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Sierra de Mitsuhama, Schuyler

Zona de ocupación de los Jaguares de Humo

13 de agosto de 3059

Mientras los cazas aeroespaciales terminaban la segunda y definitiva pasada de castigo, Victor aceleró su OmniMech Daishi y entró en el desfiladero, sombrío y escabroso, que conducía a las cumbres de la sierra de Mitsuhama. Aunque no era el más veloz de los ’Mechs del Décimo de Guardias Liranos, el pesado monstruo que había bautizado como Prometeo tenía una gran potencia de ataque y podía soportar muchos daños. Estaba equipado con tecnología de los Clanes; se lo habían regalado hacía mucho tiempo para que pudiese hacer frente a sus enemigos de los Clanes en pie de igualdad.

En Alyina y Teniente me protegió, al tiempo que me permitía matar a guerreros enemigos. Aunque sabía que ser el primero en entrar en un desfiladero lo convertía en un blanco, Victor se extrañó al notar que no tenía miedo. Era preciso romper la línea de los Clanes, y el Cuarto de Regulares de los Jaguares había enviado una Trinaría para defender este punto débil de la sierra. Al este y al oeste, el RC de la Guardia Pesada y el Primero de la Genyosha amenazaban los flancos del Cuarto, reteniéndolos en aquel lugar. Por lo tanto, le correspondía a la Décima romper el centro de los Clanes y obligarlos a huir.

La otra unidad que estaba en Schuyler, el Duodécimo de Regulares de los Jaguares, se había rendido en el Olasin Fjord cuando estaba sometida a una presión incesante por parte del Cuarto de Guardias de los Lobos, el Primero de Lanceros de Saint Ivés y la 91.ª División de ComStar. Aunque las unidades de los Clanes eran simples Núcleos estelares de guarniciones y, por consiguiente, estaban compuestos de una mezcla de ’Mechs de primera y segunda línea, el Duodécimo había luchado bien y el Cuarto había endurecido su resistencia cuando llegaron a la sierra.

El Daishi rodeó un altibajo y vio que un ’Mech humanoide salía de su escondrijo para dispararle. El ordenador lo reconoció como un Grendel, un ’Mech de tamaño medio que tenía cierta potencia de fuego, pero no era la clase de oponente que podía detener un Daishi. A menos que tenga mucha suerte.

El Grendel levantó el brazo izquierdo y disparó los láseres medios que llevaba en la parte posterior del antebrazo. Uno de sus rayos de color rubí salió muy desviado a la izquierda, pero el otro dio en el brazo izquierdo del Daishi, quemando parte de su blindaje. El Grendel irguió entonces el brazo derecho y un láser pesado emitió un rayo de luz verde que incidió sobre el pectoral izquierdo del ’Mech de Victor. Los fragmentos fundidos del blindaje cayeron al suelo convertidos en una masa líquida. El láser medio montado en la cresta de la cabeza del Grendel también disparó contra el Daishi y evaporó parte del blindaje del brazo derecho del OmniMech, abriendo una cicatriz semejante a la que ya tenía en el izquierdo.

Sin pensarlo de manera consciente, Victor colocó el retículo del punto de mira sobre la silueta del Grendel y disparó a la vez los tres láseres pesados de pulsación del brazo derecho y el rifle Gauss montado en el izquierdo. Todos los láseres dieron en el blanco y arrancaron pedazos de armadura del brazo izquierdo y la pata y costado derechos. La plateada bala del rifle Gauss atravesó el vapor del blindaje fundido e impactó en el brazo derecho, destrozando todo el blindaje y arrancando muescas de sus huesos de ferrotitanio.

De algún modo, el piloto de los Clanes consiguió mantener el ’Mech erecto, a pesar de los impactos que había recibido. El Grendel volvió a apuntar sus armas para disparar al Daishi. Dos de los láseres medios le arrancaron blindaje del costado izquierdo. Por otra parte, el rayo de color rubí que brotó de la cabeza del Grendel quemó el blindaje del brazo izquierdo, mientras que el haz esmeralda del láser pesado carcomió el blindaje de la pata derecha.

