Capítulo 36
Las pesadillas llegaron enseguida como una nube gris de confusión venenosa que nubló mis sentidos y distorsionó mi percepción. Durante un momento, me quedé colgando sujeto solo por la muñeca sobre un infierno de fuego, humo y criaturas horribles, el acero de las esposas me sujetaba rasgándome la piel, haciéndome sangrar. El humo me asfixiaba, me obligaba a toser y cuando empecé a desvanecerme, la vista se hizo borrosa.
Entonces ya estaba en un lugar nuevo. En la oscuridad. La piedra fría sobre la que me encontraba me dejó helado. A mi alrededor había seres que susurraban en las sombras. Ruidos ásperos. Eran sonidos sibilantes en voz baja acompañados del brillo de algunos ojos perversos. El corazón se me salía por la boca.
—Ahí estás —susurró una de las voces—. Vi como te cogían, ya sabes.
Me senté mientras temblaba a impulsos.
—Sí, bueno. Por eso los llamo monstruos. Es lo que hacen.
—Lo disfrutaron —dijo la voz susurrante—. Si pudiera grabarte en video.
—La televisión te pudrirá el cerebro, Kravos —dije.
Vislumbré algo en la oscuridad que me dio un golpe en la cara. El puñetazo me hizo tambalearme. Empecé a ver de color rojo, borroso y mis imágenes se hicieron un poco más nítidas al sentir un dolor fuerte pero no me quedé inconsciente. Normalmente en los sueños no ocurre.
—Las bromas —dijo la voz—. Las bromas no te van a salvar ahora.
—Madre mía, Kravos —murmuré, levantándole de nuevo—. ¿Escribes un libro de texto con respuestas estereotipadas para los malos o qué? Juégate el todo por el todo. Ya que vas a matarme de todas formas, me podrías revelar tu plan secreto.
La oscuridad se desdibujó otra vez. No me molesté en intentar defenderme. Me tiró al suelo y se sentó encima de mi pecho.
Miré fijamente a Kravos. En torno a él había figuras y formas que eran como ropajes cubiertos de neblina. Podía ver la figura del demonio en sombras a su alrededor. Podía ver mi propia cara moviéndose entré las capas. Vi a Justine, a Lydia. Y allí en el centro de esa masa difusa en movimiento, vi a Kravos.
No parecía muy distinto. Tenía mala cara, estaba delgado y tenía el pelo oscuro con alguna cana. Llevaba la barba sin recortar pero eso solo hacía que su cabeza pareciera deforme. Tenía los hombros anchos, fuertes, y símbolos pintados en el pecho con sangre, rituales cuyos significados casi no alcanzaba a comprender. Levantó las manos y me dio otros dos puñetazos en la cara que fueron como explosiones de dolor.
—¿Qué pasa con tus burlas ahora, mago? —gruñó Kravos—. ¿Dónde están tus bromas? Débil, mezquino, tonto farisaico. Vamos a pasárnoslo muy bien hasta que venga Bianca a acabar contigo.
—¿Eso crees? —pregunté—. No estoy seguro. Es nuestra primera cita. Podríamos ir paso a paso.
Kravos volvió a darme en el puente de la nariz y empezaron a caérseme las lágrimas.
—¡No tiene gracia! —gritó—. ¡Vas a morir! ¡No puedes tomártelo a broma!
—¿Por qué no? —contesté—. Kravos, te expulsé con un trozo de tiza y un muñeco Ken. Eres el lanzador de hechizos más cómico que he visto nunca. No esperaba ni siquiera poder echarte así, puede que el vínculo con ese muñeco funcionara porque era anatómicamente correc…
No pude ni acabar la frase. Kravos gritó y le dio a mi otro yo, el del sueño, un golpe en la garganta. Parecía real. Sentí como si me poseyera de verdad, su peso sobre mi cuerpo debilitado, sus dedos aplastando mi tráquea. El corazón me latía a toda velocidad. Luché contra él, con movimientos reflexivos e inútiles, pero que no servían para nada. Siguió ahogándome, incrementando la presión. La oscuridad inundó mi sueño y supe que seguiría así hasta que estuviera seguro de que me había matado.
La gente que tiene experiencias cercanas a la muerte normalmente habla de que se mueven hacia la luz que hay al final del túnel. O suben hacia la luz, o vuelan, o flotan o se caen. Yo no sentí eso. No estoy seguro de cuál era la relación de eso con el estado de mi alma. No había luz, ni voz que me llamara con dulzura, ningún lago de fuego al que caer. Solo había silencio, profundo e intemporal, en el que el latido de mi corazón resonaba en los oídos. Sentí una presión extraña en la piel, la cara como si hubiera atravesado una pared de plástico.
Sentí un ruido sordo encima del pecho, y un repentino alivio de la quemazón que notaba en los pulmones. Después otro ruido sordo. Y luego más alivio en los pulmones. Y después más golpes en el pecho.
Mi corazón se volvió a poner en funcionamiento poco a poco, dubitativo, y sentí que respiraba un poco. La sensación de la envoltura de plástico me arrastró un momento y después desapareció.
