16
16
Centro Cultural Capelense, la Triada
Ciudad Tharkad, Tharkad
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
5 de noviembre de 3058
El despacho que Sun-Tzu había ocupado en el Centro Cultural Capelense le pareció a Katrina Steiner demasiado oscuro para su gusto. La tenue iluminación acentuaba los tonos del mobiliario de teca y caoba. Aunque pequeños focos alumbraban intensamente muchas pinturas maravillosas en papel de arroz que colgaban de las paredes o las esculturas de jade, de encantadora delicadeza, colocadas sobre pedestales, su luz no se extendía mucho más allá de los tesoros que revelaban.
Katrina sabía con exactitud la clase de emoción que aquella exposición estaba destinada a inspirar. La gente se siente humilde cuando se ve rodeada por obras de arte tan antiguas y bellas. Los tesoros son vínculos que nos conectan con la Tierra, la matriz de toda la humanidad, y se supone que debo estar impresionada. El enlace con la Tierra sugiere también la legitimidad de las reclamaciones de Liao sobre el liderazgo y la supremacía de lo que fue la Liga Estelar. Se permitió una sonrisa. Sin embargo, yo puedo convertir planetas enteros en lugares inhabitables con un simple trazo de mi pluma. No es fácil impresionarme.
Sun-Tzu se estiró para levantarse de la silla donde estaba sentado. Los tigres que adornaban su chaqueta de seda dorada coincidían con los labrados en los lados del respaldo. La otra silla que estaba a su lado, que estaba claro que estaba destinada a ella, estaba labrada con una maestría similar, aunque las criaturas que la decoraban eran pavos reales. Katrina se preguntó si aquel detalle estaba pensado para zaherirla o para elogiarla.
Sun-Tzu se alzó en toda su altura y le alargó la mano.
—Me siento muy honrado porque habéis aceptado mi invitación para visitarme —dijo.
Katrina lo saludó con un fugaz estrechón y juntó las manos detrás de la espalda.
—¿Hay alguna razón, Canciller, por la que podíais pensar que no iba a aceptarla?
Sun-Tzu sonrió y le señaló la silla de los pavos reales.
—Por lo que recuerdo, os sentisteis un tanto contrariada por mi conquista de Northwind.
—¿Conquista?
Katrina se obligó a sonreír para ocultar su rápido acceso de ira. Sun-Tzu se había lanzado a la conquista de unos planetas que ella había declarado parte de la Alianza Lirana. Había hecho aquella proclamación más para molestar a su hermano que por ninguna otra razón, aunque Northwind era un premio que ella habría querido conservar. Los famosos mercenarios conocidos como los Montañeses de Northwind habían establecido su base permanente allí, y poder contarlos entre sus filas no estaba nada mal.
—Por lo que recuerdo, Canciller, entregasteis ese planeta a los Montañeses; un planeta que ellos habrían capturado y podrían haber independizado de vuestra Confederación. Vuestro control sobre ellos es puramente teórico.
—¡Ah, sí! Más o menos como vuestro control sobre el coronel Kell y sus Demonios.
Katrina se sentó y cruzó las piernas. Su falda de color gris pálido se levantó lo justo para enseñar las botas de cuero gris que cubrían sus piernas hasta la rodilla.
—Si no hubiera decepciones, todos nos aburriríamos. No me gustó que reclamarais Northwind, pero apenas lo veo como un motivo que justifique nuestra enemistad. De hecho, creo que estoy en deuda con vos.
—¿En deuda? —inquirió Sun-Tzu, abriendo mucho los ojos—. ¿Qué he hecho para merecerlo?
—Me complació que atacaseis a Morgan Kell en la sesión inaugural. Su presencia resultará beneficiosa a la larga, pero en aquel momento era un insulto para mí, cuyo responsable era mi hermano.
—Victor es como una espina de pescado en la garganta: pequeña pero difícil de pasar por alto, y potencialmente mortal.
—Entiendo cómo os habéis hecho esa opinión de él —repuso Katrina suspirando—. No obstante, también resulta útil. El truco consiste en asegurarse de que la garganta en la que se clave no sea la propia. En este caso, creo que los Clanes se van a atragantar, de lo cual me alegro.
—¿De veras pensáis que Victor consentirá en encabezar la fuerza expedicionaria? —preguntó Sun-Tzu, frunciendo el entrecejo.
—¿Consentir? Lo considera su destino. Si no, ¿qué hace aquí Yvonne? Está recibiendo un entrenamiento práctico para que pueda ocupar su lugar al frente de la Mancomunidad Federada durante su ausencia —soltó una risita—. Lo difícil sería mantener a Victor aquí. Por otra parte, las cosas como son: nadie está más preparado que él para dirigir esa expedición.
—¿No?
