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UNA CONVERSACIÓN
Ulan í Sathil daba vueltas entre sus dedos a la moneda enviada por Torsin —medio sestercio de plata— mientras paseaba junto al estanque Vhadasoori. La noche era bastante oscura y escuchó llegar al eskaliano antes de poder verlo. Su cascada tos era tan distintiva como un grito de saludo, resonando tenuemente contra las aguas.
Siempre resultaba inquietante cuando los Tír empezaban a deteriorarse de aquella manera, especialmente si eran tan valiosos como aquél.
Siguiendo el sonido, Ulan se fundió con la superficie del estanque y se deslizó hacia el lugar en el que esperaba Torsin. Era un buen truco —uno de los muchos que no se habían revelado a los magos de Eskalia— y provocaba una fuerte impresión en la mente de cualquier Tír que lo presenciaba. Y además resultaba mucho más cómodo que caminar para sus viejas y doloridas rodillas.
Torsin, por supuesto, ya había visto el truco antes y sólo pareció un poco sorprendido al verlo aparecer al borde de las aguas.
—Que Aura te bendiga, mi viejo amigo.
—Que su Luz brille sobre ti —replicó Torsin, al tiempo que se limpiaba los labios con un pañuelo—. Gracias por acudir tan deprisa.
—Un paseo bajo la paz de las estrellas es uno de los pocos placeres que les quedan a los viejos como nosotros, ¿no crees? —replicó Ulan—. Sugeriría que nos tendiéramos sobre la hierba para contemplar las estrellas como solíamos hacer, pero temo que ninguno de los dos podría volver a ponerse en pie sin ayuda o magia.
—Tienes razón. —Torsin titubeó y Ulan creyó oír un retazo de remordimiento en el suspiro que siguió. Sin embargo, cuando Torsin volvió a hablar, era de nuevo franco y directo—. La situación en Eskalia está cambiando rápidamente. Se me ha ordenado que te transmita una contraoferta tentadora, una que con toda probabilidad te resultará más aceptable.
Ordenado por quién, me pregunto, pensó Ulan.
Cogidos del brazo, los dos hombres empezaron a pasear lentamente junto al borde del agua, conversando ahora en voz tan baja que sus palabras le resultaban imposibles de comprender a la delgada figura que espiaba desde detrás de una piedra cercana.