EL MITO DE LA CON-TIKI
Los nativos del atolón de Raroia en el Archipiélago de Tuamotu de la Oceanía francesa, quedaron muy sorprendidos un día al ver aparecer en el horizonte una extraña vela. Paulatinamente la vela se acercó, arrastrando una embarcación todavía más extraña, completamente distinta de las que suelen recorrer aquellas islas en busca de cargamentos de copra. Navegaba muy hundida en el agua, con las olas casi a nivel de su cubierta. Mientras los raroianos la contemplaban con interés, la embarcación se acercó al peligroso arrecife que rodeaba la isla, sin efectuar ninguna maniobra para tratar de escapar de los rompientes que la lanzaban contra el dentado baluarte de coral. Los tripulantes de la balsa —ya que se trataba de una gran balsa provista de una vela— eran evidentemente incapaces de controlarla con precisión. Finalmente, fue a estrellarse contra el coral, esparciendo ocupantes, latas de conserva, equipo de radio y otros aparejos en todas direcciones. Por último encalló detrás del arrecife. Los cinco ocupantes de la balsa, altos, curtidos, barbudos y afortunadamente ilesos, se incorporaron rápidamente y empezaron a recoger sus pertenencias de entre los espinosos erizos de mar que flotaban en las aguas poco profundas.
Para Thor Heyerdahl, el jefe de aquel grupo de osados navegantes, aquel día fue memorable por más de un concepto. Sus compañeros y él acababan de completar un viaje de 101 días desde la costa de América del Sur a bordo de la balsa de troncos Kon-Tiki, y su llegada a Raroia ponía punto final a una travesía llena de peligros. Sin embargo, era más importante el hecho de que Heyerdahl, con su travesía sobre la balsa desde la América del Sur hasta la Polinesia, se había asegurado una prueba adicional para una teoría que desde hacía mucho tiempo había tratado inútilmente de que aceptaran los antropólogos del mundo.
La teoría de Heyerdahl, familiar para muchos profanos a través del popular relato del viaje de la Kon-Tiki, afectaba al origen de la raza polinesia. Disintiendo de los antropólogos, Heyerdahl creía que los polinesios no procedían de Asia, sino que eran indios americanos que habían navegado desde la costa del Nuevo Mundo, la cual se encontraba mucho más cerca del triángulo polinesio que la costa de Asia. La teoría no era nueva. Había sido expuesta por primera vez por un misionero español en las Filipinas, el Padre Joaquín M. de Zúñiga, en su libro Historia de las islas Filipinas, atribuyendo un origen americano a los nativos de aquellas islas. La teoría atrajo a otro erudito misionero, William Ellis, el cual no pudo aceptarla completamente como aplicable a los polinesios. En tiempos más recientes la posibilidad de una relación polinesio-peruana ha sido resucitada en varias ocasiones, pero nunca ha merecido una seria atención.
Según la hipótesis de Heyerdahl, dos grupos independientes de indios estarían implicados en esta población de las islas de Polinesia. Primero, un grupo de indios peruanos navegaron en sus balsas desde la costa del Perú hasta las islas de la Polinesia Oriental, tocando la isla de Pascua y moviéndose posteriormente hacia el oeste a través de las islas Marquesas y Sociedad hasta el límite occidental de la Polinesia. Más tarde, un grupo de indios del Noroeste del Pacífico de los Estados Unidos y Canadá abandonaron sus cedros y sus ídolos y remaron hasta Hawai en sus piraguas, después de lo cual se infiltraron gradualmente en las islas meridionales del triángulo polinésico, mezclándose con los peruanos que moraban ya en aquella zona. Esto presupone evidentemente un extraordinario desarrollo muscular en los remeros indios de la costa del Noroeste, aunque esta fuerza física no es más notable que la infinita paciencia demostrada por los menudos peruanos en su recorrido a través de las islas.
