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Reserva del Glaciar de Sigfrido

Alrededores de Ciudad Tharkad, Tharkad

Distrito de Donegal, Alianza Lirana

22 de noviembre de 3058

Victor Steiner-Davion se sentó en el borde del pesado escritorio de roble, tras el cual Alessandro Steiner había forjado todo tipo de traiciones, y sonrió a Morgan Hasek-Davion.

—Adelante, abre el regalo. Teóricamente se trata de un regalo de Navidad, pero sobre todo es para darte ánimos en tu aventura.

Morgan se arrellanó en el sillón de cuero amarronado y quitó la cinta que rodeaba la caja. Empezó a arrancar el envoltorio y sonrió al leer la etiqueta.

—¡Glengarry etiqueta negra, reserva especial! Victor, tú sí que conoces el scotch.

—No, en realidad son los agentes de seguridad de Cranston quienes lo conocen —admitió Victor con timidez—. Su archivo sobre ti es bastante completo y observaron que has adquirido la costumbre de tomarte una copita antes de dormir. También me han dicho que éste es tu veneno favorito.

Morgan se echó a reír con alegría.

—Si piensas que esto es veneno, es que no lo conoces. Sí, reconozco que ahora me gusta hacer eso, pero sólo una copa.

—Bien. Tengo un cajón lleno para que te lo lleves. No creo que baste con eso, pero si te diera un cargamento entero…

—La gente podría preguntarse adonde voy, si por lo visto no podré encontrar más. Lo racionaré con prudencia —dijo Morgan, lanzando una mirada a la caja—. Me sorprende que pudieras traer todo un cajón de Glengarry.

—No lo traje —respondió el Príncipe—. Jerry me dijo que algunos de sus agentes especiales se estaban oxidando, por lo que les encargué que hicieran un trabajito en la bodega de Katherine durante su fiesta de cumpleaños. Hicieron un buen trabajo.

—Desde luego —confirmó Morgan, dejando la caja a su lado—. ¿Qué más tienen en mi archivo?

—Nada extraordinario, sólo registros de servicio e informes médicos. Por cierto, felicidades por tu estado físico. Por lo que respecta a los médicos, estarías en plena forma aun cuando tuvieras veinte años menos. Esta campaña no va a serte fácil, pero los doctores dicen que estás más que preparado.

—Espero que tengan razón.

—¿Qué quieres decir? Eres el único candidato real para esta operación. Tienes la experiencia, la reputación y la inteligencia necesarias para llevarla a cabo.

—Me gustaría creer que tienes razón, pero me preocupa la naturaleza de esta fuerza aliada. Aunque nosotros estamos de acuerdo en cooperar, no estoy seguro de que todos los componentes de la coalición lo hayan comprendido.

—Para eso está el período de entrenamiento, Morgan: para que se acostumbren a convivir los unos con los otros.

Victor se levantó del escritorio y fue al mueble bar que había en un rincón.

—¿Quieres tomar algo?

—Agua, por favor —respondió Morgan, jugueteando con la cinta de color escarlata que envolvía el paquete—. Sin duda, el período de entrenamiento será útil, pero nuestro viaje a Huntress va a ser largo. Habrá muchas oportunidades para que se produzcan fricciones y problemas.

Victor le entregó el vaso de agua.

—Mientras los líderes formen un frente unido, debería ser fácil controlar esas situaciones.

—Es cierto, pero existe la posibilidad de que la dirección se divida si no resolvemos algunas cuestiones desde el principio.

—¿Por ejemplo?

—La seguridad —contestó Morgan con una mueca de disgusto—. No tendremos los recursos necesarios para conservar prisioneros de los Clanes, ni podremos ponerlos en libertad porque el enemigo los encontraría y averiguarían que una unidad importante está atravesando sus zonas de ocupación sin haber sido detectada hasta entonces.

Victor tomó un sorbo de agua mineral mientras reflexionaba. Al tener que mantener el secreto de la operación, era imprescindible que la fuerza expedicionaria de Morgan estuviera desconectada de todo tipo de comunicaciones. No podrían enviar mensajes ni recibirlos, ya que los Clanes podrían interceptarlos y, aunque no descifraran el código, empezarían a buscar al transmisor o receptor del mensaje. Un descubrimiento prematuro de la expedición provocaría una batalla en ruta hacia Huntress o, lo que sería aun peor, Morgan y sus guerreros encontrarían el planeta fortificado y con sus defensas reforzadas.

Como no podían hacer prisioneros, tendrían que librarse de ellos. Una solución era abandonarlos en un planeta carente de dispositivos de comunicaciones; sin embargo, a menos que tuvieran la suerte de encontrar un mundo habitable que no hubiese sido colonizado aún, lo más probable era que la mayoría de los planetas que encontrasen en la ruta fueran inhabitables. Por otra parte, si enviaban a los prisioneros a la Esfera Interior en una nave, no sólo se arriesgaban a que la descubrieran, sino que reducirían de forma significativa los recursos de la expedición.

La otra alternativa era la de matar a los prisioneros. Salvo en los casos en que la conducta del enemigo permita realizar consejos de guerra y ejecuciones sumarísimas, es difícil de justificar. Aunque la muerte de un hombre garantice la seguridad de la fuerza expedicionaria que puede dar la libertad a la Esfera Interior, un asesinato por esta causa es indefendible.

—¿Qué piensas sobre la posibilidad de ordenar la muerte de los prisioneros? —preguntó Victor, mirando a los ojos a Morgan.

—Por supuesto, no quiero hacerlo; pero, si es la única opción que tengo, supongo que… bueno, no lo sé. Sería más sencillo matar a individuos con plena movilidad corporal que hubiesen combatido contra nosotros que a inválidos y a niños, pero no lo sé. Supongo que lo estudiaría caso por caso y confiaría en encontrar la manera de no tener que matar a civiles. ¿Tiene sentido?