El Penetrator de Renny Sanderlin apareció detrás del Daishi y usó los láseres de pulsación que llevaba montados en el torso para atacar al Grendel. Uno de los rayos falló, pero todos los demás acertaron en aquel ’Mech de envergadura media. El primero le corroyó el brazo derecho y destruyó los láseres grandes y pequeños que llevaba montados en él. Otros dos destruyeron parte del blindaje de los costados. El que incidió en el lado derecho eliminó los últimos restos de la protección y redujo a líquido el afuste de misiles de corto alcance que tenía allí. Los otros dos fundieron parte del blindaje que cubría el corazón del Grendel e incluso penetraron en su cuerpo para causar daños internos. El humo negro que brotó del centro y del costado derecho del pecho reveló que el motor podía haber quedado afectado.

Victor dejó de prestar atención al Grendel al ver que se desplomaba y se volvió hacia el Shadow Cat que le estaba disparando desde más lejos. Su blindaje ya mostraba daños debidos a los bombardeos de los cazas, lo que lo hacía aún más vulnerable al Daishi de lo que habría sido en otras circunstancias. El Shadow Cat tenía el mismo tamaño y similares protecciones que el Grendel, pero no iba tan armado. Con los desperfectos que ya había sufrido el Daishi, era posible que el otro ’Mech pudiese causarle nuevos daños pese a ser más pequeño, pero era improbable que pudiese dejarlo fuera de combate.

Victor apretó los gatillos de las palancas de mando. Mientras los láseres que el Shadow Cat llevaba montados en el brazo acertaban en el Daishi, el ataque con láseres de Victor convirtió el brazo izquierdo del ’Mech en una nube de vapor. El rifle Gauss, por su parte, destrozó el blindaje del brazo derecho y aplastó la articulación del hombro. Los otros dos láseres de pulsación arrojaron una ráfaga de dardos de energía sobre la pata izquierda y el costado derecho del Shadow Cat, y quemaron la cantidad suficiente del blindaje para que el piloto no pudiese equilibrar el repentino cambio de peso del ’Mech. El Shadow Cat cayó desmadejado y quedó incrustado entre la pared del desfiladero y un enorme dolmen.

El ataque del Shadow Cat contra el Daishi, no obstante, había sido eficaz. Los dos láseres pesados habían lanzado sus rayos verdes contra el pecho del ’Mech. Uno había dañado el blindaje que cubría su corazón, mientras que el otro había partido los restos de la armadura del pectoral izquierdo. Este último rayo también había quemado algunas estructuras internas de apoyo, amenazando el afuste de MCA, pero no había conseguido impedir que el Daishi siguiera funcionando con normalidad.

Una luz plateada brillante iluminó el desfiladero cuando Renny activó sus retrorreactores y colocó su Penetrator delante del Daishi de Victor.

—Deja que te tome el relevo, Victor. Casi hemos llegado arriba.

Victor reprimió una maldición. Renny tiene razón, el ’Mech está dañado. Renny Sanderlin había sido el compañero de habitación de Victor durante su último año en el Nagelring, y era un buen amigo desde bastante antes. Aquel hombrón siempre estaba dispuesto a apoyar a Victor o protegerlo de los peligros.

—Recibido, Renny —dijo—. Voy detrás de ti.

En la cumbre de la sierra, un enorme OmniMech con el blindaje deteriorado les cerró el paso. Era un corpulento Man o’War de aspecto humanoide, de apenas diez metros de altura; pero, plantado en el paso con su silueta recortada contra el horizonte, le pareció a Victor lo que Goliat debía de haberle parecido a David. El ’Mech de los Jaguares levantó sus brazos sin manos, con los cañones de proyección de partículas que formaban el antebrazo derecho y las cuatro bocas de láseres que asomaban en la muñeca del brazo izquierdo. El OmniMech era un enemigo formidable, pero Victor sabía que caería porque tenía que caer.