Me estremecí y luché por abrir otra vez los ojos. Cuando lo hice, Kravos, que todavía me tenía cogido por la garganta, movió los ojos de susto.
—¡No! —gruñó—. ¡Estás muerto! ¡Estás muerto!
—Susan le está practicando la respiración cardiopulmonar —dijo alguien detrás de él. Kravos movió la cabeza para mirar justo a tiempo de que le dieran un golpe en la barbilla. Gritó de miedo y se levantó de encima de mí.
Conseguí respirar otra vez y me senté.
—Madre mía —dije—. Ha funcionado.
Kravos intentó ponerse de pie y se apartó, con los ojos abiertos del todo, mirando delante y detrás entre donde estaba yo y mi salvador.
Mi salvador también era yo mismo. O más bien, algo que se parecía bastante a mí. Era mi figura y mi color, y tenía hematomas y heridas, junto con algunas quemaduras por todo el cuerpo. Su pelo estaba totalmente alborotado, tenía los ojos hundidos lo cual formaba dos círculos negros en una cara pálida y enfermiza.
Mi doble me miró y dijo.
—Ya sabes. Nos parecemos tanto.
—¿Qué es esto? —dijo Kravos—. ¿Qué truco es este?
Me ofrecí a mí mismo una mano para levantarme y la acepté. Tardé un poco en estabilizarme pero dije:
—Caray, Kravos. Es tan estrecha la frontera entre este mundo y el espiritual, que suponía que ya lo sabrías a estas alturas.
Kravos nos miró a los dos y nos enseñó los dientes.
—Tu fantasma —dijo.
—Técnicamente —dijo mi fantasma—. En realidad Harry ha estado muerto un minuto. ¿No te acuerdas de qué están hechos los fantasmas? Por regla general, no habría energía suficiente para crear una imagen como yo pero como él es mago, un mago de verdad no una burda imitación como tú, y con la frontera con el Más Allá en un estado de movilidad tan grande, era casi inevitable.
—Muy bien dicho —le dije a mi fantasma.
—Date por contento de que tu teoría haya funcionado. En solitario no habría sido capaz de conseguirlo.
—Bueno, gracias a que Kravos está aquí. Fueron él, Bianca y Mavra los encargados de provocar la agitación necesaria para que esto funcionara. —Miramos a Kravos—. No vas a lanzar un ataque cuando estoy inconsciente por la droga, hermanito. No va a ser como la última vez ¿alguna pregunta?
Kravos se lanzó hacia mí hecho una furia. Consiguió dominarme y cayó encima de mí, con demasiada fuerza para vencerle directamente. Le metí un dedo en un ojo. Gritó y me mordió la mano.
Y entonces entró en escena mi fantasma. Puso las manos en el cuello de Kravos y se echó hacia atrás, tirando del cuerpo del hombre, inclinándolo. Kravos se resistió y luchó, moviendo los brazos, con la fuerza de una bestia enloquecida. Mi fantasma era un poco más fuerte que yo, pero no podría sostener a Kravos mucho tiempo.
—¡Harry! —gritó mi fantasma—. ¡Ahora!
Cogí a Kravos por la garganta, volcando toda la frustración y la furia que sentía. Levanté mi mano izquierda y los clavos de mi sueño se extendieron como garras relucientes. Kravos me miró aturdido.
—Kravos, ¿crees que eres el único que puede jugar en los sueños? Si hubiera estado preparado para recibirte la última vez, nunca habrías podido hacerme lo que me hiciste. —Mi boca se retorció y se alargó como un hocico—. Esta vez, sí estoy preparado. Estás en mi sueño ahora. Y me voy a llevar lo que es mío.
Le metí la mano en las tripas. Las abrí con mis garras y las devoré, igual que él había hecho conmigo. Algunos trozos cayeron, manchados de la sangre del sueño. De las entrañas le salía vapor.
Las desgarré y le ataqué y me tragué la carne llena de sangre. Él gritaba y luchaba pero no podía irse. Le hice pedazos y me lo comí. La sangre era un torrente dulce y caliente al pasar por la lengua, su carne de fantasma estaba caliente y buena, y calmaba el dolor del vacío que sentía en mi interior.
Me lo comí entero.
Al hacerlo, sentí que me llenaba de energía, seguridad, confianza en mí mismo. Mi magia robada volvió a mi interior llenándome como un trueno dorado, una sensación de cosquilleo que casi era dolorosa al recuperar lo que era mío.
Pero no paré ahí. Mi fantasma se fue mientras continuaba. Seguí destrozando a Kravos y tragándome los trozos. Al comerme su corazón llegué hasta la fuente de su energía, era energía lívida, roja, vital y primitiva, peligrosa. La magia de Kravos no había servido para nada más que para hacer daño.
La cogí. Tenía que empezar a hacer mucho daño.
Cuando conseguí terminar de hacerle trizas, las piezas se fueron difuminando como los restos de cualquier sueño horrible. Me acurruqué en el suelo del sueño mientras temblaba al notar como la energía entraba dentro de mí. Noté que alguien me tocaba en el hombro y miré hacia arriba.
