VII

Mientras Dixit se incorporaba trabajosamente, Patel dijo:

—No negarás que eres del exterior...

—No he tratado de negarlo. He venido del exterior para hablar contigo.

—No digas nada hasta que te ordenen hablar. Ustedes, los del exterior, han enviado a varios espías aquí en los últimos meses. ¿Por qué?

Doliéndose aún del golpe, Dixit dijo:

—Deberías darte cuenta que somos amigos tuyos, y no enemigos, y que nuestros hombres son emisarios, y no espías.

—¡Bah! ¡Son ustedes una raza de espías! ¿No se sientan a espiarnos en todas las habitaciones? Su mundo es muy aburrido, ¿verdad? Están tan interesados en nosotros que no pueden pensar en otra cosa. ¡Sigue trabajando, Malti! ¿Sabes lo que les ocurrió a los otros espías que enviaron aquí?

—Murieron —dijo Dixit.

—Exactamente. Murieron. Pero tú has sido el primero que se ha presentado en el bloque de Patel. ¿Qué esperas encontrar aquí, que no sea la muerte?

—Otra muerte agotaría la paciencia de mis superiores, Patel. Tú puedes tener el poder de vida y muerte sobre mí; ellos tienen el mismo poder sobre ti, y sobre todos los de este mundo vuestro. ¿Quieres una demostración?

Poniéndose en pie y desprendiéndose de la toalla, Patel dijo:

—¡Venga esa demostración!

Tenía que hacerlo, pensó Dixit. Mirando a Patel a los ojos, levantó la mano derecha por encima de su cabeza y agitó el dedo pulgar. Rezó para que le estuvieran observando..., y dio gracias al cielo porque en aquella parte de la habitación se encontraba el ojo de la cámara.

Con aire tenso, Patel esperó, balanceándose sobre las puntas de los pies. Detrás de él, Malti esperaba también.

No pasó nada.

Luego, una especie de estremecimiento sacudió al Entorno. Lentamente, se convirtió en audible, como una mezcla de grito y lamento. Su causa se hizo evidente en aquella habitación menos atestada cuando el aire empezó a ser más cálido y pestilente. De modo que la seña de Dixit había llegado a su destino; Crawley no le perdía de vista, y la planta acondicionadora de aire estaba bombeando dióxido de carbono caliente a través del sistema respiratorio.

—¿Te das cuenta? ¡Controlamos incluso el aire que respiran! —dijo Dixit.

Dejó caer su brazo y el aire retornó lentamente a la normalidad, aunque transcurrió al menos una hora antes que el terror amainara en los pasillos.

Patel no dejó traslucir el efecto que le había producido la demostración. Se limitó a decir:

—Ustedes controlan el aire. Muy bien. Pero no controlan la voluntad de desconectarlo permanentemente..., de modo que no controlan el aire, de hecho. ¡Vuestra amenaza es una amenaza hueca, espía! Por algún motivo, nos necesitan para vivir. Nosotros tenemos un misterio, ¿no es cierto?

—No existe ningún motivo que impida que sea absolutamente sincero contigo, Patel. Vuestro entorno especial tiene que haber desarrollado facultades especiales en ustedes. Estamos interesados en esas facultades; simplemente interesados.

Patel se acercó más a Dixit.

—Nosotros somos el centro de vuestro mundo exterior, ¿no es cierto? Sabemos que nos vigilan continuamente. ¡Sabemos que están mucho más que «interesados»! Para ustedes, somos un problema de vida o muerte, ¿no es cierto?

Aquello era más de lo que Dixit había esperado.

—Cuatro generaciones, Patel, cuatro generaciones han sido encarceladas en el Entorno. —Su voz tembló—. Cuatro generaciones y, a pesar de nuestros mejores deseos, están perdiendo contacto con la realidad. Viven en un edificio relativamente pequeño sobre un planeta de enorme tamaño. Es evidente que sólo pueden inspirar al mundo un interés limitado.

—¡Malti! —Patel se volvió hacia la esclava—. ¿Cuál es mayor, el mundo exterior, o el nuestro?

Malti se mostró algo desconcertada, pero terminó por decir:

—El mundo exterior era grande, amo, pero luego nos parió a nosotros, que hemos crecido y estamos adquiriendo más fuerza cada día. El hijo tiene ahora casi el tamaño del padre. Eso es lo que dice el hijo de mi padrastro, Jamsu, y es un hombre listo.

Patel miró a Dixit, sin hacer ningún comentario, como si las palabras de una muchacha ignorante bastaran para confirmar su punto de vista.

—Vuestras palabras no hacen más que poner de relieve a mis ojos lo necesitados que están de ayuda, Patel. El mundo exterior es un lugar inmenso y próspero; deben permitir que les ayude por mediación mía. Nosotros no somos enemigos vuestros.