El Man o’ War fue el primero en disparar. El rayo artificial emitido por el primer CPP devoró parte del blindaje del costado derecho del Penetrator, y el segundo haz azul disolvió parte del blindaje en el centro del tórax. Las agujas de color escarlata del láser medio que llevaba en el brazo izquierdo corroyeron el blindaje de la pierna izquierda del ’Mech de la ManFed, dejándolo deteriorado pero sin grietas.

Renny devolvió el fuego y acertó con cinco de los seis láseres de pulsación que llevaba montados en el torso. Dos de ellos evaporaron parte del blindaje del brazo izquierdo del ’Mech enemigo. Una andanada de agujas de color rubí salpicó el blindaje de la pierna izquierda. Otro rayo de luz estroboscópica abrasó la protección del brazo derecho, mientras que el último quemó la armadura que cubría el centro del amplio pecho del ’Mech.

Victor centró el punto de mira en la figura del Man o’ War. Una lluvia de dardos verdes de energía cayó sobre el brazo izquierdo y el torso del ’Mech, pero el tercer láser pesado y el rifle Gauss fueron los que causaron los mayores daños al atacar el brazo derecho, que ya estaba en mal estado. El proyectil arrojado por el rifle Gauss pulverizó casi todo el blindaje del brazo y el láser evaporó los últimos restos. Los demás rayos de energía perforaron el hombro, dejando paralizado el brazo; entonces explotó uno de los dos CPP que llevaba en el antebrazo.

A pesar del fuerte castigo que estaba sufriendo, el piloto de los Jaguares de Humo siguió disparando. Los dos láseres medios del brazo izquierdo incineraron parte del blindaje del brazo derecho y del costado izquierdo del Penetrator. El rayo azulado del CPP falló porque la parálisis de la articulación del hombro limitaba su capacidad de seguir los movimientos del ’Mech de Renny. El láser pesado le perforó el costado derecho, evaporando los últimos restos del blindaje y desintegrando uno de los láseres mientras brillaba en un último gesto desafiante.

Todos los láseres de pulsación de Renny dieron en el blanco. Los tres que dispararon bajo destrozaron el blindaje de las patas del OmniMech, mientras que otros dos encendían el centro del tórax. El último fue el que hizo más daños, ya que quemó el resto del brazo derecho del Man o’War, destruyó el último CPP y arrojó al suelo los despojos ennegrecidos del miembro.

El ataque de Victor continuó con la destrucción del ’Mech. Un láser achicharró el blindaje del pecho, mientras que otro evaporó los últimos restos de armadura del brazo izquierdo y empezó a quemar las fibras de miómero y los huesos de ferrotitanio. El tercer láser arrancó el blindaje de la pata derecha y rompió el accionador superior, dejando sueltos los extremos del músculo artificial. La bala del rifle Gauss atravesó el orificio abierto por la pérdida del músculo, impactó en la sección central del fémur y lo rompió.

El titánico ’Mech se desplomó sobre su costado derecho y giró hasta quedar mirando hacia el cielo oscuro.

Renny redujo la marcha del Penetrator para que Victor y él llegasen a la cima al mismo tiempo. Victor se colocó a su derecha, de modo que la masa del OmniMech ocultara el orificio abierto en el costado derecho del Penetrator y éste, a su vez, cubriera el deteriorado blindaje de su lado izquierdo. Eran dos gigantes de aspecto extraño y mortífero, con las patas torcidas hacia atrás y el tronco inclinado hacia adelante: unas máquinas construidas para un único fin letal.

Un pequeño Hankyu apareció por la izquierda y abrió fuego contra el Penetrator. De los seis láseres medios del ’Mech humanoide, los que llevaba en los brazos disolvieron una porción del blindaje del brazo y la pierna izquierdos, mientras que los láseres que tenía en el pecho acribillaron la armadura del brazo derecho y del pectoral izquierdo. Al Penetrator se le cayeron fragmentos humeantes de blindaje, pero ninguno de los disparos consiguió dañar las piezas que permitían funcionar al ’Mech.

