Capítulo 33
Me desperté.
Aquello me sorprendió.
Me desperté y vi que la luna seguía en lo alto del cielo, y sentí la mano de Murphy en mi frente.
—Vamos, Harry —susurró—. No me hagas esto.
Parpadeé varias veces y susurré:
—Me has disparado, Murph. No puedo creer que me hayas disparado.
Parpadeó intentando contener las lágrimas.
—Estúpido idiota —dijo con voz cariñosa—. Deberías haberte tirado al suelo cuando te lo dije.
—Estaba ocupado.
Miró por encima del hombro a la forma inmóvil y silenciosa de MacFinn.
—Sí, lo vi después.
Volvió a girarse hacia mí y miró un poco más allá, a otro lugar.
—No pasa nada —dije—. Te perdono.
Creí que era muy generoso por mi parte, adecuado para los últimos momentos de la vida de un hombre.
Murphy parpadeó. Y luego se puso erguida.
—¿Qué?
—Que te perdono, Murphy. Por dispararme. Era tu trabajo, lo entiendo.
Murphy entrecerró los ojos peligrosamente.
—Crees que… —dijo. Hizo una mueca de disgusto y farfulló durante un momento, luego escupió a un lado. Siguió hablando—. ¿Crees que pensaba que eras uno de los malos y que te disparé porque no querías rendirte?
Me sentía demasiado débil y mareado para discutir.
—¡Eh! Es comprensible. No te preocupes —me estremecí—. Tengo mucho frío.
—Todos tenemos frío, imbécil —soltó Murphy—. Llegó un frente frío justo cuando nos metieron en aquel horrible foso. Estamos a menos de cuatro grados, y además mojados. Siéntate, El Cid.
Parpadeé.
—Yo… eh. ¿Qué?
—Que te sientes, tonto —dijo Murphy—. Mira detrás de ti.
Me senté y no me dolió más que antes, lo que volvió a sorprenderme. Miré detrás de mí.
Denton estaba allí. Tenía una rama caída en una mano, como una porra. Tenía los ojos muy abiertos, la cara pálida por la pérdida de sangre y un agujero en la frente, justo en medio. Miré el cuerpo durante un momento.
—Pero… ¿Cómo…?
—Le disparé, idiota. Vino corriendo detrás de ti, justo cuando yo regresaba de auxiliar a esa mujer desnuda. Tera West. Estaba temblando demasiado para dispararle contigo ahí de pie, y no sabía que el loup-garou estaba detrás de mí. —Murphy se levantó—. No puedo creerlo —dijo, y se dio la vuelta—. Crees que te disparé.
—Murph —protesté—. Murph, dame un respiro. Quiero decir que pensé…
Me gruñó. Gruñe bien para alguien con una naricita tan mona como la suya.
—No pensaste, Dresden —dijo apartándose el pelo de los ojos—. Una escena de muerte dramática. Un noble sacrificio ¿eh? ¿Trágicamente incomprendido? ¡Ja! Yo sé de qué vas, amigo. Eres un tío tan pomposo, arrogante, pretencioso, chovinista, chapado a la antigua, cabezota estúpido…
Murphy siguió hablando de mí largo y tendido y con todo lujo de detalles mientras se alejaba para llamar a la policía y a una ambulancia. Fue música para mis oídos.
Me tendí en el césped, cansado pero sonriendo. Todo estaba bien entre nosotros.
La policía se las vio y se las deseó para arreglar el desbarajuste que había en casa de Marcone. Me aseguré de recoger todos los cinturones de lobo. Murphy me ayudó. Los quemamos allí mismo, en un fuego hediondo hecho con ramas de árbol. Me costó mucho destruirlos. Murphy lo hizo por mí. A veces entiende cosas que nunca podría explicarle. Más tarde, fui con Murphy al entierro de Carmichael. Ella fue conmigo al de Kim Delaney. Los amigos están para eso.
