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Gran Salón de Baile, Corte Real
La Tríada
Ciudad Tharkad, Tharkad
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
8 de octubre de 3058
Victor podía sentir en sus huesos la fatiga que había trazado arrugas en el rostro del Capiscol Marcial. Las sesiones de planificación militar se habían convertido en largas reuniones dedicadas a comparar la disposición oficial de tropas de cada ejército y valoración de fuerzas con los datos proporcionados por Jerry Cranston y Doc Trevena. En general, las cantidades habían resultado ser semejantes, aunque Sun-Tzu sobreestimaba sus nuevas unidades e infravaloraba las unidades de Guerreros de su Casa.
Los números y las discusiones habían empezado a poner las bases para hacer realidad la fuerza aliada. Aunque la mariscal Byran seguía rechazando la forma como se había resuelto el conflicto de Coventry, los demás líderes, incluidos Wu Kang Kuo y sir Paul Masters de los Caballeros de la Esfera Interior de Marik, parecían respetar el deseo de Victor de aceptar una victoria que no costara vidas de guerreros. Aunque nadie se atrevía a imaginar que la campaña contra los Clanes pudiese ganarse de forma tan limpia, todos parecían estar de acuerdo en que debía evitarse a toda costa el derroche de vidas humanas.
El Capiscol Marcial se inclinó sobre el podio con gesto cansado y contempló a los líderes políticos allí reunidos.
—Ya han recibido todos sus informes privados sobre las discusiones en las reuniones de planificación militar —dijo—. Como saben, nuestro trabajo preliminar ha sido el de hacer una evaluación de las tropas que podremos movilizar contra los Clanes. Esta nueva Fuerza de Defensa de la Liga Estelar será impresionante, pero la campaña exigirá tiempo y un serio compromiso de los recursos. En estos momentos no es posible predecir con exactitud cuánto tiempo durará ni qué cantidad de personal y materiales requerirá.
»Antes de que podamos iniciar las fases importantes de planificación para nuestra campaña, es preciso resolver ciertas cuestiones —continuó—. Si se tratase de una campaña a nivel puramente planetario, las consideraciones y supraconsideraciones tácticas dictarían el lugar, el momento y la forma de empezar. Como aspiramos a expulsar al enemigo de un área que abarca centenares de miles de años luz cúbicos, la determinación del lugar de inicio puede y debe tener en cuenta las consideraciones políticas. Así pues, ésta es la cuestión que les presento: ¿dónde iniciaremos el ataque?
A Victor, estas palabras le sonaron graves y solemnes; pero, a juzgar por la rapidez con que su hermana se puso en pie, pareció como si hubiesen sido para ella una llamada para iniciar una subasta. También tuvo la sensación de que lo que iban a hacer se asemejaba mucho a los envites que precedían a un ataque de los Clanes. Aquella ironía le hizo esbozar una sonrisa. Nos parecemos cada vez más a nuestros enemigos, y ellos a nosotros.
Anastasius Focht hizo una seña con la cabeza a Katrina.
—Arcontesa, si deseáis comenzar… —le dijo.
Katrina sonrió y señaló hacia el centro de la sala. Poco a poco, se formó una holografía. Mostraba la Alianza Lirana, desde su frontera con la Liga de Mundos Libres hasta la Zona de Ocupación de los Halcones de Jade. El mapa se extendía lo suficiente por la parte inferior para mostrar la Tierra y los otros territorios fronterizos con el Condominio Draconis y la diminuta República Libre de Rasalhague.
—Sugiero a mis colegas que la Alianza Lirana ofrece un enclave muy ventajoso para preparar y lanzar nuestro ataque contra los Clanes. El frente con los Halcones de Jade es amplio, pero no hasta el punto de que nuestras concentraciones de tropas queden demasiado dispersas. La Zona de Ocupación de los Halcones está densamente poblada de planetas, lo que significa que la mayoría de las operaciones militares estarán a un solo salto estelar desde las líneas. Un ataque desde la Alianza Lirana liberará mundos pertenecientes a mi reino, pero también numerosos planetas de la República Libre de Rasalhague.
Katrina señaló la Tierra y el planeta natal de la humanidad empezó a brillar.
—Como todos sabemos —prosiguió—, el propósito declarado de la invasión de los Clanes es la conquista de la Tierra. Uno de nuestros primeros objetivos puede ser el de atravesar la base de las zonas de ocupación de los Clanes y crear una zona intermedia que impida que puedan atacar la Tierra y que alivie la presión sobre la República Libre de Rasalhague.
