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Llanura de Ragnarok, Asgard
Zona de ocupación de los Jaguares de Humo
27 de mayo de 3059
Pese a estar metida en la mole blindada de un Devastator, la kommandant Wendy Karner se sentía muy vulnerable. Curiosamente, no era debido a la situación desprotegida de su batallón en las colinas que constituían la zona de transición entre las montañas Retiro de Odín hasta la llanura de Ragnarok. El Primer Batallón de ’Mechs del regimiento de combate (RC) de la Guardia Pesada de Davion había ocupado aquella posición por razones muy concretas y, a medida que caía la noche, ella sabía que la sabiduría o la estupidez de aquel despliegue quedaría demostrada antes del alba.
Comprendió que su vulnerabilidad se debía a que el Devastator olía a nuevo. No recordaba haber estado nunca en un ’Mech que oliese a nuevo. Su adiestramiento inicial lo había realizado con el AgroMech de su familia, y después, durante su estancia en la Academia Militar de Nueva Avalon e incluso durante la Guerra de los Clanes, siempre había combatido desde la carlinga de un ’Mech mucho más antiguo que ella y, en el caso del que había pilotado justo antes de ser asignada al Devastator, en un ’Mech que su madre e incluso su abuelo habían utilizado en la Guardia Pesada.
Sabía que «nuevo» no era sinónimo de «malo» y que el diseño del ’Mech estaba muy bien, pero aun así se sentía extraña en el Devastator.
A pesar de sus recelos, le gustaba aquel BattleMech de anchos hombros y diez metros de alto. Su falta de manos la molestaba un poco; pero, como ambos brazos acababan en las bocas de sendos rifles Gauss, pasó por alto este defecto. Llevaba cañones de proyección de partículas montados a ambos lados del pecho, justo debajo de dos de los láseres medios del ’Mech. Los otros dos iban montados en la cabeza y sobre la columna vertebral, para poder disparar fácilmente a los blancos que tuviera a la espalda. Este ’Mech de aspecto humanoide también llevaba un grueso blindaje, por lo que no sólo podía atacar muy duro a larga distancia, sino que podía sobrevivir a un intercambio de disparos prolongado.
Wendy estaba bastante segura de que el combate que se aproximaba no duraría mucho. Pero compensará con salvajismo su corta duración.
Habían llevado a cabo el ataque a Asgard con una facilidad sorprendente. El Cuarto de Dragones de los Jaguares estaba formado por una sola zona estelar de BattleMechs de primera línea de los Clanes. Esto indicaba que su fuerza era aproximadamente de sesenta ’Mechs, lo que equivalía aproximadamente a la mitad de los ’Mechs del RC de la Guardia Pesada. Según todos los cálculos convencionales, los Jaguares y el RC tenían una potencia equilibrada.
Los conocimientos militares convencionales también indicaban que una fuerza atacante necesitaba por lo menos una ventaja de tres a uno sobre su enemigo para poder vencer con un número de bajas aceptable. Por esta razón, la fuerza que la Liga Estelar había desplegado en Asgard incluía una unidad del Condominio y otra de ComStar, ambas del tamaño equivalente a un regimiento. El Tercero de Húsares de Proserpina lideraba el regimiento del Condominio, y dos batallones del Tercero de Regulares de Benjamin lo reforzaban. Los Regulares habían sido incluidos porque habían perdido aquel planeta a manos de los Jaguares y querían reconquistarlo desesperadamente para recuperar su honor. La contribución de ComStar al combate era la 278.ª División, una unidad de elite procedente de Rasalhague.
Cuando la fuerza invasora de la Liga Estelar llegó al sistema Asgard, el Cuarto de Húsares de los Jaguares estaba estacionado en Vernan, la ciudad más grande del continente meridional de Asgard. El tai-sa Angus McTeague quería enfrentarse a ellos allí, porque en el año 3052 los Regulares habían sido expulsados de Vernan hasta la cordillera del Retiro de Odín y, finalmente, hasta las llanuras. Los Jaguares se le habían anticipado al retroceder a las rocosas montañas del Retiro. Entonces, McTeague desplegó la unidad de ComGuardias al sur de las estribaciones montañosas y ordenó que la Guardia Pesada de Davion se situara a su retaguardia para controlar la ruta oriental de retirada, mientras la fuerza del Condominio atacaba a los Jaguares desde la vertiente occidental, en una maniobra que los propios Jaguares habían empleado para expulsar a los Regulares siete años atrás.
