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Barrio de los Guerreros
Strana Mechty
Región estelar Kerensky, espacio de los Clanes
27 de octubre de 3058
Vladimir Ward de los Lobos se sentía exhausto y débil como un muñeco. Se incorporó hasta quedar recostado y puso una almohada entre su cabeza y la cabecera de la cama. Tiró de la sábana, tapándose la pierna derecha, para enjugarse las gotas de sudor que le resbalaban por el rostro y el pecho. Dejó caer la mano sobre el tórax y cerró los ojos. Notó que las soporíferas secuelas del acto sexual lo arrastraban hacia el sueño, pero se negó a rendirse a él.
Su cuerpo, saciado y agotado, permitió divagar a su mente y se sorprendió pensando en cosas que no se le habían ocurrido nunca antes. Como todo el proceso reproductivo en la casta de guerreros de los Clanes se realizaba de forma artificial, no existía ningún vínculo entre el apareamiento y la procreación. El placer carnal era un regalo compartido entre amigos, una forma de celebración e incluso de competición en la que nadie perdía. Sabía que, entre los miembros de las castas inferiores, la relación sexual estaba preñada de muchos otros significados y matices, pero él nunca había pensado mucho en todo aquello. Vivía como debía vivir un guerrero y esto era todo lo que importaba.
Aparearse con compañeras era una cosa, pero el amor no formaba parte de ello. El amor era propio de las castas inferiores —y de los confundidos ciudadanos de la Esfera Interior—, y Vlad sabía que utilizaban aquella palabra para englobar una vasta gama de afinidades. Por su parte, los guerreros valoraban la amistad y la camaradería, pero la exclusividad propia del amor habría despertado los celos y las rivalidades, que eran destructivos para el orden y la disciplina militar, cualidades especialmente veneradas por los guerreros de la casta dirigente.
Vlad recordó que, en el pasado, una de sus antiguas compañeras de sibko, una joven a la que había conocido desde la infancia, le había confesado estar enamorada de alguien. Aquella experiencia la había confundido sobremanera, y su confusión empeoraba por el hecho de que su amor era para el sirviente Phelan Kell. Ranna, que así se llamaba la muchacha, había acudido a Vlad en busca de orientación y su ansia de seguridad hizo que ambos acabasen en la cama.
En aquel entonces Vlad no entendía lo que estaba pasando ni por qué ella había empezado a evitarlo. Llegó a creer que había traicionado a Phelan por estar conmigo. Vlad había acabado por comprenderlo antes de conocer a la mujer a la que creía amar, pero hasta ese momento, hasta que había mantenido una relación sexual con una mujer distinta de la que quería, no había podido entender por completo los sentimientos de Ranna. Había desdeñado aquellas emociones como una aberración mental, pero ahora sabía que era algo más que eso.
En Katrina Steiner, Vlad había encontrado a una mujer que anhelaba. Era mucho más que atracción física y pasión, aunque estos componentes no se podían pasar por alto. Cuando hablaba con ella y se encontraba a su lado, sentía una unidad espiritual que anteriormente sólo había conocido con otros guerreros. Sabía que debería haberla rechazado porque no era una guerrera en ningún aspecto, pero la fuerza interior que emanaba de ella brillaba con tanta fuerza como la suya propia. Era como si él hubiese descubierto una parte de sí mismo que no sabía que faltase.
La punzada de miedo que recorrió sus entrañas lo sorprendió. El dolor de la traición es el temor a perder a quien se ha traicionado. Podía racionalizar la emoción, diseccionarla y analizarla, pero de algún modo eso no la privaba de su poder. Temía perder a Katrina por un incidente que, entre los Clanes, pasaría inadvertido. Sin embargo, ella lo consideraría una traición; por eso temo haberla traicionado. Muy interesante.
Vlad miró hacia la entrada al cuarto de baño. El sonido del agua de la ducha cesó y sonó el chasquido de la mampara al abrirse. Oyó el suave roce de una toalla sacada del colgador, y las luces del cuarto se apagaron.
La mujer que entró en la penumbra del dormitorio estaba utilizando la toalla para secarse el cabello. Algunas gotas de agua brillaban todavía sobre la piel de sus largas piernas y sus pechos respingones. Vlad podía verle las costillas insinuándose bajo su piel y observó la gracilidad con que movía los músculos al acercarse a la cama. Recordó su propio cuerpo moviéndose contra ella, lo que hizo que asomara una sonrisa a sus labios.
Marthe Pryde tiró la toalla por encima del hombro, se apartó unos mechones de cabello de la cara y se estiró en el lecho a su lado. Suspiró satisfecha, apoyó la barbilla en sus brazos y lo miró.
—Cuando me invitaste a reunirme contigo para estudiar nuestra situación, no esperabas que pasara esto, ¿quineg?