Levantó la mirada, y en el centro de la frontera con los Halcones de Jade apareció un área triangular a unos centímetros del resto de la proyección.
—Esto es el Cordón de Defensa de Arc-Royal. El coronel Kell (o el prefecto Von Warlock, como prefieran) ha comprometido sus Demonios de Kell y las tropas de su hijo para defender esta área de la voracidad de los Clanes. Si no atacamos desde la Alianza Lirana, desperdiciaremos la utilidad de estas fuerzas tan mortíferas y tan bien preparadas.
—Perdonad que os interrumpa, Arcontesa —intervino Morgan Kell, poniéndose en pie—, pero vuestra última afirmación es inexacta. Nunca he dicho ni he querido insinuar que impediría que mis tropas lucharan contra los Clanes. En el pasado, cuando solicitasteis mi ayuda, fue para realizar operaciones contra objetivos de la Esfera Interior. Desde la invasión, me he negado a que se utilicen mis tropas contra fuerzas de la Esfera Interior porque los Clanes constituyen una gran amenaza. Mis guerreros lucharán allí donde se les pida.
Victor descubrió una fugaz expresión de ira en el rostro de su hermana, seguida de una cierta sorpresa, antes de que recuperase la compostura. No esperaba que Morgan admitiera eso. Lo ha considerado como una espina en el costado y, basta ahora, creía que él la odiaba. Ahora parece que sólo detesta los objetivos que ella escoge. Esto le dará a ella algo que pensar, lo cual, por otra parte, está muy bien.
Mientras el mercenario tomaba asiento de nuevo, Katrina se volvió hacia él y contestó:
—Agradezco mucho esta aclaración, coronel Kell. De todas maneras, me reafirmo en que los preparativos que ustedes han realizado para defender el Cordón de Defensa de Arc-Royal podrían servir fácilmente como base para la fuerza invasora.
—Su posición ha quedado clara, Arcontesa —intervino el Capiscol Marcial, sonriendo—, y su propuesta oficial se está enviando a los ordenadores del personal presente. Coordinador, puede dirigirse a la asamblea cuando lo desee.
Theodore Kurita se levantó. Iba ataviado con un traje oscuro carente de condecoraciones militares.
—La Arcontesa ha planteado una excelente serie de cuestiones en su presentación. Yo ofrezco el Condominio Draconis como base para la invasión por una serie de motivos distintos.
Hizo un gesto hacia el centro de la sala, y una holografía del Condominio Draconis sustituyó la de la Alianza Lirana. Mostraba el mapa de su reino inclinado en un ángulo de cuarenta y cinco grados; la zona ocupada por los Jaguares de Humo y los Gatos Nova aparecía incrustada en la curva interior de su contorno. La holografía representaba el Condominio en tonos rojizos, mientras que la zona de los Clanes era de color gris. Más allá del área invadida por los Jaguares y los Gatos, otra zona más estrecha, ocupada por los Osos Fantasmales, aparecía en tonos de color azul claro.
—El Condominio puede ofrecer varias ventajas más relevantes para nuestras tropas. Ante todo, la cuestión de la seguridad no es un problema importante, porque los medios de comunicación dependen del gobierno. Muchos de ustedes han protestado contra esta situación, pero es fácil de entender que, si eligiéramos la Alianza Lirana, los Clanes podrían adivinar el verdadero propósito de nuestros preparativos militares sólo examinando las noticias. Aunque los medios son también un utensilio que podemos usar para engañarlos, sólo en el Condominio puede obtenerse, de forma realista, una seguridad operativa auténtica.
Un planeta brillaba con una luz roja en el corazón de la zona gris.
—Aquí está Wolcott —explicó Kurita—. Es un planeta que los Jaguares de Humo no lograron arrebatarnos, y en la negociación que precedió a la batalla aceptaron dejarlo en paz si fracasaban en su conquista. Hemos podido utilizar Wolcott como escala en nuestras operaciones para hostigar a los Jaguares de Humo. Nos proporciona una base avanzada segura para realizar ataques y enviar suministros a nuestras fuerzas.
»La Arcontesa Katrina ha indicado que los planetas situados en la zona de los Halcones de Jade estaban muy próximos unos de otros, lo que facilita el movimiento entre los objetivos militares. Esto, sin embargo, también permitiría a los Halcones reforzar y enviar suministros a sus tropas con mayor rapidez. En la zona más próxima al Condominio tenemos menos objetivos, lo que quiere decir que podremos concentrar nuestras fuerzas para aumentar al máximo la efectividad.
