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Gran Salón de Baile, Corte Real, la Triada
Ciudad Tharkad, Tharkad
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
1 de octubre de 3058
Victor Steiner-Davion asintió para mostrar su acuerdo con las palabras de Tancred Sandoval.
—Tiene usted razón al subrayar que la importancia que da la tradición japonesa a utilizar el filo de la espada, frente a la relevancia de la punta y la estocada en la tradición europea, es una diferencia básica entre ambos estilos, pero hay más cosas.
—Lo entiendo, alteza —dijo el barón de Robinson con una sonrisa simpática—. He oído la teoría de que el manejo de la espada al estilo japonés era, en cierto modo, un arte más puro que el nuestro. Desde luego, la esgrima es un deporte y mi especialidad, la épée, es muy estilizada; sin embargo, parece injusto comparar la esgrima y el kenjitsu. Aparentemente, el kendo es más limitado que la esgrima y, por consiguiente, más apto para establecer comparaciones.
Victor captó una mezcla de diversión y orgullo en la respuesta de Tancred, lo cual le pareció muy apropiado para un Sandoval. Su familia había gobernado durante muchos años la Marca Draconis, la región de la Mancomunidad Federada que tenía la frontera más extensa con el Condominio Draconis y la historia más sangrienta de conflictos con éste. Algunos habitantes de la Marca serían capaces de afirmar que el carbón es blanco si un Kurita dijera que es negro, pero Tancred controla mejor su chovinismo.
—Entonces, si la comparación entre la esgrima y el kendo es más correcta, ¿qué hay en la tradición occidental que se equipare al kenjitsu?
—Creo que Doc podrá responder a esa pregunta mejor que yo —contestó Tancred, sonriendo.
Victor se volvió hacia su consejero militar.
—¿Acepta intervenir?
Doc Trevena asintió y se rascó fugazmente su enorme nariz antes de responder.
—En Japón, el diseño de la katana surgió muy pronto y apenas se modificó a lo largo del tiempo. Lo que hicieron los japoneses fue perfeccionar el arma y seguir depurando la técnica de combate con ella hasta convertirla en un arte.
—El kenjitsu —dijo Victor.
—Sí, alteza. —Doc frunció el entrecejo por unos instantes y bajó la mirada al suelo para concentrarse—. En Europa, la espada sufrió mejoras constantes. Cambió y desarrolló nuevos estilos de lucha. La introducción del estoque, por ejemplo, produjo una revolución en la esgrima que lo transformó todo de una generación a la siguiente. Como resultado, no tenemos ningún arte del manejo de la espada similar al kenjitsu porque no tenemos una tradición sólida y secular de combate con una misma arma.
Tancred juntó las yemas de los dedos de ambas manos y dijo:
—Entonces, déjame que te haga la pregunta que sugieres con tu explicación, Doc. ¿Qué método de combate era mejor?
—En realidad, es como comparar peras con manzanas —replicó Doc Trevena—. Los únicos guerreros que se enfrentaron tanto a los samuráis como a los caballeros europeos fueron los mongoles, que derrotaron a todos los que se cruzaron en su camino. Sus luchas contra los samuráis demostraron que el estilo de combate japonés sólo servía para combatir con otros que siguieran las mismas reglas, pero los mongoles no seguían ninguna regla. Contra los árabes y los europeos, utilizaron su superior movilidad y sentido táctico, y obtuvieron grandes beneficios. En aquel tiempo, la táctica era una disciplina bastante rudimentaria, aunque los tres mayores expertos en táctica de la época fueron contemporáneos entre sí: Genghis Khan, Juan Sin Tierra y Saladino. Habría sido fascinante ver a cualquiera de los tres enfrentado a los otros.
—Ya entiendo por qué es su consejero militar —dijo Tancred a Victor, haciéndole un guiño.
—Conoce bien su trabajo.