Hagamos una breve pausa para examinar la propia Kon-Tiki. ¿Demostró realmente Heyerdahl con su viaje que los indios peruanos pudieron llegar a la Polinesia en aquella clase de balsas? La respuesta es rotundamente negativa. La balsa Kon-Tiki es un tipo de embarcación desarrollada por los peruanos después de que los españoles les enseñaron a utilizar las velas. Aunque los peruanos utilizaban balsas para viajar a lo largo de sus costas mucho antes de la llegada del hombre blanco, aquellas balsas no usaban velas, sino que eran propulsadas a fuerza de remos. Las balsas a vela del tipo de la Kon-Tiki no fueron utilizadas nunca por los indios prehistóricos. Además, los indios peruanos, lo mismo si usaron velas o remos, que si se dejaron arrastrar por las corrientes, no gozaron de las ventajas de los alimentos en conserva, de los modernos alambiques solares para extraer agua potable del mar, de las radios, mapas e instrumentos de navegación, ni del conocimiento del lugar al cual se dirigían. La Kon-Tiki disfrutó de todas esas ventajas, y puede afirmarse que sin ellas el viaje hubiese terminado rápidamente en tragedia. Cuando la Kon-Tiki encalló en los arrecifes de Raroia, llevaba aún a bordo 1.500 latas de conserva. Por lo tanto, se supone que la tripulación no podía sustentarse únicamente con lo que el mar les proporcionara. ¿Por qué habrían podido sobrevivir los indios, peor equipados y sin velas?
En resumen, el viaje de la Kon-Tiki no constituyó en modo alguno una demostración de la capacidad marinera de los antiguos peruanos. Lo único que demostró fue que utilizando un tipo de balsa a vela moderno, posterior a la llegada de los europeos a América, con instrumentos de navegación y equipo modernos, unos hombres podían sobrevivir a un viaje de 101 días entre Perú y Polinesia.
No hace falta decir que cuando la teoría de Heyerdahl se hizo pública, la reacción de la comunidad científica fue unánimemente negativa. Como ya hemos señalado, no era la primera vez que la hipótesis era aireada, y la versión de Heyerdahl era la misma vieja historia, envuelta en un nuevo ropaje y apoyada por una propaganda sensacionalista. Pero la teoría de la emigración peruana no ganó ningún adepto entre los científicos, los cuales están acostumbrados a exigir a sus colegas la misma objetividad que se exigen a sí mismos. Unos cuantos hombres de ciencia dedicaron algunos esfuerzos a señalar en revistas científicas varios de los numerosos fallos y contradicciones de la teoría y de la evidencia sobre la cual se basaba. La publicación de la teoría de la Kon-Tiki estimuló ulteriores trabajos científicos en el campo de la antropología polinésica, los cuales se tradujeron en pruebas adicionales contra la teoría, en vez de contribuir a sostenerla. El público, desconociendo en absoluto las conclusiones de la antropología en lo que respecta a los polinesios y a los indios americanos, estaba dispuesto a aceptar la hipótesis tal como era presentada en las numerosas publicaciones populares que hablaban del viaje de la balsa. El innegable arrojo de la tripulación al enfrentarse con el poderoso Pacífico sobre una embarcación tan frágil contribuyó evidentemente a hacer más atractiva la teoría, suponiendo que no fuera la causa principal de su popularidad.
Después del inicial estallido de entusiasmo popular, el interés del público se apagó gradualmente, en tanto que los científicos continuaban sus trabajos, interrumpiéndose ocasionalmente para practicar unos cuantos agujeros más en la teoría que, de todos modos, había mostrado su inconsistencia desde el primer momento.
Sin embargo, Heyerdahl no descansaba, y en 1956 dirigió la Expedición Noruega a Polinesia. El objetivo de la expedición era el de ahondar en la prehistoria de la Polinesia Oriental, concentrándose de un modo especial en la Isla de Pascua. Heyerdahl esperaba encontrar argumentos en apoyo de la teoría de la Kon-Tiki, naturalmente. Su obra más reciente, intitulada Aku-Aku, es un resultado de aquella tarea, y nos sirve de fuente principal de conocimiento del trabajo de los miembros de la expedición en la Isla de Pascua y en otras partes. Aku-Aku se encuentra en la misma línea de las obras anteriores, difiriendo únicamente en que su posición es más extremista. El estilo general de la obra corresponde al de los libros de aventuras tales como Infierno Verde y Todos los Ríos Corren hacia el Este. El aura de misterio que rodea la Isla de Pascua alcanza en el libro un clímax fantástico, sin que se haga ninguna referencia, prácticamente, a los excelentes estudios antropológicos efectuados por Métraux, Lavachéry, Routledge y otros. Aunque Heyerdahl evita el mencionar tales fuentes, es indudable que está familiarizado con ellas, como observará cualquiera que haya leído las obras de Métraux.