El fuego de respuesta del Penetrator devastó al Hankyu. Dos láseres le arrancaron placas de blindaje de cada pectoral, mientras que otro destrozó la protección del brazo derecho. Los dos últimos crearon una lluvia de dardos de energía que quemaron el blindaje de la pata derecha y corroyeron los músculos y los huesos sintéticos que había debajo. De todos modos, el Hankyu logró mantenerse en pie, como tributo a la destreza y al equivocado sentido del valor de su piloto.

A la derecha de Victor, un Peregrine empezó a disparar contra él. Era un ’Mech humanoide de blindaje redondeado, incluidas las toberas de cada antebrazo que albergaban un láser medio de pulsación. Escupieron sendas dagas de color rubí que se clavaron en la armadura del costado y brazo derechos del ’Mech. El láser pesado añadió su fuego verdoso al ataque contra el brazo derecho, pero los ataques no lograron más que destruir parte del blindaje.

El Príncipe giró el brazo derecho del Daishi a la derecha con un gesto casi casual y disparó el gatillo. Los rayos verdes del arma asaetearon el ’Mech y dos de ellos carcomieron casi toda la armadura de sus patas. Aquello resultó tener poca importancia, porque el tercero destruyó la mayor parte de la protección del pecho del Peregrine y la plateada bala del rifle Gauss irrumpió a través de las últimas y finas láminas protectoras y aplastó la estructura interna de apoyo del ’Mech. El Peregrine se dobló por efecto del disparo y cayó hacia atrás con una voltereta extraña que arrojó fragmentos de blindaje en todas las direcciones.

El Penetrator y el Hankyu repitieron su intercambio de disparos. El ’Mech pequeño volvió a acertar con todos sus disparos. Llovieron gotas de blindaje fundido del pecho y del brazo derecho del Penetrator, que quedó sin protección. Dos de los láseres quemaron las últimas placas de armadura de la pata izquierda y empezaron a chamuscar las estructuras internas. Y lo que era peor aun: los dos últimos láseres perforaron el pectoral derecho del Penetrator, destruyeron los láseres de aquella zona que seguían funcionando y redujeron a chatarra la mayoría de las estructuras internas.

Los disparos de Renny hicieron pedazos al Hankyu. Mientras dos de los láseres pesados destruían el blindaje del brazo y la pata izquierdos, los otros tres descargaron una tormenta de fuego que consumió el brazo y la pata derechos y todo el blindaje del pectoral del mismo lado. La ferocidad del ataque hizo girar al pequeño ’Mech y lo arrojó contra una elevación. La máquina quedó tumbada en una pequeña torrentera creada por la erosión del agua de lluvia.

—Renny, ¿te encuentras bien?

—Hay que reparar el ’Mech. Jammer se va a desesperar, pero ya se sabe que los techs han nacido para sufrir. Yo estoy bien.

—Mi informe es idéntico —dijo Victor suspirando, y comprendió que el sudor que desprendía no procedía sólo del calor que se había acumulado en la carlinga—. Mantén los ojos abiertos.

—Creo que no será necesario, Victor.

—¿Qué quieres decir?

—Eso de allá me parecen Naves de Descenso —repuso, señalando al horizonte con el brazo del Penetrator—. Y fueron los ’Mechs que corren hacia ellos los que levantaron aquella nube de polvo.

Victor introdujo un mandato en el ordenador para aumentar la ampliación en la pantalla holográfica. El informe de Renny era exacto, pero Victor no acababa de creerlo.

—Pero son Jaguares de Humo… guerreros de los Clanes. Ellos no huyen.

—Nunca huían, Victor, hasta hoy —respondió su amigo, con cierto tono burlón.

Victor meneó la cabeza y miró los dos ’Mechs humeantes que yacían a cada lado.

