2. Meses atrás
1
Las afirmaciones del Líder de Nacional Democracia derivaban del éxito de una operación secreta, iniciada hace unos años dentro de la permisiva y democrática estructura de los Estados Unidos, y centrada en los laboratorios secretos de las Industrias Para, propiedad absoluta de Adolf Sturm. Es cierto que los periódicos y revistas siempre habían mencionado su relación con las Industrias Para; es cierto que muchos de sus productos, con diversos nombres comerciales eran adquiridos por millones de ciudadanos. Y es cierto, por último, que fueron las enormes ganancias obtenidas con su empresa lo que había permitido a Adolf Sturm costear los cuantiosos gastos de fundar y mantener un partido político hecho a su imagen y semejanza. Pero también era cierto que bajo la apariencia general de las Industrias Para —aparatos eléctricos en general, aplicaciones de la energía solar y electrónica para el hogar— se escondía una realidad intrigante y misteriosa.
No existían datos concretos, por supuesto, pero meses atrás la señorita Patricia O’Malley, periodista experta en electrónica, se había introducido como operaria especializada en las fábricas Para y había podido ascender hasta poder husmear algo de lo que le intrigaba, las investigaciones realizadas en el laboratorio secreto. Curiosamente fue encontrada poco después con el pelo en desorden, semidesnuda y sucia, paseando por un jardín público cercano a su apartamento, con la mirada en el vacío y recitando por lo bajo canciones infantiles y poemas de Shakespeare aprendidos en su juventud. No recordaba nada excepto su nombre y vagos recuerdos aislados de la niñez. Los esfuerzos de los más famosos psiquiatras para restablecer algún orden en esta cabeza vacía no habían dado ningún resultado. Era un caso de amnesia completa, como el de la cinta magnética a la que se borra la grabación.
Otro periodista aún fue más osado. Sin los trámites previos de un trabajo regular en la fábrica quiso sobornar a alguno de los responsables del laboratorio secreto, tras contactos conseguidos durante meses de complicado trabajo. Se le encontró hundido, en su coche, en uno de los acantilados de la costa. El hecho de que fuera un conductor excelente, y de que habitualmente nunca circulara por aquella carretera no fue obstáculo para que la policía enterrara el caso con cierta rapidez con el calificativo de «muerte por imprudencia».
Finalmente, un intento de interpelación en el Congreso fue cortado de raíz al presentar la empresa justificaciones de trabajar para el Departamento de Defensa en el desarrollo de armas secretas. Con ello cesaron las interpelaciones, los periodistas se olvidaron cautamente de las Industrias Para y la empresa prosiguió su brillante política comercial sin mencionar para nada sus laboratorios secretos.
2
Marcos había seguido con enorme interés todo lo referente a las Industrias Para. Como ingeniero de telecomunicaciones al servicio del Estado —su actual puesto, en la Coordinación de la Televisión Estatal— se consideraba más un funcionario que un verdadero técnico. Aunque pudiera trabajar esporádicamente en el laboratorio de investigación, su verdadera vocación era dedicar todo su tiempo a los problemas de las telecomunicaciones; al no poder hacerlo se consideraba frustrado.
Por eso examinó con enorme interés la invitación recibida para la presentación pública de uno de los nuevos productos de las Industrias Para, denominado «Somnus-Uno». Se trataba, informaba la tarjeta, de un programador electrónico de sueños. El acto tendría lugar unos días más tarde, en la sala de convenciones del Sheraton.
Y acudió, por supuesto. A la hora anunciada la sala estaba rebosante. Y aunque la distribución de invitaciones había sido estricta, compromisos de última hora habían obligado a admitir más personas que asientos contaba el local, por lo que tanto al final del mismo como en sus laterales se apiñaban invitados. Provenientes de la sala vecina se oían los preparativos de la copa con la que serían obsequiados.
Marcos había acudido con antelación y se había sentado en la tercera fila. «Una presentación por todo lo alto» —pensó, volviéndose y mirando la concurrencia—. Políticos, periodistas, artistas, industriales, banqueros, universitarios, el «todo Washington» estaba allí, como dirían los periódicos al comentar el acto. Unas atractivas azafatas informaban y colocaban a las autoridades.
Se encendieron las luces de la mesa central, y las de la sala disminuyeron de intensidad. El Director-Gerente de las Industrias Para se levantó y rogó silencio.