Debía de tener un aspecto salvaje. Mi fantasma dio un paso atrás y levanté ambas manos.
—Tranquilo, tranquilo —dijo—. Creo que ya le tienes.
—Le tengo —dije en voz baja.
—Era un fantasma —dijo mi fantasma—. Ya no era una persona. E incluso entre los fantasmas era malo. No tienes nada que lamentar.
—Es fácil decirlo para ti —dije—. Tú no tienes que vivir conmigo.
—Es verdad —contestó mi fantasma. Bajó la vista para mirarse a sí mismo. Sus miembros, llenos de hematomas, se iban haciendo transparentes poco a poco mientras iba desapareciendo—. Eso es lo único malo sobre este tema de ser fantasma. Una vez que cumples con el objetivo para el que fuiste creado, se acabó. Kravos, el verdadero Kravos, ha desaparecido. Solo queda el esqueleto. Y esto también habría pasado si él te hubiera matado.
—Ataca tú antes de que lo hagan los demás —dije—. Gracias.
—Era tu plan —dijo mi fantasma.
—Me siento fatal en cualquier caso.
—Lo sé. Intenta que no vuelvan a matarte otra vez, ¿vale?
—Estoy en ello.
Saludó con una mano y desapareció.
Abrí los ojos pestañeando. Susan estaba arrodillada a mi lado, golpeándome la cara con la mano. Me sentía espantosamente mal, pero eso no era todo. Mi cuerpo todavía vibraba por la energía residual y sentía un cosquilleo en la piel como si no hubiera utilizado ni un ápice de magia durante semanas. Me dio dos golpes más antes de que yo gruñera y levantara una mano encontrándome con la suya.
—Harry —preguntó—. Harry, ¿estás despierto?
Pestañeé.
—Sí —dije—. Sí, estoy despierto.
—¿Kravos? —susurró.
—Pulsé las teclas adecuadas y perdió el control. Me cogió —dije—. Y después le cogí yo a él, e hice lo que debía.
Susan se sentó sobre los talones, temblando.
—Dios, cuando dejaste de respirar, casi grito. Si no me hubiera dicho que era posible, no habría sabido lo que tenía que hacer.
—Lo hiciste muy bien —dije. Rodé y me puse de pie, aunque mi cuerpo gruñía en señal de protesta. El dolor era como algo que estaba muy lejano, que le ocurría a otro. No era importante para mí. La energía que circulaba por mi interior, sí que era importante. Tenía que liberar algo o si no iba a explotar.
Susan se dispuso a ayudarme y después se sentó mirándome fijamente.
—¿Harry? ¿Qué ha pasado?
—He recuperado algo —dije—. Era importante. Todavía me duele, pero eso ahora da igual. —Me pasé las manos por la cabeza. Después empecé a acercarme a la ropa sucia y encontré un par de calzoncillos largos que me estaban más o menos bien. Miré a Susan con timidez y me los puse—. Ponle algo a Justine y salgamos de aquí.
—Lo he intentado. No quiere salir de detrás de la lavadora.
Apreté los dientes, enfadado y chasqueé los dedos al tiempo que decía.
—Ventas servitas.
Hubo una repentina corriente de aire y Justine salió tambaleándose de detrás de la lavadora, gritando. Estuvo ahí un momento, desnuda y aturdida, mirándome fijamente con los ojos oscuros abiertos del todo.
—Justine —dije—. Nos vamos. No me importa lo loca que estés. Vienes conmigo.
—¿Qué nos vamos? —dijo tartamudeando. Susan la ayudó a levantarse y le puso la capa roja por los hombros. Le llegaba hasta la mitad del muslo, se levantó temblando como un ciervo ante el faro de un coche—. Pero si vamos a morir.
—Íbamos —dije—. Dilo en pretérito. —Me di la vuelta hacia la puerta y concentré toda la energía, estiré el dedo y grité:
—¡Ventas servitas! —Después de volver a soplar el viento, la puerta se abrió y dio paso a una sala vacía grande, había astillas volando por todas partes y dos bombillas que iluminaban la sala que había al fondo se hicieron añicos.
Dije con la voz llena de tensión y miedo.
—Poneos detrás de mí. Ambas. No os pongáis delante a menos que queráis que os hagan daño.
Di un paso hacia la entrada.
Un brazo salió por el extremo de la puerta, seguido del cuerpo de Kyle Hamilton con su disfraz, y con la máscara de carne humana. Me cogió por la garganta, lanzándome contra la pared describiendo un semicírculo.
—¡Harry! —gritó Susan.
—Te cogí —murmuró Kyle, sujetándome con una fuerza sobrenatural. Detrás de él, iba Kelly, cuya cara estaba ahora crispada y sobresalía por debajo de la máscara de carne, como si no fuera capaz de llevar dentro a aquel ser. Tenía la cara contraída, deformada, como si lo que había debajo hubiera sido destrozado tan espantosamente que ni siquiera los poderes de un vampiro para disfrazarse pudieran esconder tanto horror.
—Ven hermana —dijo Kyle—. Esté o no esté contaminado, le abriremos el corazón y veremos a qué sabe la sangre de un mago.