—Entonces, ¿éstos eran sólo una Estrella Omega, una unidad que había quedado rezagada a fin de retrasarnos lo suficiente para permitir que los demás huyeran?

—Eso parece —asintió Renny. El Penetrator levantó el brazo en un gesto de saludo, mientras otros miembros de los Guardias llegaban a la cumbre y empezaban a explorar el territorio—. Deberías sonreír, Victor, con tu mejor sonrisa. Los hemos derrotado. La victoria es nuestra.

Victor paseó la mirada entre el Capiscol Marcial Anastasius Focht y Phelan Kell, mientras el último informe transmitido por ComStar aparecía en el aire, en el centro de la sala de reuniones. Habían pasado muchas horas desde la batalla de la sierra de Mitsuhama y ya habían ocupado el cuartel general del Cuarto de Regulares de los Jaguares en Tsurara. Tenía frío y se sentía aturdido. Sabía que podían ser los efectos secundarios de un día de combate y gloria. Sin embargo, se culpó de la información que acababa de leer.

—Capiscol Marcial, ¿cuánta fe tiene en estos informes?

Focht apartó la mirada de las mesas por unos momentos, se frotó la boca y respondió:

—Los agentes que los envían siempre han sido de toda fiabilidad. Más de la mitad de los informes proceden de unidades de ComStar que han participado en los ataques, por lo que supongo que sus datos son tan buenos como los nuestros. Al igual que aquí, en Schuyler, parece que los Jaguares de Humo de Schwartz, Rockland, Coudoux y Garstedt han puesto una resistencia simbólica y han huido. Los informes acerca de que los Jaguares de Humo han abandonado Idlewind y Richmond parecen precisos, y el hecho de que hayan destruido sus cuarteles generales y las industrias más importantes de esos planetas indican que quieren negárnoslos. También lo considero como un indicio de que no van a volver.

—Eso es lo que me parece. Phelan, ¿qué opinas?

Por primera vez, Victor vio desconcertado a su primo.

—Que yo sepa, no hay absolutamente ningún precedente de todo esto. Cuando obligaste a Marthe Pryde a retirar sus tropas de Coventry, lo hiciste mediante una oferta de abandono, que sólo se aplica a los enemigos a los que uno se ha enfrentado y ha derrotado. Permitir que las Naves de Descenso dejaran el sistema era un abandono de facto. Una retirada antes de un desafío o un ataque es, bueno… algo que no había oído nunca.

—¿Tienes alguna idea de sus razones?

Phelan se encogió de hombros. Era evidente que se sentía incómodo por la pregunta.

—Debo imaginar que los Jaguares de Humo ven una amenaza aun mayor en otro sitio. Podría ser que hayan empezado a combatir con los Gatos Nova en los planetas natales, o que otro clan los amenace con una Absorción. Todos estos acontecimientos podrían obligar a los Jaguares a retirar sus tropas hacia Huntress para reagruparse, utilizar nuevas armas y volver a la lucha. Y que no quepa la menor duda al respecto: puede que les hayamos causado daños y que hayan perdido algunas unidades buenas, pero no hemos destruido todo lo que tienen o podrían tener.

Victor sabía que Phelan tenía razón.

—Lo que quieres decir es que nuestra fuerza expedicionaria podría llegar a Huntress y, en vez de encontrar un planeta con pocas defensas porque los Jaguares están aquí atacándonos, Morgan podría toparse con todo lo que les queda a los Jaguares.

—Más o menos, eso es —dijo Phelan—. También tenemos que sopesar la posibilidad de que sea una falsa maniobra.

—Tiene razón —asintió el Capiscol Marcial—. Podrían retroceder para concentrar sus fuerzas en un número limitado de planetas, con la esperanza de enfrentarse a nosotros allí. Esto les permitiría elegir el campo de batalla de manera que los beneficie.

