IV
Me entretuve leyendo los letreros que había sobre los tanques en los pasillos. Las barandillas destinadas a evitar que los chiquillos se acercaran demasiado aparecían cubiertas de una capa de moho rojizo. El agua salada había mordisqueado los títulos de los tanques. Una sombra se movió a mi derecha; levanté el fusil con mi mano derecha, en tanto la linterna atrapaba a un caballo de mar en su resplandor.
Pryn se detuvo delante de una puerta. Un esqueleto yacía delante de ella, los blanquecinos huesos cubiertos de harapos. Abrí la puerta y paseé la luz de mi linterna por la oscuridad circundante. Pryn nadaba a mi lado.
Entramos en una amplia habitación, llena de estanterías que alcanzaban una altura de diez pies. En ellas se pudrían fragmentos de libros y de documentos encuadernados. Pryn iluminó una puerta en la pared del fondo y nadamos hacia ella.
Le entregué el fusil a Pryn y ella me cubrió mientras yo luchaba con el volante, haciendo girar las oxidadas partes internas. Con un último crujido, la puerta se abrió y el agua me empujó a través de ella. Me apoyé en la pared y Pryn chocó contra mí al ser empujada también por el agua. Esperé hasta que la habitación estuvo casi llena antes de apretar un botón que había delante de mí. La puerta exterior se cerró lentamente detrás de nosotros. Casi inmediatamente empezó a funcionar una bomba en alguna parte y el nivel del agua empezó a descender. Cuando oí un siseo revelador de que la pequeña cámara estaba recibiendo aire, me quité el aparato respiratorio dejando que colgara a mi espalda y tomé el fusil de manos de Pryn.
Cuando sólo quedaban unos centímetros de agua en el suelo, la puerta interior se abrió automáticamente. Cuando entré en la otra habitación se encendieron unas luces.
—Habían instalado un pequeño generador aquí —dije. Olfateé el aire—. Y una planta de aire acondicionado. Noe no bromeaba: estaban preparados para cualquier cosa.
Pryn tomó mi mano.
Para casi cualquier cosa.
—¿Quién podía esperar la Inundación? —dije, mientras Pryn soltaba mi mano.
Pryn me hizo una seña para que aguardara y, despojándose de las aletas, empezó a recorrer los archivos alineados a lo largo de las paredes. En la habitación había dos mesas con máquinas de escribir y, junto a una de ellas, una pequeña grabadora.
Me acerqué a uno de los archivos y abrí un cajón. Cogí un puñado de documentos y los deposité sobre una de las mesas.
Me dediqué a repasarlos por encima hasta que mi mirada se posó en un título: HIBRIDACIÓN EXPERIMENTAL NUMERO 57.
Noe me había dicho que mi padre se había dedicado a la genética. Pero, a medida que iba leyendo, las palabras ardían en mi mente. Me estremecí dentro de mi húmedo traje.
«Informes sobre células de delfín irradiadas... fecundación positiva... en un tubo de ensayo... crecimiento estimulante... en un útero artificial... feto perfectamente formado... pronto nacerá... ¿Será un idiota?... parto normal... ¿éxito después de tantos fracasos?... El niño responde a los estímulos... los tests revelan una inteligencia asombrosa para el nivel de edad, pero, ¿podemos medir la inteligencia de acuerdo con los niveles humanos?... La capacidad craneal de los delfines es mayor que la del hombre... Externamente formado como Homo sapiens, pero, ¿qué es Dolphinus sapiens?... Bautizado...»
Una mano tocó mi hombro en aquel momento.
¿Qué estás haciendo?, preguntó Pryn.
Le entregué el documento a Pryn.
—¿Sabes qué estaban haciendo en el Instituto antes de la Inundación? ¡Fabricaban niños en tubos de ensayo, niños de una especie distinta!
Pryn tomó mi mano y me miró tranquilamente.
Noe me había hablado de ello. ¿Significa mucho eso?
—¡Sí! —Agarré a Pryn y la sacudí—. El informe dice que la cosa estaba creciendo con un alto nivel de inteligencia y...
Me interrumpí. Miré a mi alrededor, y la habitación se me apareció súbitamente como muy pequeña y amenazadora.
—Salgamos de aquí en seguida —dije, empujando a Pryn hacia la cámara de descompresión. Ella se resistió.
¿Convierte eso a la criatura en un monstruo?, preguntó apretando mi mano.
—Es un alienígena. Sus antepasados fueron delfines.
¿Como Ollie y Ossie?
—Ellos son distintos —dije, exasperado ante la idea de que el extraño ser pudiera encontrarse al otro lado de la pared, escuchando—. Ellos no se disfrazan de hombres. Ese ser... anda como un hombre, habla como un hombre. Sus genes fueron esculpidos y modelados. No es natural.
¿Y si murió en la Inundación?, preguntó Pryn.
—Muy bien. Está muerto.
Dejé de empujarla a través de la habitación y la miré a los ojos.
¿Y si está vivo?, preguntó Pryn, apretando más mi mano.
—En tal caso —dije tranquilamente—, tengo que matarle. No podemos permitirle vivir.