Resulta que el señor Hendricks llevaba puesto su Kevlar bajo el traje negro. Aquella noche me pusieron a su lado en la ambulancia cuando por fin dejé la escena. Su pecho descubierto era una masa sólida de moratones, así que hacíamos juego. Me miró en silencio con el ceño fruncido, pero respiraba regularmente a través de la máscara de oxígeno que le habían puesto. Me sentí absurdamente contento de verlo vivo. Bien mirado, ¿quién puede reprochármelo?
A Marcone lo arrestaron, pero no pudieron imputarle nada. Aunque todo había sucedido en su propiedad, las heridas de los agentes del FBI indicaban que se las habían hecho unos a otros, o que les había matado un animal, excepto a Denton, por supuesto. Ninguno de los agentes tenía una orden de arresto, etcétera, etcétera. Me enteré de que sus abogados le habían sacado en menos de tres horas.
Marcone me telefoneó unos días después y dijo:
—Me debe la vida, señor Dresden. ¿Está seguro de que no podemos hablar de negocios?
—Tal como yo lo veo, John —le respondí— es usted quien me debe la vida. Después de todo, aunque se hubiera soltado, se habría caído dentro del foso y le habrían comido con todos nosotros. Creo que se dio cuenta de que tenía muchas más posibilidades de sobrevivir si me liberaba a mí, al mago que se ocupa de esta clase de cosas.
—Por supuesto —dijo Marcone con una nota de decepción en su voz—. Solo esperaba que no se hubiera dado cuenta. Sin embargo, Harry…
—No me llame Harry —dije, y le colgué.
Susan filmó la muerte del loup-garou a menos de cincuenta metros de distancia, con un zoom bastante bueno y una película especial sensible a la luz. La luz de mi amuleto iluminó la escena de forma bastante dramática sin mostrar demasiados detalles. Solo se me ve de espaldas, y parece que esté blandiendo un palo brillante y que luego se lo lance al monstruo, que solo se ve como una sombra grande y peluda. En el momento en que liberé el hechizo se produjo una ráfaga de energía estática de un segundo que bloqueó la cámara de Susan, incluso a esa distancia.
En la película, la energía estática desaparece y puede verse a Murphy disparando a Denton detrás de mí, justo antes de que me rompa la crisma con su porra. Luego se gira como si fuera Rambo, se aparta de la cosa peluda que se abalanza sobre ella y le vacía el resto de su cargador en un acto reflejo.
Murphy y yo sabemos que las balas no le hicieron nada, que solo fue un gesto reflejo por su parte, pero no me importa. Según la cámara, ella es el héroe de la noche, y me parece bien.
La película de Susan salió en las noticias de la mañana y la estuvieron emitiendo durante dos días, en exclusiva para el Canal Nueve WGN, e impresionó mucho a Chicago. La película dio a Murphy tanta popularidad entre los votantes que un montón de concejales de la ciudad salieron en su defensa y la investigación de Asuntos Internos se dio por concluida. Ahora tiene un poco más de influencia que antes. Los políticos del Ayuntamiento le han puesto una placa con su nombre en la puerta de su oficina.
Lo más extraño es que la película desapareció al cabo de dos días. Nadie supo qué había pasado, pero el técnico de la sala de video del Canal Nueve WGN también desapareció, dejando solo unas pocas copias de mala calidad. Un par de días después, algunos expertos dijeron que la película era falsa y decidieron que un periódico sensacionalista había hecho un montaje.
Algunas personas no pueden asumir la existencia de lo sobrenatural. El Gobierno federal, por ejemplo. Pero pienso que si alguien del Gobierno creyera, no habrían aparecido pruebas de la existencia de los hombres lobo ni de la inestabilidad de un agente local del FBI. La desaparición de la película no impidió que ascendieran a Susan en el Arcano. Apareció como invitada en el programa de Larry King y en algunos otros. Lo hacía bien y obligaba a la gente a pensar. Van a hacer fija su columna. Quizá dentro de algunos cientos de años la gente esté dispuesta a pensar en lo que es real con una mente abierta.
Pero lo dudo.
No llamé a Susan durante un tiempo; estaba avergonzado de que me hubiera visto a punto de convertirme en un monstruo. No me presionó, pero hizo notar su presencia. A veces me enviaba flores, o encargaba que me llevaran una pizza a la oficina cuando me quedaba trabajando hasta tarde. Una chica estupenda.
