31
Llego a IA Software mucho más estabilizada. El dolor y el rencor siguen latentes por algún lado, pero de un modo mucho más plano. No más lágrimas y menos por quienes me han juzgado. Si se corre la voz, al menos se sabrá que Dani y yo estamos juntos y no habrá pie a los rumores de otro tipo. Me preocupa un poco más que se extienda el hecho de cómo nos descubrieron, pero no puedo hacer nada contra eso y me asquea inmensamente. Espero no tener que llegar al extremo de emigrar como Eva.
En cuanto aparezco junto a la recepción de Erika, observo que Dani charla alegremente con Paula. Embutida en un traje de falda y chaqueta de color gris piedra, se ahueca la melena castaña con clase. Los dos ríen y ella coloca su mano en el hombro de él. Dani parece no darse cuenta de ese simple gesto.
Madre mía, bonita. Hoy no es buen día para tocarme los ovarios.
—¡Hola, Carla! —saluda Erika.
La pareja se vuelve y Dani amplía su sonrisa.
—Hola, Carla. ¿Cómo estás?
Regular. Pero mucho mejor en dos segundos.
—Hola, amor mío.
Su rostro, de pronto, se vuelve más o menos amarillo. Echo un ojo a las otras dos. Erika abre la boca sorprendida, pero en una expresión que me dice que ya sabía que Dani se veía con alguien. Y Paula, simplemente, pone cara de estar comiendo limones.
—¿Carla? —tartamudea Dani.
Yo ignoro su asombro y camino hasta él. Sin cortarme un pelo, besos sus labios. Dani acaba rindiéndose y posa sus manos en mi cadera. ¿No querías una relación normal? Pues toma normalización.
—¿Te encuentras bien?
—Me han despedido.
Dani no puede ocultar su estupor.
—¡Qué!
—Ya no hay peligro.
—¡Pero qué coño…! ¡Qué ha pasado!
Giro la cabeza y veo que Paula sigue mirándonos.
—¿Quieres una foto?
Ella parpadea y se despide forzando una sonrisa.
—Mejor me vuelvo a mi sitio.
Sí, mejor.
—No le hables así —replica Dani—. Es mi mejor comercial, me la vas a desmotivar.
—Venga, entremos a tu despacho y te lo cuento todo.
Bajo la curiosa mirada de Erika, ambos nos escabullimos en la sala y tomamos asiento. Yo en uno de los sillones y él apoyado sobre la mesa. Se lo cuento todo. No me dejo detalles. Con él no quiero hacerlo. Se merece ser conocedor de toda la amplitud de la historia. Él forma parte de ella y las consecuencias no solo atañen ya a su pareja, sino a su propia compañía también.
Según voy narrando todo lo sucedido hasta hace unos minutos, Dani se va enervando más y más. Hasta que del amarillo pasa al rojo granate. Cierra los ojos en cuanto cree que he acabado pero cuando sigo contando más historia tras cada pausa dramática, se pone hecho una furia. Lo de la conversación telefónica con Álvaro le ha afectado tanto o más que a mí.
Es que es desorbitadamente violento.
Dani se lanza de una carrera hacia la puerta, pero yo le detengo como el entrenador lo hace con el jugador de lucha libre.
—¿Dónde vas?
—A darle un par de hostias a tu jefe. Suéltame.
—Déjalo, si ya se ha cavado su propia tumba. Por muchos clientes que le lleve Álvaro, Susana no los sabrá mantener y con el proceso de divorcio, Sandra va a hacer de su vida un infierno.
—Carla, suéltame —ordena amenazante—. Voy a reventarle la cabeza como hizo La Montaña con la Víbora Roja.
—¿Qué?
—Va a explotar como un melón. La suya y la de Álvaro.
Le suelto cansada de la situación. De toda en general, de este lunes de principio a fin.
—No puedes hacer algo así cada vez que tengo un marrón —digo de vuelta al sillón—. Soy yo quien debe responder. No necesito que vayas tú detrás a cantarle las cuarenta a nadie.
—Pero…
—Además, es solo culpa mía. Recuerdo perfectamente que me dijiste que no cuando me puse de rodillas.
