había perecido ahogado, sumido en la espiral del remolino, atraído al vórtice del abismo por la fuerza torrencial de las aguas?

una neta sensación de asfixia y la conciencia de haber luchado en vano contra la irresistible succión que le tragaba abonaban la tesis de la caída, sorbido por la vorágine evacuatoria de las acometidas camino de la red de alcantarillado alguien, arriba, había accionado simplemente una palanca, impulsando la tromba de agua y su descenso a las entrañas envuelto en las volutas del torbellino?

como esas cucarachas, moscas u hormigas aposentadas en la taza del excusado que examinamos brevemente, con oscura satisfacción, antes de desencadenar el mecanismo exterminador de su existencia parasitaria, había sido contemplado a su vez por el omnímodo e ignoto ejecutor de otra sentencia igualmente azarosa e inapelable?

quién, cómo, por qué?

ninguna respuesta o explicación, sólo el recuerdo de su sofoco, inmersión, busca desesperada de aire