Tera quedó malherida, pero se recuperó gracias a que pudo transformarse en humana y también a los primeros auxilios de Murphy. Me pidió que nos encontrásemos en el parque del Lago del Lobo unas semanas después, y cuando me presenté, allí estaba, vestida con un largo abrigo negro.
—Deseaba decirte que lo que hiciste era necesario. Y deseaba decirte adiós —dijo. Y se quitó el abrigo. Estaba desnuda y tenía algunas cicatrices nuevas y arrugadas—. Adiós.
—¿Adónde irás? —pregunté.
Me miró con sus ojos ámbar.
—Tengo familia —respondió—. Hace mucho tiempo que no los veo. Ahora regresaré con ellos.
—¿Me llamarás alguna vez?
Le brillaron los ojos y me sonrió con un poco de tristeza.
—No, Harry Dresden. Los de mi especie no se comportan de ese modo. Ven a las grandes montañas del noroeste un invierno. Puede que esté allí.
Y luego se transformó en un gran lobo gris y desapareció en el atardecer.
Toda aquella gente transformándose en lobos, y nunca se me había ocurrido pensar que un lobo pudiera transformarse en persona. Recogí el abrigo de Tera con aire distraído y me lo llevé a casa para no olvidarme de mantener la mente más abierta al reino de la posibilidad.
Los Alfas decidieron que yo era el mejor invento desde el pan Bimbo, lo que no me resulta muy emocionante, para qué nos vamos a engañar. Me pidieron que fuera con ellos de acampada, y acepté a regañadientes. Una docena de jóvenes me juraron amistad y lealtad y pasé mucho tiempo parpadeando e intentando no decir nada. Están deseosos de que los lidere en alguna cruzada contra el mal. Diablos, pero si ya tengo bastantes problemas intentando llegar a fin de mes.
Cuando me tomé un tiempo para pensar en todo lo que había sucedido, no pude evitar pensar que los últimos meses no habían podido ser una coincidencia. Primero, un brujo ávido de poder había aparecido de la nada y había tenido que enfrentarme a él en su propia fortaleza para evitar que me asesinara. Y luego, Denton y su gente aparecieron con cinturones de lobo y armaron la gorda.
Nunca supe quién estaba detrás del brujo que había aparecido la primavera anterior. Los magos oscuros no crecen como champiñones ¿sabes? Alguien tiene que enseñarles cosas complicadas como invocar demonios, magia ritual y las frases hechas de los villanos. ¿Quién había sido su profesor?
Y Denton y compañía habían aparecido seis meses después. Alguien les había dado los cinturones. Alguien había avisado a Denton de que yo era peligroso, que yo o alguien del Consejo Blanco irían a por él. Y al decírselo, lo habían apuntado hacia mí como una pistola, decidido a matarme.
No creo demasiado en las coincidencias. ¿Podía haber sido uno de mis enemigos en el Consejo Blanco? ¿Uno de los seres del Más Allá que había llegado a odiarme? Estaba en la lista negra de toda una serie de cosas peligrosas, por un motivo u otro.
—¿Sabes qué? —le dije a Mister una noche frente a la chimenea—. Quizá me haya vuelto loco, pero creo que alguien está intentando matarme.
Los rasgos felinos de Mister me miraron con suma indiferencia, y se dio la vuelta para que le acariciara la barriga. Lo hice, ensimismado y cómodo delante de la chimenea, y pensé en quién podía ser. Y entonces pensé que a lo mejor me estaba volviendo un poco histérico. Llevaba un par de semanas sin hacer nada, del trabajo a casa y de casa al trabajo. Demasiado trabajo y poca diversión convierten a Harry en un chico paranoico.
Cogí el teléfono y comencé a marcar el número de Susan. Mister me golpeó la mano con aprobación.
—O tal vez soy demasiado estúpido para dejar de meterme en líos ¿eh?
Mister emitió un ronroneo profundo y afirmativo. Me arrellané en el sofá para pedirle a Susan que viniera a casa y disfruté del calor del fuego.