—Pero ¿es probable? —inquirió Victor, que se levantó de la silla y empezó a pasearse por la sala—. Para ellos, recurrir a esta táctica puede significar que preveían nuestro ataque y han sacrificado voluntariamente docenas de unidades para darnos una falsa sensación de superioridad. Como estábamos planteando las batallas a su estilo, lanzando desafíos y anunciando lo que íbamos a utilizar, podrían haberse retirado ante nuestros ataques y habrían logrado lo mismo sin perder equipos ni hombres. Por otra parte, si estuvieran tan organizados, creo que habrían hecho en más planetas lo que han llevado a cabo en Richmond e Idlewind: habrían destruido la industria que puede proporcionarnos unos suministros vitales para prolongar la campaña.

»Al fin y al cabo —añadió—, sólo con la recuperación de material hemos podido agregar tres regimientos de ’Mechs de los Clanes, sin contar el Núcleo estelar que has incorporado a tu Tercera Legión, Phelan.

—Tenía que ofrecerles esa posibilidad, por pequeñas que me parecieran las posibilidades de que fuese cierta.

—Esto nos deja frente a lo inimaginable: el colapso prematuro de los Jaguares de Humo —concluyó Victor—. Hemos hecho en cuatro meses lo que creíamos que iba a tardar cuatro años, y lo hemos conseguido con una fracción de las bajas previstas. Esto, por supuesto, es maravilloso, pero nos plantea otro problema.

—¿Cuál es? —inquirió el Capiscol Marcial.

—Preparar una expedición a Huntress.

—Ya hay una en camino —le recordó Focht, arqueando una ceja.

—Lo sé. —Victor juntó los dedos y señaló al Capiscol Marcial con ambas manos—. Si esto es una retirada total, todas las tropas de los Jaguares se dirigen hacia Huntress. Seguramente llegarán antes que Morgan, lo que quiere decir que él y sus hombres serán masacrados. No podemos transmitirles un mensaje de aviso porque no sabemos si lo recibirán, y los Jaguares podrían interceptarlo, lo que sólo complicaría las cosas.

»Podemos declarar que vamos a ampliar nuestras operaciones a la Periferia para continuar las acciones contra los Clanes —continuó—. El Condominio puede controlar la distribución de información. Eso será vital, porque no podemos permitirnos que las noticias entren en los canales de los Clanes y lleguen a sus planetas natales antes que nosotros a Huntress.

—¿Os dais cuenta de que proponéis ausentaros con esa fuerza de la Esfera Interior durante un período mínimo de un año y medio? —preguntó el Capiscol Marcial.

—¿Acaso tengo elección?

—Creo que sí. Tenéis una responsabilidad para con vuestro pueblo. Si os vais, es imposible predecir lo que vuestra hermana hará en vuestra ausencia. Ir a Huntress no formó nunca parte de nuestro plan de lucha contra los Clanes, y hacerlo ahora alteraría gravemente el equilibrio de poder en la Esfera Interior.

—Pero, si no lo hacemos, Morgan y los demás morirán.

—No lo sabéis, Victor.

—Pero tengo que suponerlo, Capiscol.

Focht meneó la cabeza con terquedad.

—Morgan Hasek-Davion es un hombre inteligente. Si, al llegar, ve que las probabilidades están en su contra, hará lo más prudente.

—Me gustaría pensar eso, pero Morgan es igualmente capaz de espolear a su gente a un estado de frenesí que les haga creer que pueden conseguir lo imposible. Si atacase de todos modos y muriese en el intento, yo… No quiero que muera allí, si puedo evitarlo.

—Hay ciertas cosas que no podéis evitar, Victor —replicó fríamente el Capiscol Marcial—. Estáis siguiendo un camino peligroso y tomando decisiones que luego podríais lamentar. No las toméis a la ligera.

—No lo hago.

