He creado una cuenta de correo electrónico falsa. Tengo la droga, debidamente probada (a lo que siguió el juramento de no volver a hacerlo nunca más, porque la sensación es genial).
Sé cómo entrar en la universidad sin que me vean y dejar la prueba en la mesa de Marianne. Solo me falta descubrir qué cajón va a tardar en abrir, lo que probablemente es la parte más arriesgada del plan. Pero eso fue lo que me sugirió el camello, y tengo que escuchar la voz de la experiencia.
No puedo pedirle ayuda a ningún alumno, tengo que hacerlo todo sola. No tengo nada más que hacer salvo alimentar el «sueño romántico» de mi marido y abarrotar el teléfono de Jacob con mis mensajes de amor y esperanza.
La conversación con el camello me dio una idea que después puse en práctica: enviarle mensajes de texto todos los días, con palabras de amor y de ánimo. Eso puede funcionar de dos maneras. La primera es que se dé cuenta de que tiene mi apoyo y que no me fastidió lo más mínimo lo de la cita en el club de golf. La segunda, si la primera no funciona, es que a la señora König se le ocurra curiosear en el teléfono de su marido.
Accedo a internet, copio algo que me parece inteligente y pulso el botón de «enviar».
Desde las elecciones, no ha pasado nada más importante en Ginebra. Jacob ya no aparece en la prensa y no sé nada de él. Solo una cosa ha movilizado a la opinión pública en estos días: si la ciudad debe cancelar o no la fiesta de Nochevieja.
Según algunos diputados, los gastos son desorbitados. Me han encargado determinar qué significa exactamente desorbitados. Fui al ayuntamiento y me enteré de la cantidad exacta: ciento quince mil francos suizos, equivalente a lo que dos personas, mi compañera de trabajo y yo, por ejemplo, pagamos de impuestos.
Es decir, con el dinero de los impuestos de dos ciudadanos, con un sueldo razonable pero no extraordinario, podrían hacer felices a miles de personas. Pero no. Hay que ahorrar porque nadie sabe lo que nos depara el futuro. Mientras tanto, las arcas municipales se llenan. Puede faltar en invierno sal para echar en las calles y evitar que la nieve se convierta en hielo y causar accidentes, las calles siempre necesitan reparaciones, por todas partes se ven obras que nadie tiene ni idea de para qué son.
La alegría puede esperar. Lo importante es mantener las apariencias. Y al decirlo debemos entender: no dejar que nadie se dé cuenta de lo ricos que somos.