Treinta y uno

—Ayúdeme —dijo Emily Westover.

—¿Qué pasa? —preguntó Tallow, levantándose de la mesa y alzando la palma de una mano en dirección a las miradas interrogativas que le dirigían.

—Jason está abajo. Dijo que tenía que hablar con uno de los empleados. Dijo que va a salir esta noche pero que no sacará a pasear a la perra.

—No sé lo que significa eso.

—Sale todas las noches a las once menos cuarto con la perra, la pasea un poco por Central Park. Todas las noches. Esta noche dice que va a salir a las once menos cuarto pero que no puede llevar a la perra.

—Estoy seguro de que no hay de qué preocuparse, señora Westover.

—Ha recibido llamadas de sus dos amigos. Yo sé de qué se trata.

—¿Qué amigos?

—No debería decírselo.

—Señora Westover, con todos los respetos, tampoco debería hablar por teléfono conmigo. Ahora me está pidiendo ayuda.

No la puedo ayudar sin saber todo lo que pasa.

—Usted cree que estoy loca.

—Nada de eso, señora.

—Bien, pues debería. —Ella se rió. Fue una risita nerviosa, en realidad. El sonido, por algún motivo, hizo que Tallow sintiera frío—. Estoy loca. Pero no tan loca como para no saber que estoy loca, y creo que ésa es una diferencia importante.

Andy Machen y ese asqueroso cabrón de Al Turkel. Ha estado hablando con ellos. Esta noche está pasando algo serio. Jason me dijo que yo sabía de qué se trataba. Lo que significa que es sobre lo que… lo que… lo que hizo para llegar adonde está. Lo que hicieron ellos. ¿Entiende?

Tallow había entrado andando en la otra habitación. Vio su reflejo en un pequeño espejo de la pared y se observó críticamente antes de hablar.

—Señora Westover, ¿a qué tiene miedo en Werpoes?

—A él. Él vive allí.

—Werpoes está enterrado y han construido encima, y en esa plaza no se esconde nadie.

—Jason me dijo que me mantuviera lejos de allí.

Dado que lo encontrado en la calle Pearl parecía haberlos cogido a todos por sorpresa, ¿para ellos no tenía sentido creer que LCC vivía en otra parte? No. Ellos pagaban la casa de la calle Pearl y el propio Westover al menos era un cómplice que proporcionó una puerta de seguridad para el apartamento. Pero, entonces, LCC posiblemente no podía haber vivido en la calle Pearl, y era improbable que durmiera todo el tiempo al aire libre.

Tallow había pasado algo por alto. Su hombre, el LCC, debía de tener más de un escondite. Es posible que incluso varios.

Si algo le iba mal durante esas dos décadas de actividad, necesitaría otros sitios donde esconderse. Puede que sitios que los que le proporcionaban el trabajo desconocían. Esto tendría sentido si esperaba que algún día cogieran a uno de ellos en un descuido. O si le daba un ataque de culpabilidad y hablaba con su mujer.

—El señor Westover le dijo a usted que no se acercara por allí porque él vivía en la zona.

—Vive allí. Jason no sabe exactamente dónde, pero… Werpoes. Él está allí.

—Dígame cómo la puedo ayudar, señora Westover.

—Salve a Jason. Por favor.

Las palabras de Tallow se le secaron en la garganta.

—Por favor. Usted me salvó. Salve a Jason. Todo esto es demasiado para él. Sálvele. Él crió a esa cosa, a ese horrible manitú tan jodido, sacándole del polvo del Antiguo Manhattan, y le va a matar. Por favor, John.

La mente de Tallow estaba siguiendo caminos paralelos. Buscó un cuaderno y un bolígrafo. El apartamento no tenía teléfono fijo, así que no había mesa con papel para tomar notas.

—No estoy seguro de cómo hacerlo, señora Westover.

Se metió en la cocina e hizo gestos frenéticos de escribir. Talia abrió un cajón de la cocina y sacó un cuaderno y un lápiz. —No sé. Hable con él. Prometa que estará seguro. Razone con él. Algo. Quiere dejarlo, puedo verlo.

Talia puso el cuaderno y el lápiz sobre la mesa de la cocina. Tallow escribió con la mayor claridad y rapidez que pudo, e hizo girar el cuaderno hacia Bat y Scarly. Éstos asintieron, adoptando visiblemente una actitud profesional. Bat sacó un smartphone, lo enmudeció con el pulgar y empezó a teclear mientras Scarly se levantaba en silencio y dejaba la habitación.

—Puedo acercarme por ahí esta noche —dijo Tallow—, pero no ahora mismo. No se mueva de ahí. Prometo que iré. No le diga nada. Sería mejor que no le pusiera en guardia. ¿De acuerdo?

—¿Le salvará?

—Prometo que haré todo lo que pueda por salvarle.

—Gracias —dijo ella, soltando la palabra entrecortadamente, luchando de modo audible contra una espantosa necesidad de romper a llorar.

Tallow interrumpió la llamada.

Scarly ya estaba con un ordenador personal en la otra habitación.

—Era la mujer de una de las personas que creemos que han contratado a nuestro asesino —le dijo Tallow a Talia, lo bastante fuerte para que todos le oyeran con claridad—. Quiere que convenza a su marido de que confiese su participación y salvarle de las consecuencias que tenga eso. También cree que Westover, Machen y Turkel se reúnen esta noche con el asesino, en Central Park.

—Estupendo —dijo Talia—. Manda a la caballería. Que los rodee y los atrape con las manos en la masa.

—Aunque supiéramos en qué parte de Central Park, que es un sitio puñeteramente grande y jodido para hacer operaciones de noche, y aunque pudiéramos localizar al personal, lo que es dudoso… mi capitán no tiene lo que hay que tener, mi teniente no me cree y yo no tengo amigos… no creo que eso funcione.

Tallow les explicó por qué creía que Westover le había dicho a Emily que no se acercara a Werpoes.

—Dios santo —dijo Talia, finalmente—. ¿Entonces qué vas a hacer?

Tallow se sentó con un profundo suspiro y esperó treinta segundos enteros antes de responder.

—Siento deciros que hace años que no me sentía tan bien y que sé exactamente qué vamos a hacer. Lo único que no sé es si va a funcionar. Y tampoco sé si me he vuelto loco. Con una locura de las peores, de esas en las que uno no sabe que está loco.

Según he oído, es una diferencia importante.

—Estás loco —dijo Bat, sin alzar la vista de su teléfono.

—Gracias, Bat.

—¿Tenemos que irnos pronto? —preguntó Bat—. Porque voy a necesitar usar el cuarto de baño por culpa de la bolsa de muerte.

—No —dijo Tallow—. Quiero tener preparado todo primero. Tú tienes que encontrar lo que estoy buscando, y también debes ir a buscar algunas herramientas al maletero de Scarly. Que es donde supongo que las guarda.

—Él guarda todas sus mierdas en la parte de atrás de mi coche —dijo Scarly desde la otra habitación—. Hay unos calzoncillos pegados a mi rueda de repuesto.

—Bien. De paso, verifica tus armas.

Bat esta vez le miró. Tallow ignoró la mirada. Estaba pasando revista a todo lo que imaginaba que le podría ocurrir durante las próximas horas. Para lo único que no tenía planes, se dijo con una sonrisilla gélida, era para mañana por la mañana.