Habiendo establecido así para el lector profano que la Isla de Pascua y su cultura son térra incógnita para el mundo antropológico, Heyerdahl pasa a contar lo que él pudo descubrir con sus propios métodos especiales durante la estancia de cinco meses de la expedición. Los isleños de Pascua, desde luego, resucitaron la suma total de su esotérica para aquel visitante de excepción, revelándole todos los secretos hasta entonces ocultos a los ojos del hombre blanco. Aquellos secretos incluían cavernas ancestrales, a las cuales se llegaba únicamente por peligrosos caminos excavados en las entrañas de la isla y atestadas de extrañas esculturas de aku-aku, o demonios; el modo de mover y levantar las grandes estatuas; el secreto de la escritura de la Isla de Pascua... En realidad, se tiene la impresión de que los nativos de la Isla de Pascua representaron un espectáculo para Heyerdahl, poniendo en escena la "Historia de la Isla de Pascua" con música de Dimitry Tiomkin.
Lo cierto es que las estatuas de piedra descubiertas en las profundidades de las cavernas ancestrales son el más burdo de los fraudes, de un modelo que confeccionan los isleños para vendérselo a los turistas y marineros. Las desastrosas proporciones, la abominable técnica escultórica, permiten dictaminar su falsedad incluso a través de una fotografía. Comparadas con las finas y delicadas tallas en madera del pasado pagano del "Ombligo del Mundo", aquellas figuras de piedra son monstruosidades. Sin embargo, resulta alentador comprobar que los nativos de la Isla de Pascua reconocen con tanta rapidez las posibilidades para engañar a un novato, e impresiona de veras la creatividad de su imaginación en este y en algunos de los otros "secretos" que revelaron.
En cuanto al secreto de la escritura de la Isla de Pascua, los trabajos del Dr. T. Barthel posteriores a la estancia en la isla de la Expedición Noruega permitieron identificar la verdadera naturaleza del sistema de signos utilizados en las tablillas rongorongo. El Dr. Barthel señala que la escritura fue traída a la isla por los primeros pobladores y es de origen polinesio.
Aparte de los interludios de excitación y suspense, el libro contiene las habituales afirmaciones. Por ejemplo, Heyerdahl se atribuye a sí mismo los primeros trabajos de arqueología llevados a cabo en las Marquesas. Por desgracia, llegó treinta y siete años demasiado tarde. En efecto, aquel honor corresponde a Ralph Linton, que efectuó unas excavaciones en 1919, y yo mismo estaba realizando la primera excavación estratigráfica en Noku Hiva un mes antes de que el buque de Heyerdahl echara el ancla en la Bahía de Taiohae.
Heyerdahl pretende también que es el primer hombre blanco que vio la famosa estatua de dos cabezas que se encuentra en el valle de Taipivai, en Noku Hiva. En realidad, aquella estatua fue vista por primera vez por Karl von den Steinen, el famoso etnógrafo alemán, en 1898, y debidamente anotada en su libro sobre arte marquesiano. Desgraciadamente, el supersticioso temor de su guía nativo impidió que von den Steinen fotografiara la estatua.
Otro de los descubrimientos que Heyerdahl se atribuye es el del fuerte de Morongo Uta en Rapa Iti. El lugar fue localizado y estudiado por J. G. Stokes, del Bernice Bishop Museum, en los años veinte, aunque el informe no fue publicado. Pero los funcionarios del museo no trataron nunca de ocultar el hecho de que Stokes trabajó allí.
El cuadro general de la prehistoria de la Isla de Pascua que se desprende del Aku-Aku, es que las islas fueron pobladas primeramente por indios peruanos y posteriormente invadidas por polinesios (que en realidad eran indios de la Costa Noroeste), al final del período prehistórico. Basándose en una antigua leyenda de la Isla de Pascua que alude a una guerra entre dos facciones llamadas, respectivamente, los Orejas Largas y los Orejas Cortas, Heyerdahl identifica a los Orejas Largas como peruanos, y a los Orejas Cortas como polinesios. Muestra unas cuantas fotografías de Orejas Largas supuestamente puros que viven aún en la Isla de Pascua, y cuyo aspecto, añado yo por mi cuenta, es notablemente caucásico. Heyerdahl atribuye esto al hecho de que los conquistadores peruanos no eran realmente indios, después de todo, sino hombres blancos de cabellos rojos. (¿Se oculta aquí una hipótesis nórdica?) El hecho de que no aparezca ninguna población caucásica prehistórica en todo el Perú carece de importancia para la teoría, desde luego. La repentina aparición de hombres blancos en la teoría de Heyerdahl resulta desconcertante, después de que el propio Heyerdahl ha tratado tan desesperadamente de demostrar que la sangre polinesia es similar a la sangre india americana en clasificaciones-tipo. Entonces, ¿qué relaciones raciales tienen esos blancos con los indios? ¿Poseen acaso los mismos tipos de sangre que los indios? Si es así, el tipo de sangre y el fenotipo físico no se corresponden, lo cual contradice su teoría.