—¿Quién lo haría? ¿Vos? —Esta vez, la risa sonó un poco más deprisa—. El Capiscol Marcial es demasiado viejo. Hohiro Kurita es valiente, pero su historial de enfrentamientos con los Clanes no lo favorece. Kai carece de una posición política importante, mientras que el resto de los líderes son demasiado viejos o no están preparados para encarar una guerra. No, Victor será el líder. Nada de lo que vos o yo hagamos podría cambiar esto.
—Bien —dijo Sun-Tzu, asintiendo con gesto solemne—. Me será más fácil descansar si vuestro hermano está lejos, luchando contra los Clanes, acompañado de Kai.
Katrina se arrellanó en la silla y observó a Sun-Tzu con los ojos entornados. El Sun-Tzu que había visto o que le había escrito en el pasado parecía un poco más desequilibrado que el hombre que estaba sentado frente a ella. Su odio hacia Kai y Victor era legendario y en varias ocasiones había provocado unas peroratas que podían durar decenas de minutos en medio de un mensaje intrascendente. La irracionalidad era su escudo. ¿Por qué se despoja de él conmigo?
—Canciller, me sorprendéis —confesó—. Por lo general, el nombre de mi hermano o el de Kai os produce apoplejía.
—Son las franjas de un tigre, Arcontesa. Coloración protectora. Mi reino tiene un tamaño minúsculo y muchos lo desprecian porque creen que he heredado la demencia de mi familia. —Se encogió de hombros—. Si soy subestimado por esta razón, entonces tengo ventaja sobre otros.
—¿Por qué me reveláis que nos habéis tomado el pelo a todos?
—Es un riesgo calculado. Muchos os consideran una mujer frívola que gobierna por la fuerza bruta o gracias a su personalidad, pero yo no lo creo.
—¿No?
—No. Si eso fuera cierto, mi tío nunca se habría rebajado a venir a trabajar para vos. Y, dado que no habéis realizado ningún esfuerzo importante para desestabilizar mi reino, también sé que él no tiene una influencia indebida sobre vos. Todo esto sugiere que tenéis más fuerza de lo que creía. Ambos llevamos máscaras, lo que nos convierte, en cierto modo, en aliados.
—¿Aliados? ¿Por qué debería consideraros como tal?
—Ambos tenemos los mismos enemigos, Arcontesa. A vuestro hermano, por ejemplo, le encantaría eliminar nuestros dos reinos. Thomas Marik también es enemigo de ambos y nos utiliza para enfrentarnos uno contra otro. Vos tenéis que preocuparos si su reino cae en mis manos y en las de Isis, mientras que yo debo preocuparme si se casa con vos y le dais un heredero para ambos reinos.
—¿Thomas? ¿Casarse conmigo? —Katrina lanzó una carcajada—. Me temo que eso no ocurrirá nunca. No estáis preocupado por mi hijo, sino por el de la consorte de Thomas. Sabéis que, tarde o temprano, ella le dará un heredero.
—Sí, eso será un problema. —Sun-Tzu la miró fijamente y añadió—: Por supuesto, yo podría casarme con vos y Thomas se vería atrapado entre ambos.
El comentario de Sun-Tzu pilló por sorpresa a Katrina Una parte de ella se rebeló de forma inmediata, pero suavizó la tajante réplica con la que habría deseado contestar a su insinuación. Sabía que la carencia de atractivo que ella encontraba en Sun-Tzu se debía a sus muchos años de condicionamiento. Desde su infancia, la estirpe de Maximilian Liao con la única excepción de Candace, habían sido monstruos enloquecidos. Maximilian había intentado arrebatar la Federación de Soles a su padre, y sólo aquello justificaba que ella lo odiase a él y a toda su descendencia. Incluso había rumores de que Candace podía ser hija de la esposa de Max pero que ahí terminaba toda su relación con él… Era un intento de justificar que ella fuese de fiar como aliado.
Una alianza entre Katrina y Sun-Tzu crearía un bloque bastante poderoso en la Esfera Interior. Permitiría la pacificación inmediata de la Marca de Caos y fortalecería la Alianza Lirana al permitirle recuperar más planetas de los que había perdido ante los Clanes. Esa boda pondría en una posición difícil a Thomas Marik, pero le sería imposible derrotarlos, por lo que tendría que llegar a un acuerdo con ellos. Tres reinos se convertirían, en realidad, en uno solo, lo que permitiría que los frentes de combate entre ella y su hermano quedasen delimitados con claridad.
—Si vos y yos nos casáramos, Sun-Tzu, obtendríamos algunas ventajas, pero no estoy convencida de que sea el momento de tomarlo en consideración —respondió Katrina, sonriendo—. Al fin y al cabo, estáis prometido con Isis Marik.
