EXTRACTOS DEL INTERROGATORIO DE LA SEÑORITA LENA DOICHEVA POR LOS SERVICIOS DEL OURPO, REALIZADO EN LOS LOCALES DEL FSB DESPUÉS DE LA CATÁSTROFE

«Él estaba perdido, yo me buscaba, nuestro encuentro era fatídico. No, el látigo no, por favor, me portaré bien…, utilice mi boca y déjeme marcharme, yo no soy responsable de esta tragedia. No, no soy chechena, era una mentira para complacer a Ideal, y de todos modos, aunque fuese chechena, ¡eso no me convierte AUTOMÁTICAMENTE en una shahid! ¿Puedo telefonear?, conozco a personas de las altas esferas, no quiero problemas, y si usted tampoco los quiere, ¡más vale que me suelte! (…) No tengo nada que ver en ese asunto, sólo que conocía al francés, que me contactó de parte de un cura ortodoxo al que mi madre había conocido en París cuando trabajaba allí de camarera en un restaurante. Quería proponerme que hiciera una carrera de modelo internacional. Nos vimos varias veces en San Petersburgo. Sí, tuvimos una relación, pero puramente platónica. Era un hombre encantador, parecía muy prendado de mí, soy muy joven, él me metió un poco en su delirio romántico, era como en una película, bueno, eso creo, ya no sé, me ha hecho daño en la espalda hace un momento, por favor dígale al señor lúbrico que deje de mirarme, ¿puedo ponerme la blusa, por favor? Para responder a sus preguntas no hace falta estar desnuda de cintura para arriba. (…) Octave me salvó, ya sé que nadie quiere oír algo semejante, pero es cierto. Como dice la vieja en la película Titanic: “Me ha salvado de todas las maneras en que se puede salvar a alguien.” Excepto una. Sí, podría decir que tuve un miniflechazo por ese hombre, pero nada más. Coqueteamos un poco en su habitación, nada extraordinario, él decía que yo le intimidaba, que era demasiado joven, que esperaría a mi mayoría de edad. Yo no podía sospechar que estuviese tan trastornado psíquicamente. Era tranquilo y considerado, hasta que puso fin a nuestra historia sin informarme de nada, después de una fiesta en casa de Serguéi Orlov, el presidente del consejo de administración del grupo Oilneft. Pero fue él el que había insistido en llevarme a casa de su amigo. Yo no creía que fuese capaz de estar celoso: cuando me presentó a Serguéi, éste le preguntó: “¿Estáis juntos?”, y Octave respondió: “No, estamos felices.” Supe después que había intentado localizarme muchas veces en casa de mi madre, pero yo estaba en Courchevel con Serguéi y había cambiado de número de móvil. Sin duda pensó que cometiendo ese crimen podría reanudar la relación conmigo… Es un poco como lo del loco que disparó al presidente norteamericano para seducir a Jodie Foster. Mi madre me contó esta historia horrible… (sollozos). No comprendo lo que se le pudo pasar por la cabeza al francés. Es espantoso, espantoso… Parecía inteligente, tenía las manos bonitas, no comprendo, besaba como una chica… ¡Bueno, con la barba, me daba más bien la sensación de besar a un ezhik (erizo)! ¿Qué podía hacer yo? ¿Cómo habría podido adivinar que llegaría a tales extremos? Ahora mi carrera está arruinada, estoy jodida, quemada en el sector, ¿qué va a ser de mí? No tengo nada que ver en ese día horrible. Soy para siempre la hija de la desgracia. Mi madre llora sin parar, déjeme hablar con ella, en definitiva fue ella la que me dijo que fuera a la cita, es a ella quizás a quien debería hacerle estas preguntas… Olia está rara desde el drama. Se encierra en su cuarto, reza todo el día, como si fuera culpa suya. No consigo consolarla, a mi Olienka… Aborrece a Octave, le guarda un rencor enorme, yo también, por cierto, tenía un aire tan amable, ¿por qué le ha tenido que suceder este cataclismo a nuestra familia? (silencio). Menos mal que tengo a Serguéi, puede llamarle, no apreciaré sus preguntas, mejor haría hablándome de otro modo, ¿tiene algún problema? ¿Cuál es su número de matrícula, por favor? No, no veo por qué Serguéi tendría que ver algo con el atentado, no estamos en 1999, la guerra ya no necesita justificaciones, ay, AY, pare, lo decía en broma, ya no sé lo que digo, estoy tan cansada… (…) Señor, por favor, desáteme, se lo ruego, lo único que pido es un vaso de agua sin polonio dentro, llevo dos días sin beber ni dormir, me gustaría que me devolvieran mi ropa, spasibo, no, piedad, no me pegue más con la manguera, yo… colaboraré, sólo un vaso de agua, por favor, me duelen las muñecas y el vientre, tengo calambres, no quiero que vuelva el otro señor, se lo ruego, me hizo mucho daño la última vez en el pecho con las pinzas eléctricas…»

(traducción de Igor Sokologorsky, de la Embajada de Francia en Moscú)