»También tenemos razones para pensar —agregó Theodore, bajando levemente la voz— que quizá no nos veamos obligados a atacar los planetas ocupados por los Gatos Nova.
—¿Qué? —exclamó Thomas Marik, boquiabierto—. ¿Habéis estado negociando con los Clanes?
—Los Gatos Nova han efectuado algunas aproximaciones —aclaró Theodore, levantando una mano—. Como sabe el Capiscol Marcial, los Gatos Nova son distintos de los demás clanes. Parecen místicos, aunque pueden ser feroces guerreros cuando quieren, como se demuestra en los combates que presenciaron los Montañeses de Northwind en Wayside V. Los Gatos Nova parecen dar gran valor a las visiones que tienen algunos de sus guerreros y Khanes. Tengo entendido que uno de ellos tuvo una visión de un gato nova destrozado por un dragón, o algo parecido, lo cual ha propiciado una cierta distensión.
—¿Qué intentáis decirnos, Theodore? —insistió Thomas Marik, entornando los ojos.
—Digo que, al parecer, los Gatos Nova se plantean otros medios para conseguir sus fines. Si hay una forma de alcanzar un compromiso con ellos, y nuestras conversaciones avanzan en esa dirección, creo que continuar los contactos sólo puede beneficiarnos.
Katrina clavó su mirada en Theodore como una daga.
—¿Estáis insinuando que estaríais dispuesto a permitir que un clan se estableciera en planetas de la Esfera Interior?
—Por supuesto, mientras esos planetas sean míos para que pueda hacer con ellos lo que crea conveniente. No veo motivos para comprar con sangre lo que ya poseo y puedo conseguir que me sea devuelto de manera pacífica.
Sun-Tzu rio por lo bajo y dijo:
—Vuestra cólera ante lo que podría hacer Theodore es muy curiosa, Katrina, pues vos misma tenéis gente de los Clanes viviendo en vuestro reino.
—Los guerreros que siguen a mi hijo pertenecen a los Clanes en todo, salvo en el aspecto más importante: su lealtad —gruñó Morgan Kell—. Entiendo que el Coordinador está planteando esa misma cuestión respecto a los Gatos Nova.
—Por favor —intervino el Capiscol Marcial, levantando las manos—, debemos comprender que el Coordinador se limita a sugerir que ha encontrado una manera de afrontar una realidad que tal vez debamos plantearnos todos: es probable que quede gente de los Clanes en los planetas que reconquistemos. Para nosotros, sentados en esta sala, nos resulta muy sencillo olvidar que, para la mayoría de las personas, la conquista de un planeta significa un cambio de las caras de las monedas y nuevos himnos y días festivos, nada más. Del mismo modo que nuestros pueblos no huyeron de los mundos conquistados, tampoco la gente de los Clanes huirá de los planetas que recuperemos. No hay forma de saber cuántos de ellos han entrado en la Esfera Interior, ni cuántos mundos han sido reformados de acuerdo con la estructura social de los Clanes, pero encontraremos miembros de los Clanes en la Esfera Interior durante mucho tiempo. Lo sabemos y tenemos que aceptarlo.
—Capiscol Marcial —dijo Victor, levantándose—, creo probable que esta discusión se interrumpa muy pronto, a menos que se la reconduzca para que vuelva a concentrarse en nuestro objetivo: encontrar un vector para atacar a los Clanes. Sin duda, mi hermana y el Coordinador del Condominio Draconis han presentado argumentos excelentes. No hay nadie entre nosotros que no desee que sus pueblos sometidos sean los primeros en ser liberados, pero su liberación no es nuestro objetivo principal.
—Entonces, decidnos cuál es, príncipe Victor —exigió Sun-Tzu en tono despectivo—. Aparte de vuestro engrandecimiento, claro.
Victor se negó a dar importancia a la pulla de Sun-Tzu.
—La cuestión última, para que nuestra campaña tenga éxito, es ésta: ¡debemos destruir un clan! No pueden haber compromisos, ni titubeos, ni marcha atrás. Si estudian la historia de los Clanes, verán que de los veinte clanes creados al principio, dos de ellos han sido absorbidos por otros, mientras que el tercero, el clan sin nombre, fue eliminado hasta el último de sus miembros por el resto de los Clanes. Esta destrucción total y completa de un clan está considerada como un suceso tremendo en su historia. Los asombra y los aterroriza. Si destruimos un clan, lograremos lo que sólo ellos han conseguido antes. El exterminio de un clan nos convertirá en sus iguales.