—¿Qué otra cosa son, espía? —estalló Patel—. Vuestra vida es inútil y vil. ¡Nos envidian porque les estamos superando! Podemos ser pobres, de acuerdo con vuestro modo de entender la pobreza, pero gobernamos nuestro propio universo. Y ese universo se está extendiendo y cayendo bajo nuestro control cada día más. Nuestros exploradores han penetrado en el mundo de lo ultrapequeño. Nosotros descubrimos nuevos entornos, nuevos sistemas de vida. Piensan en nosotros como en unos pobres cautivos, ¿eh? Pero ustedes están esclavizados por la necesidad de suministrarnos aire, alimentos y agua; nosotros somos libres. Somos pobres, pero ustedes codician nuestras riquezas. Somos espiados continuamente, pero conservamos nuestros secretos. Ustedes necesitan comprendernos, pero nosotros no necesitamos comprenderles. ¡Están en nuestro poder, espía!

—Desde luego que no, en un aspecto vital, Patel. Ustedes y nosotros estamos gobernados por la necesidad histórica. Este Entorno fue establecido hace veinticinco años. Desde entonces se han producido muchos cambios, no sólo aquí, sino también en el exterior. Las naciones del mundo no están dispuestas a continuar financiando este proyecto. No tardarán en suprimirlo, y entonces tendrán que vivir en el exterior. Si no quieres eso, lo mejor será que colabores con nosotros y convenzas a los caudillos de los otros bloques para que colaboren.

Patel se limitó a mirar a Dixit con aire inquisitivo.

Tras un largo silencio, dio unas palmadas. Inmediatamente se presentaron dos guardianes.

—Llévense al espía —dijo Patel.

Luego se volvió de espaldas.

Un hombre listo, pensó Dixit. Se sentó en la celda, a solas, y meditó.

Al parecer, se estaba desarrollando una batalla de ingenio entre Patel y él. Bien, estaba preparado. Confiaba en su primera impresión, la que Patel era un hombre de elaborada sutileza. No podía tomarse ninguna de sus palabras al pie de la letra.

Recordando su conversación, Dixit llegó a la conclusión que Patel estaba obsesionado por el mundo exterior y trataba de ocultar aquella obsesión; pero había incurrido en varias contradicciones muy significativas.

Patel había dicho, por ejemplo, que aquellos pobres diablos estaban explorando el mundo de lo ultrapequeño. Su única válvula de escape, probablemente. Eran humanos, y dentro de ellos ardía la inextinguible necesidad humana de abrir nuevas fronteras.

También había dicho que habían descubierto nuevos entornos, nuevos sistemas de vida. Era posible, tal como había anticipado Crawley, que poseyeran algún sistema de ESP más digno de confianza que las fluctuantes radiaciones telepáticas que circulaban en el mundo exterior.

Dixit se sintió con nuevos ánimos, plenamente comprometido. Había mucho que comprender aquí. El sistema de control y detección, excesivamente elaborado, se revelaba como un completo fracaso; los observadores habían permanecido ajenos a su problema; continuaba siendo su problema, no su vida. Era preciso que todo un equipo viniera a vivir aquí, tal vez un equipo en cada bloque, de antropólogos, sociólogos, etc. Dado que esto era imposible, la única solución estribaba en librar de su cautiverio a los habitantes del Entorno. Podían ser instalados en poblados de nueva creación en la llanura del Ganges, bajo el ancho cielo. Y allí, mientras se adaptaban al mundo real, los observadores podían vivir entre ellos, desvelando con espíritu humilde el secreto de las facultades adquiridas a tan alto precio entre los gruesos muros de la torre del Entorno Total.

Mientras Dixit meditaba, un guardián entró en la celda con un plato de comida.

Dixit dio cuenta de él de buena gana. Luego, volvió a sumirse en sus pensamientos.

Por lo poco que había experimentado ya —la angustiosa falta de espacio vital, la esclavitud, la arbitrariedad de los pequeños tiranos—, dio por confirmada su opinión respecto a que el experimento, en su forma actual, debía ser interrumpido inmediatamente. La ONU necesitaba el pretexto de su informe desfavorable antes de dar un paso; lo tendría en cuanto saliera de allí. Y si redactaba el informe cuidadosamente, poniendo de relieve que aquella gente tenía algo que ofrecer, podría satisfacer también a Crawley y a los que opinaban como él. En su mano estaba el satisfacer a todas las partes, cuando saliera de allí. Lo único que tenía que hacer era salir.

El guardián volvió a entrar para recoger el plato vacío.

—¿Cuándo volverá a hablar Patel conmigo? —inquirió Dixit.

El guardián dijo:

—Cuando envíe por ti y te reduzca al silencio para siempre.

Dixit dejó de redactar mentalmente su informe para pensar en las palabras del guardián.