Me aparto de la ventana, llamo a los niños y a mi marido. Les digo que, como manda la tradición, tenemos que subirnos al sofá frente a la chimenea y, a medianoche, pisar en el suelo con el pie derecho.
—¡Amor mío, está nevando!
Me acerco corriendo a la ventana, me fijo en la luz de una de las farolas. ¡Sí, está nevando! ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
—¿Podemos salir? —pregunta uno de los niños.
Aún no. Primero nos subiremos al sofá, comeremos doce uvas y guardaremos las pepitas para tener prosperidad todo el año, y haremos todo lo que hemos aprendido de nuestros antepasados.
Después saldremos a celebrar la vida. Estoy segura de que el nuevo año será excelente.
Ginebra, 30 de noviembre de 2013