cómo y cuándo se había introducido en la celda? al abrir los ojos o cambiar de postura en el pobre jergón en el que yacía, le había divisado de pronto revestido con toda la pompa de las grandes solemnidades, capa pluvial con orillos de pluma, mitra con penachos de coracero, anillo pastoral y báculo en forma de cetro, conjurándole con gestos y ademanes a que hablara paso, no turbara el silencio, había venido de lejos, muy lejos, desde la casa jardín de descanso, a prevenirle y reconfortarle, sirviéndose de toda clase de estratagemas para entrar en el monasterio y adormecer las sospechas de los frailes, un trayecto azaroso, plagado de trampas y peligros hasta dar con él, con la mazmorra en donde le tenían sepultado, había consultado las actas del capítulo de la Orden y sus cargos, aunque infundados, eran muy graves, se le acusaba de falso, contumaz, delusorio, arrogante y blasfemo, de haber sostenido con gran pertinacia y luciferina soberbia, en vituperio de los doctores y autoridades, una cáfila de proposiciones erróneas, malsonantes, contumeliosas y heréticas, de seguir la diabólica senda de los ofitas, carpocracianos, nicolaítas, adamitas, priscilianos y demás precursores de los modernos alumbrados, dejados, arrobados y transpuestos, de querer mantener el alma en un estado de suspensión y quietud, desechar los simulacros de la oración vocal y toda muestra de devoción externa, aniquilar la propia voluntad y ceder a la suciedad de los apetitos para mejor mortificar los afectos, han mandado emisarios a las principales medersas de Oriente a recabar información sobre los shadilíes, están convencidos de que existen puntos de convergencia secretos entre sus poemas y los de los visionarios y místicos de la ponzoñosa secta mahometana, sus espías andan escudriñando las tesis sobre el tema y no se recatan de fotocopiar y apoderarse de nuestros papeles, el señor mayor con el sombrero de paja con quien nos cruzábamos en el balneario fue raptado y sometido a la tortura del cordel y la jarra de agua, querían sonsacarle sus glosas a la lectura de Ibn Arabi e Ibn al Farid pero, avisado por mi fámulo, se tragó las más comprometedoras y arrojó las otras al excusado, el joven profesor de árabe pudo eclipsarse a tiempo y permanece en algún escondrijo huyendo del prior de la Orden y la violencia de sus sicarios, quería comunicarse a toda costa con usted y hacerle llegar un mensaje cifrado que, a última hora, en el apremio de su fuga, no alcanzó a entregarme, corren tiempos muy recios, caminos y fronteras están estrechamente vigilados, los malsines rastrean los pueblos en busca de presa, las sospechosas de enfermedad son sometidas a tests sanguíneos y aparcadas en los estadios, cuando vengan a interrogarle no diga una palabra sobre mi visita, las pruebas de que disponen para incoar el proceso son todavía endebles y debe preparar su defensa contra cualquier vinculación con herejías anteriores y ya condenadas, el lenguaje multiforme e infinitas posibilidades significativas de sus versos les tiene perplejos, la confusión de espacios, tiempos, temas y personajes les envuelve en un sueño despierto del que inútilmente intentan zafarse, evite sobre todo la relación de la noche oscura con la cámara negra de nuestros éxtasis y derretimientos, la alhama de la Doña sigue precintada y las supervivientes de la visita del adefesio, la de las piernas zancudas e interminables, pueden ser convocadas de un momento a otro para establecer los hechos, nuestra venturosa presencia en los lugares, la menor imprudencia suya, una interpretación literal del entremos más adentro en la espesura, corre el riesgo de ponerles sobre la pista y alimentar las llamas del fuego que nos preparan, mi fámulo ha seducido al carcelero con su bonita túnica de seminarista y sus ligas rosas pero la ronda de los frailes no tardará en llegar y me obliga a interrumpir mi misión apostólica, no hable, no conteste, no me mire, dése la vuelta y cierre los ojos, lo indispensable ha sido dicho, no demoremos el encuentro ni prolonguemos el negocio, esperaré a que esté usted dormido para escurrirme de esta horrible cárcel