—Es lo único que lo tiene en todo este asunto —suspiró Victor—. Va a ser una decisión difícil de tomar, pero sé que elegirás la mejor opción. El meollo de la cuestión es juzgar cuál es el riesgo que quieres que corran tus guerreros. Si la operación fracasa, la Esfera Interior derramará mucha sangre para conseguir lo que esperamos que hagáis con muchas menos bajas.

—¡Oh!, soy consciente de lo que está en juego, pero no estoy seguro de que me guste. —Morgan apuró el vaso y se apoyó en el brazo del sillón—. Por otra parte, estoy convencido de que tendré mucha ayuda para tomar esa decisión.

—Sí, preveo que coordinar una fuerza aliada será como querer controlar un grupo de gatos salvajes. Desde aquí iré a Tukayyid, donde hay varias reuniones de planificación programadas; luego seguiré hasta Luthien para poner punto final a una serie de cuestiones. En muchos aspectos, envidio el tiempo que pasarás lejos del caos de la Esfera Interior.

—Por lo menos, todavía estaré por aquí para ver las reacciones a tu llegada a Luthien —comentó Morgan—. Un Davion, recibido con todos los honores en la Negra Luthien. Nunca pensé que vería algo así.

—Ni yo tampoco —repuso Victor con una risa nerviosa—. Será mucho más sencillo enfrentarse a los Clanes que poner el pie allí.

—No lo creo —intervino Yvonne, que se encontraba en el umbral de la puerta—. Perdonad la interrupción, pero he oído que Morgan iba a marcharse y quería despedirme.

Se dirigió hacia Morgan y le dio un abrazo.

—Cuídate, Morgan, y hazles pagar por todas las desgracias que han causado.

Victor no pudo oír lo que le contestó Morgan, pero Yvonne lo soltó y se enjugó una lágrima.

—Ojalá no os fuerais ninguno de los dos —dijo.

Victor notó un tono de temor en la voz de su hermana que lo sorprendió.

—Tenemos que hacerlo, Yvonne, del mismo modo que tú debes ocupar mi lugar en Nueva Avalon. Gozas de mi absoluta confianza.

—Y de la mía —añadió Morgan, sonriendo—. Por designios de la naturaleza, los pelirrojos somos más inteligentes y podemos soportar mejor la presión, ¿sabes?

—¡Espléndido! En tal caso, se me pondrán los cabellos grises como a ti, ¿no?

Yvonne hacía todo lo posible por mantener una actitud firme, pero Victor recordó con dolor lo joven que ella era en realidad.

—No estoy preparada para esto, Victor —reconoció.

Antes de que Victor pudiese contestar, Morgan apoyó las manos en sus hombros y le dijo:

—Ninguno de nosotros lo está para lo que tendremos que hacer, Yvonne. ¿Sabes por qué? Porque la única manera de llegar a ser capaz de afrontar estas situaciones es mediante la experiencia. Y la ganamos cuando nos esforzamos por superar los desafíos que se presentan. Hacemos lo que podemos, examinamos los errores que hemos cometido y aprendemos de ellos. Eres lo bastante lista para saberlo y para no cometer los pequeños errores que cualquiera podría cometer en tu lugar.

—¿Y si el pequeño error de Victor ha sido el de confiar en mí?

—Victor es una de esas personas que cometen muy pocos errores —respondió Morgan, sonriendo—. Lo cual me hace pensar que en realidad es pelirrojo y que se tiñe el pelo para engañarnos.

—Tú podrás hacerlo, Yvonne —aseguró Victor, acariciando el brazo a su hermana—. Cuando tenía tu edad, tampoco me sentía preparado para asumir esta responsabilidad, pero era porque pensaba que sólo necesitaba ser un guerrero. Con pesar, he descubierto que estaba equivocado. Tienes la inteligencia y la formación suficientes y un conjunto de asesores que te ayudarán. Presta oídos a Tancred y a Kym, la mujer de Morgan. Ellos te ayudarán a gobernar bien el estado.

—No sé nada de esto —dijo Yvonne.

—¡Eh, piensa en lo bien que quedará en tu currículum que has gobernado la Mancomunidad Federada! —exclamó Victor con una sonrisa—. Podrás entrar en cualquier facultad de Derecho. Te haré una buena recomendación.

—Y yo también —añadió Morgan.

—¿Y si decido que no quiero renunciar al trono cuando vuelvas?

La imagen de Omi apareció fugazmente en la mente de Victor.

—Si eso sucede, tal vez se me ocurra algo que nos haga feliz a ambos.

—Lo que me hará feliz es que regreses pronto, sano y salvo. Y tú también, Morgan.

El mariscal de las Fuerzas Armadas de la Mancomunidad Federada dio un paso atrás e hizo una reverencia.

—Vuestros deseos son órdenes para mí.

—Victor, ¿cómo trataré a Katherine?

Victor sintió como si se formase hielo en sus entrañas, atravesándolas como afiladas cuñas en todas direcciones.

—Creo que Katherine ya tendrá bastantes problemas que la mantendrán ocupada mucho tiempo. De lo contrario, habla con el agente Curaitis a través del Secretariado de Inteligencia. El sabrá lo que debe hacer.

—No te preocupes por tu hermana —la tranquilizó Morgan con una sonrisa confiada—. Pasará el tiempo preparando estratagemas para apropiarse de las victorias de tu hermano. Estará atareada todo el día.

—Así será —dijo Victor, dándoles a ambos una palmada en los hombros—. Al fin y al cabo, cuando haya conquistado Luthien, los Clanes serán pan comido.