—Señores, quiero agradecerles su asistencia en nombre de Industrias Para y de su Presidente, Adolf Sturm, que por razones de su actuación política no se encuentra entre nosotros…
(No era una novedad. Adolf Sturm delegaba siempre las presentaciones en la División Comercial, y el público lo sabía. Lo que no obstaba para que siempre se diera una u otra excusa por su inasistencia.)
—Queremos presentarles hoy uno de nuestros últimos productos, fruto de la constante línea de investigación de nuestras empresas. (Marcos sintió el consabido hormigueo de frustración.)
»Sin entrar en demasiados detalles técnicos, que les proporcionaremos en la información complementaria, vamos a tratar de exponerles lo que consigue nuestra unidad. Con ella obtendrán, o bien un sueño profundo, relajante y confortador, o un ensueño programado con el que podrán soñar agradablemente lo que quieran y en el momento que quieran.
»Escuchemos, en primer lugar, el informe del doctor Schlaff, que ha dirigido los aspectos psicológicos de nuestra investigación. Doctor Schlaff, si es tan amable…
El aludido se levantó. Era alto, delgado, moreno, con aspecto nervioso y como ligeramente cohibido de tener que hablar ante un auditorio importante. Se le suponía más a gusto en su laboratorio que en actos sociales.
—Ejem… —comprobó el micrófono y comenzó—. Bien, perdonen que exponga a un nivel ligeramente elemental, pero así podré acomodarme a los conocimientos de todos los presentes. Ya conocen ustedes la distinción médica entre sueño y ensueño. El sueño, o «sueño profundo» para algunos, se caracteriza por una relajación orgánica completa, con enlentecimiento de la respiración y del ritmo cardíaco así como con una notable disminución de la actividad cerebral. Si una persona se despierta en este tipo de sueño, no recuerda haber soñado nada.
Bebió un sorbo de agua y se aclaró la garganta.
—En cambio, en la fase llamada de «ensueño», el grado de relajación es menor, existe mayor actividad corporal así como cierta actividad cerebral, caracterizadas entre otras cosas por la aparición de esta serie de imágenes sucesivas, con o sin ilación, que denominamos «soñar», aunque más correctamente deberíamos definir como «estado de ensueño». Si despertamos a una persona en el momento del ensueño, nos podrá relatar lo que estaba soñando.
»Durante el pasado siglo XX se realizaron grandes avances en la investigación del ensueño. Por un lado, se descubrió que en esta fase se producían movimientos oculares rápidos, lo que permitió fabricar un sencillo dispositivo de detección que mostraba fácilmente cuando un sujeto durmiente se encontraba en sueño profundo o en ensueño, lo que facilitaba mucho la investigación. Por otra parte, se comenzó a estudiar la transmisión de información durante el ensueño, verificándose que entre personas dotadas, el sujeto emisor podía transmitir al receptor imágenes visuales, estáticas o de movimiento, que el receptor podía recordar si se le despertaba inmediatamente a la recepción, es decir, cuando aún no había pasado el estado de ensueño en que se encontraba.
La atención del público de la sala aumentaba a medida que transcurría la explicación; no se oía una conversación ni un susurro. A su vez, el doctor Schlaff iba tomando más confianza en sí mismo.
—Pues bien, partiendo de estas bases científicas comenzamos a experimentar en nuestros laboratorios de las Industrias Para. Si es posible detectar el momento del ensueño, y es posible transmitir información al durmiente, sería posible, pensamos, programar el sueño, es decir, soñar lo que quisiéramos y cuando quisiéramos.
»No vamos a exponerles todo el proceso de investigación. Permítannos que, simplemente, les mostremos el producto final.
Acercó una caja cercana y sacó, espectacularmente, el Somnus-Uno, que expuso al público, mientras lo describía.
—Como ven ustedes la unidad consta, por un lado, de esta especie de gafas de goma negra que cubren los ojos y se ajustan por detrás de la cabeza. Tienen unos pequeños electrodos de silicona conductora que establecen contacto con la piel de los párpados y de las sienes. Hay un pequeño resalte situado a nivel de la frente, que es el circuito receptor sintonizado con la caja de mandos; con ello hemos suprimido la conducción por cable que siempre resulta enojosa. El otro elemento es la caja de mandos, donde se incluyen los circuitos propios y la conexión a cassette para programaciones especiales.
»¿Cómo se maneja el Somnus-Uno? Muy sencillo. Ustedes se acuestan, quieren descansar de modo profundo y relajado.
