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El público se había puesto en pie para darle una ovación. Momentos antes, el presentador le había sugerido que se dirigiera a su hijo como si él pudiera escucharla detrás de la cámara. Ella levantó la voz y miró directamente al objetivo sin moverse de su silla.

—Quiero que sepas que no te abandoné. Que estés donde estés, y te haya criado quien te haya criado, yo te he llevado siempre en mi corazón. —La cuota de pantalla se disparó hasta rebasar el pico más alto de las estadísticas de la cadena. La centralita comenzó a colapsarse mientras ella permanecía mirando hacia el piloto rojo, que continuaba encendido—. Siempre te he querido. Y te seguiré queriendo, aunque no te encuentre.

Desde el control de realización, a través del pinganillo de audio que llevaba en la oreja, el presentador recibió órdenes del director para que la forzase a seguir hablando.

—¡Que no pare! ¡Hazle una seña sin entrar en el plano! ¡La cámara la quiere!

Pero a ella no le hacía falta ninguna señal. Continuó hablando con su hijo como si de verdad le tuviese delante, mirándole con los ojos vidriosos, sin derramar una sola lágrima.

—Me dijeron que habías muerto.

En el plató reinaba un silencio absoluto. El público contenía la respiración. El director ordenó que bajasen la intensidad de los focos de la grada hasta dejarla casi en penumbra.

—¡Luz cenital sobre ella! ¡Más volumen en los hombros y en el pelo!

—Si pudiera saber si estás bien, si te han dado cariño…

—¡Que siga hablando! —insistió el director al tiempo que se dirigía a los cámaras y a los técnicos de luces—: ¡Abre a plano medio! ¡Que se le vean las manos! ¡Cuidado con esa sombra en los ojos y en la nariz! ¡Más luz frontal!

—Me conformaría con poder darte un abrazo. Porque para ti tiene que ser muy difícil. No creas que no lo entiendo. Pero no te preocupes si no puedes.

—¡Vuelta a primer plano! ¡Lástima de brillos! ¿Es que nadie ha maquillado a esta mujer?

La boca le temblaba ligeramente. Se diría que estaba reteniendo lo que verdaderamente quisiera decirle a su hijo, como si midiese las palabras para no hacerle daño.

—Sólo quiero saber adónde te llevaron y si has sido feliz.

—¡Regidor! ¡Aplausos! ¡Ahora! ¡Luces en todo el plató y barrido de cámaras por el público! ¡Enfoca a los que están llorando! ¡Así! ¡Bien! ¡Busca otro más, un hombre! ¡Vale! ¡Vuelta a primer plano de ella! ¡Fíjalo! ¡Bajando luces y cerrando plano hacia los ojos! ¡Que se vea que están húmedos! ¡A la de tres, cortamos y vamos a publicidad! ¡Uno… dos… tres!

Las maquilladoras salieron al plató para quitarle los brillos de la frente. Nadie se movía. Nadie hablaba. Nadie veía cómo ella se tragaba las lágrimas mientras el director felicitaba a su equipo, exultante después de recibir la enhorabuena de los altos mandos.

—¡Comprobad las llamadas, a ver si hay alguna que encaje para que entre en directo a la vuelta!