Capítulo 56
—Ahora me siento un poco mejor. Ángelo, fue horrible lo que pasó. Quisiera que estés aquí conmigo—le confesó a un Ángelo preocupado.
—Lo sé Victoria. Me encantaría estar allí contigo. Llego en el primer vuelo de la mañana. Prométeme que estarás mejor.
—Lo prometo. Que descanses, nos vemos en la mañana.
Victoria cortó la comunicación y se asomó por la ventana. Desde allí observaba al equipo de investigaciones de la policía del Valle haciendo lo posible por descubrir qué monstruo ingresó a la casa y había cometido semejante acto de locura. Los peritos recogían muestras de sangre, trozos de césped, medían y fotografiaban huellas. Otro grupo se encargó de verificar el perímetro, hacer preguntas a los vecinos, comprobar si alguna entrada había sido forzada, y un grupo de técnicos se encargó de comprobar los archivos en video que almacenaban las cámaras de seguridad. Cacel se encontraba en la sala acompañada por su hijo y Luciana. A Andrés le tocó la peor parte. No le alcanzaba haber sido testigo directo de la escena que lo atemorizaba y lo sumía en un profundo dolor; alguien debía acompañar a los efectivos de investigación para relatar los acontecimientos; con Cacel y Victoria sin la fortaleza necesaria, y con su hijo y su novia tratando de tranquilizarlas, solo quedaba él para hacerlo.
Dos horas después, y con el equipo reunido en la sala de estar con las primeras hipótesis formuladas, pusieron al tanto al escritor de las investigaciones preliminares. Cacel estaba descansando en su habitación, Luciana la cuidaba, mientras que Juan Andrés hacia lo propio con su hermana.
—Muy bien señor Suanish, repasemos todo una vez más—ordenó el jefe de la investigación.
El oficial a cargo, era un hombre de unos cincuenta años vestido con camisa, corbata, y con zapatos deportivos. Andrés supuso que a la hora del llamado, seguramente estaba en un sillón de su casa viendo alguna película de trasnoche. Andrés relató, tratando de no olvidar detalle, todo lo que podía recordar desde que se encontró en la puerta de su casa con la duda de quién había activado el código de ingreso. No podía decir, sin antes asegurarse, que parte de la culpa de la irrupción podría llegar a ser suya. Además, la condición medica en que se encontraba, lo podría poner como sospechoso, y la idea de ser participe del ataque a su propia mascota, no entraba en su cabeza ni en la de cualquier miembro de la familia. El jefe se refregó los ojos como tratando de dar las suposiciones sin crear dudas.
—Bueno, lo que tenemos hasta aquí es lo siguiente—sacó un block de notas y lo releyó antes de dar el veredicto. —La alarma de ingreso estaba desconectada. Usted entra y luego de recorrer la casa, llega al patio donde se encuentra con el animal en el estanque. Por extraño que parezca, las cámaras habían sido desconectadas, por lo tanto, tener alguna imagen del interior o del exterior va a ser imposible. Su caminata duro algo más de media hora ¿verdad?
Andrés asiente con la cabeza.
—Eso le da a
nuestro sospechoso, el tiempo suficiente como para ingresar a la
propiedad, dirigirse a la zona de monitoreo, anular todas las
cámaras de seguridad, para luego llegar al parque y cometer el
ilícito. Con usted encendiendo luces a su paso, no le dejó otra
alternativa al invasor, que saltar por el muro que da a la calle.
Ahora bien, tenemos testigos, que lamentablemente no pudieron
darnos una descripción por estar asustados por los gritos que
provinieron desde el parque, y por haber estado durmiendo antes de
despertarse exaltados antes de observar por la ventana, que vieron
a una persona saltar desde el muro para luego salir corriendo del
lugar. Por la agilidad que describieron, solo podemos decir que fue
un masculino y en buen estado atlético.
El
policía se quedó en silencio, mientras los demás notaron que quería
decir algo más.