Conectan el aparato en la posición «sueño profundo» y les asegura un sueño completo y reparador de la duración que deseen; basta programar el reloj con antelación.
«¿Quieren soñar? Pues conecten la posición dos, “ensueño”. De este modo tendrán sus sueños normales, los que habitualmente tendrían, con sus propias asociaciones de imágenes. Pero si quieren un ensueño dirigido, también lo podrán programar por alguno de los controles de que va provisto el aparato. Vean algunos de los existentes: “acción”, “viajes”, “erotismo”, “deportes”, “historia”, “amistad”, “conducción de vehículos”. Con unos subcontroles se puede incluso matizar la duración y actividad referente al sueño (sujeto activo, sujeto pasivo, por ejemplo). Finalmente, la adaptación de una pequeña cinta magnética permite programaciones especiales por deseo propio o por consejo médico…
»Porque los estudios realizados por un grupo de psiquiatras nos han demostrado la importancia de esta nueva técnica del ensueño dirigido para el tratamiento de numerosas neurosis y psicosis. No obstante, y como ahora sólo tratamos de su uso general y no de su empleo clínico, no entraremos en detalles sobre esta faceta.
El doctor Schlaff se sentó, entre una salva de aplausos. Marcos también aplaudió, emocionado. ¡Caramba con las Industrias Para! Jugaban fuerte. Se trataba de una completa innovación, de un producto totalmente original. Y la verdad, lo habían trabajado bien en secreto.
A continuación, uno de los ingenieros electrónicos comentó brevemente los principios técnicos del aparato, y finalmente una azafata demostró cómo se colocaban las gafas de goma y cómo se manejaba el aparato para inducir al sueño. La experiencia —se recalcó— era simulada. Lo cual era comprensible porque el aparato estaba diseñado para aplicar en privado —habitación propia, silencio, semioscuridad, hora habitual— y no en el centro de una exhibición pública.
Finalmente se apagaron las luces y se proyectó una película donde se veía con más detalle el aparato, su aplicación y una simulación cinematográfica de algunos de los ensueños que el aparato proporcionaba: un viaje a Bali, un campeonato de carreras de automóvil, una paradisíaca escena de playa, una acción guerrera con rasgos personales de heroísmo, etc. Terminaba la proyección con el despertar del sujeto, quitándose las gafas con aire de absoluta felicidad.
Otro enorme aplauso subrayó el fin de la proyección. Inmediatamente comenzó la salida hacia la sala adjunta mientras empresarios y periodistas se abalanzaban hacia el Director Gerente de las Industrias Para solicitando precios y condiciones de distribución.
—En la carpeta —decía éste, agobiado—, en la carpeta informativa que se les entregará a la salida lo encontrarán todo: informes, estudios, condiciones de venta… Por favor, señores, pasemos al salón y hablaremos más cómodamente.
Marcos, ya en él, tomó una copa de cóctel de champán y comenzó a beber distraídamente.
Los asistentes comentaban entusiasmados las posibilidades del aparato. En la puerta de la sala de conferencias aún se veía al Director Gerente entre un grupo de periodistas, con sus cassettes portátiles y sus flashes, fotografiándole desde todos los ángulos.
Una mano se posó en el hombro de Marcos. Notó un aroma ligeramente insinuante.
—¡Marcos! ¡Cuánto tiempo sin verte!
La frase era convencional, pero cierta. ¡Cuánto tiempo! Y ¡qué distinta estaba Melania! Había dado un cambio total en los varios años —desde las últimas clases de la secundaria— en que no se habían visto.
Y ahora la encontraba tan atractiva —alta, morena, con un traje de sencilla elegancia, zapatos y bolso a tono— que le parecía imposible recordar a aquella compañera traviesa que le zahería por su timidez.
—Melania, eres tú. ¡Cómo me alegro de verte! Ven, háblame de tu vida.
Sonrieron, recordando sus tiempos colegiales.
—Querías estudiar periodismo, ¿no es eso, Melania? Ser la gran escudriñadora de vidas y ambientes, conocer la intimidad de los políticos y las ideas de los grandes genios.
—En efecto, Marcos… qué bien lo recuerdas. Y soy periodista. Pero por ahora ni grandes políticos, ni grandes genios. Estoy en lo que llamamos el grupo de noticias varias.
—Caramba —dijo Marcos admirado—, eso requerirá una cultura tremenda, para que te puedan confiar reportajes de cualquier tipo.