—Neg. No tengo motivo de queja, pero esto ha sido inesperado.
—Bien —dijo Marthe con una sonrisa taimada—, creo que más te vale recordar siempre que pueden pillarte por sorpresa.
—Tal vez hayas disparado la trampa, Marthe Pryde, pero tenía la impresión de que daba tanto como recibía —repuso Vlad, poniéndose del costado derecho y apoyando la cabeza en la mano—. Si todos los ataques por sorpresa se resolvieran con este nivel de satisfacción, posiblemente lo buscaría con ansia.
—¡Ah!, pero la resolución siempre forma parte de la sorpresa —cerró los ojos por unos instantes y añadió—: Y ésta ha sido muy agradable. Los Lobos sois muy imaginativos.
—Y los Halcones podéis ser muy hábiles en el uso de los métodos tradicionales. —Vlad se permitió una risita—. Por supuesto, la noticia de esta alianza dejaría asombrados a nuestros seguidores.
—Creo que aun asombraría más a nuestros colegas del Gran Consejo. Me cuesta creer que ninguno de ellos tuviera la decencia de morirse al pasar la prueba para volver a ser considerados guerreros.
—Estoy de acuerdo. Me impresionó de forma particular la actuación de los dos nuevos Khanes de los Gatos Nova. Ambos son viejos, pero obtuvieron victorias contundentes sobre sus oponentes.
—Era casi como si ya supieran previamente lo que los otros iban a hacer —comentó Marthe—. Hace tiempo que los Gatos Nova dicen todas esas tonterías sobre sus visiones del futuro. Nunca he creído ni una palabra, pero la presciencia podría explicar lo que hicieron.
—Presciencia o preparación —respondió Vladimir Vlad, arrugando el entrecejo—. Sospecho que fue de esta manera como Taney, de los Heliones de Hielo, ganó su combate. O había ensayado el combate, o es uno de los hombres más afortunados que existen.
—Opto por la suerte más que la planificación, porque Taney nunca ha descollado por su previsión. —Marthe se incorporó sobre los codos y agregó—: También confía en su suerte en su campaña para ser elegido ilKhan. No se da cuenta de que tus comentarios sobre la necesidad de un líder que se haya puesto a prueba en Tukayyid destruyeron sus posibilidades de llegar a ser ilKhan. Cuando llegue el momento de la votación, lo vencerás con facilidad.
—¿Crees que pretendo ser ilKhan?
—Creo que tu elección sería prematura —contestó Marthe—. No tienes la veteranía necesaria para ser un ilKhan eficaz.
—Estoy de acuerdo.
—¿De veras?
—Por supuesto. No temo asumir la responsibilidad que recaería sobre mí, pero sí me da miedo el fracaso.
Marthe titubeó por unos instantes.
—¿Y crees que fracasarías en la conquista de la Esfera Interior?
—No, ahí no hay premoniciones de fracaso —respondió Vlad con una alegre sonrisa—. Lo que temo es fracasar como líder de los Clanes. Piensa cómo están alineados ahora. Tenemos cuatro categorías: Cruzados y Guardianes por una parte, y clanes Invasores y de la Retaguardia. De todos ellos, los más débiles son los Guardianes de la Retaguardia, seguidos de los Guardianes Invasores. La verdadera lucha por el poder se librará entre las facciones de Cruzados. Y los Cruzados de la Retaguardia están decididos a asumir un papel protagonista. Aunque me agradó tu valoración de mis comentarios en el Gran Consejo, creo que fue poco precisa.
—Tal vez —admitió Marthe, encogiéndose de hombros—. No creo que Taney y los Cruzados de la Retaguardia puedan reunir mucho poder para oponerse a ningún otro candidato a ilKhan.
—Taney y los Cruzados de la Retaguardia no son estúpidos del todo. Están realizando una labor de agitación entre los jóvenes guerreros de la Retaguardia para que presionen a sus líderes.
Marthe sonrió con gesto pausado.
—¡Ah!, por eso ha habido tantas demoras y tanta insistencia sobre las pruebas y las competiciones por Nombres de Sangre. Quieren llenar los Consejos con jóvenes guerreros que ansían alcanzar la gloria en una nueva invasión.
—Sí. Es la misma técnica que empleamos Marialle Radick y yo para precipitar la crisis de liderazgo en el clan de los Lobos. Usamos el fantasma de la tregua para atemorizar a los guerreros, convenciéndolos de que nunca tendrían la oportunidad de demostrar su valor. Los Cruzados de la Retaguardia están utilizando el fantasma de quedar apartados de la nueva invasión para conseguir objetivos similares.