Estábamos en el baño de su habitación, él me acababa de hacer un dedo, yo vi mi foto en su móvil y vibró con la llamada de Álvaro. Estaba muy cachonda y no lo pude evitar. Me acerqué y se la comí enterita a pesar de que en un principio se negó. No llego a recordar si en algún punto decíamos la palabra que describía lo que le estaba haciendo, pero parece ser que sonaba muy evidente.
Qué bochorno, por favor.
—¿Pero es que no lo ves, nena? ¡Hemos ido con pies de plomo todo este tiempo para nada!
—No —río—, para nada, no. He descubierto la clase de hombre que es Gerardo y no me apetece nada trabajar para alguien como él. No quiero seguir rompiéndome los cuernos por McNeill, se acabó.
—¿No quieres recuperar tu trabajo?
—¡No!
—Pero te encantaba.
—Me encantaba el trabajo en sí, no la empresa. Déjalo, Dani —pido haciendo un gesto con la mano.
Él se acerca hasta mí y de cuclillas, me da un suave beso en los labios y estrecha mis manos entre las suyas. Después, como acordándose de algo, Dani bufa y hunde su cabeza en mi regazo.
—No puedo dejar de trabajar con ellos —se queja cabreado—. Si rompo el contrato, me va a costar una millonada.
—Pues no lo hagas.
—¡Pero yo te quería a ti! ¡Quería tus ideas, tus propuestas! ¡Lo que tienes aquí! —dice señalando mi cabeza—. ¡No lo que tiene otro! Esto lo cambia todo. Y encima voy y te firmo lo del evento. Menuda hostia más grande que nos acabamos de dar. Lo han hecho jodidamente bien.
—¿Por?
—Porque se aseguraron de que les firmara el contrato antes de que te despidieran. Con el otro ya me tenían, pero con el nuevo… Encima voy y les compro más negocio, ¡joder!
Dani se levanta de un bote y yo me achanto por sus gritos. No para de maldecir. Como decía, es una putada por partida doble. Si echo la vista atrás, sí que tiene sentido que Gerardo presionara tanto a Sandra para que le enviáramos el contrato de IA firmado. Tendría que haber cumplido mi baja a rajatabla y no haber movido un dedo. Esto es lo que pasa por ir de guay trabajando y cursando una baja a la vez.
—¿Quién llevará IA ahora?
—Susana, por supuesto.
—¿Y es buena?
Me encojo de hombros.
—No ha trabajado nunca.
—De puta madre…
Llaman a la puerta suavemente y entra Erika. Tengo un déjà vu al instante. Doy gracias a que no he venido a darle buenas noticias para que nos pille follando. Casi como la otra vez.
—Disculpa, Morales, no quiero interrumpir, pero tu próxima entrevista lleva un rato esperando fuera. ¿Quieres que la retrase?
—No, cancélalo. Cancela todas mis entrevistas y haz que se encargue alguien de la junta. Yo les veré otro día.
—¡No! —protesto levantándome—. No canceles nada, me iba a casa, solo quería pasar a contártelo.
Dani parece sorprendido.
—¿Y qué vas a hacer?
Nada especial.
—Pensaba abrir una botella de Hendrick’s y darme un baño.
Él toma mi brazo y rodea mi cintura con los suyos.
—Olvida la ginebra, tú y yo nos daremos ese baño en mi casa. Allí hay bañera, piscina, sauna…
—Por cierto, eso me recuerda que te falta un jacuzzi —sonrío—. Lo pensé cuando estuve en tu casa por primera vez y todavía no se me ha olvidado.
Él se echa a reír.
—Nota mental: comprar jacuzzi para estrenarlo con Pequeño Poni. Vámonos —propone guiñando un ojo.
—¿Seguro?
—Que sí… Erika, por favor, cancela también lo de esta tarde.
Se me había olvidado que la pobre seguía aquí presenciando nuestras gilipolleces.
Ella sonríe, al parecer, divertida. Pero antes de cerrar la puerta añade:
—También acaba de llamar Mario, dice que al final se pasará mañana por aquí.
Noto la rigidez de los músculos de Dani a mi alrededor. Traga saliva y asiente con tranquilidad.
—Gracias, Erika.