—Mi querido Marcos, tú siempre en las nubes —y Melania rió alegremente—. Noticias varias significa en una redacción hacer lo que nadie quiere hacer. Cuando el redactor artístico tiene la gripe, yo me encargo de visitar la nueva exposición de cuadros. Cuando el de sucesos tiene que desplazarse al entierro de su abuela, la redactara de noticias varias, aquí presente, visita el hospital para entrevistar a los heridos del accidente. Cuando el crítico de cine se va una semana de vacaciones, la redactara de noticias varias hace la crítica de los estrenos.
—Vaya, no conocía ese polifacetismo… impuesto. Entonces, vienes aquí…
—Sí, vengo aquí a hacer la reseña de la presentación del Somnus-Uno porque el redactor científico está en Cabo Cañaveral esperando las primeras fotografías de la sonda de Saturno. Pero hoy no vengo sólo haciendo una sustitución. Tenía un interés extraordinario en el tema, y en todo lo que se refiera a las Industrias Para.
Los grandes ojos de Melania reflejaron un momento de inquietud, pero se normalizaron inmediatamente.
—En cuanto a ti, Marcos, creo que te has convertido en el genio de la telecomunicación…
—No tanto, Melania.
—Y que ocupas un puesto importante en la red nacional de televisión…
—¿Cómo sabes eso, Melania?
—No olvides que soy periodista… y que voy para gran periodista.
Ahogó una risa. Pidieron más cóctel de champán.
—Me defiendo —se excusó Marcos—. En cierto sentido, me va mucho mejor de lo que esperaba. No me puedo quejar de mi sueldo, ni de mis posibilidades de promoción. Pero tampoco soy el que había soñado. El gran genio de las telecomunicaciones, que iba a revolucionar al mundo con sus inventos, ¿te acuerdas, Melania, que siempre estaba estudiando?; bueno, pues el nuevo Edison ha quedado convertido en un funcionario del control técnico de las emisiones y de la aplicación de las normas de seguridad.
—En cuanto a la transmisión, bastante mal, por cierto. Las últimas emisiones…
—Dejemos eso ahora, Melania. Hay un conjunto de factores laborales difíciles de controlar: los horarios, los sindicatos, las guardias, el repaso del material… Si algún día quieres un gran reportaje, te lo contaré con calma.
—Bien, te cojo la palabra. Oye, y ¿qué opinas del nuevo aparato?
—No sé qué decirte. La idea es buena y, aunque no es mi campo de trabajo, la encuentro totalmente original. Me gustaría conocer el circuito. Por otra parte, no han dicho nada de si a la larga este tipo de ensueños podrá producir hábito.
—¿Te refieres a que actúe como una especie de droga?
—Eso es, que a fuerza de introducirnos en el mundo de los sueños no podamos salir de él. Tendremos que esperar al menos unos meses para ver sus efectos.
—Oye, eso es muy interesante para mi reseña. A lo mejor me felicitan y todo. Y en relación con el tema, ¿qué opinas de las Industrias Para?
Marcos meditó la respuesta, cautamente.
—Creo que llevan su investigación en el mayor secreto. Lo cual, industrialmente, es correcto: evitan el espionaje y sorprenden al mercado, periódicamente, con un aparato totalmente original. Sin embargo, se comenta, reservadamente por supuesto, que hay algo oscuro en sus investigaciones.
Melania se puso repentinamente seria. Un camarero pasó ofreciendo más bebida. Marcos aceptó otro vaso de cóctel de champán, no solía cambiar de bebida. Melania rechazó.
—Marcos —dijo Melania; y su perfume se hizo más insinuante— en todo este montaje hay algo vital para mí. Necesito hablar contigo largamente —y miró en torno—, pero no aquí.
Marcos la miró con extrañeza, pero asintió.
—Cuando quieras, Melania. ¿Mañana podrías…?
—No, ahora mismo. Es urgente. ¿Podemos cenar juntos?
—Encantado. Podemos ir al Gusti’s, que está aquí cerca y tiene una cocina italiana extraordinaria.
—Pues salgamos ya, si no te importa.
Salieron, con cierta prisa; Melania, abriendo paso entre los grupos. Tomaron su abrigo del guardarropa y alcanzaron la calle.
El camarero que había pasado las últimas copas les vio salir. Volvió, con la bandeja, a la cocina y fue al teléfono. Marcó y sostuvo una breve conversación.