—Señores, les pido perdón si los he aburrido —dijo Doc con expresión apesadumbrada—. El equipo táctico que he formado ha estado trabajando en el desmenuzamiento y análisis de las tácticas y campañas militares más amplio desde que se conservan registros históricos fiables. Estamos ejecutando todo tipo de simulaciones: por ejemplo, si Genghis Khan hubiera estado al mando de las fuerzas rusas en 1941, la guerra germano-rusa habría terminado mucho antes.
—¿Implica eso que las purgas que realizó Stalin entre los oficiales del ejército nunca habrían tenido lugar o habrían sido mucho más reducidas? —preguntó Yvonne Steiner-Davion, interviniendo en la conversación entre su hermano y Tancred—. Según mis lecturas de ese episodio histórico, fue la falta de líderes competentes, junto con el avance más allá de las defensas que se habían preparado, lo que condujo a su catástrofe inicial a los soviéticos, que es como eran llamados en ese período de la historia.
Doc parpadeó mientras se recuperaba de la sorpresa.
—Tuvimos que admitir, desde luego, que los jefes de las unidades reflejasen en sus actos la filosofía de los mongoles; en efecto, limitamos las purgas. Aun así, disponer de mayor movilidad y utilizarla demostró ser una manera eficaz de reducir los efectos devastadores de las ofensivas nazis.
—¿Y si se ejecutara su simulación con un invierno tardío y menos severo? —inquirió Yvonne, arqueando una ceja.
Doc hizo una mueca de desagrado.
—El Ferrocarril Transiberiano llegaría a Bratsk y al Altai en el recorrido de Himmlergrad a Adolphvostock —respondió con un gruñido.
Victor levantó la mirada hacia su hermana, frunció el entrecejo y dijo:
—Creía que estabas estudiando Introducción al Derecho en el Instituto de Ciencias de Nueva Avalon.
—Y así es, Victor —repuso ella, apoyando una mano en su hombro—. Eso es lo que tú quieres que estudie y es lo que estoy estudiando. Pero, como sabes, hay una serie de asignaturas optativas. Y Tancred observó que, si hago los, cursos suficientes de forma simultánea, puedo graduarme en historia o en ciencias políticas pasando sólo dos años más en el ICNA.
—Su alteza me dijo que se aburría en la universidad —comentó Tancred, encogiéndose de hombros—. Ya ha obtenido los créditos de la mayoría de los cursos de introducción y ahora está asistiendo a seminarios de graduación. Su nota media está dos puntos por debajo de la máxima.
—¿No es la máxima? —inquirió Victor, mirando de reojo a su hermana.
Yvonne se encogió de hombros y los dejó caer con gesto j abatido.
—Tengo que aprobar educación física para poder graduarme —explicó—. Hice un curso de esgrima que impartía Tancred y aprobé a duras penas.
El barón de Robinson levantó una mano para acallar las preguntas de Victor.
—A vuestra hermana le falta un poquito de coordinación física —dijo.
—Digamos que ha pegado un estirón en los cuatro últimos años —repuso Victor sonriendo—. Hubo un tiempo en que podíamos mirarnos a los ojos sin tener que levantar la cabeza.
—Lo siento —se disculpó Yvonne, ruborizándose.
—No te disculpes por eso. No es culpa tuya —replicó Victor—. Lo que pasa es que mis retratos que aparecen en las monedas son de tamaño natural…
Todos rieron la broma. Victor le dio unas palmadas cariñosas en el hombro a su hermana.
—Eres una buena chica, Yvonne.
—Me temo que es demasiado buena, alteza —intervino Tancred—. Los otros estudiantes eran un poco reacios a atacarla en los duelos, pero ella se negaba a aprovechar las brechas que le ofrecían.
—Atribuye usted a la reluctancia lo que podría describirse mejor como ineptitud —contestó Yvonne con una sonrisa de disculpa—. Tal vez su punto fuerte sea la exactitud con la punta de un metro de hoja de acero, barón Sandoval, pero no es el mío.