Su secretaria se marcha y yo decido no preguntar si Dani estará o no aquí mañana. Confío en él, así que no necesito hacerlo. Como dijo Víctor, seguro que volverá a esquivarle.
En cambio, me voy por otros cerros.
—¿Alguna vez has tenido algo con Erika?
El ceño de Dani se arruga en mayúsculas.
—No, ¿a qué viene eso?
Me lo he preguntado alguna vez. Forma parte de su pasado, creo que no es malo que se sincere conmigo en ese aspecto.
—Es una niña encantadora.
—Sí que lo es, pero nunca me he fijado en ella en ese sentido.
—Es muy guapa.
—¡Psa!
—¿Psa?
—Erika será encantadora, como dices, pero es que yo soy más de sobao pasiego.
Me carcajeo. No puedo evitar que Dani aproveche mi despiste y ataque mi cuello con sus dientes.
Después de todo, parece que el lunes puede salvarse. Y justo gracias a la persona con la que me metí de cabeza en este embrollo.
Manu me ha llamado cuando hemos llegado a casa. Dani se encuentra preparando el baño en el piso de arriba y yo me tumbo en el sofá mientras le explico a mi ex compi todo lo que ha pasado, tanto dentro como fuera del despacho de Gerardo. Él está en otra área y no ha podido oírlo, pero las noticias vuelan y antes del mediodía, cuando iba a ir a buscarme para comer, se ha encontrado cara a cara con Susana.
Dice que parecía un poco aturdida y como ya se conocían del día del hospital, ha pretendido cogerlo por banda para que le eche un cable en un par de cosas. Manu se ha negado y se ha ido a comer con otros. Tanto mi salida como la de Sandra están siendo la comidilla del día en McNeill. Gerardo está de un humor insoportable y los rumores han llegado ya a oídos de los clientes.
Sin embargo, lo que más le impresiona a mi amigo es la actitud de Sandra.
—Estoy flipando.
—Como te lo cuento.
—Qué te apuestas a que la próxima Nochevieja la tienes sentada a la mesa.
Suelto una risotada.
—¿Tienes tu currículum actualizado?
—Claro que no.
—Ve ocupándote de eso, yo haré rular tu perfil de LinkedIn por donde pueda.
—Muchas gracias, Manu.
—Ya verás como encuentras trabajo pronto. Se ve que Sandra hablará muy bien de ti.
Una novedad muy agradable, desde luego. Yo haré lo mismo en mi caso.
—Voy a echarte de menos, compi. ¿Por qué no quedamos un día de esta semana a comer? Ahora tengo mucho tiempo libre…
Manu chasquea la lengua.
—Estoy liadísimo con los nuevos planes de este trimestre, saldré todos los días a las mil… Pero podemos quedar el finde.
—Estupendo. Le diré a Dani que se venga, entonces.
Mi amigo acepta encantado, pero noto su tono un poco apagado. Supongo que reencontrarse con mi grupo de amistades le recuerda demasiado a quien no debe recordar.
—¿Has visto el informativo de Eva?
Lo suponía. Le he llevado al lado oscuro sin quererlo.
—No, con tanto lío ni me he acordado.
Me va a matar en cuanto sepa que me he perdido su primer día en la televisión alemana.
—Yo sí, en internet. Salía preciosa.
En Eva, eso no es complicado.
—¿Sabes si le va bien allí? No contesta a mis mensajes.
—Me dijo que los recibía —me atrevo a confesar—. Pero también estará muy liada y muy nerviosa. Es su primera semana.
—Lo entiendo… Está poniendo espacio.
Sí y yo sí que no lo entiendo. Puede que mi amiga no esté enamorada, cosa que sigo dudando, pero sé que siente algo muy fuerte por Manu, por mucho que quiera ocultarlo con no sé qué vikingo sajón.
Su actitud es bastante inmadura con este tema y les está haciendo daño a los dos. Puede que sea por mi corazón recién estrenado o por las influencias de cierto friki-maromo-parleño, pero siento la tremenda necesidad de solucionar esto. O más bien, de meter cizaña.
—Vale, Manu. Te lo voy a contar.
—¿El qué?
Yo lo lanzo a ver qué pasa.
—Eva rechazó el puesto de Stuttgart por ti.