—Martillo Uno, aquí Daniel Siete.
Wendy activó el micrófono de su radio y respondió:
—Adelante, Daniel Siete.
—Los detectores de movimiento pasivo han captado movimiento de descenso —dijo el localizador de tropas. Titubeó unos momentos y añadió—: Están entrando en el sector veintitrés-treinta y seis de la cuadrícula.
—Copiado, Daniel Siete. Has hecho tu trabajo bien. Ahora salid de la guarida del Jaguar.
—Recibido, kommandant. —El alivio en la voz del hombre era evidente—. Saldremos en dos minutos.
—Recibido, Siete. Daos prisa porque la vamos a armar gorda.
Wendy conmutó la radio a la frecuencia táctica del batallón.
—Martillo Uno a batallón. Se acercan. No sabemos el número ni el tamaño, pero llegarán por veintitrés-treinta y seis. Contened el fuego hasta que recibáis permiso.
Pulsó otra serie de botones en la consola de comunicaciones para activar la frecuencia de la artillería del regimiento.
—Aquí Martillo Uno. Necesito una cortina de fuego en el sector veintitrés-treinta y seis, dos-tres-tres-seis, dentro de un minuto. Repito, un minuto. Seguida de otra al cabo de treinta segundos.
—Recibido, Martillo Uno. Eres la primera de la lista.
Por último, activó de nuevo la frecuencia táctica de su batallón.
—Muy bien, Martillos, vamos a ponerles los focos —dijo.
Miró la pantalla holográfica de sensores que colgaba en el aire frente a ella. Mostraba una imagen de trescientos sesenta grados de los alrededores en un arco de ciento sesenta grados. Unas barras doradas a ambos lados de la pantalla marcaban el alcance de sus armas delanteras. Pulsó unas teclas con rapidez para ampliar la imagen y conmutó el escáner al modo de luz estelar para aprovechar al máximo la luz crepuscular.
A lo lejos, fuera del alcance máximo de sus ’Mechs, vio un grupo de dieciocho BattleMechs. Lucían el patrón moteado preferido por los Jaguares de Humo, pero la mayor parte había sido arrancado del blindaje. Daban la impresión de haber participado en una terrible serie de batallas, y, si los fogonazos que brillaban junto a las cimas del Retiro de Odín significaban alguna cosa, el combate seguía librándose de manera feroz.
Aunque el Primer Batallón no trató de ocultar su presencia, e incluso tentaba el peligro al atreverse a asomarse al horizonte en las colinas, la activación de sus sensores debería haber alertado a los Jaguares de que los Guardias no estaban allí sólo de visita. Activar los sensores era el equivalente a la antigua costumbre de la Tierra de arrojar el guante en señal de desafío.
El único problema verdadero de retar así a los Clanes era que sus BattleMechs podían conseguir impactos a aquella distancia. No serían muy fuertes, pero causarían algunos daños y quedarían impunes, ya que los Guardias no podían contraatacar. A algunos podía parecerles una situación poco deportiva, pero Wendy había aprendido que los únicos que se preocupaban por la igualdad de oportunidades en la guerra eran los escritores que no habían visto nunca un combate y los pobres diablos que eran machacados sin poder responder.
—Quietos ahora, chicos —dijo a través del micrófono—. Los tenemos donde queremos que estén.
Aprovechándose de su mayor alcance de disparo, los Jaguares se desplegaron y dispararon contra los Guardias. Unas cintas verdes de luz emitida por los láseres pesados atravesaron la oscuridad y dieron en los ’Mechs de los Guardias. Sus misiles de largo alcance salieron de los afustes de disparo y llenaron el ambiente de humo y fuego. Dos grupos de misiles impactaron en el Devastator de Wendy, arrancando el blindaje que cubría el corazón y el tobillo izquierdo del ’Mech. Un temblor sacudió la máquina, pero los daños propiamente dichos eran insignificantes.
Los informes de los daños iban sucediéndose a través de la radio, pero ninguno era muy negativo. La Guardia Pesada de Davion usaba algunos de los BattleMechs más grandes que existían, lo que quería decir que se necesitaría algo más que una ráfaga de disparos para derribarlos. Parece que los Jaguares de Humo se mantienen fieles a sus tradiciones de honor y selección de blancos aislados, en vez de combinar su potencia de fuego para destruir a alguno de nosotros. Casi podía considerar noble aquella actitud, pero venía envuelta en estupidez, por lo que sintió una mayor predisposición a compadecerlos que a admirarlos.
