IV
Las oficinas centrales del IIDUE eran amplias y repulsivas. En la época en que habían sido construidas, juntamente con la torre del Entorno Total, el Gobierno hindú no había pedido otra cosa.
Desde una de las ventanas del edificio, Thomas Dixit podía ver el interminable terreno en una dirección, y la gigantesca torre ET en la otra, junto con el pueblo de chozas que había brotado entre el pie de la torre y los otros edificios del IIDUE.
Por un instante, prefirió ignorar al Organizador del Proyecto que se encontraba detrás de él y contemplar las llanuras del delta del Ganges hasta donde le alcanzaba la vista.
Pensó que era un lugar tan bueno como cualquier otro para que el hombre proyectara sus fantasías de poder. Pero había sido estúpido por su parte mezclarse en todo aquello.
Le pagaban, le pagaban muy bien para realizar una tarea específica. Y ahora permitía que unas absurdas ideas humanitarias se interpusieran en su línea de acción. Esencialmente, era un hombre muy vacío. No tenía ningún centro. Padre bengalí, madre inglesa, toda su vida transcurrida en los Estados Unidos. Tenía excusas... Otras personas las aceptaban. ¿Por qué no podía aceptarlas él?
Suspirando, trató de olvidar sus motivos de insatisfacción. Él no pertenecía realmente al Oeste, a pesar de los años que había pasado allí, y desde luego no pertenecía a la India; de hecho, la India le inspiraba una clara aversión. Tal vez el mejor lugar para él era el interior de la torre del Entorno.
Se volvió impacientemente y dijo:
—Estoy dispuesto a emprender la marcha, Peter.
Peter Crawley, Organizador del Proyecto Especial del IIDUE, era un bostoniano más bien austero. Se quitó las gafas con montura de concha y dijo:
—De acuerdo. Aunque hemos hablado de esto muchas veces, Thomas, debo repetírtelo una vez más antes que salgamos de aquí. Todos...
—Sí, sí, lo sé, Peter. No necesitas justificarte. Esta organización puede desaparecer si doy un paso en falso. Lo tengo muy en cuenta.
Sin perder la calma, Crawley dijo:
—Iba a decir que todos estamos preocupados por ti. Sabemos los peligros que vas a correr. Y procuraremos controlar todos tus movimientos.
—Y, a pesar de vuestro control, no podrán mover un solo dedo para ayudarme, en caso necesario.
—No seas injusto. Lo hemos dispuesto todo para poder ayudarte.
—Lo siento, Peter.
Dixit simpatizaba con Crawley y con la honrada reserva de Crawley.
Crawley guardó sus gafas en un estuche de cuero y se puso en pie.
—La ONU, para no mencionar a organismos subsidiarios como la WHO y el Gobierno hindú, no nos pierden de vista, Thomas. Desean clausurar el Entorno. Y lo harán, a menos que puedas aportar pruebas que confirmen que en el interior del Entorno se están desarrollando formas de percepción extrasensorial. No te arriesgues demasiado. El agente que enviamos allí últimamente se comportó de un modo absurdo, y allí se quedó. —Enarcó una ceja y añadió secamente—: Ese tipo de cosas nos dan mala fama, ¿sabes?
—Lo mismo que el asunto de las películas pornográficas...
Crawley unió sus manos detrás de su espalda.
—Mi predecesor aquí decidió que las películas pornográficas proyectadas en el Entorno favorecerían el aumento de la natalidad. Estuviera o no en lo cierto, la opinión del mundo ha cambiado desde entonces, a medida que el espectro del hambre mundial se ha ido desvaneciendo. Dejamos de proyectar las películas hace ocho años, pero mucho me temo que en la ONU tienen una memoria muy persistente. Permiten que los factores emocionales se interpongan en la investigación científica.
—¿No sientes ninguna simpatía por los millares de personas condenadas a vivir sus breves existencias en la torre?
Se miraron el uno al otro, especulativamente.
—Tú ya no estás de parte nuestra, ¿verdad, Thomas? Te gustaría que el resultado de tus investigaciones fuera negativo, y que la ONU clausurara el Entorno, ¿no es cierto?
Dixit se echó a reír.
—No estoy de parte de nadie, Peter. Soy neutral. Voy al Entorno en busca de pruebas de ESP que sólo pueden obtenerse a través de un contacto directo. Ninguno de nosotros puede saber qué otras cosas puede poner de relieve ese contacto directo.
