La Visita
Uno de los problemas más peliagudos, debido especialmente a que no puede ser planteado hasta que la expedición llegué a su destino, es el de si va a encontrarse alguna clase de vida, y particularmente vida evolucionada, en el objetivo. Afortunadamente, en la Tierra tenemos experiencia en lo que respecta a entablar comunicación con pueblos primitivos. Podemos incluir en la tripulación de la nave un antropólogo-lingüista con una mentalidad tan práctica como teórica.
Comunicación.
¿Tendría sentido llevar una serie de diapositivas o de películas destinadas a mostrar de dónde procede nuestra tripulación y declarar sus intenciones pacíficas? Esto no es tan sencillo como parece, puesto que sabemos que la interpretación de imágenes inmóviles o en movimiento depende de la enseñanza. ¿Podemos preparar series alternativas de películas educativas capaces de impartir una enseñanza acerca de las formas de vida en diversos niveles de desarrollo?
Otra posibilidad es la de preparar un robot para establecer nuestros contactos iniciales.
Aptitudes y habilidades infrecuentes.
Podría recurrirse también a buscar en la Tierra individuos superdotados, los cuales, incluidos en la tripulación, tal vez podrían ayudar a resolver el problema de la comunicación. En otras partes, el desarrollo intelectual puede haber seguido unas líneas distintas a las de la Tierra. Pensemos, por ejemplo, en el espiritismo y sus fenómenos colaterales, cuya autenticidad todavía se discute entre nosotros. No creo que se perdiera nada utilizando a individuos dotados de facultades que hemos dado en llamar "extraterrestres". Podríamos escoger entre los miembros de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas, los parasicólogos de Occidente y los místicos de Oriente.
Si las culturas son simples. Debemos estudiar por anticipado algunos problemas que pueden plantearse si descubrimos que hemos ido a parar a un lugar cuya cultura sea comparable a la de las comunidades rurales de la Tierra. Es de suponer que seremos lo bastante persuasivos, o que estaremos suficientemente bien armados, para mantener la posición establecida y dejar una guarnición, si el viaje de regreso es factible. En tales condiciones, los miembros de la expedición tendrán tiempo de comunicar a la Tierra los problemas de astropolítica que se planteen. Debemos anticipar claramente, si es posible a través de las Naciones Unidas, la común responsabilidad para el desarrollo pacífico de nuestros nuevos vecinos. En el pasado hemos desarrollado una estrategia de tratar con las sociedades subdesarrolladas a base de tentativas y errores, o, para ser más exactos, de nuestros errores y de sus tentativas. Quizá podamos hacerlo mejor la próxima vez.
Si la civilización es similar a la nuestra. Es importante también anticipar los problemas que se plantearán si la civilización que encontramos es similar a la nuestra. En primer lugar, conviene saber si el planeta está dividido políticamente en unidades hostiles, como el nuestro, o si está unido.
Si el planeta, o satélite, está políticamente dividido, ¿con quién tenemos que establecer contacto? La expedición puede aterrizar presumiblemente dentro del dominio de una gran potencia, de una potencia mediana, o de una pequeña potencia. Correspondientes, por así decirlo, a Estados Unidos, Francia o Suiza. Otro aspecto de la cuestión es si el aterrizaje tendrá lugar entre proscriptos o bajo una autoridad establecida.
Nuestros movimientos estratégicos no pueden ser anticipados tan claramente como en el caso de las sociedades subdesarrolladas. Para complicar más las cosas, los nativos pueden mostrarse opuestos a que nuestra expedición aplace cualquier decisión sobre la política a seguir hasta que la Tierra conteste al informe que le habrá sido enviado.
Debemos prever toda la gama de relaciones posibles. Tal vez los elementos gobernantes del nuevo planeta estén dispuestos a entablar negociaciones pacíficas con la Tierra. También es posible que pueda identificarse a una minoría o a elementos disidentes, los cuales, si se les ayuda a obtener el poder, adopten una política de negociación. Otra posibilidad es la de que el nuevo mundo esté dominado por una tiranía, o bien por un sistema libre de ideología y organización, o que el poder esté repartido entre varios sistemas.
Un problema más sutil se planteará si el nuevo mundo ha conseguido desarrollar un sistema de orden público que mantiene la paz y la libertad. ¿Cuáles serían las consecuencias de poner a una Tierra dividida en activo contacto con semejante sistema? ¿No podrían reproducirse antiguos brotes de desunión y violencia si los partidos minoritarios o las facciones conseguían obtener el apoyo de grupos terrestres? ¿Se sentirían justificados los miembros de la expedición al actuar como instrumentos cuando nuevas olas de discordia se extendieran entre formas de vida avanzadas?
Si la civilización es científicamente superior a la nuestra. No debemos pasar por alto la más dramática de todas las posibilidades. Quizás existe una civilización superior a la nuestra en el dominio de la ciencia y de la tecnología, y se permite aterrizar a nuestra expedición a fin de obtener un ejemplar de la vida terrícola. En tales circunstancias, los miembros de la expedición pueden verse obligados a auto-destruirse inmediatamente, si les es posible, a fin de evitar convertirse en instrumentos involuntarios de una eventual invasión de la Tierra.
Sin embargo, el anterior supuesto podría provocar auténticos conflictos de lealtad. Suponiendo que los exploradores se convencieran de la estabilidad y de la honradez del sistema vigente en el nuevo mundo gracias al desarrollo superlativo de la ciencia, y que lo comparasen con la desunión y el atraso científico de la Tierra, ¿no es concebible que los miembros de la expedición se prestaran voluntariamente a colaborar en una acción de policía destinada a conquistar y unificar la Tierra, y a convertirla en una colonia del nuevo orden?