EVOLUCIÓN INACABADA
Una de las cosas acerca de la evolución que con más frecuencia se pasa por alto es el hecho de que todavía está en marcha. La evidencia nos rodea por todas partes. Otros animales deben adaptarse a nosotros o morir. Los humanos acabaron con la paloma silvestre, casi eliminaron al bisonte americano y están obteniendo mejores resultados en la liquidación de la grulla. Menos espectaculares que la destrucción son los cambios graduales, tales como los de las mariposas blancas que actualmente encuentran más fácil sobrevivir en las zonas rurales de la industrializada Inglaterra con las alas teñidas de gris. Si aceptamos el hecho de que el género humano evolucionó de unos antepasados de aspecto más bien brutal, tenemos que aceptar el hecho de que la evolución todavía está en marcha y nosotros continuamos evolucionando... ¿hacia qué? H. G. Wells se respondió a sí mismo esta pregunta en 1893 y, tratándose de Wells, la contestó en "El hombre del año un millón". Aunque escrito como un relato de ficción, Wells sabía el terreno que pisaba cuando lo subtituló "Un pronóstico científico". Al mismo tiempo conocía lo suficiente a sus conciudadanos del siglo XX como para no firmarlo.
Wells estaba en lo cierto. Su visión de nuestros probables descendientes fue muy mal acogida, y un anónimo poeta de Grub Street se permitió comentarla con un satírico poema que apareció en el semanario Punch con el título de "1.000.000 d. de J.".
En nuestra época somos más tolerantes, y Morton Klass —un antropólogo— no ha tenido inconveniente en dar su nombre a "En el principio". Klass analiza la posibilidad de que pudiéramos intervenir en nuestra propia evolución mediante el uso de la ingeniería biotécnica, y cuál podría ser el resultado.
Carleton S. Coon va más adelante, todavía. En "El Futuro de las razas del hombre" examina las excitantes y reales posibilidades de modelar nuestra evolución, y al hacerlo suministra temas para una docena de relatos de ciencia-ficción.