—No lo hacía tan mal, alteza. De ser así, yo habría fracasado.
—No sabía que estaba en la facultad del ICNA, Tancred —dijo Victor, frunciendo el entrecejo—. Creía que sus obligaciones en el Secretariado de Interior lo mantenían lo bastante ocupado.
—Así es, en efecto, pero el kommandant Allyn Hasek es el entrenador del equipo de esgrima de la Academia Militar de Nueva Avalon. Ambos formamos parte del equipo de esgrima que participó en la Olimpiada de 3038, cuando teníamos la edad de vuestra hermana y éramos orgullosos. Fuimos rivales entonces y después hemos seguido siendo rivales amistosos. Me convenció para que preparase al equipo del ICNA, y para poder hacerlo tenía que impartir por lo menos un curso. No tuvo que esforzarse mucho para convencerme —añadió con una sonrisa—; estaba cansado de ver las palizas que daban al equipo del ICNA.
Victor sustituyó el ceño por una sonrisa.
—Bien, pues yo estoy cansado de que Hohiro Kurita y Kai Allard-Liao me den palizas en diversas artes marciales. ¿Por qué no nos enseña algo de esgrima? Incluso podría aprovechar para aprender algo de kenjitsu de Hohiro.
—No me parece una buena idea, alteza.
—¿Por qué no?
—Victor, olvidas que Tancred procede de Robinson —señaló Yvonne con un fuerte suspiro—. Su padre está al frente de las defensas de la Marca Draconis. Habría repercusiones políticas si fuera visto confraternizando con Hohiro Kurita.
—Sé que es estúpido, pero es cierto —confirmó Tancred, encogiéndose de hombros—. Mi pueblo sigue desconfiando del Condominio, a pesar de los siete últimos años de paz.
—Y estos siete años deben continuar, créame —dijo Victor—. Le hago una propuesta: considérelo como el cumplimiento de una orden. Así lo libraré de toda sospecha por su presencia allí. Arreglaremos las cosas de tal manera que sea considerado como el defensor del orgullo de la Mancomunidad Federada, porque seguro que yo no lo seré. —Se tocó el ojo morado y añadió—: Me vendría muy bien su ayuda.
Tancred reflexionó sobre la propuesta unos momentos y asintió con la cabeza.
—Está claro que no puedo rehusar, así que no lo haré. Y os agradezco mucho que hayáis comprendido mi situación.
—Eso es parte de mi trabajo, ¿no? —respondió Victor, sonriendo, y le estrechó la mano—. Haré que le envíen nuestro programa. Ahora, si ustedes me perdonan, acabo de ver a otras personas con las que quiero hablar.
Victor se apartó del grupo y fue donde se encontraba Hohiro con su hermana Omi. Ella llevaba un vestido de seda rosa de manga corta y cuello alto, con un cordón azul que llevaba suelto alrededor de la cintura y que hacía juego con el color de sus ojos y con el ciclón de estrellas bordadas que cubrían en espiral su esbelto cuerpo. Llevaba sus negros cabellos recogidos en un moño y sujetos con una pinza azul, pero Victor apenas se fijó, porque no podía apartar la vista de su largo cuello. No deseaba nada más que cubrirlo de besos, siguiendo por su garganta.
Si Trancred cree que enseñar esgrima a Hohiro creará problemas en la Marca Draconis, ¡no se imagina los que yo causaría si me dejara llevar por mis deseos!, pensó.
Victor meneó la cabeza para despejar su mente cuando llegó junto a los Kurita. Hizo una reverencia y dijo:
—Komban-wa.
Hohiro y su hermana le devolvieron respetuosamente el saludo.
—Buenas noches, Victor —dijo Hohiro, mirando por encima de su hombro al otro grupo—. ¿Esa mujer pelirroja es tu hermana Yvonne?
