12
12
Palacio Real, la Tríada
Ciudad Tharkad, Tharkad
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
9 de octubre de 3058
Con cada paso que daba junto a su padre para entrar en el despacho de Katrina Steiner, Phelan deseaba más y más haber aceptado la invitación de Victor de practicar la esgrima. Sin duda, aquí también nos batiremos a duelo, pero prefiero el deporte, porque puedo ver los floretes y sé cuándo se anota un punto. Si la invitación de Katrina hubiera ido dirigida sólo a él, la habría rechazado, pero había sido incluido en la invitación de su padre. Morgan le había pedido que no tuviese en cuenta aquel desaire.
Para Phelan, el despacho era de un blanco cegador. Había oído a personas leales a Katrina describir la sala como pura y virginal, pero a él le pareció fría y estéril. Menos hospitalaria que las llanuras de hielo de Morges. Esbozó una sonrisa. Allí fue la última vez que estuve en un combate, y creo que preferiría estar allí antes que aquí.
Katrina, que iba vestida con un suéter de cachemira y elegantes pantalones —todo tan blanco como la decoración del despacho—, indicó a ambos hombres que tomaran asiento en un sofá y ella fue a sentarse en otro que estaba enfrente, al otro lado de una mesita de cristal. Sobre la mesa había ejemplares en formato de disco de media docena de revistas publicadas en Arc-Royal o en otras regiones del Cordón de Defensa. No intentó mirarlas de cerca para distinguir la fecha y el número, pero supuso que contenían artículos sobre él, su padre o los Lobos. No todos ellos favorables, supongo.
—Deseo daros las gracias a ambos por haber venido a verme tras una invitación tan apresurada. ¿Puedo serviros algo de beber? —Katrina señaló el mueble bar—. Tengo incluso el whisky irlandés de la destilería Connor de Arc-Royal que solías enviar a mi abuela.
—No, gracias —respondió Morgan. Paseó su mirada por la habitación con una expresión melancólica que suavizaba las líneas de su rostro—. La última vez que bebí whisky irlandés aquí, este despacho era muy diferente. Tu abuela todavía estaba viva y tú aún ibas vestida como una niña. No solías estar por aquí en aquel tiempo, porque fuiste criada casi siempre en Nueva Avalon.
—Es irónico, ¿verdad? Victor gobierna en un planeta donde no creció, y a mí me sucede lo mismo. —Los ojos azules de Katrina centellearon al volverse hacia Phelan—. Incluso Phelan tuvo que abandonar el seno de la Esfera Interior antes de encontrar su destino. Sin duda, podríamos charlar largo rato sobre la cadena de acontecimientos que condujo a la situación actual, pero tengo asuntos más urgentes que hablar con vosotros.
—¿Cuáles son esos asuntos? —preguntó Phelan, levantándose y yendo al mueble bar.
—Os he juzgado mal a ambos y deseo enmendarme —respondió. Mientras Phelan se servía un vaso de agua fría, Katrina se volvió hacia su padre y le dijo—: Lo que comentaste durante la sesión me hizo comprender que me había equivocado respecto a ti. Hace un año, cuando rechazaste mi petición de ayuda y creaste el Cordón de Defensa de Arc-Royal, pensé que lo hacías como un desafío. Por supuesto, ahora comprendo que no fue tal cosa.
Morgan asintió despacio.
—En aquellos momentos, Thomas Marik, Sun-Tzu Liao, tu hermano y tú estabais enzarzados en un conflicto que nos estaba distrayendo de la amenaza principal contra la Esfera Interior —explicó—. De no haber sido por que el ilKhan Ulric destrozó a los Halcones de Jade, los Clanes habrían arrasado la Alianza Lirana. Tu nación habría sido destruida, y tú te habrías convertido en una sirviente de los Clanes. Y ser sirviente no es en absoluto agradable: puedes preguntárselo a Phelan.
—Dudo que te gustase, Katrina —intervino Phelan, mirando a Katrina sobre el borde del vaso—. Como careces de formación como guerrera o científica, en el mejor de los casos habrías sido relegada a la casta de los mercaderes.
Katrina jugueteó con el brazalete de oro que llevaba en la muñeca derecha y se estremeció.
