Epílogo

Londres

Menos de una hora después

Mason Ferris estaba en su escritorio repasando unos documentos cuando le sonó el teléfono. Cogió el auricular sin prisa alguna.

—Dígame.

La voz balbuceante y asustada al otro lado de la línea era la de Brewster Blackmore. Mientras Ferris escuchaba, la mandíbula a punto estuvo de desencajársele y la sangre dejó de circularle por las venas.

—¡¿Que han hecho qué…?!