa y prohibida, tan fea y abominable como lo sería años más tarde la funesta propensión a masturbarte sin tener en cuenta la aflicción de la Virgen y el temor a las penas eternas
vaya con el niño!, quién te ha dado permiso de meter la nariz en mis papeles y tocar lo que no te interesa?