—El príncipe Victor tiene razón —comentó el Capiscol Marcial, asintiendo con la cabeza—. Los Clanes sienten gran respeto por el poder. Todos estamos de acuerdo en que, al hacerlos retroceder, demostraremos ser poderosos. Pero sólo entenderán nuestro mensaje si elegimos un clan para atacarlo y derrotarlo.
—Pero, si atacamos un solo clan, los demás quedarán libres para atacarnos —objetó Katrina.
—No —replicó Victor—. Los Clanes no están más unidos que nosotros. Si nos lanzamos contra un clan, sus enemigos no nos atacarán. También es importante reiterar una cuestión que Phelan planteó en nuestra primera reunión de estrategia: los Clanes están divididos según sus filosofías. Los Cruzados son mayoría en los clanes que desearon y prepararon la invasión. Si destruimos un clan Cruzado, no sólo reduciremos el poder de los Cruzados en los consejos de los Clanes, sino que despertaremos serias dudas sobre toda la filosofía que da soporte a la invasión.
—Entonces, príncipe Victor, ¿qué opciones tenemos? —preguntó Theodore Kurita, que miró a su ayudante; un mapa de la zona de invasión de los Clanes sustituyó al del Condominio—. Los Gatos Nova son benignos y los Osos Fantasmales no son Cruzados. Sí lo son, en cambio, los Halcones de Jade, los Lobos y los Jaguares de Humo.
—Eso, sin duda, reduce nuestras opciones —repuso Victor—. Los candidatos más obvios son los Lobos o los Halcones de Jade. Ambos quedaron debilitados tras su reciente guerra intestina y disponemos de informes de que algunos planetas de la zona de los Halcones de Jade no han sido pacificados todavía desde que los Lobos los liberaron.
El podio crujió cuando el Capiscol Marcial se apoyó sobre él.
—La única dificultad que veo en atacar a los Halcones de Jade —dijo— es que lo más probable es que los Lobos conquistasen varios planetas, lo cual contribuiría a nuestra victoria, pero también reduciría el impacto que queremos causar. En efecto, esta acción fortalecería la posición de los Lobos entre los Clanes. No recomiendo en absoluto potenciar a Vladimir Ward.
Antes de que Victor pudiese dar su opinión sobre el tema, Katrina se levantó y dijo:
—Se me ha ocurrido que nuestra única elección es atacar a los Jaguares de Humo. Como ha indicado mi hermano, tanto los Halcones de Jade como los Lobos son débiles, por lo que atacarlos puede parecer que nos aprovechemos de su situación para nuestro beneficio. El hecho de que los mayores avances durante la invasión se realizaran a costa de la nueva República Libre de Rasalhague (con todos mis respetos, príncipe. Magnusson) quiere decir que los Clanes atacaron al miembro más débil de la Esfera Interior. Si nos enfrentamos a un adversario más digno, seremos moralmente superiores a los Clanes.
—¿Os dais cuenta, Arcontesa —apuntó Candace Liao—, que al defender que el objetivo sean los Jaguares de Humo estáis, en realidad, apoyando exactamente lo contrario que vuestra posición anterior? Eso querría decir que vuestro reino no sería la base para el ataque.
—Me doy perfecta cuenta de ello, duquesa Liao, y no sabéis cuánto me duele ver que mi pueblo está sometido a la tiranía y soy incapaz de liberarlos.
—Os sorprendería saber, Arcontesa, hasta qué punto soy consciente de ello.
Victor vio que Sun-Tzu palidecía al oír las punzantes palabras de su tía.
—Tengo que estar de acuerdo con mi hermana —dijo—. Los Jaguares de Humo parecen ser nuestra elección más lógica. Si tenemos suerte, la animosidad entre los Halcones y los Lobos impedirá que cualquiera de ellos se aventure a atacarnos. Como ninguno de ellos es conocido por su amor a los Jaguares, lo más probable es que se mantengan neutrales durante nuestra ofensiva.
El Capiscol Marcial asintió y dijo:
—También deseo señalar que, cuando empezó la invasión, el ilKhan era Leo Showers, de los Jaguares de Humo. Es adecuado que sea su clan el que sufra la revancha de la Esfera Interior.