Manu se silencia unos segundos, pero después oigo su risa en el auricular.
—Carla, Eva está viviendo allí desde la semana pasada.
—Ya, pero lo que tú no sabes es que ella lo rechazó en un principio porque no quería separarse de ti. Después se enteró de que seguías viendo a tu ex y en un ataque de rabia, decidió aceptarlo y marcharse.
No sé si lo ha pillado todo, he hablado demasiado deprisa. Son los nervios. Nunca me meto tanto en las relaciones de los demás. Dani estaría orgulloso de mí.
—Eso… eso… eso…
—¿Manu?
—¿Eso es verdad?
—Sí.
—¡Lo sabía! —grita dejándome medio sorda—. ¡Sabía que estaba loca por mí!
—A ver, a ver… loca no sé. Sé que le gustas mucho, y punto.
Está eufórico, casi como Dani el día de su cumpleaños. Me imaginaba esta reacción, ahora habría que ver la de Eva cuando se entere de esta fuga de información.
Solo estoy tratando de ayudar. Espero que algún día me perdone. Ella por esto y él por no contarle que también fui yo quien le habló de su ex. Menos mal que está tan arriba que ni ha reparado en ese punto sin importancia.
Comienzo a escuchar un teclado. Un teclado frenético, he de decir.
—¿Qué haces?
—Buscar vuelos en Ryanair.
—¡Qué!
—Oye, pero… ¿tú crees que sigue sintiendo lo mismo o después de todo lo que ha pasado se ha enfriado de verdad? ¿Se ha olvidado de mí?
No, porque afortunada y sabiamente, tú nunca se lo permites.
—Una vez alguien me dijo que si sentías algo un sábado, no podías sentir todo lo contrario un lunes.
Manu vuelve a teclear. Si de verdad tiene pensado presentarse allí sin más, debería pegarle un toque a Eva. Más que nada, por posibles encuentros indeseables con vecinos menos deseables todavía.
En cuanto colgamos, me pregunto por qué Dani no ha bajado en todo este rato para avisarme del baño. Para eso y para cotillear, evidentemente. Me descalzo, tiro el móvil por el sofá y subo las escaleras. Al poner un pie en el rellano, mis labios se despegan incrédulos el uno del otro. Todas las luces del piso de arriba están apagadas, pero hay un montón de tea lights por el suelo.
Marcan un camino. Van en zigzag hasta su habitación y yo lo sigo intrigada. Al abrir las puertas correderas, veo a Dani de pie, junto a la cama abierta. Hay más velas por toda la estancia y en el ambiente flota un aroma dulzón. En su mesita de noche hay un frasquito de cristal y una toalla. Él tan solo va vestido con unos simples pantalones.
Sonrío. Comprendo lo que tiene en mente.
—¿Y mi baño?
—Esto te va a gustar más —asegura mientras comienza a desvestirme—. Quiero que te relajes.
Con movimientos pausados, Dani me quita el vestido y la ropa interior. Después me hace dar media vuelta y desanuda mi trenza, liberando mi pelo por la espalda.
—Túmbate.
Lo hago bocabajo y abrazando su almohada. Él se acomoda sobre mis nalgas y un chorro de líquido caliente cae sobre mi piel desnuda. Antes de llegar a tocarme, el equipo de música se pone en marcha. Suena un tema pausado y relajante. Dani no se entretiene más y se pone manos a la obra.
Suelto aire maravillada y agradecida. Su masaje es de movimientos suaves y tacto profundo. No tardo en cerrar los ojos para sentirlo con mayor intensidad. Las palmas de sus manos están calientes y arrastran el aceite desde mi nuca y por los antebrazos hasta el final de mi espalda. Huele a vainilla, jazmín y algo más que desconozco.
—¿Qué es esta música? —susurro.
—“Hidden place”, de Björk.
—¿Te gusta Björk?
—He pensado que Extremoduro te cortaría un poco el rollo.
Río disfrutando de su entrega.
—¿Habías hecho esto antes?
—No.
—¿Y tienes idea de lo que estás haciendo?
—No.
—Pues se te da muy bien.
Su respuesta es un suave beso en mi cuello.