—Así es, en efecto, desde hace seis años —dijo Sun-Tzu, siseando al mencionar el período de tiempo como si fuese un amargo veneno que quisiera escupir—. Thomas ha renegado de su palabra de fijar una fecha; por consiguiente, ese compromiso es una farsa. Me muestra su reino como una zanahoria, mas no deja de golpearme con su vara. Por supuesto, su apoyo a mi ataque contra la Marca de Sarna fue como dar un bocado a la zanahoria, pero lo cierto es que no tiene ninguna intención de dármela.
—¡Ah!, ¿y qué piensa la zanahoria de todo esto?
—¿Isis? Sospecho que también es de los que se ocultan detrás de una máscara. Sé que alberga ambiciones, pero no sé cuáles. No creo que esté trabajando codo a codo con su padre para preparar la absorción de mi reino. Si eso fuese cierto, ya estaríamos casados y yo ya habría sufrido un accidente.
Katrina no hizo ningún esfuerzo por disimular su sorpresa.
—¿Pensáis que ella os haría asesinar?
—Recordad que Thomas subió al trono de la Liga de mundos Libres a causa del asesinato de su padre. Victor recibió su herencia del mismo modo. Incluso vos debéis estar agradecida a aquel asesino por vuestra posición actual. Una vez que Isis estuviera en el trono, mis días estarían contados, por suerte, tengo un seguro de vida: Kali.
—¡Ah!, ¿acaso ella desencadenaría una oleada de terror para vengaros?
—El problema que tienen tanto ella como sus sectarios seguidores Thugee es que son difíciles de controlar. Cuando se los deja sueltos, son condenadamente eficaces y molestos. —Sun-Tzu esbozó una sonrisa—. No debéis sentiros amenazada.
—Por supuesto que no —repuso Katrina, devolviéndole el gesto—. Sólo debo recordar que, si quiero mataros, lo que debo hacer es destruiros y preparar pruebas que señalen a otro de mis enemigos.
—Brutal pero eficaz. Tal vez tenga que simular mi propia muerte y utilizar ese método.
—Como queráis, mientras no me involucréis en ello. ¿Qué queréis de mí, Sun-Tzu?
—Si no puedo conseguir vuestra mano, entonces deseo contar con vuestro apoyo en el consejo. —Sun-Tzu se irguió cuan alto era y añadió—: Deseo ser el Primer Señor de la Liga Estelar.
Katrina mantuvo su rostro impasible como una máscara.
—Por lo que recuerdo de las discusiones que hemos mantenido, ya hemos llegado al acuerdo de que sea un cargo rotatorio. Los períodos serán de tres años. Vuestro turno no tardará en llegar.
—Deseo ser el Primer Señor inicial —replicó Sun-Tzu, frunciendo el entrecejo—. Sé que, tal como lo hemos definido, el cargo es más bien ceremonial, pero es prestigio lo que busco. Será un acicate moral para mi pueblo, y lo necesito para que la Confederación de Capela vuelva a ser fuerte No sabéis el bien que hizo a mi nación la conquista de esos planetas de la Marca de Caos. Mi pueblo vuelve a sentirse poderoso y capaz; ya no son los pobres diablos que vuestro padre venció y mi madre castigó por haber sido vencidos.
—Cuando decís que esto hará que vuestra nación vuelva a ser fuerte, ¿cómo pensáis proyectar esa fuerza? —inquirió Katrina—. La Mancomunidad Federada es mía, Sun-Tzu Si se os pasa por la cabeza atravesar la frontera de 3025, tendré que destruiros.
—¿La frontera de 3025? —Sun-Tzu titubeó por unos momentos—. Parece que dejáis la Comunidad de Saint Ivés fuera de vuestro paraguas protector.
—No me importan los problemas internos de la Confederación. Si podéis someter una región rebelde de vuestro reino, así sea. Me da igual.
—Entonces, ¿puedo contar con vuestro apoyo?
Katrina reflexionó unos instantes. Si apoyo a Sun-Tzu, sé que Victor se opondrá a la propuesta con todas sus fuerzas. Es probable que Theodore y Thomas lo respalden, lo que implica que Sun-Tzu perderá. Puedo hacer un discurso sobre lo inadecuado de su acción, teniendo en cuenta el espíritu de unidad que se supone que se debe crear con la restauración de la Liga Estelar. Todos ellos se sentirán avergonzados, lo que me convertirá en la única opción lógica como Primer Señor.
—Podéis contar con mi voto, Sun-Tzu —respondió—. Incluso estaré encantada de proponeros como candidato.
—Sois muy amable.
—Lo soy, Sun-Tzu, no lo olvidéis —dijo Katrina sonriendo—. Llegará un día en que os pediré que me devolváis el favor, y, si no lo hacéis, haré pedazos vuestra máscara, os arrancaré los ojos y reduciré vuestro reino a un mero recuerdo.