—¿No la conoces? —preguntó Victor, volviendo la mirada hacia el lugar donde Yvonne charlaba con Doc y Tancred—. Estaré encantado de presentártela.
—Me gustaría conocerla, sí, pero conozco a Doc lo suficiente para que sea él quien me la presente —repuso Hohiro, sonriendo—. Si me haces el honor de acompañar a mi hermana durante mi ausencia…
—El honor es mío, Hohiro. Pero ten cuidado: el otro hombre es Tancred Sandoval. Nos va a enseñar esgrima y es muy bueno con la espada.
—Y, como es de la Marca Draconis, recelará de todo trato con un Kurita —añadió Hohiro—. Lo entiendo. Gracias por avisarme.
—Por nada del mundo querría que un hermano de armas se llevara una desagradable sorpresa —repuso el Príncipe, dando una palmada a Hohiro en la espalda, y a continuación ocupó su lugar al lado de Omi—. ¿Cómo te encuentras esta noche, Omi-sama?
—Ahora, mucho mejor —respondió ella. Aunque sus labios apenas esbozaron una sonrisa, ésta afloró por entero en sus ojos de color zafiro—. Me sorprende que no te preocupe el hecho de que mi hermano desee conocer a tu hermana.
—¿Debería preocuparme?
—Nuestros padres llevaban ya siete años casados cuando él tenía la edad de Hohiro, y ya tenían dos hijos. —Omi miró al otro grupo, donde Doc estaba haciendo las presentaciones—. Está aumentando la presión sobre Hohiro para que se preocupe del futuro y dé un heredero al trono del Dragón. Y tu hermana no es fea.
Victor frunció el entrecejo y se puso de puntillas para observar a Hohiro.
—No puedes hablar en serio.
—¿Por qué no? Hace una generación, la idea de que una Davion y un Kurita contrajeran matrimonio habría sido inconcebible.
—¿Tanto ha cambiado la opinión pública en el Condominio?
—No —respondió Omi de forma bastante rotunda—. Pero Yvonne también es una Steiner. Eso podría ser más aceptable.
Victor iba a replicar, pero calló cuando una risita de Omi traspasó la mano con la que se cubría la boca. La miró a los ojos y no pudo evitar que aflorase una sonrisa a sus labios.
—Has preparado todo esto con tu hermano, ¿verdad?
Omi se encogió ligeramente de hombros.
—Se nos ocurrió la idea cuando venías hacia aquí. No tengas miedo. Tu hermana está a salvo con Hohiro…
—No tengo nada que temer de tu hermano… fuera de un cuadrilátero, querrás decir.
Omi le acarició la cara.
—Ya veo. ¿No te duele?
Victor fue consciente de inmediato de la semejanza de aquel gesto con el de su hermana Katherine, pero el contraste enseguida los separó en su mente. Katherine tocó el hematoma como si fuese una mancha que pudiera limpiarse. Omi es mucho más dulce y cariñosa.
—Ya no —contestó Victor, y miró a su alrededor—■. Aquí hay muchas miradas curiosas. ¿Te importaría dar un paseo conmigo por el jardín?
—Me encantaría, pero el clima de Tharkad es un poco… Todavía tengo que acostumbrarme y, a pesar del deshielo, hace frío. —Omi señaló con la cabeza los ventanales que conducían al oscuro jardín—. Nadie es tan estúpido para haber salido.
Victor captó el doble significado de la frase. Y, si tú y yo saliéramos juntos, sin otros acompañantes, parecería una acción inapropiada.
—Desde luego tienes razón, Omiko. Al haberme criado aquí, este tiempo me parece espléndido, pero sé que no todo el mundo pensaría igual. Tal vez te lo pueda demostrar a medida que avance la conferencia.
—Apreciaré tus esfuerzos a ese respecto —dijo Omi, y añadió entornando ligeramente los ojos—: Y me encantaría poder disfrutar de unos momentos lejos de este lugar donde parece que estoy exhibiéndome.