—No dudo que habría sido horrible. Tenías razón al negarme tu apoyo, Morgan, y también al centrar nuestra atención de nuevo en los Clanes. No obstante, no lo entendí hasta ayer; por eso no te había invitado a esta conferencia. Me complace ver que Victor, por una vez, ha demostrado cierta previsión y ha corregido lo que habría sido un grave error.
—Lo importante, Katrina, es que Phelan y yo estamos aquí.
—Sí, Morgan, eso es lo absolutamente importante. —Katrina se arrellanó en el sofá y se giró para poder mirarlos a ambos—. Y por eso os he pedido que vinierais. Hay unos asuntos que me preocupan sobremanera y quiero oír vuestro consejo.
—Creía que tus consejeros eran Tormano Liao y Nondi Steiner —repuso Phelan con una risa ronca.
—Son mis consejeros, pero puedo deciros confidencialmente que tienen algunas carencias. Tormano considera a Sun-Tzu una amenaza más peligrosa que los Clanes. Nondi, aunque la quiero mucho, alberga mucha enemistad hacia ti, Morgan, y no dudo de que a ti, Phelan, y a tu pueblo os ve como una fuerza expedicionaria de los Clanes que está esperando el momento propicio para atacar desde Arc-Royal y destruirnos. —Katrina sonrió con cautela y añadió—: Por tus comentarios de ayer, sé que hay cosas que es preciso hacer para que la Alianza Lirana se prepare para esta guerra con los Clanes, y no creo que Nondi y Tormano puedan entenderlo.
Morgan se deslizó hacia adelante en el asiento y apoyó los brazos en las rodillas. El negro acero de su mano mecánica desprendía un pálido brillo bajo la luz de la tarde, que entraba por uno de los grandes ventanales del despacho.
—Estoy muy interesado en conocer tus planes, Katrina —afirmó.
—Bien. —Katrina suspiró y se arrellanó en el sofá, apoyando las piernas en los cojines—. Estoy totalmente de acuerdo con los objetivos de la fuerza expedicionaria que vamos a enviar. La idea de llevar la guerra a un clan y destruirlo por completo me parece el plan correcto. Daré mi apoyo a ese esfuerzo, pero me temo que el Capiscol Marcial y mi hermano están pasando por alto algunos factores importantes. Me siento incómoda al plantear esto, porque soy consciente de la importancia de mantener un frente unido, pero la verdad es que, aunque está muy bien planificar una estrategia de ataque, parece que no se ha tenido en cuenta el frente interior.
—No estoy seguro de entenderte —dijo Morgan, frunciendo el entrecejo.
—Victor habla de una campaña que durará años. Es muy posible que los Clanes (y tú, Phelan, deberías saberlo mejor que nadie) puedan dividirse y que los Cruzados reanuden la lucha para conquistar la Esfera Interior. Mientras intentamos expulsar a los Jaguares de Humo de la Esfera Interior, los Halcones de Jade y los Lobos podrían contraatacar y arrasar la Alianza Lirana.
—Es posible —admitió Phelan—. Vlad está al mando de los Lobos y podría intentar algo. En cuanto a Marthe Pryde, la Khan de los Halcones de Jade, estaría encantada de conquistar la Tierra. No creo que te gustase ser sirviente de uno de ellos.
—No, en absoluto. Ni nadie de mi pueblo. Por eso quiero que mantengáis el Cordón de Defensa de Arc-Royal. Quiero que los Demonios de Kell y los Lobos permanezcan en la Alianza mientras la guerra contra los Jaguares de Humo se libra lejos de aquí. Quiero que estéis disponibles para proteger la Alianza Lirana.
Morgan cerró los ojos unos momentos y meneó la cabeza despacio.
—Creo que no has hecho caso de lo que dije ayer y del motivo de que te negase mi ayuda en el pasado.
—No, lo he entendido a la perfección. ¡Estoy de acuerdo contigo! —Katrina se irguió—. Eres el único en quien puedo confiar para mantener mi reino a salvo.
—¡Ah! —exclamó Morgan con una sonrisa indulgente—. Claro, pero yo no puedo confiar en ti, Katrina.
—¿Qué?
—Ya me has oído.
—¿Por qué no me crees digna de confianza?
—En raras ocasiones he creído dignos de confianza a los asesinos —gruñó Morgan.
