Día 87

 

 

 

MIENTRAS CANTABA en la ducha he llegado a dos conclusiones: sigo cantando igual de mal que siempre y estoy enamorada hasta mi último átomo de Yang.

Tras besarnos ayer en el patio me llevó dentro y estuvimos cerca de diez minutos en silencio, abrazados, mirándonos a los ojos, dejando de mirarnos al besarnos, empapando la alfombra de mi madre. No sé si me mataría si lo viera o si se alegraría tanto por mí que lo dejaría pasar.

Su walki sonó con un aviso y tuvo que marcharse. Cuando alcanzaba la puerta volvió sobre sus pasos y me dio otro beso, demorado y cálido.

Aún siento la impresión de su boca sobre la mía. Unos labios invisibles que me recuerdan que los míos están demasiado vacíos sin los suyos.

Salgo del baño y, mientras me seco, siento una punzada en el estómago. Podría pensar que se trata de hambre, pero entonces noto otra un poco más abajo, y otra, y entonces todo empieza a dar vueltas.

Llego a la mesilla y saco la medicina; me pincho y respiro hondo. Al menos hoy no estaré sola, ya que, para despedirse, Briam vendrá a verme dentro de poco. Sé que Yang se pasará luego y me prometo que si empeoro le llamaré enseguida.

Al cabo de media hora Briam entra y yo le recibo con el desayuno a medio preparar. Ha organizado un día repleto de películas Serie B y palomitas.

 

****

 

Se acercan las dos de la tarde y estamos en la cocina haciendo algo de comer cuando la puerta se abre. Yang entra y se detiene en seco al vernos a Briam y a mí.

—Lo lamento, señorita Simpson, solo me pasaba para asegurarme de que está bien.

—Sí, sí... va todo bien. Pasa, por favor.

—Buenas tardes, agente —dice Briam con su voz cantarina y alegre de siempre—. Hoy también tenemos comida de sobra, por si se quiere quedar.

—Gracias, pero llego tarde.

Nos quedamos, una vez más, los tres en silencio. Esta escena me resulta demasiado familiar. Briam se pone a mi lado y me pasa el brazo por los hombros. Me siento incómoda a más no poder. Le quiero, es mi amigo del alma, el único que me queda, así que no quiero ofenderle alejándome. La cara de Yang cambia y sus cejas, tan particulares, vuelven a bajarse, convirtiendo su cara en una mueca de desagrado.

—Que os aproveche la comida —dice y se marcha.

—A mí me da que Yang te quiere enseñar su Ying. —Briam estalla en carcajadas.

Me alejo riéndome y le tiro un trapo de cocina. Él me tira un trozo de tomate y yo le apunto con el cuchillo, a lo que responde poniendo los brazos en alto con cara de pánico exagerado.

—Ya te vale... —le digo entre risas. Y me preocupa que Yang saque las cosas de contexto.

—Vamos, que te quiere enseñar su Ying seguro —insiste y yo me ruborizo a tal punto que siento que mi cara podría estallar en llamas.

—Calla y cocina, anda. —Le tiro otro trozo de tomate.

—Oh, no. —Briam se pone serio y coge un pepino que levanta como si fuera una espada—. ¡Lo que pasa es que ya te ha enseñado su Ying! —Chilla entre carcajadas.

—Eres gilipollas —bromeo y seguimos riéndonos como dos adolescentes.

 

****

 

Dos horas más tarde estamos sentados en el sofá. Sharknado está acabando y sé que me quedan la segunda y tercera parte, así que me levanto para hacer más palomitas. Me encanta esa clase de cine en la que no tienes que pensar, y a la vez, no podrás olvidar en mucho tiempo. Para bien o para mal.

—No me apetece marcharme —dice mientras me acerco al sofá.

—Tienes una vida en Australia. Aprovecha por los demás —contesto sonriendo.

—Ya... ¿estarás bien? Estoy muy cabreado, ¿sabes? ¡Nadie más te ha llamado o venido! Ni que no conocieras a gente, ¡joder!

—No pasa nada, Briam... es una situación muy delicada y complicada...

—Pero estarás sola, Al...

—No... no del todo...

Briam me pasa la mano por el rostro. El gesto es bonito, y lo más hermoso de todo es que no capto ni una pizca de intención más allá del cariño.

—Así que el agente Yang...

—No te hagas ideas precipitadas —digo poniendo los ojos en blanco—. Es... complicado, creo que sobra decirlo.

—Solo ten cuidado, ¿me lo prometes? Estás sola, encarcelada como el que dice... no te dejes engañar por nadie y no te engañes a ti misma. Estoy a un avión de aquí, no creas que nadie te quiere, porque eso no es verdad. No necesitas la piedad de nadie, estás vulnerable y... Agente Yang —Briam mira detrás de mí y me giro tan rápido que me mareo un poco.

—Solo me pasaba a asegurarme de que está todo bajo control.

—Pasa, por favor... ¿quiere beber algo? —Ofrezco, aunque lo que tengo son ganas de levantarme e ir a su encuentro. Sus ojos me echan atrás; hay una nube en sus orbes, puedo verla desde la distancia, siento frío y me rodeo con los brazos.

—Gracias, pero he de irme. Pasad buena tarde. Y por favor, avisad a la central cuando vaya a hacer fiestas. Para evitar futuros problemas.

Se va dando un portazo. No sé qué acaba de pasar, pero algo ha cambiado, lo noto.

 

****

 

Son las siete de la tarde y Briam acaba de irse. Ha sido una despedida dura, más de lo que podría haberme imaginado. Tengo ganas de llamar a Yang, pedirle que venga. El recuerdo de su mirada, el frío de sus ojos me lo impide. Decido esperar al día siguiente, tengo cita y le veré a primera hora.

No tengo nada de qué preocuparme. Al menos intento creer que eso es así.