—Señor Suanish, no quiero presionarlo, ni dudar de su entorno. Pero el hecho del conocimiento de las claves de seguridad, y la ubicación exacta del centro de monitoreo interno, como así también del código para desactivar su sistema de seguridad, nos lleva a pensar que alguien de su familia, cosa que dudamos rotundamente, o alguien de su entorno más cercano, es la persona que buscamos. Señor Suanish ¿Tiene algún enemigo cercano?—pronunció el agente, esperando una afirmativa respuesta, ya que de otra manera, el hecho consumado no llegaría nunca a ser develado.
Andrés Suanish, desvió la mirada y pensó.
—Lo siento, no podría responderle a esa pregunta en este momento. Mi grupo de amistades es muy reducido como así de fiar. Esperaré los resultados de los análisis, y si algo se me ocurriera, me pondré en contacto—contestó con énfasis y extendiéndole la mano finalizando la visita.
—Buenas noches, y no olvide mantenernos al tanto. Un agente quedará en las inmediaciones para asegurarnos que nada vuelva a suceder, cosa que creo difícil.
Andrés acompañó a los agentes hasta la salida, y no evitó ver cómo una bolsa negra era subida a una de las camionetas en las que habían llegado. Cerró la puerta y se quedó, observando una fotografía familiar donde Miklo se había acostado en medio de todos para no perderse la instantánea.
“¿Tiene algún enemigo cercano?” La pregunta daba vueltas en su cabeza. Claro que lo acechaba un enemigo, no sabía con certeza si era cercano o no, pero que tenía mucho que ver con él, de eso no había ninguna duda. De pronto se dio cuenta de todo. Una luz en medio de la plena oscuridad de su razonamiento, se aclaró como un faro guiándolo en un mar oscuro. Había una persona, un nombre que le rondaba el intelecto. Armó mentalmente los hechos ocurridos desde la llegada del primer mensaje y todo encuadro a la perfección. “Dios mío, no puede ser. No podría ser él” pensó antes de sentarse en uno de los sillones de la sala. ¿Como se lo diría a Cacel, si ni él era consciente que fuera cierto? Las respuestas a cada una de las preguntas que pensó que jamás tendrían respuesta, se fueron aclarando como un manantial cayendo desde lo alto. Un hombre, era un hombre tan cercano a la familia, a tal punto de llegar a desactivar incontables veces la alarma en su presencia, sin mediar en futuras consecuencias; éstas que pagaba en carne propia. ¿Sería capaz de generar todo un plan macabro a la perfección? ¿Nunca pensó que alguien se daría cuenta de lo que tramaba? Evidentemente no. No podía dejar de pensarlo. No cabía en sus posibilidades. Pero sí, tendría que ser él; otro no reunía los motivos, ni las herramientas para hacerlo. Una persona que conocía sus debilidades, que saldría beneficiado con cada idea que saliera de su intelecto. Un ser despiadado capaz de hacer cualquier cosa por sacarlo del bloqueo con tal que produjera éxitos, incluso capaz de matar para lograrlo. Aquel que había compartido toda una carrera junto a él, que conocía sus derrotas, sus triunfos. Solo Mark Denisfer, sabía de antemano cada lugar donde estaría, cada país que visitaría. Planeaba su agenda llevándolo donde quisiera. Juntos estuvieron en Budapest, en Buenos Aires, y en cada sitio donde se dieron promociones, firmas de autógrafos y demás cuestiones relacionadas con su carrera literaria donde los mensajes aparecían y se hacían realidad.
El ruido de los pasos bajando por las escaleras, lo sacaron de sus pensamientos.
—¿Qué dijeron? ¿Encontraron algo? Perdona, me quedé dormida—preguntó Cacel todavía con lágrimas en los ojos.
Cuando observó su mirada, supo que no podía ser tan cruel de seguir alimentando su dolor con todo lo que había descubierto. No eran suficientes las pruebas en contra de Mark, al menos las que estaba en condiciones de demostrar. Andrés explicó cada detalle inventado de lo que supuestamente le habían comunicado los agentes. Sólo recomendó tener la precaución de estar alertas ante cualquier cosa fuera de lo normal que pudieran observar. La cabeza del escritor formulaba maneras de desenmascarar a la persona culpable de la muerte de Miklo y de todos los que habían perdido la vida durante su vuelta. Parecía imposible, pero era lo único que tenía.
—Todo va a estar bien mi amor—dijo Andrés abrazando a Cacel, sin creer en sus propias palabras.