Centró el retículo del punto de mira en uno de los ’Mechs pesados que tenía unas garras metálicas construidas en sus gigantescas manos. El ordenador no bloqueó el sistema de puntería, pero informó que el ’Mech era un Kodiak. Wendy sonrió. Así que los Jaguares usan Kodiaks. Bien, ganaremos experiencia a su costa antes de ir a cazar los Osos Fantasmales.
La primera cortina de fuego de artillería acertó en los Jaguares mientras se preparaban para otro ataque de largo alcance. Algunas explosiones pequeñas presagiaron el ataque; a continuación, el fuego cubrió el sector de capas doradas y rojas. Durante unos segundos, pareció como si el propio aire explotara. Un momento después, el rugido del ataque llegó hasta los Guardias, y Wendy frunció el entrecejo. Nadie debería ser sometido a esa clase de castigo, pero prefiero que mueran ellos aquí, a que se queden para matar a los míos. Sin embargo, tengo la impresión de que no hay elección posible.
Entre las volutas de humo, salieron los ’Mechs de los Clanes que habían sobrevivido. El ataque de artillería había reducido su número en un tercio, destruyendo los ’Mechs más pequeños y débiles, y dejando activos sólo los lentos y pesados. Avanzaron subiendo por la leve pendiente hacia el lugar donde los esperaban los Guardias. Sus armas relucían en la oscuridad; unos fogonazos de luz los convertían en imágenes estáticas de pesadilla, y luego volvían a envolverlos las tinieblas hasta el siguiente.
—Guardias, permiso para disparar —dijo Wendy, y centró el punto de mira en la silueta de un Kodiak. No sabía si era el que había visto antes, pero se dio cuenta de que no le importaba en absoluto. Cuando brilló un punto dorado en el centro del retículo, apretó los gatillos para disparar los rifles Gauss gemelos del Devastator.
Dos balas plateadas salieron disparadas de los cañones y asaetearon el Kodiak. Ambos cartuchos supersónicos impactaron en su costado izquierdo. Uno hizo saltar una tonelada de blindaje del brazo izquierdo, mientras que el otro hizo trizas la protección que recubría la espinilla. Wendy creyó que se desplomaría, pero el piloto demostró ser lo bastante habilidoso para mantener la máquina erguida.
El Kodiak devolvió el fuego con el láser pesado que llevaba montado en el pecho. Su rayo verde fundió la pata derecha del Devastator. Los kilojulios de energía emitida evaporaron el blindaje, reduciéndolo a una masa retorcida. A pesar de haber perdido el blindaje, la pata tenía aún protección suficiente para resistir varios ataques parecidos. Tú en cambio no vas a aguantar tanto.
El Falconer de Ted Mooraine apuntó con sus armas al Kodiak. El Falconer siempre parecía desconyuntado, sobre todo porque el tronco estaba inclinado hacia adelante desde las caderas, en lugar de estar erguido como el Kodiak o el Devastator. Mooraine siempre aseguraba que aquello lo convertía en un blanco más pequeño y, por tanto, más difícil de atacar. Wendy sabía que lo que garantizaba su supervivencia era más su habilidad para disparar sus armas que la discreción de su ’Mech.
El cañón de proyección de partículas montado en el brazo izquierdo del ’Mech arrojó una línea dentada de energía azulada contra el Kodiak. El rayo de energía hizo saltar fragmentos de blindaje del brazo izquierdo. Unas placas del blindaje ferrofibroso, semifundidas, cayeron del brazo del ’Mech e iniciaron pequeños incendios en el terreno. El rifle Gauss que el Falconer llevaba en el brazo derecho lanzó una bala al pecho del Kodiak. Le arrancó lo que habría sido el esternón en un ser humano y redujo el blindaje a un montón de pedruscos que cayeron rodando como un desprendimiento de rocas.
El Kodiak se había acercado lo suficiente hasta llegar a una distancia en que el resto de sus armas eran efectivas y se concentró en atacar al Falconer. Aquel cambio de táctica no tenía sentido para Wendy, ya que el Falconer no había sufrido daños y podía hacer menos daños a aquella distancia. Es como si el piloto se hubiese enfurecido por la intervención de Ted en el combate. En tal caso, lo que sucederá a continuación lo sacará de quicio.
