Intermedio

Supongo que esta vez no habrá problemas —dijo complacido el Espíritu Defensor—. Ha quedado claro que toda la destrucción del plan de Adolf Sturm se ha debido exclusivamente a Marcos.

—Digamos más bien —precisó el Espíritu Fiscal—, a los inventos de Marcos, debidamente aplicados por los técnicos. Todos estamos de acuerdo en la capacidad técnica del acu… de Marcos; eso, ni se discute. El problema es si la técnica se utiliza para el bien o para el mal.

—En este caso, sin ninguna duda, se ha utilizado para bien.

—Discrepo. Se ha utilizado para mal. No olvidemos que Marcos comenzó colaborando estrechamente con los planes de Adolf.

—Es nuestro problema de siempre —intervino el Espíritu Decisor—. Hemos tenido muchos casos parecidos donde se plantea el dilema entre la justicia y la obediencia. ¿Hay que condenar a quien ha cumplido órdenes injustas dadas por un superior a quien se comprometió a obedecer bajo juramento? Es la pugna entre la pura técnica y su utilización concreta. La técnica, la economía, la medicina, la propaganda, son medios que pueden utilizarse para el bien o para el mal de la humanidad.

—Pero según eso…

—Procedamos a la escueta valoración de los hechos —dijo el Espíritu Decisor, cortando cualquier posible intervención—. Es el método más seguro.

La balanza era electrónica, con marcador digital. A medida que se acumulaban en los platillos los distintos actos vitales de Marcos, la pantalla mostraba un rápido paso de cifras en uno u otro sentido.

Finalmente, terminó el proceso de medida. Miraron con impaciencia el resultado.

El marcador indicaba 00,00.

—¡De nuevo equilibrado! —Se sorprendió, el primero, el Espíritu Secretario.

—Es increíble, parece que nunca vamos a resolver este caso.

—Nunca nos ha ocurrido una cosa así, y menos por segunda vez.

—Y eso que es una balanza formidable.

—Sí —comentó el Espíritu Decisor—. Es cierto que entre los humanos no abundan los casos de extraordinaria bondad ni de maldad depravada. Nos movemos siempre en la línea media de la mediocridad. De los que viven con sus pequeñas preocupaciones terrenales y sólo realizan discretas buenas acciones o minúsculas malas acciones. Pero un equilibrio tan perfecto.

—Me temo que tengamos que darle otra oportunidad —dijo el Espíritu Secretario, expresando el sentir de todos—. Estamos de nuevo ante el caso límite.

—Sí, no habrá más remedio —dijo con un suspiro el Espíritu Decisor—. Pero, ¿qué haremos ahora? ¿Dónde le someteremos a prueba para que sea realmente la última oportunidad?

—Sugiero una posibilidad —apuntó el Espíritu Secretario—. Si pensamos enviarle a los Estados Unidos en el siglo XXI fue creyendo que los técnicos serían realmente valorados. No fue así. Los técnicos fueron utilizados. Constituyeron una pieza más del engranaje de un gran país, pero sin darles su importancia real.

—En efecto. Y, ¿qué sugiere, entonces?

—Que le enviemos a una de las épocas que más ha valorado la ciencia y los científicos, cuando se pensó que los nuevos descubrimientos revolucionarían el mundo. Me refiero, como habrán adivinado, al siglo XVIII, la Ilustración.

—Sí, la época está bien escogida, pero, ¿dónde?

El Espíritu Secretario pareció ofendido ante la duda.

—¡Señor Decisor! —exclamó—. ¡Por supuesto, a París!

—Desde luego es una idea… —dijo el Espíritu Decisor, considerándola—. Sí, me convence… Ambiente cultural, reuniones intelectuales, conversaciones sobre la ciencia, entusiasmo ante los avances de la mente…

Y concluyó, con un suspiro.

—Y esperemos que sea la última vez.