El asombro y la ira asomaron a los ojos de Katrina.
—¿Yo, una asesina? ¡En absoluto!
—Tus protestas me dejan indiferente, Katrina —dijo Morgan Kell, poniéndose bruscamente de pie, mientras Katrina se apartaba de él—. Yo sé, sé positivamente que Victor no mató a tu madre. Justo antes de su muerte, Melissa me confió que le había propuesto abdicar en su favor, pero que Victor la disuadió. Ella no era un impedimento para que él alcanzase el poder, pero Victor sí que lo es para que lo alcances tú. Tenías que eliminar a tu madre, y culparlo a él de su muerte te permitió usurpar su lugar aquí.
Katrina se tapó la cara con las manos y empezó a sollozar.
—¿Cómo puedes decirme esto, Morgan? Yo quería a mi madre. Estaba presente cuando murió. Y procuré que tú tuvieras los mejores cuidados posibles durante la recuperación. Cuando estabas convaleciente, yo iba a visitarte todos los días. ¿Cómo podría haber hecho eso, por qué iba a querer hacerlo, si hubiera sido la responsable de tus heridas?
—¿Culpable? —exclamó Morgan, mirándola fijamente—. Las veces que me visitaste, expresaste tu pesar por la muerte de mi mujer y por la pérdida de mi brazo, pero nunca lamentaste la muerte de tu madre. Estabas más preocupada porque no podía asistir al funeral que por su desaparición.
—¡No! Sólo procuraba ser fuerte y consolarte en tu tragedia. Si no hubieras sufrido unas heridas tan graves y no hubieses estado tan drogado, te habrías dado cuenta del dolor que había en mi corazón. El hecho de que tú no lo vieses, no quiere decir que no existiera.
—¡Oh, Katrina! Interpretaste muy bien el papel de hija desconsolada… demasiado bien. Soportaste la presión como una heroína y te aseguraste de que todos los medios de comunicación de la Esfera Interior supieran de tu valor. —Morgan cerró el puño de carne y hueso—. Me encantó sobre todo oír tus protestas contra quienes acusaban a tu hermano, lo cual sólo parecía convencer a la gente de que él debía de haber matado a Melissa, ya que tú te esforzabas tanto por defenderlo.
Morgan la agarró por las mandíbulas y la obligó a girar la cara para mirarlo.
—Al principio no me di cuenta, porque la pérdida de mi esposa, de tu madre y de mi brazo me cegaron a la realidad. Pero esa ceguera fue sólo temporal y ahora veo con mucha claridad.
Katrina le apartó la mano de un golpe, se levantó y se alejó de él.
—¡Nunca vuelvas a ponerme las manos encima! ¡Nunca! —exclamó—. ¡Yo soy la Arcontesa!
—Respeto tu cargo, Katrina, pero hace mucho tiempo que estoy dispuesto a enfrentarme a la persona que lo ostenta. Tu abuela lo sabía muy bien, y tú también deberías ser consciente de ello. Y temerlo.
—¿Temerte? ¿A ti? —Katrina lanzó una carcajada—. Si tuvieses alguna prueba de lo que afirmas, ya lo habrías utilizado. No tienes nada; por lo tanto, no puedes amenazarme.
Morgan la miró fijamente unos momentos y meneó la cabeza.
—Eres una estúpida de la peor especie, Katrina: eres de los que no quieren escuchar. Si hubiera usado las pruebas que tengo para deponerte, habría debilitado la Esfera Interior. No lo voy a hacer. Pero, tras la derrota de los Clanes, me sentiré mucho más libre.
—Si es que sobrevives a la guerra contra los Clanes.
La gélida furia que transmitió la voz de Katrina hizo perder el control de sus nervios a Phelan. Arrojó el vaso contra la pared, donde explotó y dejó una mancha húmeda. Antes de que el último sonido de su frase hubiera salido por completo de la garganta de Katrina, Phelan avanzó hacia ella, le rodeó el cuello con la diestra y la levantó en vilo. Entonces sólo se oyeron los sonidos ahogados de su garganta y el roce de las puntas de sus pies con la alfombra.