Antes de que Victor pudiera decir nada, se acercaron Morgan Hasek-Davion y su esposa, ambos sonrientes. Kym iba del brazo de su marido con gesto cariñoso. Por unos instantes, le recordó a Victor los tiempos en que había visto a sus padres juntos en celebraciones similares. Morgan iba vestido con el uniforme negro y dorado del Primero de Ulanos de Kathil y su mujer llevaba un vestido dorado con borde negro; juntos hacían una perfecta combinación que, a ojos de Victor, les convertía en la pareja más elegante de todas las presentes en la sala. Algunos bucles blancos aclaraban los rubios cabellos de Kym, del mismo modo que algunos trazos canosos teñían la melena roja de Morgan, pero los ojos y las sonrisas de ambos contenían una vitalidad poco común en personas de cincuenta y cinco años.
—Espero no interrumpir, Victor, pero Kym decía que le parecía que el salón estaba demasiado lleno de gente. Le sugerí ir a dar un paseo por la galería de estatuas de bronce que instaló tu abuela. —Morgan inclinó la cabeza hacia atrás, hacia las escaleras y la puerta que conducía a la galería—. Los soldados que están apostados allí nos dijeron que el acceso estaba restringido.
—¿No os dejaron pasar? —preguntó Victor, dibujando en su rostro un gesto de perplejidad.
—No. Imagino que no se atreverían a vedarte el paso a ti —añadió Morgan, sonriendo—. Tal vez, si te apetece enseñarle las esculturas a lady Omi, Kym y yo podamos seguiros.
Omi sonrió por unos instantes y bajó la mirada.
—Me encantaría ver esas estatuas de bronce —dijo—, pero no deseo entrometerme en el tiempo que usted deseará pasar con su esposa, mariscal Hasek-Davion.
—No sería ninguna intromisión —intervino Kym, tocando a Omi en el brazo—. Recuerdo muy bien que, cuando conocí a Morgan, me sentía como si estuviese en una burbuja de cristal. Entonces, él era el heredero de Hanse Davion y el soltero más disputado de toda la Esfera Interior, pues Hanse ya estaba prometido con Melissa, claro. Siempre tenía la sensación de que me observaban, salvo cuando estaba con otros amigos. Pasear por la galería con usted y con Victor sería estar en compañía de amigos y, por lo tanto, pasaríamos un rato muy agradable. De hecho, si lo que me ha contado Morgan sobre la galería es exacto, es muy fácil que nos perdamos y no podamos volver a vernos.
—Agradezco este detalle, Morgan —declaró Victor.
—Victor Davion, puede que pienses que hago esta sugerencia para que lady Omi y tú podáis escabulliros, pero en tal caso subestimas cuánto me gustaría enseñarle esa galería a mi mujer. Al fin y al cabo, deberías saber cuánto tiempo hemos pasado separados y cuánto tiempo más es probable que estemos alejados en el futuro. —Morgan tomó a Kym de la mano y agregó—: Y también debes saber que he aprendido a disfrutar del escaso tiempo que tengo para pasarlo con la mujer que amo.
—Victor, no veo cómo podemos negarnos —dijo Omi, juntando las manos—. Sería un acto grosero e insensible.
—Como siempre, Omi, eres tan inteligente como hermosa —repuso Victor sonriendo—. ¿Pedimos a tu hermano y mi hermana que se unan a nosotros?
Omi arqueó una ceja.
—Me parece que Hohiro no siente mucho interés por las estatuas de bronce. Es preciso corregir ese defecto, pero no esta noche.
—No, no esta noche —convino Victor, señalando la puerta con la diestra—. Si tenéis la bondad de venir conmigo a la galería de las esculturas de bronce, tendré el placer, el inmenso placer, de compartir con vosotros sus maravillosos tesoros.