Esas estupendas manos siguen a los suyo adormeciendo mis sentidos. La mezcla de su masaje con el ritmo de la canción es muy potente. Puede que esta sea la primera vez que masajea a alguien así, pero no me parece raro que sea tan fantástico. Reincido en que este hombre sabe hacer de todo y yo soy la principal beneficiaria de sus múltiples dones.
Con él me siento una loca afortunada.
Mi cuerpo queda laxo una vez que sus dedos descienden y él se deja caer entre mis piernas. Próxima parada: mi culo. Allí se entretiene con más aceite, frotando, amasando y acariciando. Son unas atenciones muy placenteras, por lo que no me extraña que mi respiración se agite y se me sequen los labios.
Después llegan los muslos, las pantorrillas y los tan apreciados pies. Un masaje de pies embadurnados en aceite y propiciado por Daniel Morales es un regalo de valor incalculable. Un auténtico gustazo comparable con nada.
Estrujo la almohada de profunda satisfacción. Su tacto vuelve mi piel hipersensible y una corriente prende cuando las yemas de sus dedos comienzan a ascender desde los tobillos. Lo hacen despacio, con movimientos estudiados y pausados como los de un depredador. Me acechan sigilosos hasta que una mano se desliza por mi perineo y se adhiere a mi sexo.
Gimo alterada. Estoy muy mojada.
Dani masajea ahora mi clítoris y besa mi culo con evidente devoción.
—Tienes razón, nena. Esto se me da muy bien.
No voy a protestar, y menos cuando dice verdades como puños.
Esos dedos siguen haciendo de las suyas torturándome de placer y me retuerzo sobre el colchón. Pero Dani se detiene y murmura en mi oído:
—Date la vuelta.
Lo hago realmente sofocada. Estoy descubriendo que los masajes con final feliz, si el final se hace esperar tanto, me mortifican. Dani, sin embargo, está por encima de eso. Lo digo porque a pesar de la tremenda erección que tiene bajo los pantalones, él coge más aceite y lo derrama sobre mi abdomen y pecho.
Esbozando una sonrisa calenturienta, usa las dos manos para extender el líquido por mis tetas. Sus ojos se pierden en ellas, veo cómo su mirada se enciende y me devora sin ir más allá del masaje. Eso me calienta unos cuantos grados más.
La penumbra, el aroma, la música, sus manos subiendo y bajando… todo es exquisito.
Mis muslos están pegajosos, no puedo evitar excitarme con semejantes caricias. A veces más ligeras y otras enormemente rudas, pero todas igual de cautivadoras. Se pasean por mi cintura, mi ombligo, mi monte de venus y las ingles. Al llegar a este punto, mi corazón se sacude varias veces en el pecho. Dani vuelve a sonreír con esa sonrisa sexual, perversa y “riegabragas”. Su mechón rebelde cae y deja al descubierto un único ojo verdísimo.
Me hago con su pelo y tiro de él para llegar a sus labios, pero él quiere seguir con su propio show. Baja la cabeza y su lengua magrea un pezón al tiempo que dos dedos se deslizan por mi vagina. El pulgar aplasta mi clítoris. Me contoneo para facilitar una entrada y una salida cada vez más apremiantes. Sus mordiscos en el pecho me roban un grito.
Contemplo mi cuerpo brillante y aceitoso, completamente sacudido por el suyo. Me muerdo el labio aproximándome al clímax. No sé qué me gusta más, si su mano, su boca, su ronroneo o la visión de su erección. Sí que lo sé, es todo el conjunto, el paquete entero.
—Ven aquí —demando jadeante—, quiero que te pringues en aceite tú también.
Dani se tumba sobre mí. Bloquea cualquier salida sujetándome del cabello. Yo aprovecho para bajarle la ropa con los dedos de los pies. Me lleva un tiempo, pero sus besos por mis mejillas, la mandíbula y el cuello hacen que merezca mucho la espera.
Cuando lo logro, su polla se empotra contra mi entrepierna. El roce me quema, me hace vibrar. Dani se frota provocándome en un baile fascinante. La sangre ya no me llega a la cabeza. Doy una dentellada a su boca y él gime dolorido.
