16

Estoy muy nerviosa. Tanto, que no puedo ni desayunar. Hoy va a ser un día muy especial. Bajo las escaleras debidamente arreglada. Como lo he hecho yo solita, me he demorado y ya llego algo tarde. No me entretengo mucho en despedirme de Dani, pero él se muestra claramente asombrado cuando me ve entrar en su despacho.

—¿Qué haces levantada y vestida tan pronto? ¿Dónde vas?

—Al aeropuerto. El vuelo de Carmen sale en una hora. ¿No lo recuerdas?

—Se me había olvidado —admite rodeando su mesa—. ¿Volverás en cuanto termines allí?

—No, Vicky y yo vamos a pasar la mañana juntas. Eva todavía tiene muchas cosas que empaquetar y yo no le sirvo de mucha ayuda —sonrío inocentona.

Dani se lleva las manos a la cintura.

—¿Volverás para comer?

—No lo sé. Yo te aviso.

Lo sostengo de la nuca y me dedico unos segundos a paladear su boca con la mía. Su recuerdo me dará fuerzas para soportar lo que me espera el resto del día.

Dani se tambalea ligeramente.

—Si no vas a estar en casa, igual me paso por IA.

—Muy bien.

—Llámame si necesitas cualquier cosa… o algo. Puedo ir a recogerte cuando salga y volvemos juntos.

—Me parece perfecto pero llámame antes, ¿ok?

Dani arruga el ceño.

—Ok…

—Deja de preocuparte, estaré bien.

En un lugar que jamás pensarías que lograría pisar. Y mucho menos sin ti.

La despedida está siendo más emotiva de lo que imaginábamos. Y lo digo porque estamos llorando las cuatro a moco tendido. La gente que entra en la zona de seguridad nos mira, pero nosotras no le damos importancia. No logramos soltar a Carmen y me da la impresión de que ella tampoco hace muchos esfuerzos por liberarse.

Pero llegados a este punto, es imposible que dé marcha atrás en sus planes. Se va a ir. En unas horas estará a miles de kilómetros y ninguna sabemos por cuánto tiempo. Justo lo que más me quema por dentro. Raúl nos había distanciado mucho de Carmen, pero por lo menos, seguía viviendo en la misma ciudad. Ahora, aunque libre de ataduras tóxicas, su ausencia se notará mucho más.

—¿Nos llamarás cada poco? —pregunta Vicky.

—No puedo usar el teléfono en el templo. Tendré que hacerlo a escondidas.

Eva y yo compartimos una miradita.

—No te metas en el Ganges —aconseja Eva—. Volverás radiactiva.

—Y tú no te pases con los bretzel, que van a las cartucheras.

Las dos ríen antes de que pueda volver a abrazar a Carmen con un solo brazo.

—Espero que encuentres lo que sea que estés buscando.

Aunque sea la cabeza. Es lógico que la haya perdido con un hombre como Raúl. A mí también me hicieron mucho daño.

—Si en algún momento te arrepientes, ya sabes dónde estamos.

—Cuídate, Carlita —sonríe apuntando a mi brazo—. No me llames para sustos como este.

Tras una bonita sonrisa, cruza los umbrales de seguridad, nos lanza un beso al aire y la vemos marchar. En ese instante recuerdo que otra amiga se me va en tres días. Menudo comienzo de año.

Procuro trasladar mis pensamientos hacia asuntos más felices. Tengo un cometido entre manos y espero que depare satisfacción entre tanta amargura.

Mis pies se niegan a moverse. Llevo un rato aquí parada y sigo acostumbrándome a lo que me rodea. No tengo palabras. Es aún peor de lo que imaginaba. Y mira que me imaginaba un ambiente estrafalario, pero lo de este sitio es indescriptible.

Hay centenares de personas poblando IFEMA de un lado a otro. Y la gran mayoría de ellas, disfrazadas. Pensaba que habría que acudir informal y por eso llevo unos simples vaqueros y una blusa negra de manga francesa. Hasta el bolso es de asa larga y no de mano. No creía que hubiera que venir enfundado en personajes de lo más extravagantes. Todo eso que llevan puesto o les ha costado un ojo de la cara o han empleado multitud de horas en perfeccionarlo. Están muy pero que muy trabajados.