El Kodiak abrió fuego contra el Falconer con todas sus armas disponibles a aquella distancia, lo que fue una demostración impresionante de capacidad destructiva. Levantó ambos puños y apuntó sus láseres medios montados en ellos. De los cuatro que llevaba en la mano derecha, tres dieron en el blanco. El trío de rayos destrozaron parte del blindaje en todo el torso del Falconer, desde la derecha a la izquierda. Los rayos del brazo izquierdo también consiguieron una precisión del setenta y cinco por ciento, evaporando blindaje del pecho, brazo y pata izquierdos. Aunque ningún disparo atravesó el blindaje para causar daños graves, la pérdida de tanta armadura protectora le hizo perder el equilibrio. El Falconer se tambaleó un poco y cayó del costado izquierdo.
—Ted, levántate y lárgate de aquí —ordenó Wendy—. ¡Guardias, replegaos después de este intercambio de disparos!
Wendy empezó a recular con su Devastator, aunque sin dejar de apuntar al Kodiak. Disparó el rifle Gauss de la mano derecha, y la bala plateada abrió un canal en el pecho del Kodiak, profundizando en los daños que le había causado el Falconer. El otro proyectil argénteo le arrancó el brazo derecho, arrojando fragmentos de blindaje por los aires en una granizada de cerámica. A pesar de la destrucción causada, el piloto mantuvo el ’Mech en pie y seguía acercándose.
El batallón de Wendy se retiró de forma ordenada. El Falconer de Ted pasó por delante a toda velocidad, mientras que el Devastator retrocedía por la otra vertiente de la colina. Wendy vio en la pantalla que el Falconer se giraba y apuntaba sus armas hacia la cima, aprovechando la protección que ésta le proporcionaba. Deben de saber que los estamos esperando aquí, pero ¿tienen otra opción más que atacar?
Los ’Mechs de los Clanes subieron hasta la cumbre a toda velocidad. Llevaban tanto impulso que, aunque hubiesen querido parar, probablemente habría sido demasiado tarde para hacerlo. Si era lo que pretendían, no sólo no dieron ninguna señal de ello, sino que siguieron acercándose con valentía a pesar de lo que les estaba esperando.
A diferencia de las unidades del Condominio a las que se habían enfrentado los Jaguares en el Retiro de Odín, las fuerzas de la Mancomunidad Federada seguían una táctica de guerra con un enfoque basado en la utilización combinada de armas. Un Regimiento de Combate no era un mero regimiento de ’Mechs y servicios de apoyo, sino una unidad que funcionaba de manera conjunta con la caballería, infantería, fuerzas aéreas y artillería. Ésta ya había devastado los ’Mechs de los Clanes y las unidades aéreas habían eliminado sus cazas del cielo. Ahora eran los ’Mechs que se habían batido en retirada los que atraían a los guerreros de los Clanes al valle, donde la caballería de la ManFed ya estaba desplegada para convertirlo en un auténtico Valle de la Muerte.
Aunque era verdad que los BattleMechs eran el arma más poderosa jamás inventada, la caballería no carecía de utilidad. El regimiento de blindados del RC de la Guardia Pesada se había agazapado en la ladera de la colina y esperaba con los vehículos apostados y prestos para disparar. Cuando sus BattleMechs hubiesen retrocedido más allá de sus líneas, podían empezar a disparar tan pronto como aparecieran sus enemigos, a los que atacarían casi a bocajarro.
Los primeros en abrir fuego fueron media docena de tanques pesados Alacorn Mk VIL Cada uno llevaba tres rifles Gauss montados en la torreta. Uno de los blindados apuntó al Kodiak con dos de sus rifles. El primero lanzó dos disparos que destrozaron parte del blindaje del pecho y de la pata derechos del ’Mech. El ataque del segundo Alacorn demostró ser más destructivo, porque los dos proyectiles que acertaron en el blanco lo hicieron en el costado derecho. Los últimos restos del blindaje del ’Mech se desintegraron tras este ataque y el segundo cartucho le atravesó el tórax. Saltaron del costado varios fragmentos metálicos y una débil explosión arrojó una voluta de humo por la boca del cañón automático que el Kodiak tenía en el pecho.
Pese a todo, el Kodiak mantenía su posición erecta y su peligrosidad.
