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Hoy es viernes cinéfilo. Acabo de llegar a casa de Dani, toca la versión de “La bella y la bestia”, de Cocteau. Las palomitas están haciéndose en el microondas y yo me echo un último vistazo en el espejo. Contemplo el par de harapos que me cubren y el caso es que me siguen pareciendo baratísimos. Menos mal que eran lo suficientemente anchos como para ponerme un sujetador sin tirantes. De lo contrario, no sé dónde habría metido las tetas. El paquete ha llegado rápido y en perfectas condiciones, tal y como esperaba.

Recuerdo el momento en que Dani mencionó este tema en casa de Vicky. Se me ocurrió entonces y me pareció sexy, original y algo con lo que nos podríamos reír juntos. Ahora ya no me río. Me siento bastante ridícula. Esto era un intento de enmendar mi falta de regalo en Reyes, pero creo que Dani hubiera preferido cualquier cosa antes que verme de esta guisa.

Qué ida de pelota, esto es épico. Nunca he hecho nada parecido. Me siento tan estúpida y a la vez tan nerviosa… Seguro que la he cagado. ¿Y si no le gusta? ¿Y si le da un ataque de risa? Si pasa algo así, juro que me echo el abrigo encima y me largo.

Me llevo las manos a la cara en señal de derrota. Demasiado tarde, seré valiente, lo voy a hacer. Preparo la canción en los altavoces del iPhone, guardo el juguetito y doy una voz desde el pasillo.

—¡Dani! ¿Puedes subir un momento?

—¡Voy!

—¡Te espero en tu “frikiroom”!

Por llamarla de alguna manera.

Rápidamente, y antes de que me pille, bajo el nivel de la luz y me escondo tras una de las vitrinas. Escucho cómo entra en la habitación.

—¿Hola?

—Siéntate —ordeno.

—¿Qué haces?

—Que te sientes.

—A la orden.

Voy a suponer que me ha hecho caso y que se encuentra sobre la silla que he dejado libre en mitad del espacio. Dani no puede verme, pero de momento yo tampoco a él.

Pulso el play en el mando a distancia y lo tiro al suelo. Por la habitación retumba el “Clubbed to death”. Sí, la versión de “The Matrix”. Porque es lo más friki que se me ha ocurrido y porque, seamos sinceros, es una pieza preciosa. Además, era bastante más bailable que otros temas del álbum como el “Rock is Dead”, de Marilyn Manson.

Espero que aprecie el gesto. Lo último que haría en mi vida sería bailar esto con la Marcha Imperial.

Trago saliva, respiro hondo, me repito para mis adentros que no hay cámaras por ninguna parte y entro en escena.

Solo descubro medio rostro. Nuestras miradas se encuentran y advierto que se ha quedado pasmado. Lo sé, parte de la peluca naranja asoma por la vitrina. Me oculto y vuelvo a salir. Pero esta vez lo hace mi pierna semidesnuda. Asciende y desciende por el borde del cristal. La música coge velocidad y es entonces cuando salgo de mi escondite, doy unas cuantas piruetas y quedamos los dos frente a frente.

Lo que está viendo Dani en este momento es a una loca disfrazada de Lilu Multipase. Y no es un disfraz cualquiera, son los puñeteros esparadrapos. Fue muy específico cuando dijo que Mila en esparadrapo superaba a cualquier otra. Pues bien, aquí la tiene en vivo y en directo.

Vale, no soy Mila, pero digo yo que esto será mejor que nada.

Tan solo llevo las telas blancas que apenas cubren mi desnudez, y la peluca naranja. Podría habérmelo hecho yo misma, pero prefería ser más profesional. Tras lo que vi en la Comic-Con, supe que no sería muy complicado encontrar un cosplay del personaje de Mila Jovovich en “El quinto elemento”. Efectivamente, fue muy sencillo. Internet es una gran fuente de frikadas como esta.

Examino su reacción sin dejar de contonearme al ritmo de la canción. Lenta, sensual y manoseándome como una perra en celo. Como hace una stripper. Como si me fuera a correr por sobarme a mí misma. Exactamente igual.

Dani mantiene las manos sobre las rodillas, la espalda recta y abre unos ojos como platos. Por lo rígido que está, se podría decir que ha dejado de respirar. Preocupada, avanzo bailando hasta él. Madre mía, no pestañea.

—¿Dani?

Chasqueo los dedos y parece que vuelve en sí.

—No pares —farfulla—, no pares.

—¿Estás bien?

—Sigue, sigue a lo tuyo.

—¿Te gusta?

Sus cejas se elevan sorprendidas por mi pregunta.

—¿Gustarme? —inquiere en un gallo extrañamente infantil—. ¿Estas cosas se hacen realidad?

Sonrío aliviada. Está bloqueado, pero lo está por una buena impresión y no por lo contrario.

Algo más relajada, continúo danzando en un ritmo suave y sugerente, intentando no perder el contacto visual. Pero es muy difícil. Sus ojos viajan por todo mi cuerpo sin llegar a subir más allá de donde acampan mis dos tetas.

