Capítulo 74
Su estómago rugía. Los víveres se habían agotado antes del tiempo que estimó que duraría su reclusión. Los nervios lo llevaron a cambiar sus meticulosos hábitos, y por ende, ingirió más de lo que acostumbraba. Caminaba de un lado al otro en las distintas habitaciones que conformaban su prisión de lujo, con el remordimiento carcomiéndole sus instantes de lucidez. A pesar que no se alineaba en las filas de aquellos sin manchas oscuras en su historia de vida, esta situación sobrepasaba cualquier acción indigna cometida en su pasado. Había estado en contacto con la muerte metafórica y de índole estrictamente laboral en diversas oportunidades. Su principal y único representado, jugaba con la frágil manipulación de la muerte en cada una de las obras que mostraba ese fantasmal instante de maneras creativas, y hasta podría afirmar que atractivas. Cuando apretó el gatillo de la automática en la sala de monitoreo, su mundo se paró de golpe y comenzó a rodar en una dirección difícil de seguir. La culpa, el arrepentimiento, el odio, lo azotaban por las noches, y durante esos minutos del día donde trataba de vivir como si nada hubiera pasado. Cautivo de sus actos, dudaba si alguna vez, con sus defectos y virtudes volvería a ser el de antes.
Salió al balcón del departamento, que formaba parte de la veintena de propiedades que conformaban sus inversiones inmobiliarias, a sentir la brisa reparadora de la mañana. Ubicado en el último piso de la torre más alta de la ciudad (según le había dicho su asesor antes que se empezara a construir), el lugar donde se refugiaba, le ofrecía una vista de 360 grados de toda la ciudad aledaña al Valle. Mirar hacia abajo, muchas veces lo hicieron sentir poderoso y valiente; en esta oportunidad, lo hacían ver cuan bajo puede uno llegar a caer. Tembló de terror al pasearse por su mente la idea de qué pasaría si lo atrapaban. Había matado y eso lo convertía en el peor monstruo que jamás hubiera conocido.
Con lagrimas de desconsuelo e impotencia, volvió a entrar para sentirse a salvo de los pensamientos que lo invitaban a terminar de una vez por todas con su tormento, y estar a semejante altura librado al azar de un simple movimiento, lo tentaba. Era consciente que iría a la cárcel en cualquier momento, y sólo había una forma de evitarlo. A pesar de tener varias metodologías para lograr su cometido, y con la decisión tomada, aun quedaban un par de cosas que quería solucionar. Y una de ellas, ya estaba en camino. Cuando recibió la llamada desde el centro psiquiátrico, supo que la visita que recibiría en las próximas horas sería la última; lo que también pensaba, con cierto regocijo, era que no pensaba irse con las manos vacías.