Wendy le apuntó con los rifles Gauss y disparó. Sólo uno de los proyectiles dio en el Kodiak. La bala plateada le destruyó los últimos restos del blindaje del brazo derecho. A continuación disparó también sus tres láseres medios, que acertaron todos en el blanco. Uno de los rayos fundió el blindaje del costado izquierdo, el segundo quemó la protección del brazo izquierdo y el tercero penetró en el cráter abierto en el pecho. Una voluta de vapor muy caliente salió a través del orificio que había sobre el corazón del ’Mech, el cual se estremeció violentamente.
¡Le he dado en el giroestabilizador!, exclamó Wendy para sus adentros mientras veía cómo aquel enorme ’Mech luchaba por mantener la verticalidad. Aunque el piloto era muy bueno, el último disparo de Wendy había dañado el giróscopo que permitía a los ’Mechs mantenerse en posición erecta. El Kodiak se tambaleó, las patas dejaron de sostenerlo y empezó a desplomarse. En un último esfuerzo por mantener la verticalidad, el piloto extendió el brazo derecho, pero la tensión rompió las estructuras de apoyo y el brazo se separó del tronco a la altura del hombro y rodó por la ladera hacia los Guardias, mientras el Kodiak chocaba contra el suelo entre una nube de polvo y humo grasiento.
A los ’Mechs de los Clanes apostados a lo largo de la cresta de la colina, las cosas les iban aun peor. Dos tanques de asalto Brutus dispararon sus dos láseres pesados contra un diminuto Hankyu, cuyo pecho quedó envuelto en llamas. Era inconcebible que aquel BattleMech ligero pudiese resistir tanto tiempo. Cuando los rayos verdes de los láseres penetraron en su blindaje, haces de energía salieron por todas sus articulaciones, seguidos de sendas columnas de humo. El ’Mech quedó paralizado en lo alto de la colina, con toda la parte superior del tronco envuelta en humo.
Otro Kodiak se enfrentaba a dos robustos Penetrators, los cuales dispararon una media docena de láseres de alcance medio, que clavaron sus letales dardos de luz por todo el cuerpo del gigantesco ’Mech. Le destrozaron el blindaje, reduciéndolo a una masa fundida, mientras un rayo penetraba en su corazón. Una voluta de humo se elevó hacia el suelo y el ’Mech cayó de espaldas.
Wendy avanzó con su Devastator y escrutó el campo de batalla. Todos los ’Mechs de los Clanes habían caído; unos humeaban, otros ardían, otros estaban descuartizados, y algunos era imposible reconocerlos tal como habían sido unos minutos antes. Mientras subía por la ladera, centró el punto de mira en el Kodiak que ella había ayudado a derribar y disparó una ráfaga contra el codo izquierdo. La articulación se rompió, y el antebrazo quedó amputado. Así puso fin al fútil intento del piloto de volver a enderezar el ’Mech.
—Lanzas, informad —dijo por radio.
Los informes que le llegaron indicaban que ningún ’Mech de los Clanes seguía en estado operativo. Los daños que había sufrido su unidad no eran graves. La mayoría de los ’Mechs sólo habían perdido parte del blindaje, aunque a tres de ellos les habían amputado distintos miembros y un piloto había muerto cuando una bala de rifle Gauss aplastó la carlinga. El jefe de la unidad de blindados informó que su unidad seguía estando operativa; sólo habían perdido dos tanques, ambos aplastados por sendos ’Mechs que les cayeron encima.
Wendy conmutó la frecuencia a la del regimiento.
—Martillo Uno a Base —dijo.
—Informe, Martillo Uno —respondió la fría voz de la mariscal Anne Adelmara.
—Enemigo enfrentado y detenido. Salieron dieciocho de las montañas Retiro, y todos han caído. Nuestras bajas son mínimas.
—Muy bien, Karner, excelente. Sin duda, está a la altura de la tradición de servicio de su familia. Los draconianos están barriendo la cordillera, por lo que todavía podrían encontrar algunos rezagados. Quédense donde están. Enviaré al Segundo Batallón para seguir la pista de sus amigos. También llegarán pronto las unidades sanitarias.
—Entendido, señor. Corto.
Wendy no podía dejar de sonreír. Conmutó de nuevo a la frecuencia táctica del batallón y dijo:
—Escuchad: vamos a controlar el área. Unas unidades amigas vendrán a seguir el rastro de los Clanes. Tened cuidado, pero podéis sentiros orgullosos. Por primera vez desde Tukayyid, una fuerza de la Esfera Interior ha demostrado a los Clanes que, aunque ellos son buenos, eso no quiere decir que sean los mejores.