No puede molestarme, el fin de un striptease no es que te juren amor eterno mirándote a los ojos. Es que quieran empalarte por mil sitios distintos hasta que revientes.

Dani sigue con la vista clavada en los movimientos de mi cintura y mis piernas por la habitación. Detecto un suspiro y un rostro fascinado. No lo estaré haciendo tan mal.

Me acerco de nuevo con cuidado de no estar a su alcance. Pero no sé cómo, una mano sale disparada de su rodilla y me agarra el culo.

—¡Eh! Las manos quietas —protesto quitándomelo de encima—. ¿Tú no sabes que a la stripper no se la puede tocar?

Haciendo caso omiso de mis objeciones, alarga el brazo y me retira la peluca. Toda mi mata de cabello negro cae sobre mi espalda. Con lo que me ha costado recogerlo…

—Mucho mejor… —leo en sus labios. La música no me permite oír los murmullos.

Haciendo uso de mis conocimientos de baile clásico, doy unos cuantos pasos más y preparo el segundo numerito. Le doy la espalda, me abro bien y me agacho con las piernas en “v”. Del revés, observo cómo ladea la cabeza y su nuez sube y baja un par de veces. Descubro mi sexo y acaricio el cordón de látex con los dedos.

—Quítamelas —exijo.

Dani levanta una mano y tira de él. Con mucha facilidad, dado el grado de humedad que llevo encima, primero sale una bola y después otra.

—Jo-der. Carla.

Sonrío pletórica. Está muy cachondo, sus vaqueros van a estallar. Intenta tocarme y yo me levanto extendiendo mi pelo como una vigilante de la playa. Prosigo con mi baile. Quiero dejarle justo al límite y creo que voy por buen camino. Dani me escruta con ojos encendidos e inhala las bolas que ruedan entre sus dedos. Doy una vuelta para que no vea cómo me está poniendo él a mí.

Tercer numerito. Despego el velcro del cuello y la tela de arriba queda colgando por mi cintura. Desabrocho el sujetador y lo tiro por ahí. Al girarme, Dani puede apreciar las cadenas en mis pezones. Las mismas de las que cuelgan tres pequeños cascabeles en cada una.

—Nena…

Su cara es de foto. Tendría que haberle comprado un babero también.

Meneo los hombros y los cascabeles hacen de las suyas. Dani se frota la cara con nerviosismo. Esto va viento en popa. Me pavoneo aproximándome y bamboleo los hombros de nuevo. Él echa la cabeza hacia delante y yo me aparto. Lo repito hasta que se resigna bien frustrado.

—¿Qué más… guardas por ahí?

Poderosa, meto la mano en el bolsillo de mi abrigo. El mismo que cuelga del respaldo de la silla.

—Esto —respondo con el consolador en la mano.

Dani abre todavía más los ojos y yo reculo encantada por su gesto. Cuarto numerito.

Lamo el aparatito desde la base hasta la punta.

—Carla… —suplica.

Es el mismo que usamos en mi casa la última vez. Chupo con ojos entrecerrados y fijos en Dani. Mi respiración también se embala. Tengo muchas ganas de meterme algo y no es precisamente este consolador.

Me siento en el suelo de piernas abiertas y retiro parte de las bragas. Rozo mi vagina con él. Dani está cardíaco, le estoy matando. Balanceo mi cadera buscando mi propio placer. Desde luego, mi querido friki-maromo-parleño está sufriendo lo indecible. Es más, se acaba tapando la cara con las manos.

Introduzco poco a poco el consolador. Emito un gemido.

—¿Seguro que no quieres verlo?

Mi provocación surte efecto. Dani examina todas mis idas y venidas. Meto y saco el aparato de mi interior. Me muerdo un labio inflamándome de lascivia. El show está resultando mucho mejor de lo que esperaba.

Echo la cabeza hacia atrás. Debo parar antes de terminar mi número. Sin embargo, no voy a poder hacerlo. Algo me arranca el consolador de las manos, me gira bruscamente y tira de mi disfraz haciéndolo pedazos.

Dani se aferra a mi pelo y su polla me taladra. Ambos gritamos a la vez. El impulso casi me deja sin aire. Muevo la cadera rogando un nuevo envite, pero no soy correspondida.

—¿Qué pasa?

—Espera —resuella—. Esto hay que hacerlo bien.

Acto seguido, siento su saliva desbordarse por mi culo. Enjuaga mi ano y creo que lo hace con la punta del consolador. No sé por qué se entretiene tanto. Puedo notar cómo late su miembro cediendo mi sexo a punto de explotar.

El cacharro entra con precaución por mi agujero anal. Lloriqueo ansiosa y febril. Dani estruja mis nalgas con la otra mano. Aprieto la mandíbula dejando escapar varios gemidos. Creo que todo mi cuerpo palpita de cintura para abajo. En cuanto me colma del todo por ambos sitios, se empieza a mover.