En un instante, Dani se sienta y yo estoy a horcajadas sobre él. Me coloca en posición y tira de mí. Ambos nos estremecemos del impacto. Estoy llena de él, a rebosar. Tomo su cara entre mis manos y le beso contoneándome sobre su pubis. Dani me agarra del culo con fuerza, presionando en cada envite.
—Estás tan resbaladiza…
Sus dedos se escurren por mi piel, pero eso no impide que yo siga cayendo sobre Dani. Lo hago desesperada y desquiciada por correrme en sus brazos, pero en uno de mis trotes, él me aprisiona contra su pecho y no me deja moverme. Con pericia, toma mi relevo a su ritmo.
Nos separa enroscando su mirada en la mía y vuelve a unirnos lenta y deliciosamente. Sonrío sobre sus labios. A veces a Dani le gusta con suavidad. Me balanceo y ambos gemimos en la boca del otro. Él abre mis piernas un poco más. El deseo se ramifica desde mi sexo hasta mis muslos.
Me llena poco a poco y yo ondulo al encontrarme con él. Lo repetimos con calma, sintiendo el cien por cien de nuestra piel, estimulándonos y envolviéndonos en una nube de lujuria incontrolable. Su mirada, melosa y entreabierta, saca algo de mí que solo ella puede. Mi corazón late pletórico y echo la cabeza hacia atrás. El orgasmo crece y se infla como un globo magnífico que explota por todo mi ser. Se me enciende hasta la cara.
Dani me asalta un par de veces y con un sonido ronco, se corre en mi interior. Le abrazo temblando y aceitosa, y él nos deja caer sobre la cama. La música sigue sonando. Es un ritmo que acompasa el decrescendo de nuestras respiraciones. Nos ayuda a relajarnos, pero no sé por qué, no queremos separarnos.
Beso a Dani y peino su pelo para apreciar bien todos sus rasgos. A veces no me puedo creer que el haber sucumbido a una tentación me haya brindado semejante obsequio para los cinco sentidos. Me gusta lo que tenemos. De hecho, me encanta. Me gusta que me quiera, que me desee, y me gusta acurrucarme contra él.
—Trabaja en IA.
Frunzo el ceño. Espero que sea la resaca sexual la que esté hablando por él.
—No. Ya tenéis a alguien en marketing y en PR.
—Abriré otro puesto.
—No lo necesitáis. No digas tonterías.
—Los despediré.
Me echo a reír.
—Estás siendo irracional.
—Lo sé —sonríe—. ¿Funciona?
—No.
Estoy más que segura de que algo así acabaría con nuestra relación. No sé qué le ha dado de repente, pero no voy a arriesgar lo nuestro por el trabajo. Es más, estoy apostando tan fuerte por ello, que ya he perdido el trabajo que tenía.
—No voy a trabajar para ti. No me lo pidas más, por favor.
Dani acaricia mi cadera y mis ingles.
—Podría hablar con algunos colegas del sector. Seguro que buscan…
—No —corto secamente—. Ni se te ocurra. Enchufismos no.
Él arruga la frente.
—No sería un enchufe, nena. Entrarías en el proceso de selección como todo el mundo y ellos te entrevistarían.
—Da igual, mejor no.
De “follaclientes” a enchufada. Lo que me faltaba ya.
Doy un respingo. Dani roza mi clítoris y se lleva un dedo a la boca. Cabeceo asombrada de su capacidad para hablar de mi futuro profesional mientras merienda zumo de Carla.
—Tu abuela ha venido a verte.
Segundo respingo. ¿Qué dice?
Oh… lo he pillado a destiempo y él se ríe de mi despiste. Yo le dije exactamente lo mismo cuando me vino la regla el mes pasado. Apurada, me intento levantar, pero él me echa el brazo por encima.
—Tengo que acercarme a algún supermercado.
—¿Por qué?
—Necesito cosas.
Dani alza las cejas, ahora es él quien piensa con retardo.
—Claro, vámonos.
Así que quiere acompañarme a comprar tampones. Perfecto, es una buena oportunidad.
—¿Me llevas?
—¿Hasta el súper? —inquiere alucinando—. No.
—Inténtalo, vas a tener que practicar mucho si quieres cumplir nuestro trato.
Dani parece que se lo piensa y al final, refunfuñando, asiente y me saca de la cama.