—¿Está decidido, pues? —inquirió Theodore Kurita, paseando su mirada por la sala—. ¿Estamos de acuerdo en que la destrucción de un clan entero es el precio de nuestro futuro, y que el clan que atacaremos es el de los Jaguares de Humo?
—Vuestro pueblo se beneficiará de nuestra sabiduría, Theodore —comentó Katrina con una risa suave—. Está decidido.
—Entiende bien las preguntas del Coordinador, Katherine —intervino Victor—, porque no las formula a la ligera. Sí, podemos estar de acuerdo en que el objetivo son los Jaguares de Humo, pero ¿estamos de acuerdo en su destrucción total y absoluta? Cuando hayamos terminado, serán expulsados de nuestros planetas. Sus símbolos serán destruidos y sus edificios derribados. No quedará nada de ellos.
—No estaréis hablando de un genocidio, ¿verdad? —preguntó Thomas Marik—. Supongo que los prisioneros no serán ejecutados.
—No, no ejecutaremos a los prisioneros —respondió Victor—, no asesinaremos a ningún inocente, pero sí mataremos a los Jaguares de Humo. Eliminaremos su cultura y todo aquello que los hace únicos entre los Clanes. Absorberemos y reeducaremos todo lo que sea posible, pero sus creaciones originales, y sus planetas natales si los encontramos, no serán más que un recuerdo.
—Eso es lo que los Clanes prácticamente han conseguido hacer con la República de Rasalhague —comentó Haakon Magnusson, con una sonrisa helada—. No tengo ninguna reserva a pagarles con la misma moneda.
—Esto no es una venganza, príncipe Magnusson —replicó Theodore Kurita, apoyándose en la mesa para inclinar el cuerpo hacia adelante—. En el pasado, los Clanes fueron parte de nosotros. Se rebelaron y ahora deben ser castigados. Los castigaremos, pero todos debemos aceptar esta decisión. Puede que algunas personas crean que nuestro plan es bárbaro, pero sus opiniones no tienen ninguna importancia, ya que es a los Clanes a quienes debemos impresionar. Si alguno de ustedes no puede aceptar esta responsabilidad, que hable ahora o que calle para siempre.
Victor miró a los demás delegados. Sun-Tzu se agitaba con un leve nerviosismo y Katrina parecía aburrirse, pero todos los demás tenían una expresión solemne en el rostro. Morgan Kell, Candace Liao y Theodore Kurita, todos ellos MechWarriors reputados, comprendían lo que se les estaba pidiendo. Haakon Magnusson también había sido guerrero y aceptaba aquella carga, en opinión de Victor, casi con excesiva ansiedad.
Thomas Marik parecía ser el que más se debatía con dudas internas, pero eso no sorprendió a Victor. Aunque no era un auténtico Marik —sólo un puñado de los consejeros de Victor sabía que era un impostor y, seguramente, también el propio doble—, había sido miembro de la secta ComStar antes de ocupar el trono. Era un líder idealista, que había realizado algunos cambios para aliviar las luchas intestinas y las constantes hostilidades entre los pueblos de la Liga de Mundos Libres. También había creado los Caballeros de la Esfera Interior, un cuerpo que algunos describían como una guardia pretoriana, aunque Marik aseguraba que era una nueva orden militar basada en una visión noble del combate. La estrategia que se estaba planteando ahora era totalmente opuesta a los objetivos que Marik tenía para su nación y a los sueños que acariciaba para la Esfera Interior. Y, sin embargo, tiene que comprender que es la única solución.
Thomas se levantó poco a poco; su rostro deformado por las cicatrices resultaba aun más terrible a causa de la tristeza que reflejaba.
—Lo que hemos elegido hacer es maligno —declaró—. No cabe ninguna duda. Pero no oponernos a los Clanes sería un mal mucho mayor. Considero un grave fracaso personal que no pueda encontrar otra forma de convencer a los Clanes de que nos dejen en paz. No es posible aplacarlos; por lo tanto, hay que destruirlos. Con gran reluctancia, acepto este plan.
Uno a uno, los demás líderes de la Esfera Interior asintieron con la cabeza. El Capiscol Marcial aguardó hasta que el último de ellos hubo votado para expresar también su aprobación.
—Aprobado —dijo—. Nos enfrentaremos a los Clanes en una campaña gigantesca, que será lanzada desde el Condominio Draconis. Su objetivo es muy sencillo: destruir al clan de los Jaguares de Humo.