—Oh…

Primero lo hace con cuidado, pero con unas pocas visitas más, se deja llevar. Da rienda suelta a su ferocidad. Dani me empuja con rudeza, tanto con su polla como con el consolador. La música hace rato que ha terminado. Ahora solo se oyen jadeos, gritos, gruñidos y varios cascabeles danzando en el aire.

Echo chispas por los dos lados. Es una sensación que abrasa, me incendia. No tengo modo de soportar más calor. El fuego se tuvo que descubrir de una forma muy parecida a esta. Dani ruge entusiasmado.

—¡Carla!

—¡Dani!

Su brutalidad hace que la intensidad sea sofocante.

—¡Carla!

—¡Dani!

Cierro los ojos desquiciada. Mis genitales vibran, puedo sentirlo. Quiero retirarme, pero Dani me perfora con más ganas.

—¡Carla!

—¡Dani!

—¡Hostia puta!

Me corro, él también.

Su semen me ametralla y yo entro en tal estado de plenitud espiritual que se me quiebra hasta la voz. Mis músculos quedan agarrotados. Los cascabeles dejan de sonar. Mi cerebro se ha licuado en algún momento. El oxígeno vuelve a brindarme su presencia. No puedo más. Me estampo contra el suelo y Dani cae sobre mí.

Protesto quejicosa. Su cuerpo se aparta del mío sin prisa y sin abandonarme del todo. Sigo con los dos falos en mi interior. Tanto el de plástico como el de verdad. Sonrío. Hacen muy pero que muy buena pareja conmigo.

Unos segundos después de que dejemos de respirar como atletas olímpicos, echo la vista atrás. Dani está con los ojos cerrados y una expresión de felicidad en la cara que me contagia sin quererlo. Al abrirlos, sus iris brillan de pura dicha. Nunca me cansaré de esa mirada aceitunada.

—Hola —susurro.

—¿De dónde has sacado esto? —pregunta cogiendo un trozo de tela roto.

—Lo compré en eBay.

Dani estalla en carcajadas.

Como se entere de que me costó treinta euros igual se muere de la risa.

—Compraremos más —promete abrazándome—. Muchos más. Esto no puede quedarse aquí, tiene que convertirse en una tradición.

—¿Como la de los viernes cinéfilos?

Su cara se ilumina.

—Es más, a partir de ahora podemos convertirlos en strippfridays. Cada semana un modelo nuevo, ¿qué te parece?

—Me parece que no.

—Venga, que sí —insiste estrujándome—. El próximo viernes lo repites con la misma música pero me bailas vestida de Trinity.

—¡Ni lo sueñes! Por una vez ya va bien.

—¿Solo una vez? —chilla dolido—. Si empiezas a hacer esto regularmente, te doy lo que quieras.

Río encantada. Este hombre es tan fácil de contentar…

—Dani, no exageres. Era una idea tonta. Solo quería que disfrutaras y nos echáramos una risas.

—Uy, disfrutar es poco —dice besándome—. Me encantan tus ideas.

Nos besamos durante un rato más hasta que un pitido familiar sale del bolsillo de mi abrigo.

Con curiosidad y bastante reticencia, libero mis agujeros y saco el móvil para ver quién me escribe tanto.

«Eva: “Necesito que me hagas un favor”».

Me aparto un poco para que Dani no cotillee.

«Eva: “Es muy fácil”».

«Eva: “Tan solo tienes que conseguir”».

«Eva: “Que Manu vea mi informativo mañana al mediodía”».

Pero si ya lo ve a todas horas.

«Carla: “¿Qué estás tramando?”».

«Eva: “Un suicidio”».

«Carla: “¡¡¡¡QUÉ!!!!”».

«Eva: “¡No literal, boba!”».

«Eva: “¿Lo harás?”».

«Eva: “Por favor”».

—¿Quién es?

—Eva… dice que se va a suicidar.

—No me parece bien. A ver quién aguanta a Manu después.

«Eva: “Es importante”».

«Eva: “Tienes que asegurarte”».

«Carla: “¿Y cómo voy a hacerlo?”».

«Eva: “Con imaginación”».

Rechino los dientes. A ver cómo entro en esta sin salir escaldada.

«Carla: “Lo intentaré”».

«Eva: “Guay”».

«Eva: “:–)”».

«Eva: “Recuerda”».

«Eva: “Stuttgart TV”».

«Eva: “A las 12:30”».

«Eva: “Deséame suerte”».

«Carla: “Dime qué vas a hacer”».

La muy asquerosa se desconecta sin responderme.

Dani besa mi cuello con dulzura e inequívocas pretensiones. Por muchas ganas que le ponga, no nos vamos a saltar la peli de hoy.

—¿Qué te parece si mañana comemos con la parejita de morros y con Manu? Creo que todos necesitan distraerse.

Él se encoge de hombros sin dejar de besarme.

—Como quieras.

—Podemos organizarlo aquí.

—Vale.

—Cocinas tú.

—Muy bien.

Qué sencillo.

Y ni siquiera he tenido que mentir.