La fecha de colonización de la Isla de Pascua ha sido fijada en el año 380 de nuestra Era. La cultura de los colonos peruanos, según Heyerdahl, es la de la época que los arqueólogos sudamericanos conocen como el período Tiahuanaco. Sin embargo, la cultura Tiahuanaco, brotó en las altiplanicies de Bolivia (cerca del lago Titicaca) alrededor del año 750. De modo que los peruanos que llegaron, a la Isla de Pascua llevaron allí la cultura Tiahuanaco 400 años antes de que existiera. ¡Una gran hazaña, incluso para los fabulosos peruanos! Sin embargo, resulta aun más asombroso el hecho de que aquellos peruanos llevaron con ellos la técnica de construir paredes de mampostería, la cual no apareció en Perú hasta mucho más tarde, aproximadamente en el año 1500.
Por otra parte, los descubridores tiahuanacos de la Isla de Pascua, carecían extrañamente de todas las cosas típicas, de la cultura Tiahuanaco. El período Tiahuanaco se caracteriza por una abundancia de hermosa alfarería, decorada con pinturas de felinos, deidades antropomórficas y zopilotes. En la Isla de Pascua, sin embargo, no se encontró ninguna pieza de alfarería. En Bolivia, centro de la cultura Tiahuanaco, se encuentran las ruinas de grandes edificios y varias, estatuas de gran tamaño. No existe el menor parecido entre las estatuas de la Isla de Pascua, representando figuras, humanas casi desnudas, y las de Tiahuanaco, representando seres antropomórficos con colmillos de felinos y vestidos con pesados ropajes. En lo único que coinciden es en que son de piedra, pero no creemos que esto sea muy significativo.
Otra característica de la cultura Tiahuanaco son sus telas maravillosamente tejidas con las fibras de una gran variedad de plantas y utilizando numerosas técnicas. Nada de eso ha sido encontrado en la Isla de Pascua.
La emigración que condujo a este grupo paradójicamente no Tiahuanaco de indios Tiahuanacos a la Isla de Pascua estaba dirigida al parecer por el gran dios Viracocha. Pero el culto de Viracocha, un dios creador, puede remontarse en el Perú al año 750 de nuestra Era, como máximo, aunque esto no es seguro. Se supone que Viracocha fue un inca que sólo adquirió importancia cuando se desarrolló el imperio incaico después del 1500, e incluso puede ser una deidad tribal limitada únicamente a los incas. Desde luego, no existe ninguna prueba de que fuera un hombre real, del mismo modo que no puede probarse que existieran Apolo o Zeus.
Los peruanos de Heyerdahl disponían seguramente del artilugio clásico de la Ciencia-Ficción, la máquina del tiempo, ya que aparecieron en la Isla de Pascua el año 380, acaudillados por un dios-héroe incaico del año 750, poseedores de unas técnicas desarrolladas en el año 1500, y sin ninguna de las características del período Tiahuanaco en Perú y Bolivia. Esto equivale a decir que América fue descubierta en los últimos días del Imperio Romano por el rey Enrique VIII, el cual llevó a los aborígenes el Ford Falcon.
En resumen, la teoría de la Kon-Tiki se nos aparece como fantasma del pasado, envuelto en un sudario más atractivo. Su base es esencialmente el éxito de un moderno viaje en balsa que ni siquiera ha podido demostrar nada acerca de la antigua navegación peruana.
Las evidencias científicas en apoyo de la teoría son completamente inconsistentes, incluso en las escasas ocasiones en que resultan aceptables. Por otra parte, las similitudes que se citan para demostrar las relaciones polinesio-peruanas son completamente equívocas.
La teoría de la Kon-Tiki es casi tan plausible como las leyendas acerca de la Atlántida, de Mu y de los "Hijos del Sol". Al igual que la mayor parte de teorías semejantes, su lectura se hace apasionante; pero como ejemplo de método científico, resulta decepcionante.