¿Nosotros?, inquirió Pryn, y echó a correr hacia la cámara de descompresión.
La seguí con la mirada, sin acertar a comprender su absurda lógica.
—¡Pryn, no! —grité desesperadamente, mientras la puerta se cerraba.
Corrí hacia la puerta y pulsé el botón que la abría, pero estaba bloqueado y continuaría estándolo mientras Pryn se encontrara en la cámara. Traté de abrir la puerta con las manos, pero no encontré ninguna ranura. Golpeé salvajemente la puerta, gritando:
—¡Lo siento, Pryn!
Mis puños se deslizaron por la lisa superficie y di media vuelta hacia las mesas. Sobre una de ellas había una cinta magnetofónica que Pryn debió colocar allí. La puse en la grabadora, me senté en el sillón y sonreí al oír la voz de mi padre, a pesar de lo que había ocurrido.
«Informe al Consejo de Directores, acerca del Experimento de Hibridación número 103. El niño, llamado Daucalion o Duke, ha respondido satisfactoriamente a todos los tests. Todo permite esperar que el experimento ha tenido tanto éxito como el número 57. El niño no tendrá que ser destruido como lo fueron los otros.»
Las palabras descendieron como un reguero de agua helada desde mi mente a mi espina dorsal, mientras la cinta seguía desgranando los pensamientos del hombre muerto.
«Utilizando espermatozoos del Director Noe Selchey y un óvulo de delfín cuidadosamente desarrollado por medio de radiaciones, al igual que en el experimento número 57, el óvulo fecundado fue...»
Dejé a mi padre hablando tranquilamente de la inteligencia de su hijo adoptivo. Ser concebido fuera del matrimonio es una cosa, pero ser concebido mecánicamente en un tubo de ensayo es otra cuestión. Yo tengo pasiones y sangre dentro de mí... y ahora descubría que las pasiones y la sangre procedían de un experimento completamente artificial.
Agarré mi fusil y entré en la cámara de descompresión, colocándome las aletas y esperando impacientemente durante el proceso de descompresión. Llamé a Pryn una vez, pero las recias paredes no dejaban escapar ningún sonido. Finalmente salí de la cámara y nadé hacia la superficie.
—¡Pryn! —grité a lo largo de los pasillos.
Súbitamente, la voz de Ollie me golpeó el cerebro como un martillazo.
«Matar-afirmación.»
Las emociones giraron sobre unos pies grasientos como aquellas enormes olas de la Inundación. Miedo. Repugnancia. Luego, mi alma se estrelló contra el suelo y mi espinazo fue arrancado de mi cuerpo. Contacto, carne con carne. Negrura.
«Matar-pregunta», inquirió la voz de Ollie.
Maldije la oscuridad y la reproducción mecánica que robaba todo significado a las voces.
Manipulé en el transmisor y grité:
—¿Qué es lo que pasa?
Luego, en silencio, comprendí que la pregunta era demasiado complicada para los Chicos. Manipulé nuevamente en el transmisor y pregunté:
—¿Peligro-preguntas?
«Matar-afirmación», respondió Ollie.
—Caricia-amor —significando uno de nosotros cuatro—, ¿peligro-pregunta? —inquirí.
«Matar-afirmación», fue la única respuesta de Ollie.
Nadé a lo largo de los pasillos, ignorado a cualquiera de las sombras que podían acechar en las sombras. Crucé el vestíbulo y vi el agujero en el lugar que había ocupado la puerta. Miré a través del agujero y vi una gran mancha oscura, de quince pies de altura, a cierta distancia. Su saco gelatinoso era transparente y de sus costados brotaban tres manojos de tentáculos. En la parte superior del saco veíase un ojo de gran tamaño. En uno de los manojos de tentáculos se debatía una forma pálida que era Pryn.
«Matar-afirmación», gritó Ossie, precipitándose contra el costado del animal. Pero su mole era demasiado poderosa para que los Chicos pudieran moverla. Ossie retrocedió para nadar en círculo alrededor del monstruo.
«Matar-afirmación», gritó Ollie, y se precipitó contra el costado del animal; y el animal se agitó frenéticamente, tratando de capturar a uno de sus agresores.
—¿Qué sucede ahí abajo, Duke? —preguntó Noe.
—Un monstruo ha capturado a Pryn —dije, y levanté mi fusil para disparar.
«Matar-afirmación», gritaron a coro dos formas disparadas en medio de la oscuridad del océano para precipitarse contra el cuerpo que se defendía torpemente de sus ataques.
—Ese monstruo, ¿tiene aspecto de pulpo y tres manojos de brazos en los costados?
—Sí, y parece tan enorme como la isla de Alcatraz. ¿Ha terminado de hacer preguntas?
Apunté cuidadosamente, para no herir a Pryn. Dos proyectiles como prolongaciones de mis ojos chocaron contra la carne blanca y pálida del animal.
—¡No dispares! —dijo Noe en tono apremiante—. ¡Es tu hermano!
—No le encuentro ningún parecido familiar —dije, y me acerqué un poco más para asegurarme de que no fallaba el disparo.
