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—¡Despierta, mi niña, despierta!

Valvanera zarandeó a la princesa, que dormía sola en su habitación desde que don Gonzalo trasladó su estera a la de la hija de Piedra que Gira.

—¡Despierta! El anciano señor quiere verte.

La princesa se vistió una túnica sobre su cuerpo desnudo y corrió descalza en busca de Piedra que Gira. Al atravesar el jardín que la separaba de las habitaciones del cacique, escuchó su nombre a sus espaldas y se paró en seco.

—¡Ehecatl!

Doña Aurora se giró hacia el muchacho que ella habría aceptado por esposo. Serpiente de Obsidiana la miró de arriba abajo.

—Pareces una campesina, así me gustas más.

Ehecatl se lanzó a sus brazos, ambos rodaron por el suelo en una noche de bodas en que negaron el dolor de las heridas que no habían llorado. Pasión para olvidar lo perdido.

Sí, por supuesto que habría dicho «Sí» en el caso de que sus padres le hubieran preguntado. En su papel de intermediarias, las ancianas habrían acudido a su casa varias veces en nombre de la familia del guerrero. La costumbre obligaba a que la primera vez obtuvieran una negativa.

—La doncella no está todavía en edad de casarse y no es digna de tan honorable familia.

Pero las ancianas regresarían al día siguiente y sus padres comenzarían las negociaciones después de haber consultado con ella.

—No sabemos por qué se engaña este mozo que la demanda, porque ella es muy poca cosa, pero ya que habláis con tanto empeño, consultaremos a nuestros parientes. Venid mañana y llevaréis la solución a su familia.

Su madre disfrutaría con los preparativos de la boda, la comida para la fiesta del día anterior en su casa, los bordados de la falda y la blusa, los adornos de plumas rojas para los brazos y las piernas, la pintura amarilla para su cara. La ceremonia se celebraría en casa del novio, adonde la conducirían sus amigas y parientes por la noche en una procesión que recorrería las calles de la ciudad entre antorchas, cantos y exclamaciones. Serpiente de Obsidiana saldría a recibirla con un incensario en la mano. Cuando el cortejo llegara al umbral de la casa, le entregaría otro a Ehecatl y ambos se ofrecerían incienso en señal de respeto. Recibirían regalos de ambas familias, una blusa y una falda bordadas para ella y vestidos de hombre para él.

Serían marido y mujer cuando las ancianas anudaran la manta del novio a la blusa de la novia. Después, pasarían a la cámara nupcial y aguardarían cuatro días para consumar el matrimonio, durante ese tiempo tan sólo rezarían. Saldrían del aposento al mediodía y al ocaso para ofrecer incienso en el altar de la casa. Al quinto día, sus padres les bendecirían cuatro veces, Ehecatl se adornaría la cabeza con plumas blancas y cambiaría las rojas de sus brazos y piernas por colores vistosos.

Y más regalos, y más comida, y un lecho de plumas, y un trozo de jade, y un baño con su esposo en el que el sacerdote les bendeciría con agua sagrada.

—Mi pequeña turquesa. No volveré a dejarte sola. Piedra que Gira me ha prometido que nos ayudará a escapar.

Algunos amaneceres deberían prohibirse, el sonido de las caracolas despertó a los jóvenes en el momento en que don Gonzalo salía de su habitación. Los golpes alarmaron a las mujeres, que salieron de sus alcobas y rodearon a los dos hombres con cara de espanto. Serpiente de Obsidiana intentaba defenderse esquivando las embestidas hasta que su mano tropezó con una rama de árbol recién cortada; en el mismo momento, don Gonzalo se abalanzó sobre él blandiendo su hierro. El guerrero se defendió levantando la rama, convertida en una lanza que atravesó el cuello de su contrincante.

La sangre salía disparada a borbotones. Don Gonzalo intentaba mantenerse de pie taponando la herida para detener la hemorragia. La hija del cacique se precipitó gritando sobre él, le empujó con las manos abiertas y los dos cayeron al suelo, la joven descargó su rabia ante el desconcierto de todos los presentes, sus puños golpeaban un cuerpo sin vida.

La princesa india
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