—Yo creo que sí. Oigo en vuestras palabras los ecos de las elecciones que yo hice, hace mucho tiempo —dijo Focht—. La dinastía Steiner parece generar dos tipos de personas. Una es un guerrero inigualable. Vos representáis ese aspecto de la familia. El otro es un político intrigante, como vuestra hermana Katherine. En algunas personas, estos rasgos se mezclan; ambos se manifestaban con fuerza en vuestra abuela, pero ese tipo de individuos es bastante raro. Lo que intento deciros, Victor, es que toméis una decisión militar reduciendo al mínimo sus consecuencias políticas.

—Eso está muy bien, Capiscol. Su percepción de mi familia es fascinante, pero no es pertinente para esta discusión.

—Sí que lo es, Victor. ¿Conocéis la famosa cita de Santayana?

—«Los que no conocen su pasado, están condenados a repetirlo».

—Exacto. Yo soy ese pasado, Victor. No puedo… La Esfera Interior no puede permitiros que repitáis la locura que yo hice hace tres décadas.

—No lo entiendo.

—Ya me lo imagino. —Focht sonrió con cautela y alargó la mano hacia Victor—. Es un placer conocerlo, príncipe Victor Steiner-Davion. Soy vuestro primo, a dos generaciones de distancia. Soy Frederick Steiner.

Victor se quedó boquiabierto y tuvo que apoyar la espalda contra la pared.

—Es… es imposible. Frederick Steiner murió en Dromini VI, en el Condominio Draconis. Fue un héroe, aunque fue enviado con el Décimo de Guardias Liranos a una misión suicida porque había conspirado con Aldo Lestrade. Dejó la Mancomunidad a merced de un ataque del Condominio. Usted no puede ser Frederick.

—Os aseguro que lo soy, Victor. Un test de ADN lo demostraría muy rápidamente. La sangre que nos une sólo es matrilineal, de nuestra tatarabuela, por lo que el ADN de nuestras mitocondrias sería idéntico. Podéis extraeros la sangre vos mismo y supervisar los tests si deseáis comprobarlo.

Victor meneó la cabeza en sentido negativo. Ya conocía demasiado bien la exactitud de las pruebas del ADN. Fue gracias a una comparación del ADN como averiguamos que Thomas Marik es un impostor.

—No pareces sorprendido por esta revelación —dijo a Phelan.

—Una de las misiones que llevé a cabo para el ilKhan fue la de descubrir el secreto de la identidad del Capiscol Marcial. Ojalá hubiese sido tan fácil como extraer un poco de sangre.

—¿Quién más lo sabe?

Focht se encogió de hombros.

—Theodore Kurita, la Primus Mori de ComStar y quizá varias personas más. Ya no considero que aquel que fui siga siendo parte de mí. Elegí mi nuevo nombre porque significa más o menos «guerrero renacido». Así es exactamente como me veo. He usado mi capacidad para mantener la Esfera Interior a salvo. Meterme en política fue lo que me llevó donde estoy ahora: desligado del poder, apartado de mi familia y mis tradiciones. Tuve que aprender a adaptarme a esta vida, Victor, pero no creo que vos pudierais.

Victor recordó que había pensado en abandonarlo todo a cambio de vivir la vida con libertad junto a Omi, por lo que meneó la cabeza en sentido negativo.

—Usted se equivoca, al igual que cuando habla de los rasgos que heredamos los Steiner.

—¿Ah, sí?

—Esto promete ser interesante —dijo Phelan, sonriendo y recostándose en la silla.

Victor se apartó de la pared y volvió a erguirse.

—Usted no estaba más predispuesto a ser un buen guerrero cuando nació que mi hermana a ser una zorra asesina. Ésos no son rasgos heredados, sino conductas aprendidas. La capacidad de aprendizaje sí que la heredamos. Su destreza como guerrero, su habilidad para adaptarse a su nueva vida en ComStar, su capacidad para descubrir la manera de derrotar a los Clanes… todo eso son aprendizajes, y aprender es lo que mejor sé hacer.