«Matar-afirmación», gritaron los Chicos.
—Tú no eres completamente humano, Duke. ¡No dispares! —repitió Noe.
—He oído la grabación —dije, reprimiendo el sollozo que asomaba a mi garganta.
—Yo no tenía hijos —continuó Noe—, y, bueno, ya conoces el resto. Pero también proporcioné espermatozoos irradiados para otras varias fecundaciones. Eso es un óvulo de pulpo fecundado.
—¿Qué experimento es? —inquirí.
—Pryn es el número 57. El éxito nos estimuló. Tú eres el número 103. El número 203 es tu hermano —dijo Noe—. A juzgar por su tamaño, ha crecido mucho desde la Inundación. No lo mates, Duke. Es tu misma carne y tu misma sangre.
Me eché a reír burlonamente al oír aquello.
«Matar-afirmación», repitieron los Chicos.
Levanté mi fusil y disparé. Vi cómo la flecha se clavaba en el ojo que me contemplaba con curiosidad. Como Caín, vi brotar la sangre de la herida que había infligido a mi hermano. Brotó la sangre. Dolor. Me agarré la cabeza con mi mano libre y apreté fuertemente. Dolor. Dolor rojo. Mi vida. Aislamiento. Abundancia de pequeños animales de piel lisa para alimentarme. El aislamiento roto. Odio a los invasores. Mi vida solitaria en la oscuridad escapando ahora de mi Dolor.
El saco del animal se hinchó, y disparó un chorro de agua a la negrura de la Ciudad; pero continuó sujetando a Pryn.
Saboreé la sangre brotando de los labios que yo había mordido.
«Dolor-afirmación», dijo Ossie, nadando hacia mí.
—Caricia-amor, peligro-afirmación —dije a través del transmisor.
«¿Matar-pregunta?», inquirió Ollie.
—Afirmación-respuesta —dije, notando que los últimos vestigios del modo de pensar alienígena abandonaban mi mente como recuerdos.
—No puedes matar a tu propio hermano —suplicó Noe.
—¿Acaso se ha despertado su sentimentalismo? —grité.
—Me tiene muy trastornado todo esto —dijo Noe, pero el aparato respiratorio quitó toda emoción a sus palabras.
—Entonces, haga algo para remediarlo —dije, sentándome delante de la aleta dorsal de Ollie y nadando hacia Pryn.
—No puedo hacer nada —respondió Noe. Hizo una pausa y luego añadió—: Os quiero a todos.
—¡Cállese! —le grité a Noe.
Delante de nosotros, en la semioscuridad, había un saco blanco. Cerré mi mente al dolor que fluía de ella como su sangre. Luego, súbitamente, el animal hinchó sus mejillas mientras nos acercábamos y salió disparado por encima del parque hacia las altas agujas de piedra y acero. A la luz de mi linterna vimos unos pequeños arroyos de sangre, como cintas arrancadas que se hundían lentamente.
A orillas del distrito comercial el animal se detuvo, y luego reemprendió la marcha para chocar contra un edificio, demorándose unos instantes en el agujero que había hecho. Luego descendió a lo largo de la fachada, sin que la blanca mejilla de Pryn rozara el edificio. Nadamos rápidamente hacia el animal mientras se posaba sobre la acera. Los Chicos le rodearon mientras yo nadaba hacia la forma inmóvil de Pryn. Oí los latidos de su corazón y luego me volví hacia el animal.
El animal agitó hacia mí un manojo de tentáculos. Todos los turbulentos pensamientos de mi estirpe resonaron en la mente del animal. Matar, llegó el pensamiento, teñido de pesar. Coloqué una flecha en mi fusil y nadé hacia él. Dolor. Matar. Basta.
El animal abrió su boca situada debajo de su ojo. En el interior de la hendidura, vi un paladar sonrosado y una hilera de blancos dientes.
Matar, llegó la súplica. Apreté el gatillo y vi cómo la flecha penetraba y se hundía en la blanda piel. El animal se estremeció. Carne-con-carne, ¿pregunta?
Alargué una mano vacilante hacia su piel. Mi propia carne parecía desgajarse de mi brazo, pero le toqué.
Caricia-amor, ¿pregunta?, llegó el tembloroso pensamiento, bordeado de negro aislamiento, mientras la sangre se extendía lentamente por el oscuro mar.
—Afirmación, hermano —dije, y el animal quedó inmóvil.
«Peligro-afirmación», dijo Ossie.
—Negativa-respuesta —dije, y levanté la mano de la maltrecha carne de mi hermano.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Noe.
—Estoy limpiando sus porquerías —dije—. Bájeme un garfio.
—¿Para qué? —inquirió Noe.
—Para que pueda enterrar a mi hermano —repliqué.
Cogí a Pryn y la subí a la superficie, donde aún brillaba la luz del sol. Luego, con la ayuda de Ossie y Ollie subí a mi hermano a la cubierta del barco. Enterré a mi hermano en la tierra, donde podría ser devorado por los gusanos y disfrutar de su herencia.