LA PRESENCIA DE 100 000 SOLDADOS BRITÁNICOS NO PODÍA SALVAGUARDAR LA PAZ EN TIERRA SANTA
En aquella primavera de 1948, Jerusalén y Palestina eran los últimos lugares del mundo donde los soldados ingleses morían aún por su rey y su patria. Llegados para asumir un papel de policías imparciales en un conflicto que no les concernía, se convirtieron, según la expresión de uno de ellos, «en una pelota de fútbol entre dos campos». Aunque la política del Gobierno británico fuese favorable a los árabes, los combatientes de las dos comunidades les profesaban idéntica hostilidad. Escaramuzas, atentados y sangrientas batallas se sucedían en Jerusalén durante las últimas semanas de la presencia británica. Mientras los hombres de la «Military Police» registraban a los civiles árabes en busca de armas y granadas, soldados del «Sulfok Regiment» atrancaban la puerta de Sión para impedir que los judíos ayudaran a sus hermanos sitiados en el barrio judío de la ciudad vieja. (Foto G. D. Kumlien).