Capítulo 14
Sintió unos suaves golpecitos en el brazo. Lo último que recordaba, era estar parado en su estudio mirando por el inmenso ventanal hacia el parque. Al darse cuenta de lo que estaba pasando, Andrés se encontró sentado en el banco ubicado sobre el puente que cruzaba la laguna junto a Victoria. Su hija tenía una profunda tristeza y preocupación en la mirada.
—Papá… ¿Te sentís bien? No quería asustarte. Mamá dice que no debemos…
Andrés desvió la mirada para no caer en llanto al ver los ojos vidriosos de su pequeña. No deseaba en lo mas mínimo que Victoria lo viera débil.
—Estoy bien mi vida. No pasó nada. ¿Hacía mucho tiempo que…?
—No, sólo un par de minutos. Papá ¿seguro que estas bien? Mañana me voy y no quiero irme…
Andrés le tomó el rostro
—Victoria, hija, mírame a los ojos. No quiero que te pongas mal. Es algo pasajero. Pilar dice que es por el estrés. Estoy tomando mi medicación a diario; realmente no es para ponerse mal. Seguramente con la nueva novela, estas lagunas pasajeras dejen de estar. ¿Me prometes que no te vas a preocupar?
Victoria lo besó en la mejilla con cariño.
La campanilla colocada al lado de la puerta, sonó en reiteradas oportunidades. Andrés vio sonreír a Victoria, y cuando Miklo notó la figura de Cacel parada en la puerta, corrió a su encuentro. La idea de la campanilla fue de Cacel, la usaban cuando querían la presencia de Miklo en las cercanías de la puerta, ya sea para darle de comer, o simplemente para jugar.
Cacel se acercó con una sonrisa en el rostro. Saludó a su marido y a su hija.
—¿Qué hacen? ¿Descansando un poco?—dijo mirando a Andrés.
—Si, era un buen momento.
—¿Quieren que prepare algo para tomar?
Padre e hija se miraron y asintieron riendo.
—Bueno, guarden un poco de juegos para cuando yo vuelva.
Cacel salió en dirección a la casa, los dos se levantaron y caminaron por el parque abrazados buscando la presencia de Miklo.
El parque era de dimensiones extensas; un perímetro de pinos y de ligustros que alejaban los ojos entrometidos de quienes pasaban por la calle, generando imaginación de lo que había adentro. Una laguna natural con una caída de agua, y cruzando a una altura considerable, un puente artesanal con bancos de madera, conformaban la zona que más frecuentaba Andrés cuando quería relajarse. Luces diseminadas por todo el parque, el césped corto, y una casilla al fondo con los materiales de jardinería, completaban el paisaje natural que decidieron montar con Cacel ni bien se mudaron a la casa.
Miklo lo tumbó de un salto en el césped, Victoria se sumó a la lucha en el suelo. Siempre que podían, pasaban ese rato para disfrutar de esa insignificante acción, pero que los hacia sentir libres. Cuando la mascota perdió la atención al juego, caminaron por el parque hasta llegar al borde de la laguna y se sentaron.
—Papá, ¿Qué es lo que te tiene tan preocupado? A pesar de las lagunas pasajeras, hay algo que te tiene mal. ¿Puede ser?—preguntó Victoria apoyando su cabeza en su hombro.
El silencio como respuesta, fue suficiente para que su hija, arriesgara motivos en una lista que guardaban posibles causas. Como no tenía conocimiento de todo el embrollo mental de su padre, apuntó a lo más evidente.
—Te pone mal que Juan no comparta estos momentos ¿No?
—En parte si hija. Nunca perdonó el error que cometí. Trate de explicárselo, pero estaba cerrado en sus pensamientos. Y lo peor de todo es que tiene razón. Yo no estuve con ustedes mientras crecían. Eras chica cuando pasaron las cosas. Juan Andrés, en cambio, lo pasó durante esa edad donde el ser humano expresa sus sentimientos con rebeldía. Y me lo hizo saber de la peor manera.
—Lo sé. No te juzgo por esos errores, sólo por ponerles un nombre. Juan Andrés siempre fue orgulloso. Pero en el fondo sé que todo se va a solucionar. Muchas veces el tiempo cierra las heridas, tienes que ser paciente. Me enseñaste a luchar por mis sueños y por lo que deseaba. El maestro no debe olvidar lo que tanto proliferó durante su enseñanza.
En incontables oportunidades, Andrés no podía creer que esa pequeña de veinte años, le hablara de esa manera. Estaba muy orgulloso de Victoria, con Cacel habían hecho un excelente trabajo. Juan Andrés, era en cuestión, quien se había llevado la peor parte. Un padre que no le brindó la atención ni el cariño que merecía, por estar en la parte más importante de su carrera como escritor: lograr que su nombre este en boca de todos.
Encontró en su pequeña la oportunidad de redimirse. La tenía siempre presente, y nunca dejaba espacios para que pensara que su padre no la amaba.
Pero, a margen que el tema de su hijo le preocupara y lo ponía mal desde hacia años, otro tema era el que lo llevaba a estar con sus pensamientos en otra parte.
“Vas a recibir cinco muertes” La voz de ultratumba, imposible de olvidar, le ocupaba gran parte del día en su cabeza que se dividía entre la historia que llevaba a pasos agigantados, y esa amenaza latente.
—Gracias hija, creo que voy a llamar a Pilar para decirle que ya tengo reemplazo para ella—dijo el escritor para tratar de cerrar el tema, y convencer a su hija mediante la distensión, que ya no quería hablar del tema.
Tanto Victoria como él se olvidaron de la charla y se dejaron atrapar por el sonido de la cascada cayendo a sus pies. Otra vez, ese curso artificial de agua, servía para lo que fue pensado.
Miklo apareció bajo el asiento, Andrés lo miró haciendo una mueca de asco.
—Alguien esta pidiendo a gritos un baño caliente—dijo acariciando su mascota.
Victoria se levantó de un salto, e imitando la venia militar se llevó la mano a la cabeza saludando a su padre.
—¡Tiene razón, señor! ¡Ya se huele! ¡Voy a someter al cuadrúpedo a un baño!
Andrés se levantó, beso a su hija en la frente.
—Eres igual a tu madre, siempre tienen una sonrisa para mí.
Salió en dirección a la casa, tenía que continuar. Si lograba mantener el ritmo creativo como hasta ahora, en un par de días podría terminar el primer borrador de su nueva novela.