—¿Asesinaste a mi madre y ahora amenazas a mi padre? ¿De verdad te atreves a amenazar a mi padre? —exclamó. Metió el pulgar con fuerza bajo el ángulo de la mandíbula. Quería apretar más y arrebatarle la vida, pero por alguna razón resistió ese impulso—. A ver si entiendes esto: si él muere, tú mueres. Si yo muero, tú mueres.
Una mano metálica se apoyó en el hombro derecho de Phelan.
—Suéltala —dijo Morgan.
Phelan se quitó la mano de encima.
—Escúchame, Katrina, porque esto no es una amenaza hueca. Tengo un planeta lleno de Lobos que no se detendrán ante nada para vengarme a mí y a mi familia.
Vio que el rostro de Katrina adquiría poco a poco un tono amoratado y que los ojos se le salían de las órbitas. También notaba la palpitación de su pulso en los dedos y en las palmas de las manos. Podía ver la imagen de su madre en su imaginación. Empezó a apretar con más fuerza.
—¡Phelan, suéltala! —resonó la voz de su padre, atravesando la ira sedienta de sangre que dominaba su mente.
Phelan dejó a Katrina en el suelo, pero no la ayudó cuando trastabilló hasta caer en el sofá.
Katrina se frotó el cuello, sin decir nada. Lanzó una mirada asesina a Phelan, que hizo caso omiso y sonrió al ver las marcas moradas que habían aparecido en su pálido cuello.
—Creo que nuestra audiencia ha concluido —dijo Morgan—. Entiende bien esto, Katrina: mientras haya una amenaza mayor que tú contra la Esfera Interior, estarás a salvo. Una vez que los Clanes hayan sido eliminados, se hará justicia.
Katrina siguió frotándose la garganta cuando la puerta se cerró a espaldas de los Kell. Quiso chillar de ira, pero no iba a darles esa satisfacción.
O tal vez era el miedo lo que la contenía.
Entonces, la furia superó el miedo. Phelan la había tocado y podría haberla matado en un instante. Todos sus planes, elaborados de forma tan meticulosa, habrían muerto con ella. Si Morgan no hubiese estado allí, ella sería sin duda un cadáver. Y si Phelan hubiera conocido su alianza con Vlad de los Lobos, con el obvio peligro que representaba para su grupo de Lobos, dudaba que ni siquiera Morgan hubiese sido capaz de detenerlo.
También estaba enfadada consigo misma por haber dudado de su intuición inicial sobre Morgan Kell y sus motivos al crear el Cordón de Defensa de Arc-Royal. Morgan la había insultado y se había burlado de ella. Se había declarado abiertamente en rebeldía y la única razón por la que no intentaba derribarla era porque quería guardar sus cartuchos y sus’Mechs para los Clanes. Su hijo y él eran una amenaza a largo plazo a su poder y a su supervivencia. Aunque, en el pasado, le había parecido bien que Morgan no hubiese muerto junto con Melissa Steiner, ahora pensaba que cuanto antes se librase de los Kell, más segura estaría.
El miedo volvió a asomar junto a la furia, pero esta vez sólo pareció azuzarla. Katrina sabía muy bien que Morgan Kell no se habría atrevido a hablarle de aquella manera si desconociera las pruebas de su complicidad en el asesinato de Melissa, pero también sabía que no tenía los recursos suficientes para poder reunirías. El agente que tenía infiltrado en los Demonios de Kell no había informado de ninguna investigación sobre el asesinato ni sobre rumores al respecto. Pero también era consciente de que su espía no tenía acceso a los mensajes confidenciales que se intercambiaban Victor y Morgan Kell.
Morgan es tan estúpido que me ha dicho que estoy en una trampa y me ha dado tiempo suficiente para librarme de ella. Si Victor y él no atacan hasta después de eliminar la amenaza de los Clanes, tendré todo el tiempo del mundo para descubrir las evidencias que puedan poseer y destruirlas. Mientras ellos van a salvar la Esfera Interior, yo me voy a procurar mi propia salvación.
Cuando invitó a Morgan a entrar en su despacho, Victor Davion pensó que nunca había visto tan demacrado al jefe mercenario.
—¿Deseas tomar algo, Morgan?
—Un whisky, si tienes. Solo.
Victor sacó una botella de whisky irlandés del último cajón su escritorio de caoba y dos vasos.
