Marqués de Sade

El apellido del marqués Donatien-Alphonse-François de Sade (1740-1814) sirve desde mediados del siglo XIX, en su derivado «sadismo», para definir determinados comportamientos en los que intervienen la crueldad y el crimen para alcanzar la voluptuosidad; ese empleo estrecho del término ha servido para relegar al olvido un hecho incontestable: el marqués de Sade es el novelista más importante del siglo XVIII, primero por el volumen ingente de páginas que dedicó a la ficción; en segundo lugar, por ser el único en su siglo que «descubrió», describió y organizó narrativamente caracteres y pasiones humanas que, preexistentes desde luego a él, él define, dando pie, con su frenética superabundancia descriptiva, a ciencias todavía por nacer cuando redacta sus novelas encerrado en las distintas fortalezas-prisión donde pasó la mayor parte de su existencia.

Es difícil comprender el personaje del marqués de Sade fuera, en primer lugar, de su familia; en segundo lugar, de su tiempo, el de los estertores de una aristocracia que, después de siglos de poder y tras la cumbre absolutista que supone Luis XIV, iba a terminar poniendo la cabeza bajo el filo de la guillotina. Había tenido la mejor educación: compañero de juegos y de primeros estudios de quien también era su amo, de Louis-Joseph de Bourbon, heredero de los Condé, ambos tuvieron por preceptor al conde de Charolais, príncipe también de sangre, famoso por sus actos de una ferocidad sanguinaria; luego, durante cuatro años, Donatien de Sade se educa en el colegio Louis-le-Grand, en un medio humanístico que, cuando menos, le infunde la pasión más permanente de toda su vida: la del teatro. Alternará hasta 1754 esos estudios con los veranos en el castillo de Longueville, donde una antigua amante de su padre reúne en el periodo veraniego una pequeña corte cultural en la que la lectura de las obras más notables o escandalosas del momento se convierte en uno de los aspectos de la educación galante.

Como cumplía a su apellido, a finales de 1755 se incorpora al ejército recibiendo su bautismo de fuego en la toma de Puerto Mahón (Menorca) en la noche del 27 al 28 de junio del año siguiente, a las órdenes del viejo mariscal de Richelieu; el joven Sade, al frente de cuatro compañías se encarga de tomar el reducto de la Reina bajo un fuego muy vivo. Su padre intenta mover los hilos que tiene en la corte para promocionar la carrera del hijo; pero ya corren rumores sobre su licenciosa vida en el regimiento y sobre sórdidas aventuras parisinas cuando reside en la ciudad durante sus permisos. En marzo de 1763 Sade abandona el ejército; dos meses más tarde se encuentra casado con una joven de la pequeña nobleza, los Montreuil, pero que provienen de la burguesía adinerada; este dato es el que impulsa al padre a mover los hilos de una boda; antes de que concluya el año, sin embargo, Sade es encarcelado bajo la acusación de costumbres libertinas y crueldad; en 1768 esa misma acusación le lleva a huir a Italia; no por eso dejará de ser condenado por crímenes contra natura y envenenamiento, y quemado en efigie en Aix-enProvence. Encarcelado a su vuelta en 1772, escapa, huye al castillo familiar de La Coste, en Provenza, donde nuevos escándalos lo llevan a la cárcel de Vincennes y de Aix, de donde escapa; en 1778 será detenido definitivamente gracias a las lettres de cachet que su familia política –la condena a muerte por determinados delitos implicaba la confiscación de las propiedades y bienes de los condenados, que iban a parar al tesoro real– obtiene del rey. Tras seis años en Vincennes (1778-1784) es trasferido a la Bastilla, de donde no saldrá hasta 1790. Si a principios de la Revolución juega cierto papel político, en 1793 escapa por los pelos a la guillotina; nuevos períodos de cárcel y de libertad concluirán con un internamiento en el hospicio de Charenton, bajo la falsa calificación de loco. De sus setenta y cuatro años de vida, treinta los pasó en prisión.

Es sobre todo en Vincennes y en la Bastilla donde escribe una voluminosa obra teatral y narrativa en la que expone su materialismo integral, y donde las tramas y el análisis de los personajes abren la vía a la psicología sexual moderna. Al lado de cuadros frenéticamente orgiásticos y voluptuosos, Sade anota in extenso teorías ideológicas que pretenden ser la base de la realidad secreta del hombre. De estilo y lengua impecables, y considerado durante mucho tiempo como escritor simplemente pornográfico, desde los años cincuenta del siglo XX ha sido recuperado tanto por los filólogos como por los estudiosos de la psicología y la filosofía.

Émilie de Tourville, o la crueldad fraterna formaba parte, en principio, y según el «Catálogo razonado de las obras del autor en la época del 1 de octubre de 1788» de los Cuentos y fabliaux del siglo XVIII por un trovador provenzal. Los cuatro volúmenes que iban a formar el libro entremezclan historias «de manera que una aventura alegre o incluso pícara, aunque siempre contenida en las normas del pudor y la decencia, sigue de forma inmediata a una aventura seria y trágica. Todos los temas son nuevos. Sólo tres han sido sacados de novelas o de la historia». El tiempo modificará este proyecto; cuando sale de la Bastilla publica once de esas nouvelles bajo el título de Los crímenes del amor, libro que tiene la pretensión de insertar a su autor –que por primera vez inscribe en la portada de uno de sus libros su apellido– en la tradición literaria. Los demás cuentos, entre los que figura Émilie de Tourville, serán publicados en 1926 por Maurice Heine, que recoge el resto del proyecto inicial bajo el título de Historiettes, contes et fabliaux.