Cojo aire, avanzo unos pasos y con ello obligo a Vicky a hacer lo mismo. Yo camino maravillada, pero ella lo hace acobardada. Resoplo, igual se piensa que nos van a pegar algo.

Lo siguiente que hacemos es comprobar la agenda. La firma de Frank Miller es mucho más tarde, pero hay un montón de ponencias antes y actividades de todo tipo. Desde conocer a los guionistas de las series más importantes del momento hasta talleres para enseñarte a redactar ciencia ficción o ilustrar zombis, pasando por cómo hacer personajes de “La Guerra de las Galaxias” con origami.

Esto es buenísimo. Creo que el día se me va a pasar muy rápido y a Vicky… voy a tener que invitarla a un par de copas por su sufrimiento.

—¡Qué preciosidad! —escucho a mi espalda—. ¿En qué web la has comprado?

Vicky y yo nos giramos en redondo. Las dos soltamos un grito y nos apoyamos la una en la otra del susto. La pareja frente a nosotras se nos queda mirando casi más asustada que nosotras. Pero, ¿cómo evitarlo? La chica es azul. Joder, muy azul. Es entera azul. Y juraría que eso es body painting, va completamente desnuda, pero de color azul. Y menudo tipazo tiene. Podría decir que va de pitufina pero el cabello pelirrojo engominado y las lentillas amarillas hacen que me incline más por… cualquier otra cosa.

Lo que hay a su lado se merece otra ovación comunitaria. A este sí que lo reconozco. Es igualito a Viggo Mortensen en “El señor de los anillos”. Con la media melena, la perilla, el carcaj con flechas, la capa, las botas de caña alta y… uf, cómo está el chaval.

—¿Me has oído? —inquiere la chica cogiéndome un mechón de pelo—. Te preguntaba en qué web la has comprado. Es una peluca muy bonita.

Cabeceo sonriente.

—Es mi pelo natural.

Ella lanza una exclamación y lo contempla boquiabierta.

—¿En serio? Qué envidia, eso que te ahorras en cosplay —ríe—. ¿Y para qué personaje te lo has dejado así? Déjame adivinar… ¿Black Rock Shooter?

No sé a quién se refiere así que niego con la cabeza.

—Mmm… ¿Jade?

—No.

—Morticia —corta Vicky—. Se va a vestir de Morticia Addams y yo de Gómez, pero no encontramos los baños, ¿sabéis dónde están?

El chico nos señala el fondo del salón. Justo donde pone “Baños”.

Ella les da las gracias y tras despedirnos, me empuja hasta el pasillo.

—¿Te importaría ser un poquito más amable? —riño en voz baja—. Era una pareja muy simpática.

—Esto es el Circo de los horrores, no sé qué pintamos tú y yo aquí.

—No digas bobadas. ¡Míralos bien! Lo que se ha hecho esa chica es una auténtica obra de arte y fíjate en el resto. Son impresionantes.

Vicky suspira deteniéndose frente al stand de un videojuego abarrotado de gente.

—¿Dónde quieres ir ahora?

Pienso con rapidez, pero algo capta mi atención. En el pasillo contiguo sobresale un stand de color rosa chillón. También distingo un logo. Hasbro. Me muevo un poco y creo que la mandíbula se me descuelga. ¡Mi Pequeño Pony!

—¿Qué es lo que has visto?

—Nada, nada —tartamudeo cogiéndola del brazo—. Primero visitemos los stands y luego entremos en alguna conferencia. La de maquillaje FX parecía interesante. No, no. Es por aquí.

Sí, voy exactamente donde no me puedo creer que esté yendo. ¿Tendrán las zapatillas a juego con mi pijama?

—Por cierto, no me he quedado con los nombres que me ha dicho la chica de azul…

—¿Para qué? Mejor no saber lo que te ha llamado.