—Eso explica muchas cosas. Como tú, me he pasado mucho tiempo en Strana Mechty presenciando competiciones por los Nombres de Sangre. Entre los nuevos guerreros con Nombre, he oído muchísimos comentarios en contra de los Jaguares de Humo. Taney y los otros creen probable que sean los Jaguares quienes encabecen la nueva invasión.
—Es adecuado, ¿quiaf? Al fin y al cabo, el primer ilKhan de la invasión fue Leo Showers de los Jaguares de Humo.
—Af, sobre todo porque, con tus comentarios en el Gran Consejo, pareció que estabas designando a Lincoln Osis como próximo ilKhan.
—Te diste cuenta, ¿eh?
—No podía ser más obvio.
—Gracias —dijo Vlad, mientras dibujaba símbolos sin sentido con un dedo entre las arrugas de las sábanas—. Estas divisiones entre los Clanes implican que quien desee convertirse en ilKhan (sea Osis, Taney u otro) dirigirá una fuerza fragmentada. Los Cruzados de la Retaguardia nos odian a los demás por nuestros éxitos, pero también nos temen a causa de ellos. A los Guardianes no les gustamos los Cruzados y lo pensarán mucho antes de contribuir a nuestros futuros triunfos. Los Jaguares de Humo, que se creen los más fuertes entre los Cruzados Invasores, volcarán sus esfuerzos en destruir el Condominio Draconis y avanzar hacia la Tierra. Aunque sea otro clan el que la conquiste, tener el Condominio como vasallo convertirá a los Jaguares de Humo en una gran potencia con la que tendremos que contar.
—Tu análisis parece impecable —opinó Marthe, alargando las manos y acariciándole el pecho. Volvió a apoyar la barbilla en uno de los brazos y preguntó—: Entonces, ¿qué curso de acción te parece viable?
—Es preciso que sucedan varias cosas —respondió Vlad—. En primer lugar, hay que humillar a los Jaguares de Humo. Lo conseguiremos preparando la elección de Lincoln Osis como ilKhan. Desde este cargo, intentará hacer avanzar a los Jaguares, pero estará en una posición muy débil. Los Osos Fantasmales son Guardianes, por lo que no le prestarán ayuda si la Esfera Interior contraataca. Si los Halcones de Jade y los Lobos hacemos poco o nada en nuestro frente, permitiremos que la Esfera Interior redistribuya sus tropas para enfrentarse a los Jaguares.
—¿Qué me dices de los Gatos Nova?
—No podemos saber lo que harán, pero se han producido escarceos entre ellos y los Jaguares, por lo que no creo que apoyen la guerra lanzada por Osis. La Esfera Interior debe reaccionar a las nuevas hostilidades, y el sentido táctico de los Jaguares es lo bastante primitivo para asegurar que los derrotarán.
—Si la ofensiva de Osis significa la pérdida de varios planetas, demostrará que no es un líder válido —dedujo Marthe, sonriendo.
—En efecto. Pero lo más importante es que las pérdidas harán que los clanes de la Retaguardia se sientan amenazados. Esto debería ayudar a unificar los Clanes: una unidad que Osis no logrará, porque los clanes de la Retaguardia se verán apartados de la nueva invasión.
—¿Cómo prevés que suceda eso?
—¿Por dónde vendrán? Ni tú ni yo les cederemos ninguno de nuestros planetas. Los Osos Fantasmales no los dejarán pasar; por consiguiente, la única opción es que Osis les proporcione un vector de ataque a través de la zona de ocupación de los Jaguares. Pero no hará tal cosa, ni les permitirá atacar más allá del alcance de los vectores de ataque originales, porque de ese modo podrían invadir áreas que no están preparadas para repeler su ataque.
—Aunque ése sería el plan más inteligente.
—Desde luego, pero Osis ve la invasión como una competición que tiene un premio al final, no como una acción militar destinada a destruir la Esfera Interior. Su falta de previsión implica que, en lugar de aprovechar la fuerza de los Clanes unidos, pretenderá ganar una carrera que le concedería una unidad y lealtad que debería procurarse de otra forma.
—Así pues, dando a Osis lo que quiere, le permitiremos que destruya su propio clan y a sí mismo.
—Correcto. Y, cuando llegue el momento de sustituirlo y elegir a un nuevo líder de los Clanes, sólo dos candidatos se ajustarán al perfil buscado.
—Tú y yo.
—Tú y yo —repitió Vlad—. Sé a cuál de los dos elegiría yo pero, en última instancia, esa elección carece de importancia.
—¿Ah, sí?
—En efecto —respondió Vlad con una fría sonrisa—. Cuando se reanude la verdadera conquista de la Esfera Interior, habrá gloria más que suficiente para ambos y bastante poder que ganar para saciar los sueños más avariciosos que pueda tener cualquiera de nosotros.