—Pero tú crees que serán cosas negativas. Y lo subrayarás en la encuesta que se lleve a cabo después de tu regreso.
—Peter, vamos a dejarlo, ¿quieres?
Por un instante, Dixit vio a Crawley y se vio a sí mismo tal como eran, y se dio cuenta de lo antagónicos que resultaban, incluso en sus actitudes corporales. Él, Dixit, era un poco cargado de hombros, aficionado a gesticular (¿demasiado?); llevaba una túnica muy usada y shorts, a fin de pasar inadvertido en el Entorno. Crawley, en cambio, se mantenía siempre muy erguido, era más bien rígido en sus movimientos, apenas gesticulaba al hablar y llevaba un traje impecable.
Y Crawley, además, temía perder su empleo.
—Vamos a dejarlo, como tú dices —convino Peter—. Pero te agradeceré que no olvides que las personas que están en la torre son voluntarias, o descendientes de voluntarias.
»Cuando se fundó el IIDUE, hace un cuarto de siglo, allá por los años setenta, sólo se admitían voluntarios en el Entorno Total. Ingresaron quinientas parejas de recién casados hindúes, todos muy jóvenes. La torre era entonces un refugio, a salvo del hambre y de todas las enfermedades. Todos se alegraron sinceramente de tener acceso a lo que el Entorno proporcionaba y proporciona aún. No podemos olvidar eso.
»En 1975, la India era un lugar muy distinto. Había perdido la esperanza. Una crisis tras otra, cosechas cada vez peores, la gente muriéndose de hambre, y la población en continuo aumento, a un ritmo de un millón de nacimientos por mes.
»Pero hoy, a Dios gracias, el cuadro ha cambiado mucho. Los alimentos sintéticos han resuelto el problema; ya no necesitamos estar pendientes del suelo ni de las condiciones climatológicas. Y, finalmente, hindúes y musulmanes han aceptado la idea del control de la natalidad. Y es ahora, cuando la situación se ha estabilizado un poco, que la ONU se atreve a quejarse de la inhumanidad del IIDUE.
Dixit no hizo ningún comentario. Intuía que todo aquello sólo era, en el fondo, un intento de Crawley por justificarse a sus propios ojos. Experimentó lástima e impaciencia, al mismo tiempo, mientras Crawley añadía:
—Nuestro objetivo actual tiene que ser el mismo que al principio. Tenemos pruebas asegurando que los trastornos nerviosos de un tipo especial producen percepciones extrasensoriales: telepatía, etcétera, y tal vez tipos de ESP que desconocemos. Las poblaciones de densidad elevada con niveles de nutrición razonables desarrollan inestabilidades nerviosas particulares que pueden ser afines al espectro ESP.
»El Instituto de Investigaciones de Densidad Ultra-Elevada fue creado para intensificar las posibilidades de desarrollo de la ESP. No olvides eso. Se supone que la gente del Entorno posee alguna ESP; éste es el objetivo de la operación, ¿de acuerdo? Desde luego, no es humanitario. Lo sabemos. Pero eso no es cuenta tuya. Tienes que limitarte a buscar una prueba de la existencia de ESP, algo que no aparezca en nuestros aparatos de vigilancia y detección. Luego, el IIDUE podrá continuar sus tareas.
Dixit se dispuso a marcharse.
—Si no ha aparecido en un cuarto de siglo...
—¡Está allí! ¡Sé que está allí! El fallo se encuentra en el sistema de vigilancia y detección. Lo presiento a través de las pantallas..., intuyo un misterio que tenemos que descubrir. ¡Si pudiera demostrarlo! ¡Si pudiera entrar allí!
—Lástima que tengas la piel blanca, ¿verdad? —dijo Dixit en tono ligero.
Echó a andar hacia la puerta. La abrió y salió al pasillo.
Crawley corrió detrás de él y extendió una mano.
—Sé lo que sientes, Thomas. No soy un hombre sin entrañas, ¿sabes? Y te pido que me disculpes si alguna de mis palabras te ha molestado.
Dixit inclinó la mirada hacia el suelo.
—El que tiene que disculparse soy yo, Peter. Si hay algo anormal en la torre, lo descubriré, no te preocupes.
Se estrecharon la mano, pero no se miraron a los ojos.