—¿Uno doble? Es lo que siempre tomo después de hablar con mi hermana.
—Un dedo —contestó Morgan, levantándolo—, sólo un poco para serenarme. Nunca uses el alcohol para arreglar los problemas, porque no sirve. —El anciano sonrió y añadió—: Y tú no deberías tomar nada, porque todavía estás sudando después de la esgrima. En tu estado deshidratado, subiría directamente al cerebro.
Victor sirvió a Morgan un dedo del líquido ambarino y le acercó el vaso. Dejó su propio vaso vacío.
—Puedes beber si quieres, Victor —dijo Morgan—. Eres un hombre adulto.
—No tanto como para no respetar los consejos sabios cuando los oigo —repuso Victor, observando cómo apuraba el vaso—. ¿Qué tal te ha ido con Katherine?
—Mejor y peor de lo que preveías —contestó Morgan, dejando el vaso sobre la mesa—. Quería arreglar las cosas y pedirme que mantuviera a los Demonios y los Lobos de Phelan en la Alianza Lirana cuando empezase la campaña. Me negué, le dije que no me fiaba de ella y, cuando me preguntó la razón, le respondí que no conocía a muchos asesinos que fuesen dignos de confianza.
—Eso es bastante directo —exclamó Victor, boquiabierto.
—Es verdad. Sé que me pediste que sólo le insinuara que sabía que había matado a tu madre y a mi mujer, pero Katrina navega siempre en un mar de mentiras, por lo que supuse que no captaría una leve insinuación, o la retorcería hasta que se pareciese a lo que ella quisiera. Si hubiese sido sutil, ella habría seguido pensando que yo creía que habías asesinado a tu madre y a mi esposa… y no podía permitir que siguiera ese juego conmigo. —Se encogió de hombros—. Pensé que mi mejor baza era atacarla.
—¿Cómo reaccionó?
—Primero lágrimas, luego amenazas. Una exhibición impresionante. Phelan estuvo a punto de romperle el cuello —dijo con fuego en los ojos.
—¿Qué? ¿Hasta qué extremo?
—Los vestidos de cuello alto se van a poner de moda en Tharkad muy pronto.
—Entiendo. Gracias.
—¿Lo ves, Victor? Estaba dispuesto a revelar a Katrina que sospechamos de ella porque es lo que querías, pero ¿realmente lo querías?
—Creo que no tengo elección, Morgan. Katherine… y nunca la llamaré por el nombre de mi abuela… es egocéntrica y ahora necesito que lo sea aun más. Si esta fuerza expedicionaria sale en pos de los Clanes y yo voy en ella, tendré que dejar a Yvonne en el trono de Nueva Avalon. No quiero que Katherine aproveche mi ausencia y se dedique a reunificar la Mancomunidad Federada bajo su liderazgo.
»Además —añadió, tocándose los botones del cuello de su chaqueta de espadachín—, cubrió muy bien sus pistas en el asesinato de mi madre. Sólo ella sabe los errores que cometió, los cabos sueltos que todavía tiene que resolver. Si le hacemos creer que tenemos pruebas contra ella, tendrá que actuar para destruirlas.
—¿Y esperas poder arrebatárselas de las manos observándola?
—Tengo a gente muy buena trabajando en eso.
—Es un juego peligroso, Victor.
—No es ningún juego.
—Pero, si tu gente falla, nunca podrás demostrar que ella asesinó a Melissa.
—Ahora no puedo probarlo tampoco —repuso Victor, encogiéndose de hombros—. La ambición de Katherine está perjudicando el proyecto de la Esfera Interior de destruir a los Clanes. Todo lo que hagamos para desviarla de ese propósito y preparar su caída posterior, es bueno. Ojalá hubiese otra forma de conseguirlo, pero no se me ocurre ninguna.
—Por desgracia, a mí tampoco —dijo Morgan, dando unas palmadas en el hombro a Victor con su mano orgánica—. Los Kell haremos todo lo posible para apoyarte. Ya lo sabes.
—Es una de las razones por las que creo que tenemos alguna posibilidad de triunfar —declaró Victor con su mejor sonrisa—. En primer lugar, buscaremos el bien mayor para la mayoría de las personas; después, y sólo después, los que merecen un tratamiento especial recibirán su merecido.