»Una cosa que he aprendido bien es la siguiente: no puedo traicionar la confianza de aquellos que dependen de mí. Y Morgan y sus hombres dependen de mí. Katherine estará muy atareada con Thomas Marik y Sun-Tzu Liao, de modo que al infierno con sus tonterías. Hemos cumplido con nuestra parte de la operación contra los Clanes y ahora tenemos la oportunidad de ayudar a nuestros amigos a cumplir con la suya. Y eso es lo que vamos a hacer.

—Habéis hablado como un guerrero —comentó Focht.

Victor esbozó una sonrisa y añadió:

—Creo que Katherine sentirá la tentación de causar problemas si está desocupada. Aunque es muy poco probable que Thomas y Sun-Tzu no le den quebraderos de cabeza, he puesto en marcha otras cosas que deberían darle mucho en que pensar. Tal vez esté lejos de ella, pero me tendrá muy presente en sus pensamientos.

—Habéis hablado como un Davion —señaló ahora el Capiscol Marcial.

—Tiene que ser porque mi mitad de Steiner necesita aprender todo lo posible en los próximos nueve meses sobre cómo adiestrar una fuerza aliada para someter un clan. Tenemos que organizar ejercicios de adiestramiento, suministros, reparaciones, programas de envíos, medidas de seguridad, relaciones con los medios…

Phelan se rio con suavidad.

—Dejaré que tú mismo te encargues de todo eso, Victor —dijo—. Dime sólo cuándo nos vamos.

—Tú y tus hombres no podéis venir, Phelan.

—¿Qué? —exclamó Phelan, irguiéndose—. Dije que no os iba a llevar a Huntress ni a Strana Mechty, pero nunca dije que no te acompañaría.

—Lo sé. Ojalá pudiera dejar que vinierais también, pero no puedo. No podemos. El objetivo de esta operación ha sido el de demostrar a los Clanes que la Esfera Interior puede expulsarlos de aquí. Vuestra participación en este esfuerzo ha sido fundamental, porque ahora formáis parte de la Esfera Interior. Los Gatos Nova, que también se han integrado en las Fuerzas de Defensa, son asimismo parte de la Esfera Interior, pero tampoco me acompañarán. Ni me llevaré sirvientes de los Jaguares de Humo. Lo que se haga en el espacio de los Clanes, tienen que hacerlo tropas de la Esfera Interior. Tal vez luchemos con sus equipos, pero lo haremos sin los resultados de sus programas reproductivos. Es la única manera de demostrar que su superioridad es un espejismo, y que un futuro planificado conjuntamente será mejor que uno condicionado por el conflicto.

»Hay otra razón —añadió, bajando la voz—, más importante que ésta, por la que necesito que os quedéis aquí. A pesar de lo que le he dicho al Capiscol Marcial, sé que Katherine no podrá resistir la tentación de causar problemas mientras estamos lejos. Si estás aquí, con las tropas que dejaremos atrás para eliminar a los últimos Jaguares de Humo, habrá una fuerza militar que le impedirá lanzarse a aventuras demasiado peligrosas. Tengo que saber que hay alguien hacia quien pueda volverse Yvonne si las cosas se complican. No se me ocurre nadie mejor que tú con quien pueda contar para protegerla.

—Maldito seas, Victor Davion —replicó Phelan, golpeándose la palma de la mano con el puño—. Estaba preparado para sortear cualquier razón que me impidiera ir contigo, pero me pides que cuide de Yvonne. ¡Rayos! ¿Sabes una cosa? Creo que es mi preferida en tu familia.

—Sí, a mí también me gustó siempre tu hermana Caitlin —contestó Victor, manteniendo la mirada a Phelan. Entonces, ambos se echaron a reír—. Tú eres mi punto de apoyo aquí, Phelan. Mantén la paz hasta mi regreso.

—Procura volver pronto, Victor —dijo Phelan, y señaló con el dedo al Príncipe y al Capiscol Marcial—. Si ustedes dos deciden largarse como Kerensky para no volver jamás, los perseguiré y los traeré a rastras a este asilo para que se enfrenten a los internados que dejaron atrás.